Read Agentes del caos II: Eclipse Jedi Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
El hecho de que la festiva melodía de Gaph ocultase una melancolía soterrada quedaba oculto para todos los refugiados que no eran ryn, y que aplaudían tanto la música como los saltos elegantes y las piruetas de los bailarines.
Gaph iba a cantar una segunda estrofa cuando el
Trevee
se estremeció repentinamente.
—Estamos saliendo del hiperespacio —anunció uno de los refugiados en cuanto los músicos dejaron de tocar.
Melisma, Gaph y otros ryn corrieron hasta uno de los ventanales de observación, ansiosos por echarle el primer vistazo a Abregado-rae. Pero, en lugar de la esfera verdosa que esperaban, sólo vieron un mundo parduzco parcialmente eclipsado por un manto de nubes llenas de contaminantes industriales y rodeado por centenares de enormes plataformas orbitales.
—Esto no es Abregado-rae —dijo alguien tras Melisma.
—Entonces, ¿dónde estamos? —preguntó ella.
—En Fondor —aseguró un humano visiblemente asombrado.
Los murmullos empezaron a extenderse entre todos los refugiados. Entonces, las compuertas de la bodega se abrieron con un siseo, dando paso a un puñado de tripulantes fuertemente armados. Agitados por la duda y la preocupación, los refugiados retrocedieron apartándose de los mamparos y formando un círculo en el centro de la sala.
—Ligero cambio de planes, amigos —anunció el portavoz de la tripulación cuando cesaron los murmullos. Era el mismo humano que Melisma y los demás ryn del Campo 17 habían llamado
Alto—.
Me temo que tenemos que dejaros aquí.
—Pero prometisteis llevarnos hasta Abregado-rae —protestó alguien.
Alto
sonrió de forma siniestra.
—Digamos simplemente que nos pasamos de parada.
Estallaron protestas apasionadas. En ciertos aspectos, Fondor era preferible a Abregado-rae, pero los rifles láser de los tripulantes y el tono de voz de
Alto
no presagiaban nada bueno.
—¿Fondor ha aceptado acogernos? —preguntó uno.
—Eso no es asunto nuestro.
—Entonces ¿en qué parte de Fondor desembarcaremos?
Alto
miró fijamente al bimm que había hecho la pregunta.
—¿Quién ha hablado de Fondor? —Se acercó a la ventana de observación y señaló una plataforma astillera en forma de media luna—. Os dejaremos allí. Esa instalación está temporalmente desocupada, pero al menos tendréis aire respirable y gravedad artificial.
—¿Y provisiones? —preguntó un humano por encima del creciente tumulto.
—¿Planean informar a las autoridades? —insistió otro.
Alto
hizo señas para que todos se callaran.
—No somos bárbaros. Os dejaremos suficientes nutrientes deshidratados para que os duren un par de días locales.
—¿Un par de días? —se oyó—. ¡Pueden pasar meses antes de que alguien nos encuentre!
—¡Oh, lo dudo mucho! —dijo
Alto—.
El sector Tapani pronto estará muy concurrido. Alguien se fijará en vosotros.
—¿No podría al menos desembarcarnos en Fondor? —rogó una mujer humana.
Alto
negó con la cabeza.
—No podemos permitirnos el lujo de seguir aquí cuando empiecen los fuegos artificiales.
Con excepción de los del Sector Corporativo, pocos sistemas planetarios habían sido tan explotados como Fondor…, sobre todo para ser un sistema tan cercano al Núcleo. Originalmente, esa parte del sector Tapani fue pensada como centro de producción y astillero naval debido a la enorme cantidad de lunas y asteroides ricos en recursos y de mundos maduros para ser explotados. Pero mientras las colosales corporaciones industriales que dominaban Bilbringi, Kuat, Sluis Van y otros astilleros habían intentado compensar el expolio al que sometían a esos planetas, en Fondor ni siquiera lo intentaron. Sus rutas espaciales fueron consideradas un peligro a causa de los escombros que flotaban libremente en el vacío, las lunas pequeñas de Fondor daban la impresión de haber sido mordidas por un gigante, y hasta el propio planeta estaba atestado, contaminado y corrompido por los que se encargaban de proporcionar diversiones para los millones de obreros que no tenían otro lugar donde gastar sus créditos duramente ganados. El sistema era una ruina en la Ruta Comercial de Rimma.
