Star Wars Episodio V El imperio contraataca (17 page)

BOOK: Star Wars Episodio V El imperio contraataca
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—Una colonia minera.

—Una mina de gas tibanna —agrego Han—. Lando la ganó en una partida de sabacc, o eso es lo que él dice. Nos conocemos hace mucho tiempo.

—¿Puedes confiar en él? —quiso saber Leia.

—No, pero sé que no siente el menor afecto por el Imperio.

El wookie lanzó un ladrido a través del intercomunicador.

Han respondió deprisa, accionó algunos interruptores para que en la pantalla de la computadora apareciera una nueva información y después se dedicó a mirar por la ventanilla de la carlinga.

—Lo veo, Chewie, lo veo —dijo—. Pon en marcha la liberación manual —después se dirigió a la princesa y agregó—: A la nada vamos, querida.

Han se recostó en el asiento y sonrió seductoramente a la muchacha.

Leia meneó la cabeza, esbozó una tímida sonrisa y le dio un beso.

—Tienes tus momentos —reconoció de mala gana—. Aunque no muchos, tienes tus momentos.

Han empezaba a acostumbrarse a los ambiguos cumplidos de la princesa y, en realidad, no podía decir que le molestaran. Disfrutaba cada vez más del hecho de que ella compartiese su irónico sentido del humor. Estaba casi convencido de que ella también disfrutaba.

—Suéltalo, Chewie —exclamó con alegría.

La escotilla de la parte inferior del
Avenger
se abrió bostezante. Cuando salió disparado hacia el hiperespacio, el crucero galáctico imperial arrojó su cinturón de asteroides artificiales: basura y piezas de maquinaria imposible de reparar que se dispersaban por el negro vacío espacial. Oculto en la estela de desperdicios, el
Millennium Falcon
se despegó del costado del destructor sin ser detectado y quedó muy rezagado con respecto al
Avenger
.

Al fin estamos a salvo, pensó Han Solo.

Los motores de iones del
Millennium Falcon
se encendieron y la nave corrió a la deriva entre la chatarra espacial, en dirección a otro sistema.

Sin embargo, entre los desperdicios dispersos se escondía otra nave. Mientras el
Falcon
se lanzaba a toda velocidad a la búsqueda del sistema de Bespin, la otra nave encendió los motores. Boba Fett, el más famoso y temido cazador a sueldo de la galaxia, hizo girar su pequeño aparato con forma de cabeza de elefante, el
Slave I
, para iniciar la persecución. Boba Fett no tenía la menor intención de perder de vista al
Millennium Falcon
. Había un precio muy alto por la cabeza del piloto del carguero y ésa era la recompensa que el terrible cazador a sueldo estaba decidido a conseguir.

Luke sentía que, sin duda alguna, progresaba. Corrió en medio de la selva con Yoda acomodado en uno de sus hombros y saltó con gracia de gacela entre el denso follaje y las raíces de los árboles que crecían en la ciénaga.

Al fin, Luke había empezado a dejar de lado el orgullo. Se sentía libre de ataduras y estaba preparado para experimentar plenamente el fluir de la Fuerza.

Cuando el diminuto instructor arrojó una barra de plata sobre la cabeza de Luke, éste reaccionó en el acto. En un segundo, el joven aprendiz de jedi se volvió y cortó la barra en cuatro segmentos brillantes antes de que cayera al suelo.

Yoda estaba satisfecho y sonrió ante el éxito de Luke.

—¡Esta vez han sido cuatro! Sientes la Fuerza.

Súbitamente Luke se distrajo. Percibió algo peligroso, algo perverso.

—Algo no anda bien —le dijo a Yoda—. Percibo algún peligro... muerte...

Miró a su alrededor e intentó descubrir qué era lo que emitía un halo tan potente. Se volvió y vio un árbol enorme y enmarañado, con la corteza ennegrecida, seca y desmoronada. La base del árbol estaba rodeada por una pequeña charca de agua, en la que las gigantescas raíces se habían desarrollado hasta formar la entrada de una cueva oscuramente siniestra.

Luke bajó delicadamente a Yoda de su hombro y lo posó en el suelo. Paralizado, el aprendiz de jedi observó la siniestra monstruosidad. Respiraba con dificultad y descubrió que no podía hablar.

—Me has traído aquí a propósito —logró decir Luke por fin.

Yoda se sentó en una raíz enmarañada y se llevó la vara gimer a la boca. Miró serenamente a Luke y no dijo nada.

Luke se estremeció.

—Siento frío —comentó con la mirada fija en el árbol.

—Ese árbol está dominado por el lado oscuro de la Fuerza. Es un esclavo del mal. Debes entrar en él.

Luke experimentó un estremecimiento de temor.

—¿Qué hay adentro?

—Únicamente lo que lleves contigo —respondió Yoda de forma enigmática.

Luke miró con cautela a su maestro y después el árbol. En silencio, decidió reunir valor y ánimo para aprender e introducirse en esa oscuridad y hacer frente a lo que le esperaba. Sólo se llevaría...

