Authors: Matthew Stover
No sé por
qué te
quiere
Depa aquí
, dijo por fin.
Pero no
tengo
por
qué saberlo. Ella desea tu presencia: basta
con eso.
Si eres importante para ella, eres importante para nuestra guerra. Mucho más importante que un mal soldado como Nick Rostu
.
—No es un mal soldado...
Es débil. Cobarde. Teme al sacrificio.
—Arriesgar su misión, su vida, para salvar a sus amigos quizá convierta a Nick en un mal soldado, pero lo convierte en un buen hombre —y como no consiguió resistirse a ello, añadió—: Mejor que tú.
Vastor miró al Maestro Jedi con ojos llenos de jungla.
¿Mejor en qué?
***
DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.
No considero a Vastor malvado. No es un hombre malo de verdad. Irradia oscuridad, sí, pero también lo hacen todos los korunnai. Y los balawai. Su oscuridad es la de la jungla, no la de los Sith. No vive para obtener poder, para causar daño y dominar todo o que contempla. Se limita a vivir. Con ferocidad. Con naturalidad. Desprovisto de las ataduras de la civilización.
Es más un avatar de la misma jungla que un hombre. El poder oscuro entra y sale de él una y otra vez, pero no parece afectarle. Tiene una pureza salvaje que yo, de no ser un Jedi y haberme comprometido con la luz, podría llegar a envidiar.
El negro es la presencia de todos los colores.
No crea la oscuridad, sólo la utiliza. Su oscuridad interior es un reflejo de la oscuridad de su mundo. Y eso oscurece a su vez el mundo que lo rodea. Las oscuridades internas y externas se crean la una a la otra, tal y como lo hacen la luz interna y externa. Ésa es la unidad subyacente en la Fuerza.
Como diría Depa, él no empezó esta guerra. Sólo intenta ganarla.
Y en eso consistía todo. Mis instintos de Jedi habían hecho una conexión por debajo del umbral de mi consciencia. Vastor. La jungla. Los perros akk y los humanos que se habían convertido en la manada de Vastor. Depa. Una oscuridad tan profunda que era como estar ciego. Las palabras de Nick: "La jungla no promete. Existe. No porque la jungla te mate. Sólo porque es así."
La misma guerra.
Hasta mucho más tarde no comprendería adónde me estaban llevando mis instintos, cuando pasara todo un día junto al howdah de Depa en la concha dorsal de su inmenso ankkox, inclinado hacia las cortinas de gasa para oír sus palabras medio susurradas.
Había momentos en que su voz era fuerte y clara, y sus argumentaciones, lúcidas. Y yo cerraba los ojos e ignoraba el balanceo del paso del ankkox, las picaduras de los insectos y la rica podredumbre floral de la jungla: y podía imaginarnos charlando ante dos tazas de té rek en mi cámara de meditación del Templo Jedi.
En esos momentos, ella razonaba con una lógica aterradora.
—Sigues pensando como un juez —me diría luego—. Ése es tu error fundamental. Sigues pensando en términos de imponer la ley. De defender las normas. Fuiste un gran oficial de paz, Mace, pero eres un general terrible. Eso es lo que nos costó tantas vidas en Geonosis, que fuimos allí como jueces. Intentando rescatar rehenes sin que se perdieran vidas. Intentando mantener la paz. Los geonosianos ya sabían que estábamos en guerra..., por eso sobrevivimos sólo unos cuantos...
—¿Y qué debería haber hecho si hubiera pensado como un general? —le pregunté—. ¿Dejar morir a Obi-Wan y Anakin?
—Un general habría soltado una bomba de baradio sobre ese circo —murmuró la sombra al otro lado de los cortinajes.
—No puedes hablar en serio, Depa —empecé a decir, pero ya había dejado de escucharme.
—Ganar la guerra —continuó diciendo—. Ganarla al precio de dos Jedi, una Senadora y varios miles de enemigos.
—Al precio de todo lo que hace que los Jedi seamos lo que somos.
—En vez de eso murieron más de cien Jedi, y tenemos una galaxia en guerra. Millones de seres morirán, y millones más acabarán como ese chico que mató Kar: engañados, furiosos y malévolos. Reúne a un millón de cadáveres y diles que tu ética era más importante que sus vidas...
Para eso no tenía ninguna respuesta sencilla, ni siquiera la tengo ahora.
Pero, como dice Yoda, "hay preguntas para las que respuesta nunca se puede tener. Sólo la respuesta podemos ser".
Eso es lo que debo intentar ser, porque ahora sé lo que significa ser un guardián de la paz en la Galaxia de la Guerra.
Es decir, no significa nada.
La paz no existe. Lo que creímos la Gran Paz de la República no era más que un sueño del que acaba de despertar nuestra galaxia. Dudo que alguna vez volvamos a sumirnos en un sueño como ése.
Nadie duerme así de bien en la Galaxia de la Guerra.
Esta comprensión me llegaría más tarde. En ese momento, en la silla del herboso y mirando a Kar Vastor, con los prisioneros detrás y el ankkox de Depa todavía invisible, muy delante de mí, sólo tenía una insinuación de la misma, una corazonada, un amasijo de sentimientos sin procesar e ideas sin aclarar.
