—Ciento cuarenta grados a babor y doce en dirección descendente —dijo finalmente Desjani.
Geary golpeó los controles de comunicación para hablar con toda la flota.
—A todas las naves de la Alianza, cambien su curso inmediatamente. Que todas las naves viren ciento cuarenta grados a babor y doce en dirección descendente, y aceleren hasta cero con uno c. Repito, viren ciento cuarenta grados a babor y doce en dirección descendente y aceleren hasta cero con uno c. La fuerza de guardia síndica del sistema ha hecho explotar la puerta hipernética, lo que ha generado una descarga de energía de una magnitud desconocida, que podría, teóricamente, alcanzar el rango de supernova. En quince minutos, que todas las naves dejen de acelerar y pivoten hasta orientar la proa hacia la localización de la puerta hipernética. Configuren los escudos de esa zona a la máxima potencia posible y pongan en máxima prioridad los sistemas de reparación y de control de daños.
Geary sintió como se pegaba al asiento en cuanto Desjani ejecutó las órdenes y el
Intrépido
comenzó a trazar el nuevo curso. Las unidades de propulsión funcionaban a la máxima potencia mientras los amortiguadores inerciales sufrían para contrarrestar el efecto.
—Capitana Desjani —comenzó a decir Geary—, ¿podría el
Intrépido
sobrevivir a un pulso de energía con el rango de nova a esta distancia de la fuente?
Estaba casi seguro de que ya sabía cuál sería la respuesta, y no era la que más le gustaba. Sin embargo, quería asegurarse.
—Lo dudo mucho. —Desjani frunció el ceño y miró de un lado al otro el puente de mando. Entonces se fijó en un consultor—. ¿Puede confirmarlo?
El consultor, por su parte, manipuló con rapidez un panel de información y luego sacudió la cabeza.
—No, señora. El pulso perderá intensidad rápidamente según se aleje de la fuente, pero a la suficiente velocidad. Los escudos y las defensas de un crucero de batalla no podrían aguantarlo ni siquiera a la máxima potencia y habiéndose preparado. Los destructores y los cruceros quedarán destruidos. Los acorazados, a esta distancia, tienen algunas posibilidades. No muchas, pero algunos podrían sobrevivir, aunque sin tener en cuenta el estado en el que quedarían. —Hizo una pausa y miró un par de datos más—. De todos modos, después de que los escudos colapsasen, sus tripulaciones morirían por la radiación, así que tampoco importa demasiado.
Desjani lanzó un profundo suspiro y miró a Geary.
—Esperemos que no sea una supernova.
—Estaba pensando lo mismo —respondió Geary.
Desjani pareció vacilar. Finalmente se giró hacia el mismo consultor de antes.
—¿Y el mundo habitado del sistema?
Geary la miró, extrañado. Estaba tan preocupado por su propia flota que ni se le había pasado por la cabeza lo que pasaría con el planeta síndico. Sin embargo, Desjani sí había pensado en ello, o al menos en que le interesaría.
El consultor se rascó la ceja con una mano mientras manipulaba el panel de información de nuevo.
—Hay muchos datos desconocidos. Si el pulso energético es de escala nova o semejante, quedarán poco más que las cenizas. Si es de bastante menos, la parte orientada hacia la puerta hipernética quedará arrasada. Sin embargo, la zona resguardada podría salvarse aunque tendría que enfrentarse a tormentas terribles. Sobre la cuestión de si el planeta será habitable o no después de esto, es difícil saberlo.
—¿Y la estrella? —preguntó Geary—. ¿Cómo afectará a Lakota?
—Es imposible saberlo sin los datos sobre la energía que la alcanzará, señor. —El consultor negó con la cabeza—. Si tiene la magnitud de una nova, afectará bastante a la estrella, pero tampoco habrá nadie como para preocuparse. Si finalmente es menos, sea lo que sea, es difícil de determinar. Las estrellas sufren reacciones internas increíblemente complejas constantemente. Se autorregulan, pero incluso la estrella más estable sufre algunas variaciones. Si tuviese que decir algo, diría que si el pulso que esperamos es significativo, causará suficientes complicaciones con la fotosfera de la estrella Lakota como para que experimente variaciones mayores a intervalos más breves.
—Por lo que, aunque el planeta pudiese seguir albergando vida, la estrella podría volverlo inhabitable durante el futuro próximo.
—Exacto, señor. No podría asegurarlo, pero me parece la opción más probable.
Desjani frunció el ceño y miró el visor.
—El planeta está a casi cinco horas luz de la puerta hipernética y a dos y cuarto de esta flota. Si les mandamos un aviso, tendrían tiempo para por lo menos enviar a la gente a los refugios, aunque tampoco es que vaya a hacer mucho por la zona que reciba el pulso directamente.
Aquella soldado, que se había lamentado por no poder usar proyectores de campos de anulación sobre planetas enemigos, estaba en aquel momento hablando de alertarlos.
