Authors: Matthew Stover
En números redondos.
Un remolino púrpura brotó de la tobera, seguido por los pedazos de los ventiladores internos del turbocohete. El motor entero reventó en pedazos, escorando peligrosamente la fragata a un lado, hasta hacerla rebotar contra la pared del risco.
Mace bajó los ojos para mirar a Nick.
—¿Alguna pregunta?
Nick parecía correr peligro de ahogarse con su propia lengua.
—Disculpa —dijo Mace, y desapareció.
La Fuerza le hizo moverse sobre las rocas como un torpedo. Se mantuvo agachado, cruzando las llamas demasiado deprisa como para quemarse, rozando la escoria de roca fundida bajo sus pies, impulsándose de un peñasco al otro, y rebotando por todo el desfiladero en dirección a Chalk y a su akk, Galthra.
Las dos fragatas que se acercaban desde la selva ascendieron hacia el desfiladero del risco. El herboso de Besh estaba caído, pataleando, preso de las llamas y gritando. Lesh sólo era un montón de carne desgarrada. Un misil había acertado a uno de los akk en el flanco. Aunque la piel de akk es casi impenetrable, el impacto hidráulico de la detonación había convertido sus órganos internos en un picadillo sanguinolento. El akk se tambaleó hasta las rocas antes de desplomarse. Besh arrastró a su hermano entre las llamas para ponerlo a cubierto tras el enorme cuerpo acorazado del animal. El cuerpo del akk se estremecía y movía cada vez que lo golpeaba una salva de cañonazos tras otra, haciendo que se agitara como si estuviera vivo.
Detrás de Mace, el piloto de la primera fragata recuperó por fin el control de la nave, apagando el turbocohete de babor y haciéndola girar empleando sólo los repulsores. Mace pudo sentir que Chalk recuperaba la consciencia entre las ardientes rocas, pero en ese momento no tenía tiempo para hacer algo por ella. En vez de eso, cuando despertó, siguió la corriente de su mente hasta el lazo con la Fuerza que ella compartía con Galthra. Un segundo fue suficiente para que Mace sondeara las profundidades de ese lazo. Lo calibró en su justa medida.
Y se apoderó de él.
El lazo que unía a Galthra con Chalk era profundo y fuerte, pero era parte de la Fuerza, y Mace era un Maestro Jedi. Mientras no soltara al akk. Galthra estaría enlazado con él.
Mace se arrojó por el aire mientras Galthra saltaba para encontrarse con él. El animal tocó el suelo, dispuesto a dar el siguiente salto, y Mace acabó su voltereta aterrizando de pie sobre su lomo. El akk no estaba entrenado para cargar con un jinete al combate; pero, mediante su lazo, el flujo de la Fuerza les convirtió en una única criatura. Mace encajó el pie izquierdo tras las espinas de su cabeza, y el animal se dirigió hacia el desfiladero, desplazándose a un lado y a otro entre el infierno de llamas y piedras estallando.
Agachándose para obtener algo de refugio tras el enorme cráneo de Galthra, Mace metió una granada del paquete en el lanzaproyectiles y cargó el arma sin dispararla. Sintió que detrás de él se abrían los lanzamisiles delanteros de la fragata averiada.
—Justo a tiempo —murmuró Mace.
Galthra y él llegaron a la parte más elevada del desfiladero. Las dos fragatas que tenía delante rugieron, ascendiendo por la ladera del risco. La que tenía detrás lanzó un misil de impacto contra Galthra.
En el escaso semisegundo siguiente al lanzamiento, en ese parpadeo durante el cual el misil pareció pender en el aire, como si se preparara pan la ignición completa de sus motores principales y para las múltiples docenas de gravedades estándar de aceleración que lo empujarían en su relampagueante vuelo, el lazo con la Fuerza que existía entre Mace y Galthra latió, y el enorme akk dio un salto repentino a la izquierda.
El misil pasó tan cerca de él que su tubo de escape chamuscó el cuero cabelludo de Mace.