No, también llevaría el sable de luz.

Luke conectó su arma, atravesó las aguas poco profundas de la charca y se dirigió a la entrada oscura que se abría entre las raíces enormes y agoreras.

La voz del maestro jedi lo detuvo.

—Tu arma —le reprendió Yoda—. No la necesitarás.

Luke se detuvo y volvió a mirar el árbol. ¿Entraría totalmente desarmado en esa caverna del mal? A pesar de que cada día era más hábil, Luke no se sintió en condiciones de enfrentar esa prueba.

Empuño con más fuerza el sable y negó con la cabeza.

Yoda se encogió de hombros y mordisqueó plácidamente su vara gimer.

Luke respiró profundamente Y entró con cautela en la grotesca caverna formada por el árbol.

La oscuridad interior era tan profunda que Luke podía sentirla contra su piel, tan negra que la luz de su espada láser era rápidamente absorbida y apenas iluminaba más de un metro. Mientras avanzaba lentamente unas cosas viscosas y chorreantes rozaron su cara y la humedad del empapado suelo de la caverna se filtró en sus botas.

A medida que avanzaba por la negrura, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Luke vio un pasillo más adelante pero, al caminar hacia él, le sorprendió una membrana gruesa y pegajosa que le rodeó totalmente. Al igual que la tela de una araña gigantesca, la masa se adhirió con fuerza a su cuerpo. El aprendiz de jedi la golpeó con su sable de luz y finalmente logró desenredarse y distinguir un camino.

Levantó la brillante espada y vio que en el suelo de la caverna había un objeto. Luke apuntó hacia abajo el sable de luz e iluminó a un escarabajo negro y brillante del tamaño de su mano. Un instante después, la cosa subió deslizándose por la viscosa pared y se reunió con un grupo de seres semejantes.

Luke contuvo la respiración y retrocedió. En ese momento pensó en buscar la salida... pero cobró ánimos y se atrevió a internarse aún más en la cámara oscura.

Al avanzar utilizando el sable de luz como débil linterna, sintió que el espacio se ensanchaba a su alrededor. Se esforzó por ver en medio de la penumbra e hizo todo lo posible por oír. Pero no llegó hasta él ningún sonido, nada.

Después escuchó un siseo muy claro.

El sonido le resultó conocido. Permaneció inmóvil en su lugar. Había oído ese siseo incluso en pesadillas: era la respiración dificultosa de una cosa que antaño había sido un hombre.

Una luz apareció en la oscuridad; la llama de una espada láser recién encendida. Gracias a ella, Luke vio que la alta figura de Darth Vader elevaba el arma encendida —para atacar y arremetía contra él.

Gracias a la disciplina del aprendizaje, Luke estaba preparado. Alzó su sable de luz y esquivó hábilmente el ataque de Vader. En un único movimiento, Luke se volvió hacia Vader y, con la mente y el cuerpo totalmente concentrados, convocó a la Fuerza. Al sentir que su poder le acompañaba, Luke alzó su arma láser y la dejó caer estrepitosamente sobre la cabeza de Vader.

Con ese poderoso golpe, la cabeza del Oscuro Señor quedó separada del cuerpo. La cabeza y el casco cayeron y rodaron por el suelo de la caverna con un ruidoso estrépito metálico.

Asombrado, Luke vio cómo la oscuridad se tragaba todo el cuerpo de Vader. Después observó el casco, que se detuvo directamente delante de él. Durante unos segundos, el casco permaneció totalmente inmóvil, pero después se partió por la mitad y se abrió.

Sobresaltado y sin poder creerlo, Luke vio que el casco roto se abría y no mostraba el rostro desconocido e imaginado de Darth Vader sino su propia cara que le miraba.

Horrorizado, quedó boquiabierto. A continuación, con la misma rapidez con que había aparecido, la cabeza decapitada desapareció como si se tratara de una visión espectral.

Luke fijó la mirada en el espacio vacío donde habían estado la cabeza y los fragmentos del casco.

La cabeza le dio vueltas y las emociones que bullían en su interior eran casi insoportables.

¡El árbol!, se dijo. Se trataba de un truco de esa horrible caverna, de una charada de Yoda, organizada de ese modo porque había entrado en el árbol provisto de un arma.

Se preguntó si realmente luchaba contra sí mismo o si había cedido a las tentaciones del lado oscuro de la Fuerza. Quizá podría, convertirse en una figura tan perversa como Darth Vader.

Incluso se preguntó si, detrás de esa inquietante visión, podía contenerse un significado aún más siniestro.

Pasó mucho tiempo hasta que Luke Skywalker logró salir de esa caverna profunda y oscura.

Mientras, sentado en la misma raíz, el diminuto maestro jedi mordisqueaba su vara gimer.

XI

En el planeta gaseoso de Bespin amanecía.

Cuando se aproximó a la atmósfera del planeta, el Millennium Falcon pasó a toda velocidad junto a varias de las numerosas lunas de Bespin. El planeta brillaba con el mismo tono rosa suave del amanecer que lucía en el casco de la poderosa nave estelar pirata. Al acercarse al planeta, el carguero viró para evitar el ondulante cañón de nubes que rodeaba ese mundo.