Muchos aseguraban que el cúmulo de hangares orbitales e instalaciones de construcción de gravedad cero nunca había funcionado más eficientemente que cuando las dirigía el Imperio, y la verdad era que las condiciones se habían deteriorado palpablemente en los últimos veinte años…, y más desde la llegada de los yuuzhan vong.
Surgiendo de la hiperruta Gandeal, más allá de la luna más alejada de Fondor, el
Halcón
fue detectado de inmediato y examinado por el control de mando de la Primera Flota que, tras la caída de Obroa-skai, tenía la tarea de proteger los astilleros.
—Pásales el código de nuestro transpondedor actual —indicó Han a Droma mientras dirigía el
Halcón
hacia la cola de transportes y buques de guerra pendientes de permiso para entrar en el espacio de Fondor—. Es la mejor opción para que nos dejen pasar.
—¿Cómo habrá entrado el
Trevee?
—preguntó Droma conectando diversos interruptores en el panel de su consola.
—Un contrabandista experto que pilote una vieja Cazadora de Cabezas con treinta años de antigüedad puede saltarse fácilmente la seguridad militar. Además, el
Trevee
podría tener negocios legales aquí, o el encargado de la operación Tholatin pudo suministrarles los códigos de seguridad —sonrió abiertamente mirando al ryn—. ¡No sé por qué te explico nada! Seguro que los ryn sois unos profesionales en ese tipo de cosas.
—Sólo por necesidad —dijo Droma ingenuamente.
Una voz áspera surgió de los altavoces de la cabina.
—
Halcón Milenario
, aquí control de la Primera Flota. Por favor, informe de su procedencia y el motivo de su visita.
—Gandeal —dijo Han por su micrófono portátil—. Y venimos más por placer que por negocios. Tenemos una cita con ciertos amigos que deben de haber llegado hace poco. Su nave es el
Trevee,
registrado en Nar Shaddaa.
El encargado de comunicaciones al otro extremo de la línea tardó un largo momento en responder.
—Perdone la pregunta,
Halcón Milenario,
pero… ¿estoy hablando con el general Han Solo?
—Ex general para usted, Control —respondió Han jocosamente.
—Es un placer hablar con usted, señor. Por lo que respecta a su consulta, el
Trevee
recibió su permiso de entrada hace poco. Desgraciadamente, han dejado su cargamento en una zona alejada para naves no registradas…, sobre todo para naves bien pertrechadas con una potencia de fuego acorde a su chulería.
—Lo que pensaba, los han engañado —susurró Han a Droma, antes de volver a abrir las comunicaciones—. Control, ¿puede al menos decirnos dónde ha dejado su carga el
Trevee?
—Negativo, señor. Le sugiero que se dirija al centro de mando de las Fuerzas de Defensa instalado en el planeta. Si quiere preguntarles a ellos, puedo abrirles una ruta.
—Entendido, Control. Y gracias por la ayuda.
—Mantengan la posición para recibir la ruta y los datos de navegación.
—Esperamos.
Han apoyó los codos en la consola y contempló las lunas deformadas y los centenares de plataformas de construcción que se apiñaban en el espacio. La silueta de Fondor dominaba el paisaje como telón de fondo.
—Bien, esto está chupado. Sólo tenemos que buscar en mil millones de kilómetros cúbicos de espacio…, por no mencionar el propio Fondor.
—Podríamos buscar el rastro energético de los motores del
Trevee
con el escáner.
Han lo pensó unos segundos.
—Control nos ha dicho que ya han entregado su carga, y los saltos hiperespaciales no están permitidos en el interior de la órbita de la sexta luna de Fondor, así que estarán utilizando los repulsores o los motores sublumínicos. Pero podrían estar en cualquier parte. —Se pasó la mano por la cara, estirando las bolsas que tenía bajo los ojos—. Si hubieras abandonado a un par de cientos de refugiados, ¿qué harías a continuación?
