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Authors: Clive Barker

Tags: #Fantástico, Terror

Sortilegio (98 page)

BOOK: Sortilegio
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Suspirando, se puso a peinarlo.

Cal seguía siendo polvo en un territorio desierto, pero ahora era polvo con memoria.

Aquello bastó para proporcionarle cierto peso. El viento lo intimidaba y se empeñaba en doblegarlo a su voluntad, pero esta vez el se negó a dejarse mover. El viento soplaba rabioso contra él. Cal lo ignoró, inmóvil en medio de aquella nada mientras se esforzaba por componer el rompecabezas en que se habían convertido sus pensamientos.

Cal se había encontrado consigo mismo una vez, en una casa cerca de una nube; había sido transportado hasta allí en una
ricksha
, mientras un mundo se doblaba sobre sí mismo en torno a él.

¿Qué significaría aquello de que hubiera estado cara a cara consigo mismo de viejo? ¿Qué podría significar aquello?

La pregunta no era difícil de contestar. Significaba que en algún tiempo futuro tendría ocasión de entrar en aquel mundo y de vivir allí. Y de todo ello, ¿qué se deducía? ¿Qué se deducía?

Que el lugar no estaba perdido.

¡Oh, sí! ¡Oh, Dios del cielo,
si
! Eso era. Él estaría allí. Puede que no mañana ni pasado mañana; pero algún día, algún día en el futuro,
estaría allí
.

No estaba perdido, La Fuga no estaba perdida. Sólo necesitó aquel conocimiento, aquella certeza,
para despertar
.

—Suzanna —dijo.

3

—¿Dónde está? —fue la única pregunta que Cal expresó en voz alta, cuando hubieron terminado el reencuentro—. ¿Dónde está escondido?

Suzanna se acercó a la mesa y le puso a Cal el libro de Mimi en las manos.

—Aquí —le dijo.

Él pasó la palma de la mano por el lomo del libro, pero no lo abrió.

—¿Cómo conseguimos hacerlo? —le preguntó a Suzanna. Formuló la pregunta con mucha solemnidad; como un niño.

—En el Torbellino —le explicó la muchacha—. Tú y yo. Y el Telar.

—¿Todo? —preguntó él—. ¿Todo está ahí dentro?

—No lo sé —repuso Suzanna con toda honestidad—. Ya lo veremos.

—Ahora.

—No, Cal. Todavía estás muy débil.

—Me sentiré fuerte... —le indicó él simplemente— una vez que abramos el libro.

Suzanna no sabía cómo rebatir aquel argumento, de manera que en lugar de hacerlo extendió los brazos y puso las manos sobre el regalo de Mimi. Cuando los dedos de Suzanna se entrelazaron con los de Cal, la lámpara del techo empezó a parpadear y se apagó. Inmersos en la oscuridad sostuvieron el libro entre ambos, tal como en cierta ocasión lo hicieran Suzanna y Hobart. Pero en aquella ocasión había sido el odio lo que había servido de combustible para impulsar las fuerzas contenidas en las páginas; esta vez era el gozo.

Sintieron que el libro empezaba a temblar custodiado por ellos y que se iba poniendo caliente. Luego salió disparado de entre las manos y voló hacia la ventana. El cristal helado se hizo añicos y el libro salió por él y, dando vueltas, fue a sumergirse en la oscuridad.

Cal se puso en pie y se acercó cojeando a la ventana; pero antes de que llegase a ella las páginas del libro se elevaron, desencuadernadas, como pájaros en la noche del exterior, como pichones, y los pensamientos que el Telar había inscrito entre los renglones comenzaron a derramar luz y vida. Luego volvieron a caer en picado y se perdieron de vista.

Cal se volvió de espaldas a la ventana.

—El jardín —dijo.

Sentía las piernas como si las tuviera de algodón; tuvo necesidad de apoyarse en Suzanna para poder llegar hasta la puerta. Juntos empezaron a bajar el tramo de escaleras.

Gluck había oído el ruido de los cristales al romperse y se hallaba a mitad de las escaleras, subiendo, para investigar qué había sucedido; llevaba una taza de té en la mano. Había contemplado maravillas en sus tiempos, pero el hecho de ver a Cal diciéndole que saliera, que
saliera
, lo dejó con la boca abierta. Para cuando se le hubo ocurrido una pregunta que formular, Cal y Suzanna estaban ya a mitad del segundo tramo de escaleras. Gluck fue detrás de ellos; los siguió al recibidor y luego por la cocina hasta la puerta trasera. Suzanna estaba quitando los cerrojos, el de arriba y el de abajo.

Aunque al mirar por la ventana en el exterior era invierno, ahora era la primavera lo que los aguardaba en el umbral.

Y en el mismo jardín, extendiéndose ante sus ojos, se encontraba el origen de dicha estación; el hogar del gozo de ambos para siempre; el lugar para salvar el cual habían luchado y estado a punto de morir.

La Fuga.

Estaba emergiendo de entre las diseminadas páginas del libro con toda su singular majestad, desafiando al hielo y a la oscuridad como había desafiado antes tantas otras cosas. Los meses que había pasado en medio de los cuentos del libro no habían sido desperdiciados. Venía con nuevos misterios y hechizos.

Allí, con el tiempo, Suzanna redescubriría la Antigua Ciencia, y con ella conseguiría curar antiguas heridas. Allí también, en algún inimaginable año, Cal se iría a vivir a una casa en las cercanías del Torbellino, al cual un día vendría un joven cuya historia él ya conocía. Todo el futuro estaba allí, ante ellos, todo lo que habían soñado juntos, todo esperando para nacer.

Y en aquel mismo momento, en distintas ciudades dormidas de toda la Isla, los refugiados estaban despertando y levantándose de sus camas; abrían de par en par las puertas y ventanas, a pesar del frío, para recibir la noticia que la noche iba a llevárselos; que lo que puede imaginarse no se pierda nunca. Que incluso allí, en el Reino, el encantamiento puede encontrar un hogar.

Después de aquella noche sólo habría un mundo en el que vivir y soñar; y el País de las Maravillas no sería nunca más que un paso más allá, un pensamiento más allá.

Juntos, Cal, Suzanna y Gluck salieron de la casa y echaron a andar hacia aquella noche mágica.

Delante de ellos se estaban desarrollando un buen número de cosas que ver: amigos y lugares que habían temido desaparecidos para siempre venían a saludarlos, ansiosos por compartir aquel encantamiento.

Ahora tendrían tiempo para todos los milagros. Para fantasmas y transformaciones; para la pasión y la ambigüedad; para visiones de mediodía y gloria de medianoche. Tendrían tiempo en abundancia.

Porque nada empieza nunca.

Y esta historia, al no tener comienzo, no tendrá final.

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