A Geary se le ocurrieron muchos comentarios y órdenes que darles directamente a los oficiales de la
Conquistadora
, la
Majestuosa
y la
Orión
, pero acabó por ignorar la mayoría por ser poco profesional, aunque echarles la bronca le habría hecho sentir mucho mejor. Manipuló el panel de control y estableció contacto con ellos en una frecuencia audible para toda la flota.
—Conquistadora
,
Majestuosa
y
Orión
, las naves auxiliares de alta velocidad
Titánica
y
Trasgo
se están exponiendo deliberadamente a un grave peligro y necesitan todo el apoyo cercano posible. Aproxímense a la
Guerrera
y ayuden en la defensa de la
Titánica
y la
Trasgo
.
Si aquello no hacía que los tres acorazados se avergonzasen por no cumplir con su deber, al menos tendría razones sólidas para relevar del mando a sus oficiales. Sin embargo, tenía la impresión de que incluso a oficiales tan difíciles de tratar como el capitán Casia y la comandante Yin les importaría más lo que pensasen de ellos sus colegas que los propios síndicos, por lo que retrocederían para cubrir a la
Titánica
y a la
Trasgo
.
—¿Adónde van esos cruceros pesados? —preguntó Rione.
Geary era consciente de que se refería a la Ichcahuipilli y a la Rondel, que en aquel instante estaban alejándose de los cruceros de batalla de Crésida, la
Implacable
y la
Furiosa
, y de los síndicos.
—Sus órdenes son que se alejen todo lo que puedan puesto que transportan a todos los prisioneros heridos que estaban retenidos en la Audaz —respondió Geary.
—Le habrá costado que obedezcan una orden como esa.
—Sí. No querían irse sin luchar, ni ellos ni los heridos que llevan consigo.
—Hay algunas variaciones en los vectores de la
Conquistadora
, la
Orión
y la
Majestuosa
—dijo Desjani—. Parece que finalmente se dirigen hacia la
Titánica
y la
Trasgo
.
Rione se acercó a Geary y le habló en voz baja.
—¿Tiene la flota posibilidades de seguir adelante si salva a la
Hechicera
y a la
Genio
pero pierde a la
Titánica
y a la
Trasgo
?
—Si se da el caso, no queda otra —respondió Geary con un tono de confianza que en realidad no sentía. Ni las mejores tácticas de la galaxia salvarían a la flota si se quedaban sin células de combustible. En el peor de los casos, podría acabar teniendo que decidir qué naves abandonar con la esperanza de que las restantes pudiesen llegar al espacio de la Alianza.
Rione le devolvió la mirada, como si leyese sus pensamientos. Luego asintió con la cabeza y volvió a su sitio.
Un rato después la capitana Desjani tomó la palabra, con los ojos clavados en el visor.
—Me pregunto cómo será estar en una de esas naves auxiliares, viendo cómo la flotilla síndica se dirige hacia ti, a sabiendas de que tienen unos sistemas de propulsión y una capacidad de maniobra limitadas, al igual que su defensa, y que carecen de sistemas de ataque. —Miró a Geary—. Los navíos de combate solemos mirar como inferiores a las auxiliares y a sus tripulaciones, pero hay que ser muy valiente para ir a la batalla en naves como esas. —Geary asintió—. Tendré un crucero de batalla —dijo Desjani finalmente—, pero les debo unas copas a esas tripulaciones cuando volvamos a casa.
—Podemos mandarles algunas cajas de la sala de oficiales del
Intrépido
, capitana —sugirió el teniente Nicodeom—. Nos encantaría participar.
—Vale —dijo Desjani—. Recuérdemelo, teniente.
Después de aquel largo y aparentemente lento camino que había recorrido la flotilla síndica que los perseguía, la batalla estaba llegando al punto en el que los acontecimientos se sucederían a una velocidad trepidante. Incluso a una velocidad de cero con uno c, llevaba algún tiempo recorrer las vastas distancias que había en un sistema estelar normal. Sin embargo, una vez que los contendientes habían hecho el trayecto y estaban lo suficientemente cerca de sus objetivos, los momentos que seguían parecían sucederse en un abrir y cerrar de ojos, como de hecho ocurría. Los sentidos y la capacidad de reacción del ser humano estaban preparados para reaccionar ante objetos moviéndose a décimas de kilómetros por hora, no a movimientos de interceptación que tenían lugar a miles de kilómetros por segundo.
Geary suspiró lenta y pausadamente, con la mirada clavada en el visor. Las subformaciones de la flota de la Alianza, conformadas alrededor de una o dos divisiones de acorazados o cruceros de batalla, seguían dispersas en la formación Gran Bola Fea. La fuerza de apoyo que comandaba la capitana Crésida, los cuatro acorazados, el resto de naves de escolta y las naves auxiliares estaban situados en la parte posterior e inferior de la burbuja. La flotilla Herida, cuya formación parecía una esfera chata, flotaba tras las naves auxiliares, que se alejaban de ella, y se inclinaba poco a poco hacia arriba en relación con las naves de la Alianza mientras estas seguían un curso en dirección descendente con respecto a ella.