—Gracias por reparar en ello —le dijo Geary.
—Necesitamos que haya supervivientes, señor. Gente que les diga a otros síndicos que no fue la Alianza quien lo hizo.
Desjani solo estaba siendo pragmática. O eso, o lo estaba justificando de ese modo. Se preguntó cuál de las dos opciones sería. Los ojos de Geary volvieron a posarse sobre el visor del sistema estelar Lakota. Se fijó en la información sobre el mundo habitado principal, sobre la representación de las colonias de otros planetas y satélites, sobre las instalaciones orbitales y el tráfico espacial civil que todavía no había alcanzado un lugar en que pudiesen guarecerse sus tripulaciones por si la flota de la Alianza decidía atacarlos. También se fijó en aquel maremágnum de pequeños símbolos que representaban cápsulas de escape síndicas procedentes de las naves de combate y de reparación, y que escapaban para ponerse a salvo. En aquellas cápsulas había cientos, seguramente miles de síndicos. Geary no quería una estimación de cifras. En caso de que el pulso tuviese una mínima potencia, no tendrían opción alguna de sobrevivir, y tampoco podía hacer nada al respecto.
—Tengo que emitir para todo el sistema estelar.
¿Cómo iba a decirles a todas aquellas personas que la muerte podría estar ya acechándoles? Geary intentó hablar de forma calmada, aunque era consciente de que su voz tenía un tono sombrío.
—Gentes del sistema estelar Lakota, las naves de los Mundos Síndicos situadas en la puerta hipernética han abierto fuego contra ella para que la flota de la Alianza no pueda utilizarla. Cuando reciban este mensaje, la puerta ya habrá sido destruida. Cuando esto suceda, se liberará un pulso de energía que podría llegar a ser tan potente como para liquidar toda la vida del sistema estelar. Si tenemos suerte, el pulso será mucho más débil, aunque hay muchas posibilidades de que sea extremadamente peligroso para los humanos, las naves, y las instalaciones del sistema. Les insto a que tomen medidas para protegerse en el poco tiempo que queda. —Geary hizo una pausa, luego habló lentamente—: No sé cuántos humanos de este sistema sobrevivirán. Que las estrellas del firmamento velen por todos nosotros, y que los antepasados den la bienvenida a aquellos que mueran hoy. Por el honor de nuestros antepasados. Les habla el capitán John Geary, comandante de la flota de la Alianza.
Fue Victoria Rione quien rompió el silencio que siguió a aquellas palabras.
—Ya estaban protegiéndose de un posible bombardeo por nuestra parte; a lo mejor ayuda.
—Es posible, aunque tampoco va a ayudar a los síndicos de las cápsulas de escape. —Solo le hizo falta echar un vistazo rápido al visor para confirmar que las cápsulas del enemigo estaban a demasiada distancia como para que las naves de la Alianza pudiesen llegar a ellas—. A menos que la descarga sea prácticamente inofensiva, no se salvarán.
—Gracias a las estrellas del firmamento que nosotros ya recogimos a los nuestros —dijo Desjani entre dientes.
—Dos minutos para el giro, capitana —anunció el consultor de navegación.
Los movimientos iniciales para acelerar en dirección contraria a la localización de la puerta hipernética se habían llevado a cabo nave a nave según recibían las órdenes, por lo que las más alejadas comenzaron más tarde. Sin embargo, la siguiente maniobra se basaba en el momento en que Geary había enviado la primera orden, por lo que quince minutos exactamente después del mensaje, la flota de la Alianza giró al unísono, cada nave apuntaba sus proas hacia el lugar en el que todavía estaba, intacta la puerta hipernética, mientras temblaba al ritmo que marcaba la fuerza síndica al destruir los ronzales. No obstante, la luz que mostraba aquella escena era de hacía unas dos horas y media. Era una imagen del pasado. Hacía más de dos horas que la puerta había dejado de existir, que había sido reemplazada por una descarga de energía de una intensidad desconocida. Las naves de la Alianza se enfrentaban a la fuente del pulso energético con los escudos y las defensas al máximo, alejándose avanzando hacia popa a una velocidad cercana a cero con uno c, lo cual reduciría la fuerza del impacto.
—Escudos delanteros a la máxima potencia —informó el consultor de batalla a la capitana Desjani—. Todos los compartimentos sellados. Tripulación preparada para recibir el impacto. Capacidad de reparación en la máxima prioridad.
—Perfecto. —Desjani inclinó la cabeza durante un instante con los ojos cerrados y los labios moviéndose en silencio.
Rezar en aquel momento era una buena idea, pensó Geary. Él también pronunció en silencio unas palabras durante un rato, rogándole a las estrellas del firmamento que protegiesen a su flota y a su tripulación, y pidiéndole a sus antepasados que ayudasen en lo que fuese posible.