Un instinto.
Pero, de algún modo, mis instintos parecían estar volviendo a funcionar... Motivo por el que hice que Vastor siguiera adelante sin mí. Como le había preguntado mil veces a Depa, cuando era mi padawan...
¿Cuál es la verdadera lección: la que enseña el Maestro o la que aprende el discípulo?
***
Unos pocos pasos por delante de donde los prisioneros balawai se tambaleaban por la jungla, Mace Windu alargó la mano más allá del morro del herboso y cogió las riendas.
—Ya hemos llegado bastante lejos. Déjame aquí.
Vastor se detuvo, mirando hacia atrás por encima de su robusto hombro.
Depa espera.
—Lleva semanas esperando. Esperará unas pocas horas más —por primera vez desde la batalla en el desfiladero, Mace se sentía calmado... Seguro. Pisando suelo firme—. Sigue sin mí. La veré cuando yo lo decida.
Ha enviado a por
ti.
No se la debe desafiar.
Vastor se volvió y tiró de las riendas, pero Mace las sujetaba con el puño. Era como si las hubieran atornillado a la pared de un barranco.
Los ojos de Vastor brillaron con peligro distante. Relámpagos de una tormenta por debajo del horizonte.
Lamentarás
esto.
—Soy un Maestro Jedi, y Miembro del Consejo Jedi —dijo Mace, paciente—. Soy un general del Gran Ejército de la República. No se envía a por mí. Si quiere verme, me encontrará antes del atardecer en el camino de los rondadores de vapor.
Los relámpagos en los ojos del lor pelek se acercaron.
He
dicho
que te llevaré.
Mace enfrentó su mirada con exactitud.
—Tiene gracia; eso es casi lo mismo que dijo Nick. Tampoco él tuvo mucha suerte en convencerme.
Mis órdenes...
—Son problema tuyo —dejó caer las riendas y separó las manos abiertas. Se quedó completamente inmóvil, completamente relajado, completamente calmado, salvo por el siseo de la Fuerza que formaba un arco como de electricidad estática que unía los pomos de los dos sables láser con sus manos vacías—. A no ser que elijas convertirlo en nuestro problema. Puedes hacerlo ahora mismo, si lo prefieres.
Vastor soltó también las riendas. Se apartó del herboso y se volvió para mirar de frente al Maestro Jedi. Sus inmensos hombros se hincharon y los músculos del pecho se le tensaron, definiendo su musculatura como en un grabado al ácido. El aire se rieló a su alrededor como en un espejismo. Su ira golpeó a Mace en la Fuerza como un viento caliente.
Vendrás conmigo.
—No.
Un poder oscuro se aferró a la voluntad de Mace.
Vendrás conmigo.
Mace resbaló fuera de la silla lentamente, reticente, hasta tocar el suelo. Dio dos pasos hacia Vastor.
Y se detuvo.
—Ya no disfruto de tu compañía —dijo el Maestro Jedi—. Vete. No vuelvas a mi lado sin Depa.
A Vastor se le desorbitaron los ojos. Su boca se movió sin emitir sonidos.
—Tú y yo no deberíamos estar juntos a solas. Podría tener lugar una pelea.
Los tendones sobresalieron en el cuello de Vastor, inclinándole la cabeza hacia abajo y apartándole los labios de sus afilados clientes.
No deseo luchar contigo, dôshalo
. Su voz seguía siendo tranquila, pese a la rabia que humeaba de él en la Fuerza.
Depa se enfadará si te encuentra muerto
.
—Entonces será mejor que te vayas —replicó Mace, razonable—. No querrás que Depa se enfade, ¿verdad?
Parecía ser que no. El gruñido de Vastor se afinó hasta ser un ladrido de frustración.
¿Y qué debo decirle que estás haciendo aquí?
—Nada que quiera molestarme en explicarte —Mace se giró hacia su herboso y volvió a cogerlo por las riendas—. Cualquier pregunta que pueda tener Depa, deberá hacérmela ella misma.
Aunque simuló afanarse en ajustar el correaje del herboso, Mace prestaba completa atención a la ardiente mirada que Vastor le clavaba entre los omoplatos. Se mantuvo relajado y equilibrado, dispuesto a saltar en cualquier dirección, si le atacaba el lor pelek.
En vez de eso, sólo oyó un ladrido, un rugido y varios gañidos cortos y profundos. Vastor había dicho algo a uno de los guardias akk que vigilaban a los prisioneros. Tras clavar una última mirada en Mace, que éste notó en la piel como la luz del sol enfocada a través de una lente, Vastor dio media vuelta y desapareció en la jungla, adelantándose a la hilera de hombres.
Mace le miró partir, con vacía satisfacción en el rostro.
Así se da la bienvenida a un invitado
, pensó.
