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Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

Underworld (8 page)

BOOK: Underworld
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Kraven, por su parte, lanzó una mirada impaciente a su reloj. Exhaló un suspiro de exasperación.

—Muy bien —accedió—. Que tus hombres refuercen la seguridad en la mansión. Ordenaré a Soren que reúna un equipo de búsqueda.

Soren era el sabueso personal de Kraven y sólo respondía ante él. Selene siempre lo había considerado más un matón que un soldado, pues carecía de la disciplina y el compromiso de un auténtico Ejecutor. La sigilosa pero constante rivalidad entre los Ejecutores y el pelotón de matones de Soren era casi tan antigua como la misma guerra.

—Quiero dirigir el equipo en persona —declaró.

—De eso nada —dijo Kraven—. Soren se encargará.

Selene se volvió hacia Kahn con la esperanza de que el veterano comandante insistiera en que un Ejecutor se hiciera cargo de la investigación pero el vampiro africano no quiso desafiar la orden del regente.
Debe de pensar que no merece la pena presentar batalla por esto,
comprendió, decepcionada por la falta de fe de Kahn en sus instintos.

Acaso envalentonado por el silencio de Kahn, Kraven no pudo evitar mofarse un poco.

—Puede que hasta centenares —la imitó mientras sacudía la cabeza de la manera más condescendiente posible.

Selene se mantuvo firme.

—Viktor me hubiera creído —anunció con tono helado, antes de darle la espalda a Kraven y salir dando un portazo.
¡Ojalá Viktor volviera a estar entre nosotros!,
pensó con ansiedad y con una expresión neutra en el rostro que ocultaba una creciente aprensión.
¿Cómo es posible que nuestra seguridad y nuestro futuro dependan de un ególatra insufrible como Kraven?

• • •

La descarada impertinencia de Selene había dejado sin habla al objeto de su desprecio.
¿Cómo se atreve a darme la espalda de ese modo?,
pensó Kraven, indignado.
¡E invocando el nombre de Viktor, nada menos! ¡Ahora yo soy el amo y señor de la mansión, no nuestro durmiente sire!

Con el rostro enrojecido por una sangre que no era suya, Kraven fulminó con la mirada a Selene mientras ésta abandonaba la sala. Kahn evitó diplomáticamente toda mención a la abrupta marcha de la Ejecutora, pero ello no hizo que Kraven se sintiera menos desdeñado y humillado. Su mente buscó frenéticamente algún comentario ingenioso con el que salvar la cara.

Para su sorpresa, una de las criadas se le acercó sigilosamente y le puso una mano suave sobre el brazo.

—Yo nunca me atrevería a trataros así —dijo con voz seductora, mientras le acariciaba el brazo con un dedo, una invitación obvia a cualquier cosa que él pudiera desear.

Kraven volvió la mirada hacia la rastrera vampiresa. De hecho, había olvidado por completo la presencia de sus dos sirvientes, pero ahora miró con más atención a la solícita doncella que tenía a su lado. Era una criatura esbelta y rubia, de ojos violetas y una figura de sílfide que apenas cubría su vestido negro de lentejuelas y sus largos guantes del mismo color. Una gargantilla de encaje de color negro rodeaba su cuello y ofrecía una velada imagen de la yugular.

¿Cómo se llamaba…?,
pensó Kraven, ausente. Recordaba vagamente haberla iniciado en una discoteca de Piccadilly, menos de treinta años atrás.
Ah, sí… Erika.

La muchacha apretó su delicado cuerpo contra el suyo, deleitada por su mera atención. Sus ojos adoradores prometían devoción y obediencia absolutas, en cuerpo y alma.

—Por supuesto que no lo harías —le informó con voz seca. Su tono desdeñoso golpeó a la enamorada vampiresa como un bofetón en plena cara.
¡Pensar que tiene la audacia de ofrecerme la obediencia ciega que ya me pertenece por derecho!
Su orgullo herido extrajo cierto consuelo de la expresión aplastada y escarmentada del rostro de la necia zorra.
Al menos hay alguien a quien puedo poner en su lugar,
pensó amargamente.

Se quitó de encima el brazo de la muchacha con frialdad.

—Y ahora corre y asegúrate de que Selene está convenientemente vestida y preparada para la llegada de nuestros importantes invitados.

Erika se alejó mansamente, mientras se le atragantaba un sollozo descorazonado. Kraven la observó mientras bajaba sumisamente las escaleras en compañía de su menos presuntuosa hermana en la servidumbre.

Ojalá Selene pudiera ser tan solícita,
fantaseó.
En todos los sentidos.

Capítulo 6

O
culta varios pisos por debajo del dojo, en el más profundo subsótano de la mansión, la sala de observación era, como correspondía, silenciosa como una tumba. Varios bancos de mármol jalonaban la estrecha cámara, orientados en dirección a lo que parecía ser un muro de piedra desnuda. Un solitario espejo de grandes dimensiones decoraba el granito pulido. El alto techo abovedado concedía al lugar el aire de una catedral gótica.