La sorpresa que habían preparado en la flotilla Herida podía nivelar las cosas, pero para que así fuese tenían que asegurarse de que el ataque de los síndicos pasase por aquel grupo. La formación irregular y dispersa de la flota de la Alianza hacía complicado que el enemigo identificase un patrón de contraataque, que además le habría ofrecido un objetivo alternativo. La Gran Bola Fea tenía la virtud de presentar a la flota como un conjunto de naves inconexas y preparadas para ser barridas. Para los síndicos, que, a juzgar por lo que Geary sabía, creían todavía que la efectividad en combate dependía sobre todo de lo regia que fuese la formación y de cómo de ordenadas se mantuviesen sus filas, la flota de la Alianza parecía un grupo desorganizado, por lo que tenía menos aspecto de amenaza de lo que realmente era.
Cuanto más se acercasen los síndicos, más concentrarían sus fuerzas contra las naves auxiliares, ajustando con precisión los movimientos de cada formación para aproximarse a la vez. Las subformaciones de cruceros de batalla de la Alianza estaban situadas en el extremo delantero de la Gran Bola Fea, por lo tanto en el punto más alejado del enemigo, por lo que tendrían que dar la vuelta primero para poder interceptar a la fuerza síndica que los perseguía. Por suerte, ese tipo de movimiento agresivo era exactamente lo que los síndicos esperaban ver.
Si la sorpresa que habían preparado salía bien, sus fuerzas, concentradas, deberían poder atacar con fuerza a los síndicos más o menos al mismo tiempo y desde varios ángulos. Si al final no funcionaba... las subformaciones tendrían que realizar pasadas una y otra vez sobre los bordes de la caja síndica, evitando ofrecerles la posibilidad de centrarse en un punto y esperando poder diezmarlos antes de que las naves de la Alianza sufriesen daños irreparables y agotasen las células de combustible al realizar esos ataques a alta velocidad. Las posibilidades de que esa estrategia funcionase iban desde pocas a ninguna, pero era la mejor de las opciones que se le habían ocurrido a Geary.
Sabía que todos los que estaban en el puente de mando lo estaban mirando, pero nadie dijo nada. Sabía que tenía que evitar distracciones, sentir cuál era el momento exacto para ordenarles a las subformaciones que modificasen sus vectores de movimiento, tener en cuenta el retardo que existía entre la imagen del enemigo que veía, el tiempo que necesitaba para virar y acelerar según el tipo de nave, y el tiempo que tardaba la señal en recorrer el espacio que había entre las naves cuando emitía una orden.
—Formación de la Alianza Bravo Cinco. —Era la conformada alrededor de los cuatro cruceros de batalla del capitán Duellos—. Aceleren hasta cero con cero ocho c y maniobren para interceptar a la fuerza de persecución síndica.
No tenía tiempo para ajustar al máximo los movimientos de cada subformación, pero podía darles las velocidades para que estableciesen contacto con el enemigo en el momento preciso, y esperaba que la mayoría de los comandantes fuesen por lo menos capaces de seguir las recomendaciones de los sistemas de navegación.
Unos pocos minutos después estableció comunicación con la subformación conformada alrededor de la Séptima División de Cruceros de Batalla.
—Aceleren hasta cero con cero nueve c y maniobren para interceptar a la fuerza de persecución síndica.
Durante los siguientes minutos le ordenó al resto de cruceros de batalla que virasen en dirección al enemigo y acelerasen. Luego esperó un poco más antes de hacer lo propio con las subformaciones de acorazados. Estos últimos estaban más cerca de las naves auxiliares, pero también aceleraban a menor ritmo.
En el visor de Geary se podía ver cómo la formación Gran Bola Fea se deformaba por uno de los lados, como si fuese un balón deshinchándose mientras las subformaciones de la Alianza, una tras otra, viraban hacia dentro en dirección al camino que llevaban las naves auxiliares. No parecía una flota maniobrando para plantar cara, sino subformaciones que decidían actuar individualmente.
—Muy bien —dijo Desjani con admiración—. Parece penoso, pero está muy bien. Si estuviese viéndolo desde fuera de la flota, pensaría que cada subformación está actuando por su cuenta.
—Esperemos que funcione. —El sonido de las palabras de Geary dejó paso a su respiración.
La acción estaba teniendo lugar a lo largo del trayecto que llevaba de vuelta al punto de salto de Ixion, con la subformación de la Alianza que contenía a las naves auxiliares trazando un curso hacia el que avanzaba la formación síndica con forma de caja, que se acercaba cada vez más desde un ángulo ligeramente superior. Mientras tanto, la Gran Bola Fea se deformaba por su cara superior delantera en dirección a aproximadamente el curso por el que pasarían las naves auxiliares de la Alianza. Entre las fuerzas de la Alianza y la formación de persecución síndica se encontraba la esfera chata de la flotilla Herida. La fuerza síndica estaba cada vez más cerca de las naves auxiliares, por lo que Crésida aceleró con la
Furiosa
y la
Implacable
en dirección al enemigo, a sabiendas de que sus naves no sobrevivirían a un enfrentamiento directo, pero con la intención de frustrar el asalto sobre las naves auxiliares.