Y un pequeño empujoncito de la Fuerza, poco más que un golpecito afectuoso bajo la barbilla, desvió uno o dos centímetros su cabeza bélica en forma de diamante, alterando el ángulo de su ataque lo bastante como para hacerle rozar la cresta del desfiladero, en vez de impactar contra el ardiente suelo. El misil continuó volando, absorbiendo el humo negro en los remolinos de turbulencia que dejaban atrás sus aletas de cola, hasta que imputó contra el morro de la segunda fragata, que asomó al otro lado del desfiladero.
Una enorme bola de fuego blanco la golpeó, haciéndole retroceder como un herboso sobresaltado, y del retorcido boquete que se había abierto en el blindaje del morro brotó humo negro. Sus turbocohetes rugieron, y, mientras el piloto luchaba para recuperar el control, todavía más humo surgió de sus chirriantes repulsores. La tercera fragata se paró en seco y retrocedió bruscamente al invertir los cohetes, apartándose para no embestir la parte posterior de la otra.
Mace y Galthra corrieron directos hacia ellas.
Cuando pasaron ante la estremecida masa del herboso de Chalk, Mace buscó el Trueno. El arma se elevó hasta sus brazos, con la fuente energética descansando entre sus pies. Apoyó el enorme arma en la cadera, apuntó con el cañón a la tercera fragata y apretó el gatillo.
Mace se desplazó sobre el lomo de tres cuartos de tonelada de depredador acorazado, entre las llamas y el pegajoso humo negro, sobre la escoria de piedra fundida y entre el tronar y el chirrido de la metralla de las piedras al estallar. Disparaba desde su cadera, escupiendo un chorreo de paquetes de energía que se abría paso en el cielo y desgarraba el costado de la fragata. El Trueno no tenía potencia suficiente para traspasar el blindaje reforzado de la fragata, pero eso no importaba: el rugiente repetidor sólo era la tarjeta de visita de Mace.
Galthra bajó la ladera a toda velocidad, a la sombra de las fragatas. Mace se volvió para tenerlas delante. Cabalgó de espaldas y salpicó el aire con disparos hasta que el Trueno se recalentó y escupió chispas, y Mace prescindió de él. La tercera fragata disparó un par de misiles, pero Mace pudo sentir adónde apuntaban antes de que se apretara el gatillo, y Galthra era tan rápido respondiendo a sus órdenes en la Fuerza que ninguno de ellos se acercó lo bastante como para que su detonación pudiera hacer algo más que alborotarle el cabello.
Si lo tuviera.
Las torretas láser instaladas en los costados de la fragata rotaron, buscándolos; y Mace sintió en la Fuerza que el ordenador de objetivos fijaba el blanco. Lis dos naves dañadas se situaron en posición de disparo, fijando a la vez el blanco en su mira. Estaban coordinando su fuego. No podía aspirar a esquivarlos. Así que no se molestó en hacerlo. Hizo que Galthra se detuviera.
Permaneció inmóvil, con las manos vacías, esperando a que abrieran fuego.
Esperando a darles una breve clase sobre el arte del vaapad.
Sus cañones eructaron energía, y Mace se dejó llevar por la Fuerza, liberándose de todo salvo de su intención. Ya no actuaba Mace Windu: la Fuerza actuaba a través de él. El sable láser de Depa saltó a su mano izquierda mientras el suyo lo hacía a la derecha. La cascada verde era un eco selvático de la hoja púrpura cuando ambas entrechocaron, arrancándose chispazos rojos.
El vaapad de Sarapin es un depredador terriblemente peligroso, fuerte y rapaz. Ataca con sus tentáculos cegadoramente rápidos. La mayoría tienen un mínimo de siete, y no es raro que tengan hasta doce. El más grande que se había matado tenía veintiuno. Lo que pasa con los vaapad es que nunca sabes cuántos tentáculos tienen hasta que están muertos; se mueven demasiado rápido como para contarlos. Casi demasiado rápido para verlos.