Selene se estremeció al entrar en la cámara. El aire acondicionado de la sala de observación se mantenía constantemente a una temperatura que resultaba incómodamente baja hasta para un muerto viviente. El eco de sus pisadas resonó ruidosamente en la sepulcral quietud de la cámara mientras se acercaba al espejo y contemplaba con aire pensativo su reflejo. Su rostro inexpresivo ocultaba las turbulentas ansiedades y pensamientos que la atormentaban por dentro.

Todo está ocurriendo demasiado deprisa,
pensó.
Dos vampiros muertos, la víspera del Despertar…

Un zumbido electrónico saludó su llegada y el aparentemente opaco espejo se volvió al instante transparente. Al otro lado del cristal apareció una sala de seguridad. Un vampiro llamado Duncan, manejaba los controles. Alzó una ceja inquisitiva y Selene asintió.

Sabiendo para qué estaba allí, Duncan pulsó un botón del panel de control. El resto de la pared de «piedra» se abrió por la mitad y se separó. Detrás de ella había una gruesa ventana de plexiglás. Selene se adelantó un paso y escudriñó el interior de la sombría cámara que había al otro lado del cristal.

Apenas iluminada, como una caverna, la cripta era el corazón de lento latir de Ordoghaz. Unos peldaños de granito pulimentado conducían a un área rehundida que se veía con claridad desde la sala de observación. En el centro de aquella especie de grada invertida, alojadas en el interior de un patrón concéntrico de círculos célticos entrelazados, había tres brillantes losas de bronce en el suelo. Cada una de estas losas circulares estaba decorada con una solitaria letra ornamental: A por
Amelia,
M por
Marcus
y V por
Viktor.

Selene observó esta última con ojos llenos de angustia. Se apoyó en la barrera de plexiglás que la separaba de la tumba de su sire. Su frío aliento cubrió de vaho el aún más frío cristal.

Cómo desearía poder despertarte, mi señor,
pensó anhelante.
Necesito desesperadamente tu fuerza y tu sabiduría.

Todos las necesitamos.

• • •

Una serie de bustos de mármol que conmemoraban a muchos de los más grandes guerreros y líderes del aquelarre jalonaba el alargado pasillo. Este esfuerzo por inmortalizar la grandeza era bastante superfluo, habida cuenta de que los individuos honrados por él gozaban ya de la bendición de la vida eterna, pero hasta los vampiros tienen su ego.

Y sus sentimientos.

Erika caminaba por el vacío pasillo, mordiéndose el labio inferior con tal fuerza que notaba el sabor de su propia sangre. La otra criada, Dominique, se había marchado a hacer otro recado pero Erika apenas había advertido la desaparición de su compañera. Aún le dolía el corazón por la despreocupada manera en que Kraven la había despedido. El tono áspero e indiferente de su voz resonaba aún en sus oídos.

¿Cómo ha podido tratarme de esa manera?,
pensaba embargada por la agonía.
¿Es que no sabe que yo haría lo que fuera por él?

Si quería ser honesta consigo misma, Erika tenía que admitir que la atracción que sentía por Kraven no estaba sólo inspirada por la belleza y carisma innegables del vampiro. La envidiable posición que ocupaba en la jerarquía del aquelarre resultaba para ella tan irresistible como su mente y sus facciones. Como relativa recién llegada al aquelarre que era, con menos de una vida mortal a sus espaldas, Erika estaba atrapada en el peldaño más bajo de la orden de los vampiros. Y no se le ocurría mejor manera de ascender que unirse al más poderoso
nosferatu
de toda Europa. Aunque había nacido humano, a diferencia de los Antiguos de sangre pura, Kraven seguía siendo un vampiro al que había que tener muy en cuenta y Erika había pasado muchos días largos apartada del sol, en los modestos aposentos de los criados que compartía con otros cuatro o cinco recién llegados, fantaseando sobre cómo sería reinar en la mansión como consorte regia de Kraven.

¡Pero a él lo único que le interesa es esa máquina de matar con el corazón helado, Selene!

Un busto de Kraven, con el regio perfil capturado en la piedra cincelada, llamó su atención. Se apartó a propósito de su camino y derribó el busto de su pedestal. La esculpida cabeza cayó al suelo y estalló en un billón de fragmentos. Los fragmentos blancos como la nieve del mármol roto rodaron por el suelo en todas direcciones.

Así no eres tan guapo, ¿verdad, señor mío?

Un momento de deleite vengativo dio paso a la alarma cuando comprendió lo que acababa de hacer. Se detuvo en seco y contempló el estropicio que acababa de organizar. Presa del pánico, cayó de rodillas junto a los restos del busto. Tras lanzar una mirada furtiva a su alrededor, empezó a recoger apresuradamente los acusadores fragmentos y los ocultó detrás de los pliegues de un gran tapiz colgante.