Por su parte, el rumbo de los síndicos dependía del de sus objetivos, esto es, la lenta formación de naves auxiliares. Estas habían mantenido los cursos y las velocidades prefijadas de forma que el camino más rápido y corto entre ellas y los síndicos pasase justo por el medio de la flotilla síndica, que iba a la deriva, totalmente abandonada y formada por naves síndicas en mal estado. El instinto del ser humano tendía a buscar objetos tras los que esconderse incluso en el espacio, incluso cuando estos objetos que tenían que ofrecer la protección parecían cuanto menos inadecuados, por lo que los movimientos de las naves auxiliares tenían la apariencia de ser totalmente naturales; un intento desesperado de protegerse tras el único obstáculo que había entre ellas y el enemigo.
Un comandante síndico menos seguro de que las fuerzas de la Alianza estaban desorganizadas e intentaban escapar, de que estaban acabadas; menos concentrado en la gloria y el ascenso que le otorgaría acabar con la flota de la Alianza, y menos iracundo después de ver las bajas que los suyos habían sufrido en el sistema estelar Lakota, podría haberse preguntado por qué las naves auxiliares estaban tan poco defendidas. Sin embargo, el evidente y frenético saqueo hasta el último momento que habían llevado a cabo en las naves abandonadas de la flotilla Herida coincidía con lo que los síndicos esperaban que hiciese una flota de la Alianza desesperada por conseguir provisiones.
Todo parecía perfectamente natural para aquel que no mirase más allá de lo que parecían ser navíos de combate de la Alianza intentando mantenerse a salvo tras los restos de las naves que formaban la flotilla Herida, que era lo único que las separaba de la apremiante fuerza de persecución síndica. Aquellos cruceros de batalla de la Alianza dando la vuelta y cargando desordenadamente sobre el enemigo también eran lo esperable, al igual que las tardías maniobras de los acorazados que salían en ayuda de las naves auxiliares. Sin duda era lo que el comandante síndico esperaba.
Como solía decir el segundo oficial al mando de Geary: «Si todo parece ir según el plan, intenta encontrar algo que hayas pasado por alto y que podría mandarlo todo al garete».
Parecía evidente que al general síndico nunca le habían dado ese consejo, por lo que seguía cargando, confiado, a través del rumbo de interceptación más directo y corto que su flotilla podía trazar. No había duda, ya saboreaba la victoria. Las naves abandonadas de la flotilla Herida no podían maniobrar ni tenían los sistemas de armamento operativos, por lo que no constituían una amenaza para las naves que transitaban la formación tranquilamente gracias a los previsibles rumbos de los restos a la deriva.
Si no hubiese sido por la inspiradora sugerencia de Victoria Rione, el director general síndico habría estado a salvo suponiendo que eso era verdad. Al fin y al cabo, se suponía que los campos de minas deberían estar tan escondidos como fuese posible, no dispuestos a plena vista. Además, se suponía que las minas eran lo suficientemente pequeñas como para poder ocultarlas, no del tamaño de núcleos de energía de navíos de combate.
Geary observó el camino que seguía la fuerza síndica. La caja se deslizaba con su lado ancho hacia delante siguiendo un vector que pasaría casi por el centro exacto de la esfera chata de la flotilla Herida. Dado que las naves auxiliares de la Alianza habían virado ligeramente en dirección descendente, y que la fuerza que las perseguía se acercaba desde arriba, la esfera síndica quedaba ligeramente ladeada hacia arriba en relación con la formación de caja, lo cual reducía el ángulo de encuentro. Esta última era mucho más ancha y larga que la esfera de la flotilla Herida, pero algo menos profunda. Mientras avanzaba con intención de interceptar a las naves auxiliares, dentro de la formación de caja algunas unidades realizaron leves ajustes en sus cursos con el objetivo de evitar los restos y así pasar por encima o por debajo de las naves que formaban la flotilla Herida, y atravesarla.
Las espoletas de proximidad inteligentes, que habían fabricado a partir de las minas de la Alianza, montadas en la parte exterior de los cascos de aquellos restos, y que estaban configuradas para causar la tremenda explosión que producirían aquellas improvisadas armas a las que estaban conectadas, detectaron al enemigo acercándose y calcularon el tiempo que debían tardar en detonar las cargas para atrapar a sus objetivos, que se acercaban a casi una décima de la velocidad de la luz. En cuanto la formación síndica llegó al punto exacto, las espoletas activaron las sobrecargas de los núcleos de energía que todavía seguían operativos en las naves abandonadas y se produjo una explosión increíblemente destructiva ante la que los síndicos no tuvieron tiempo de reaccionar.