***
El guardia akk con el que había hablado Vastor clavó en Mace una mirada grave que tuvo su eco en los tres perros akk cercanos. Mace los ignoró a todos y, segundos después, el guardia akk se alejó para reunirse con su compañero y los demás akk. Mace captó la mirada de Nick Rostu y le hizo señas para que se acercara. Este entregó a un balawai las riendas del herboso que transportaba a los niños y trotó hasta el Maestro Jedi, manteniendo un ojo fijo en el guardia akk que se alejaba.
—Caray. Esos tíos me dan escalofríos. Esto parecía estar un poco tenso, Maestro Windu. ¿Qué te ha dicho el grandullón?
—Toma, sujétalo —Mace le entregó las riendas de su herboso—. ¿Cuánto has oído?
—Algo de lo que tú dijiste. Menudas agallas tienes. —Nick se estiró hacia arriba para rascar al herboso en el cuello—. Pero Vastor... Igual lo has notado. Sólo se le puede comprender cuando te habla directamente a ti. Cuando habla con otro, siempre suena como si estuviera gruñendo, silbando o haciendo cualquier otro ruido de animal o algo así.
—Sí, he notado algo parecido —dijo Mace despacio, asintiendo—. Pero pensaba que sólo era cosa mía. En el campamento... las cosas eran confusas.
—Por eso parecía como si estuvieras hablando solo, ¿entiendes? En mi cabeza yo lo oigo como una buscona de Pelek Baw. ¿Qué te dijo?
—Intentaba impresionarme con su sentido del deber —dijo Mace secamente.
—Bueno, ¿y ahora qué? No has echado al hombre más peligroso de la Meseta Korunnal sólo para tener una conversación con el presidente de Niñeras de la Jungla Rostu S.A. Debes de tener algo a la vista.
Mace asintió.
—Tenemos algo a la vista. Monta el herboso. Vas a guiar a esos prisioneros hasta el camino de rondadores de vapor para que la milicia pueda encontrarlos y recogerlos.
Nick se quedó con la boca abierta.
—Tenemos... ¿Yo? ¿Por qué iba a querer yo hacer algo así?
—Porque les di mi palabra de Maestro Jedi de que no les pasaría nada si se rendían. No quiero que me conviertan en mentiroso.
—¿Y qué tiene que ver tu palabra conmigo?
—Nada en absoluto. Estoy seguro de que disfrutas imaginándote a Keela destripada por un felino de las lianas. Que cuando piensas en Pell la ves muriéndose de hambre, atrapada en un nido de lianas pegajosas o con los jacunas sacándole los ojos.
Nick parecía incómodo.
—Oye, vale ya de mierda de colmilludo, ¿quieres?
—¿Piensas en los niños destrozados por los colmilludos o arañados por los latonbejucos? Igual tienen suerte y caen en un hueco de la muerte. Al menos eso es relativamente rápido, mientras los gases cáusticos les consumen los pulmones y sus propias lágrimas les abrasan el rostro como si fueran de ácido...
El joven korun apartó la mirada.
—¿Tienes alguna idea de lo que Kar y Depa me harán a mí?
—Tú conoces esta región. Si los guiara yo, acabaríamos perdiéndonos en la jungla. Monta de una vez.
Nick lanzó un bufido.
—Caray, sigues siendo de lo más liberal dando órdenes, ¿eh? ¿Y si no quiero hacerlo? ¿Y si realmente disfruto pensando en todas esas cosas? ¿Y si deseo ver muertas a esas personas? ¿Qué pasaría entonces?
Mace se quedó inmóvil. Miró fijamente a la jungla, y los ojos se le llenaron de oscuridad.
—Entonces te dejaré inconsciente de un golpe —dijo despacio—, y se lo pediré a otro.
Se quedó mirando a Nick.
Nick tragó saliva.
—No volveré a decírtelo —añadió Mace.
Nick subió al herboso.
—Kar Vastor no es el hombre más peligroso de la Meseta Korunnal —dijo el Maestro Jedi, volviendo a mirar a la jungla, esta vez por donde había desaparecido el lor pelek.
Nick negó con la cabeza.
—Sólo dices eso porque no lo conoces bien.
—Lo digo porque él no me conoce a mí —replicó Mace Windu.
L
os prisioneros renqueaban en deshilachados grupos, apoyándose unos en otros y mirando nerviosamente a los perros akk que daban vueltas a su alrededor. Mace caminó trabajosamente hacia ellos entre la enredada vegetación, seguido de cerca por Nick montado en su herboso.
—¿Me he perdido algo? —Nick se inclinó hacia delante para hablar en voz baja, rodeando con un brazo el grueso cuello del herboso—. Anoche esos ruskakk querían un pedazo de Windu a la brasa.
—Ese tan pel'trokal —la voz de Mace era igualmente baja y mucho más hosca—. ¿Lo apruebas?
—Claro —Nick miró al herboso que llevaba a los niños y apartó rápidamente la mirada—. Bueno, al menos en principio... —sus ojos vivos se tornaron estrechos y cínicos—. No hace mucho tiempo que Kar acostumbraba a matarlos directamente. No podemos alimentarlos. ¿Qué otra cosa podríamos hacer? Entregarlos a la justicia fue idea de Depa.