Unas lágrimas carmesí empezaron a resbalar por sus párpados mientras su alma angustiada se rebelaba contra la cruel injusticia de todo aquello.
¿Por qué Selene?,
se preguntó amargamente, desgarrada entre la desesperación y la indignación.

¿Por qué no yo?

• • •

Selene seguía contemplando la tumba de Viktor, embargada por la tristeza, cuando Erika entró de puntillas en la sala de observación, a su espalda.
Una de las acolitas que adoran a Kraven,
advirtió la Ejecutora sin darle demasiada importancia. No se molestó en volverse.

—Es una pérdida de tiempo, ya lo sabes —dijo la criada pocos momentos después, tras esperar en vano a que Selene reaccionara a su presencia.

—¿El qué? —preguntó Selene. Siguió mirando la cripta, de espaldas a la vampiresa rubia llamada Erika, si no recordaba mal.

Haciendo acopio de todo su valor, Erika se acercó a la atribulada guerrera. Hizo un ademán despreocupado en dirección a la losa de metal que señalaba el lugar de descanso de Viktor.

—Dudo mucho que Viktor quiera que se te hiele el culo aquí, contemplando su tumba durante horas y horas.

Por vez primera, Selene se volvió para mirar directamente a la otra mujer.

—No —asintió con vehemencia—. Él querría que todos los Ejecutores estuvieran en las calles ahora mismo, registrando hasta el último rincón de esta ciudad. —Apretó los puños a ambos lados de cuerpo y dio rienda suelta a su frustración—. ¡Maldito Kraven! Es un burócrata, no un guerrero.

—¿Qué diferencia hay? —preguntó Erika con descaro—. En cualquier caso es un capullo.

La respuesta de la chica cogió a Selene por sorpresa y la obligó a mirar con más detenimiento a la niña vampiresa.
Puede que tenga un poco más de cerebro e independencia de lo que he creído al principio.

—Pero, claro —dijo Erika esbozando una sonrisa traviesa mientras se apoyaba lánguidamente en la gruesa ventana de plexiglás—, es un capullo diabólicamente guapo.

Aunque no puede decirse lo mismo de su gusto,
pensó Selene mientras su evaluación de Erika descendía un peldaño.

—Confía en mí —le dijo—. Es todo tuyo.

Una expresión dolorida pasó momentáneamente por el rostro de la vampiresa rubia, lo que indicaba que Selene había puesto el dedo en la llaga, pero Erika logró reemplazarla casi al instante por una sonrisa forzada.

—Vamos —dijo—, tienes que prepararte.

Confundida, Selene parpadeó. No tenía la menor idea de qué le estaba hablando Erika.

—¿Para qué?

La menuda doncella puso los ojos en blanco, como si no pudiera creer que Selene fuera tan despistada.

—La fiesta. El enviado de Amelia llegará en cualquier momento.

Ah, eso,
pensó Selene sin demasiado entusiasmo. Su mirada pasó a la losa que marcaba la tumba de Amelia, que en el momento presente estaba vacía. En teoría, la Antigua ocuparía su lugar en la cripta cuando se produjera el Despertar de Marcus, pero Selene hubiera preferido otra transición de poder.
¡Ojalá pudiéramos avanzar un siglo y hacer que despertara Viktor en su lugar!

• • •

Las ratas y arañas se alejaron escabullándose del cuerpo cada vez más frío, aterradas por el sonido alarmante de algo grande y poderoso que avanzaba por el mohoso túnel de drenaje. Aunque la lluvia había dejado momentáneamente de caer en las calles de la ciudad, por todas las alcantarillas quedaban charcos grasientos como testimonio del diluvio. Se oía el chapoteo de unas zarpas colosales al pisar los charcos de agua apestosa, mezclado con el sonido de unas garras de hueso que arañaban el suelo de ladrillos del túnel. Pequeños rayos de luz se filtraban por las oxidadas rejillas del techo y proyectaban la sombra de una bestia enorme sobre el tosco e irregular suelo.

Hubo un crujido y un chasquido de huesos que perturbó aún más a las alimañas que tenían su morada en las alcantarillas y se produjo una grotesca metamorfosis entre las densas sombras. El tupido pelaje emitió un susurro crepitante al convertirse en una tez morena y casi lampiña. Los sonidos animales se transformaron en gruñidos y gemidos, humanos y reconocibles.

De nuevo en forma humana, Raze echó a andar pesadamente por el húmedo y ruinoso túnel. Su cuerpo desnudo estaba empapado de sangre y tenía cuatro afiladas estrellas arrojadizas alojadas dolorosamente en el pecho, que le provocaban una sacudida de agonía desgarradora a casa paso que daba. Por instinto, se llevó una mano al pecho para sacarse las estrellas pero la apartó en cuanto las yemas de sus dedos rozaron el maldito metal.
¡Jodida plata!,
gritó en silencio mientras se lamía los dedos escaldados.
¡Zorra vampiresa chupona de venas!

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