—Preparados para el primer momento estimado de impacto —dijo otro consultor—. Tres... dos... uno... Impacto.
El instante pasó sin que sucediese nada. La imagen de la distante puerta hipernética seguía en el mismo sitio, todavía fluctuando mientras los ronzales que contenían la matriz energética eran destruidos uno a uno. Había sido absurdo pensar que la primera estimación de Crésida sería tan precisa, pero era propio de la naturaleza humana establecer un momento crítico.
Pasó otro minuto. Todo el mundo en el puente de mando del
Intrépido
observaba con atención los visualizadores, como si de algún modo fuesen a avisarlos pese a que el pulso los alcanzaría a la velocidad de la luz, por lo que no tendrían tiempo de percibirlo.
Geary miraba la lejana imagen de la puerta hipernética, con sus niveles de energía fluctuando dentro de ella. Los sensores de la flota podían captarlo incluso a esa distancia. Nunca olvidaría lo que sintió al estar cerca de una puerta explotando, cuando el
Intrépido
, el
Arrojado
y el Diamante lucharon para evitar que la de Sancere destruyese el sistema estelar. El mismísimo espacio se combó cuando se liberó la energía, y se produjeron efectos que notaron incluso los cuerpos humanos próximos pese a los escudos y las defensas de las naves. Tan solo el plan de choque teórico de la capitana Crésida para minimizar la descarga de energía resultante había salvado a las tres naves de la Alianza y quién sabe cuántos más navíos y habitantes del sistema estelar Sancere.
Se preguntó cómo se habrían sentido las tripulaciones de las naves síndicas que estaban destruyendo la puerta de aquel sistema, si habrían experimentado aquellas fuerzas y se habrían cuestionado las órdenes que habían recibido, o si habrían siquiera tenido tiempo para darse cuenta de que su obediencia los estaba condenando no solo a ellos, sino a gran parte de los habitantes de Lakota. Nunca lo sabría. Aquellas naves desconocían la energía que estaban liberando, por lo que seguramente habían sido destruidas hacía algo más de dos horas, y sus tripulaciones silenciadas.
Un minuto más. Luego dos. Geary escuchó murmullos a su alrededor. No podía escuchar lo que decían, pero los tonos eran claramente de plegaria. Las palabras exactas de los rezos cambian, pero siempre significan lo mismo. Por favor, piedad, pues no hay nada más que las capacidades o los dispositivos humanos puedan hacer.
La onda expansiva golpeó al
Intrépido
. Geary tuvo que aplacar un brote de pavor cuando la nave se sacudió y las luces se atenuaron. Era consciente de que si el pulso de energía hubiese sido suficientemente potente como para destruir al
Intrépido
, el crucero de batalla habría saltado en pedazos antes siquiera de que tuviese tiempo de asustarse.
—Escudos delanteros debilitados un treinta por ciento. Sin daño en el casco. Pérdidas de energía de poca consideración en los sistemas de la nave afectados.
Los informes llegaron uno detrás de otro mientras Geary esperaba a que su visor se despejase y le revelase el estado de su flota, sobre todo si los navíos ligeros habían podido sobrevivir al impacto.
—Los cálculos preliminares sitúan la descarga de energía en la fuente a cero con trece en la escala de novas Yama-Potillion.
—Cero con trece —murmuró Desjani. Luego bajó la cabeza de nuevo y movió los labios sin que se escuchase sonido alguno en ningún momento.
Geary hizo lo mismo, dando las gracias porque la descarga energética fuese mucho más débil de lo que podría haber sido.
El visor finalmente se despejó, y los símbolos comenzaron a actualizarse frenéticamente. Los ojos de Geary se desplazaron con velocidad sobre los informes del estado de la flota, en busca de sistemas marcados en rojo. Los que más habían sufrido habían sido los destructores, puesto que sus escudos también eran los más débiles, aunque ninguno parecía haber sufrido daños importantes. Habían quedado inutilizados un montón de subsistemas y algunos cascos habían sufrido daños, pero aparte de eso incluso las naves más frágiles habían quedado intactas.
En el lugar en que habían estado situadas la puerta hipernética y las naves síndicas cercanas, ya no había nada. Los sensores de la flota tardaron un rato en encontrar lo que quedaba de la fuerza de defensa síndica. De las más frágiles, solo trozos demasiado pequeños como para que el sistema los identificase al momento. Por otra parte, unos restos de gran tamaño que se alejaban dando vueltas del lugar que antes ocupaba la puerta hipernética fueron etiquetados como lo único que quedaba de los dos cruceros de batalla síndicos. De los acorazados, uno también había saltado por los aires en un montón de pedazos, mientras que el otro se había partido en dos trozos que parecían estar en bastante mal estado. Mientras Geary miraba, uno de ellos explotó. O mejor dicho, vio la luz de la explosión que había tenido lugar hacía ya dos horas y media.