Y eso hizo Mace.
La energía se atomizó a su alrededor, pero sólo unas pocas salpicaduras le rozaron aquí y allí, el resto fue directo a la fragata. Si bien el Trueno no tenía la potencia necesaria para atravesar su blindaje, un cañón láser Taim y Bak era un caso muy diferente.
Diez disparos llegaron hasta los sables láser. Mace devolvió dos de cada contra las naves averiadas, traspasando su blindaje y haciéndolas temblar lo suficiente como para desviar su puntería. Los otros seis golpearon la carlinga de la tercera fragata, abriendo un agujero en el transpariacero de la cabina.
Mace bajó los sables láser y desplazó hacia delante el lanzaproyectiles, para dispararlo apoyado en la cadera. Eructó una única granada que la Fuerza guió hasta el agujero de la carlinga. La granada emitió un golpe húmedo y apagado dentro de la fragata, y un chorro de viscoso blanco brotó del agujero.
Mace gruñó para sus adentros; creía haber cargado nytinita.
Y entonces se encogió de hombros: "
Eh, el resultado es el mismo
."
Uno de los turbocohetes delanteros chupó tiras de la pasta endurecida por la toma de aire, chirrió y se desintegró en una lluvia de metralla. La fragata se encabritó salvajemente, con la tripulación atrapada en la pasta de la granada, sin poder hacer nada salvo observar horrorizados cómo su nave escoraba hacia la cara del risco y explotaba en una impresionante llamarada que salpicó fuego hasta trescientos metros ladera abajo.
Y ahora, para mi siguiente número
..., pensó Mace.
Soltó el lanzaproyectiles y extendió las manos. Los dos sables láser volaron de vuelta a ellas.
Pero las dos fragatas dañadas se retiraban, alejándose traqueteantes por el cielo manchado de humo.
Con el ceño fruncido, observó cómo se alejaban.
Se sentía extrañamente inquieto.
Descontento.
Esto había sido... extraño. Incómodo.
Su estricta honestidad consigo mismo no le permitía negar la palabra que describía lo que sentía.
Había sido insatisfactorio.
***
DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.
No sé cuánto tiempo estuve allí parado, mirando el cielo con el ceño fruncido. Finalmente recuperé la ecuanimidad suficiente como para bajarme del lomo de Galthra y liberar mi control sobre su conexión con la Fuerza. Se alejó ladera arriba, dando saltos entre las ardientes rocas y buscando a Chalk.
Nick se acercó tambaleándose, rodeando las moribundas llamas y evitando las rocas semiderretidas que todavía brillaban con un rojo apagado. Parecía muy impresionado por el combate. Parecía delirantemente feliz, borracho de adrenalina, con una alegría infantil y con un tembloroso entusiasmo que lo estremecía. No recuerdo gran cosa de lo que dijo, más allá de alguna absurdez sobre que yo era una "máquina de guerra ambulante".
O algo así. No estoy seguro de si empleó la palabra "ambulante".
La mayor parte de lo que dijo se perdió en el rugido que resonaba en mi mente: el viento huracanado del tronar de mi corazón, los ecos de las explosiones de la batalla y el maremoto de la misma Fuerza.
Cuando llegó hasta mí, vi que estaba herido; la sangre corría por su rostro y su cuello desde un profundo corte en un lado de la cabeza, probablemente un arañazo provocado por alguna esquirla de roca. Pero él siguió diciendo que nunca había visto nada parecido a mí, hasta que lo detuve, posando una mano en su brazo.
—Estás sangrando —le dije, pero el oscuro destello de sus luminosos ojos azules permaneció inmutable.
—Solo contra tres fragatas. Tres. Solo —siguió diciendo.
Le dije que no había estado solo. Le cité a Yoda.
—"Mi aliado es la Fuerza" —no pareció entenderlo, así que le expliqué—: Estaban en inferioridad de condiciones.