Cuando finalmente la nave descendió entre las nubes, Han Solo y la tripulación vieron por primera vez el mundo gaseoso de Bespin. Al maniobrar en medio de las nubes vieron que una especie de vehículo volador les seguía. Han reconoció el aparato, que era un coche de nubes de dos vainas, y se sorprendió cuando éste se ladeó junto al carguero. El Falcon se sacudió violentamente cuando una descarga de lásers golpeó contra el casco. Ninguno de los tripulantes del carguero esperaba ese tipo de recepción.

El otro aparato transmitió un mensaje cargado de estática a través del sistema de radiocomunicaciones del Falcon.

—No —respondió Han molesto—, no tengo permiso para aterrizar. Mi matrícula es... —la potente estática de la radio ahogó sus palabras.

Evidentemente, el vehículo de dos vainas no estaba dispuesto a aceptar la estática a modo de respuesta. Abrió nuevamente fuego sobre el Falcon y la nave se sacudió y agitó con cada ráfaga.

Un claro mensaje de advertencia sonó a través de los altavoces del carguero:

—Prepárense. Cualquier movimiento agresivo provocará su destrucción.

A esas alturas, Han no tenía la menor intención, de hacer movimientos agresivos. Bespin era el único lugar donde podían refugiarse y no pensaba alejarse de sus posibles anfitriones.

—Son bastante delicados, ¿no? —preguntó el reactivado See-Threepio.

—Pensé que conocías a esta gente —Leia reprendió a Han, y le miró con desconfianza.

—Bueno, ha pasado algún tiempo —contestó Han evasivamente.

Chewbacca gruñó, ladró y sacudió significativamente la cabeza en dirección a Han.

—Eso ocurrió hace mucho tiempo —contestó bruscamente—. Estoy seguro de que lo ha olvidado.

Pero Han empezó a preguntarse si Lando había olvidado el pasado.

—Concedido el permiso para aterrizar en la Plataforma 327. Toda desviación del sendero de vuelo provocará su...

Furioso, Han desconectó la radio. ¿Por qué le sometían a ese hostigamiento? Se dirigía pacíficamente al planeta. ¿Acaso Lando no estaba dispuesto a olvidar el pasado? Chewbacca gruñó y miró a Solo, que se dirigió a Leia y al preocupado robot.

—Nos ayudará —afirmó e intentó tranquilizarles—. Nos conocemos hace mucho tiempo... de verdad. No os preocupéis.

—¿Quién se preocupa? —mintió Leia poco convencida.

En ese momento divisaban claramente Ciudad de las Nubes, de Bespin, a través de la ventana de la carlinga. Era una urbe enorme que parecía flotar entre las nubes al surgir entre la atmósfera blanca. A medida que el Millennium Falcon se aproximaba fue evidente que la inmensa estructura-urbana era sustentada desde abajo por una delgada univaina. La base de esa sustentación consistía en un amplio reactor circular que flotaba en medio del ondulante mar de nubes.

El Millennium Falcon descendió aún mas hacia la enorme ciudad, giró en dirección a las plataformas de aterrizaje y voló junto a las elevadas torres y las agujas que moteaban el paisaje urbano. Dentro y alrededor de esas estructuras paseaban más vehículos de dos vainas, que se deslizaban sin esfuerzo entre las nubes.

Han posó delicadamente el Falcon en la Plataforma 327.

Mientras los motores de iones de la nave gemían hasta detenerse, el capitán y la tripulación vieron que el grupo de recepción avanzaba hacia la plataforma de aterrizaje con las armas desenfundadas.

Como cualquier sector representativo de la ciudadanía de Ciudad de las Nubes, éste incluía seres extraños, androides y humanos de todas las razas y tipos. Lando Calrissian, el jefe del grupo, era uno de los humanos.

Lando, un apuesto negro de aproximadamente la misma edad que Solo, iba vestido con un elegante pantalón gris, camisa azul y una capa azul de mucho vuelo. Se detuvo sin sonreír en la Plataforma de Aterrizaje 327 y esperó a que la tripulación del Falcon desembarcara.

Han Solo y la princesa Leia aparecieron en la puerta abierta de la nave con las barrenas desenfundadas. Tras ellos se encontraba el gigantesco wookie, con la pistola en la mano y una banderola de municiones colgada del hombro izquierdo.

En lugar de hablar, Han observó serenamente al amenazante grupo de recepción que marchaba por la plataforma hacia ellos. El viento de primeras horas de la mañana sopló a ras del suelo y la capa de Lando voló a sus espaldas como si se tratara de unas enormes alas de color azul oscuro.

—Esto no me gusta nada —comentó Leia en voz baja a Han.

A Han tampoco le gustaba mucho, pero no estaba dispuesto a admitirlo ante la princesa.

—Todo se solucionará —aseguró en voz baja—. Confíe en mí —a modo de advertencia, agregó—: Pero mantenga los ojos abiertos. Espere aquí.

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