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Authors: Laura Gallego García

Tríada (106 page)

BOOK: Tríada
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El hada se estremeció de terror, pero la Voz siguió hablando mientras, poco a poco, su esencia, la esencia del Séptimo, iba tomando posesión de su alma.

«Aquí estaremos seguros», dijo la Voz, pero en su lugar fue la voz de ella la que dijo en voz alta: —Aquí estaré segura.

Se levantó poco a poco. Hacía tiempo que no caminaba. ¿Cuánto? ¿Días? ¿Meses? ¿Años? Pero su cuerpo estaba bien, no se había corrompido, había estado aguardando, en perfectas condiciones, a que regresara para habitarlo de nuevo. Comprendió que Ashran lo había mantenido así, en previsión de lo que pudiera suceder.

Alzó los brazos por encima de la cabeza. Se había acabado la paz, era cierto, pero sentirse viva de nuevo era algo maravillosa Gritó. Le sentó bien escuchar su propia voz.

Volvía a ser ella misma y, a la vez, no lo era. Sabía que un nuevo poder oscuro habitaba en su cuerpo, pero no lo consideró algo extraño, ni una intrusión. Era parte de sí misma, con sus conocimientos, con sus recuerdos. No obstante, también los propios recuerdos del hada seguían intactos, y cuando empezó a rememorar el pasado, el odio y el rencor inundaron su alma.

Pero no el miedo. Había dejado de sentir miedo, porque aquellas criaturas que la habían dañado tiempo atrás no podían ya tocarla.

—Sé quién soy —dijo en voz alta.

Cerró los ojos un momento. Aquella esencia oscura era parte de sí misma, más que nunca. Y era inmortal e indestructible. Sonrió. Jamás se había sentido tan bien en su vida.

Miró a su alrededor, con curiosidad, y descubrió que estaba en una especie de sótano abandonado. Lo reconoció: era el sótano de la Torre de Drackwen. Parte del techo se había derrumbado sobre ella, pero algún tipo de conjuro de protección había mantenido intacto el altar de piedra donde había sido depositado su cuerpo, tiempo atrás. Se estremeció de placer. Estaba maravillosamente viva. Y sentía que podía hacer lo que quisiera, porque el mundo entero le pertenecía.

Su mirada se detuvo sobre un objeto que descansaba muy cerca de ella, en una hornacina excavada en la pared. Alargó la mano para cogerlo, pero se detuvo un momento, indecisa. Sin embargo, enseguida empezó a recordar los detalles.

—Fue ella quien me lo entregó. Por lo tanto, me pertenece.

Sus largos y finos dedos se cerraron en torno al cuerno de unicornio, lo cogieron con delicadeza, lo sacaron del lugar donde había estado guardado hasta entonces. El cuerno apenas emitió una leve vibración, pero se rindió a ella. Puede que aquel cuerpo no fuera el mismo al que había sido entregado, puede que su alma tampoco fuera exactamente la misma... pero la poderosa esencia que lo alentaba no había cambiado.

El hada sonrió, acariciando el cuerno de unicornio con las yemas de los dedos, y esbozó una aviesa y encantadora sonrisa.

—Sé quién soy —repitió—. Soy Gerde. Y soy una diosa.

AGRADECIMIENTOS

Desearía dedicar un recuerdo especial a algunas personas que han contribuido, de una manera o de otra, a la creación de Tríada.

A Andrés y Sergio, nuevamente, por leer el original, por ayudarme con sus comentarios y consejos y por soportarme en mis etapas de idhunitis aguda.

A Guillermo, experto en asuntos feéricos, por ilustrarme sobre las costumbres bélicas de las hadas y contribuir, con sus ideas y comentarios, a dar forma a la batalla del bosque de Awa.

A todos los lectores de Memoras de Idhún, especialmente a aquellos a los que esta historia les ha llegado al corazón, y así me lo han hecho saber. Gracias a todos por vuestros ánimos y vuestras palabras de aliento. Gracias, también, a los autodenominados «frikifans», que contagian la «idhunitis» por donde quiera que pasan. Ya sabéis que no me olvido de vosotros.

Gracias, en definitiva, a todos aquellos que cruzaron la Puerta a Idhún y, al igual que yo, todavía de vez en cuando sienten ganas de regresar.

[1]
Nadie podía alcanzarme,/nadie podía vencerme,/alzándome solo en mi reino de hielo./Escarcha y oscuridad, veneno y silencio./Y me gustaba, mi dama de luz.//Pero nunca había visto un alma como la tuya,/brillante como nada que hubiera conocido,/una nueva estrella dando calor a mi vida,/tan preciosa, tan radiante, tan dolorosa./Y lo necesitaba, mi dama de luz./Así que te busqué, pequeña/y la luna me mostró tu rostro,/las aguas susurraron tu nombre,/los vientos me trajeron tu olor.//¿Qué puedo hacer, oh, qué puedo hacer/si eres la única/a la que no debería mirar?//Podrías haber tenido cualquier otro rostro,/cualquier otro nombre, cualquier otro olor./ Podrías haber sido cualquier otra persona,/pero tú, oh, tú, ¿por qué tú?//Intenté apartarte de mi camino,/intenté vencer a este maldito destino,/pero no hay hielo que pueda enfriar tu sonrisa/y me gustas, mi dama de luz/y te necesito, mi dama de luz.//¿Qué puedo hacer, oh, qué puedo hacer/si eres la única/a la que no debería mirar?//Podrías haber tenido cualquier otro rostro/cualquier otro nombre, cualquier otro olor./Podrías haber sido cualquier otra persona,/pero tú, oh, tú, ,por qué tú?

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