Por mucho que desee borrarlo de mi mente, recuerdo intensamente lo que pasó a continuación. Yo no podía apartar los ojos de las dos fragatas averiadas, que para entonces sólo eran motas de duracero cruzando el cielo sin límites.
—Sí, sé cómo te sientes —dijo Nick, siguiendo mi mirada—. Lástima que no pudieras acabar con las tres, ¿verdad?
—¿Cómo me siento? —repuse, volviéndome hacia él—. ¿Cómo me siento yo?
Tuve un deseo repentino de golpearlo, un deseo tan poderoso que el esfuerzo de contenerme me dejó jadeante. Quería, necesitaba, golpearlo. Golpearlo en la cara. Sentir mi puño destrozándole la mandíbula.
Hacerle callar.
Hacer que no me mirara.
La comprensión en su voz, la sabiduría en sus fríos ojos azules... Quería golpearlo porque tenía razón. Sabia cómo me sentía yo. Fue una sensación muy fea.
Como había dicho él, yo también quería destruir a las otras. Quería arrancarlas del cielo y contemplar cómo ardían. No dediqué ni un solo pensamiento a las vidas que ya había tomado en la primera fragata. Ningún pensamiento para las vidas que tomaría en las otras dos. Busqué con la Fuerza en los restos ardientes de la ladera del risco, buscando entre las llamas, no sabría decir para qué.
Me gustaría pensar que buscaba supervivientes, comprobar si había alguna persona que sólo estuviera herida y a la que poder rescatar de entre los restos. Pero no puedo decir con honestidad que eso sea cierto.
Igual sólo quería sentir cómo se quemaban.
Tampoco puedo decir con honestidad que lamentase cómo había acabado la pelea.
Aunque les había quitado la vida en defensa propia, y en defensa de otros, no éramos inocentes ni yo ni aquellos a los que defendía. No puedo afirmar con honestidad que mis compañeros korun se merezcan más vivir que los tripulantes de la fragata. No puedo considerar mi deber como Jedi lo que hice en el desfiladero.
Lo que hice allí no tenía nada que ver con la paz.
Alguien podría considerarlo un accidente de guerra. Resultó que esa pequeña banda de guerrilleros asesinos acompañaba a un Maestro Jedi, motivo por el cual las esposas e hijos de los tripulantes de la fragata sufrieron una horrible pérdida. Se le podría llamar accidente de guerra... Y hasta yo podría llamarlo así...
De haber sido algo que se asemejase a un accidente.
Si no hubiera intentado derribar esa nave. Si no hubiera sentido la sed, la sed de sangre.
El ansia de la victoria. El ganar a cualquier precio.
Sed de sangre.
La siento incluso ahora.
No es abrumadora; no he caído tan bajo. Todavía. Es más bien una preferencia. Una expectativa. Una premonición que se ha visto frustrada.
Esto es malo. No todo lo malo que podría ser, pero sí lo suficiente.
Hace mucho que sé que aquí corro peligro. Pero sólo ahora empiezo a comprender lo oscuro y cercano al peligro que me encuentro. Nunca supuse lo cerca que ya me habla colocado Haruun Kal de ese borde fatal.
Es un efecto colateral de la inmersión en la Fuerza del vaapad. Mi estilo me proporciona un gran poder, pero a un riesgo terrible. La sed de sangre es una enfermedad que puede matar todo lo que toca. Para emplear el vaapad debes disfrutar con el combate. Entregarte a la emoción de la batalla. La excitación de ganar. Por eso son muy pocos los estudiantes que intentan dominar el estilo.
El vaapad es un sendero que conduce por la penumbra hasta el Lado Oscuro.
Aquí, en la selva, esa sombra fronteriza es inesperadamente delgada. La noche cerrada está a solo un paso de distancia. Aquí debo tener mucho, mucho cuidado.
O puede que llegue a comprender demasiado bien lo que le ha ocurrido a Depa.