Droma se recostó en su asiento, atusando su pálido bigote.
—Podría tomarme un respiro y gastar en Fondor parte de los créditos que me he ganado. O saltaría hasta Abregado-rae para hacer lo mismo.
—Es posible. Pero recuerda que sabes que Fondor será atacado muy pronto, lo cual significa que la ruta de Rimma, desde Abregado-rae a Sullust, estará muy concurrida.
—En ese caso, querría estar lo más lejos posible de Fondor —siguió Droma, frunciendo el ceño—. Incluso descansar una temporada y pasar desapercibido antes de correrme una juerga.
Han y Droma se miraron.
—Tholatin —dijeron al unísono.
Han se incorporó en su sillón para empuñar los controles, mientras Droma consultaba el ordenador de navegación.
—El mejor punto de salto para Tholatin es la órbita más alejada de Fondor.
Han desvió la mirada hacia el mapa estelar que Droma puso en pantalla. Con Fondor a menos de dos meses de alcanzar su punto orbital más alejado del sol, el punto de salto estaba relativamente cerca de las coordenadas en las que el
Halcón
había vuelto al espacio real desde la hiperruta de Gandeal. Conectando los impulsores, hizo virar la nave a través de un banco de nubes, lejos de las boyas de navegación que los hubieran llevado directamente a Fondor.
Al instante, el altavoz de la cabina cobró vida.
—
Halcón Milenario,
¿por qué ha alterado su curso?
—Euh…, una pequeña avería del motor —dijo Han fingiendo alarma en su voz—. Pero enseguida lo tendremos bajo control.
—Mantenga su actual posición,
Halcón,
está entrando en espacio restringido. Repito: quédense donde están. Le enviaremos una nave escolta para que los ayude.
—No, no se molesten en enviar a nadie —protestó Han, mientras el
Halcón
aceleraba—. Volveremos al punto de espera y haremos las reparaciones allí.
—Negativo,
Halcón.
Ha entrado en espacio restringido. Vuelva inmediatamente a su curso original.
Han aumentó la velocidad de su nave mientras el ordenador de navegación los guiaba hasta el punto más alejado de la órbita elíptica de Fondor. Una miríada de naves capitales, barcazas, gabarras y transportes entraron en su campo de visión, todos maniobrando hacia distintos puntos del salto. De repente, un indicador del autentificador amigo-enemigo empezó a parpadear.
—Ha reconocido una emisión IR y una descarga de iones —exclamó Droma agitado—. Confirmado, es el
Trevee
—amplió la imagen de las coordenadas indicadas y una nave con forma de vaina apareció en el centro de la pantalla—. ¡Ahí está!
Han sonrió, agradeciendo mentalmente todos los datos que les habían proporcionado
Confuso
y los otros androides.
—Sí, es ella.
—
Halcón Milenario
—ladró la voz del control de mando—. Éste es su último aviso.
—Apaga esa cosa —cortó Han.
Droma bajó el volumen y volvió rápidamente a su consola.
—Escudos deflectores levantados —informó sin que se lo preguntaran—. Ordenador de control de fuego conectado.
Han se estiró hacia la izquierda buscando el servomecanismo que controlaba el cuádruple láser dorsal. Cuando pudieron ver el
Trevee
a través de la ventanilla de la cabina, atrajo la palanca del acelerador hacia él, situando al
Halcón
bajo el transporte, e hizo que girase sobre sí mismo pasando ante la achatada proa del
Trevee.
—Ahora ya saben que estamos aquí —dijo, desacelerando para igualar la potencia de los motores gemelos de la otra nave.
—Están escaneándonos —advirtió Droma—. Preparan sus cañones.
—Dame un esquema de la nave —Han estudió los datos que Droma le iba enviando y tocó con su dedo índice la pantalla—. Su motor hiperlumínico está justo delante de la aleta de popa. Vamos a por él.
Droma apretó los mandos del copiloto con toda su fuerza, pegando el
Halcón
a la popa del
Trevee.
Han centró la retícula de disparo de sus láseres cuádruples en el estabilizador del transporte.
—¡Fuego!
Apenas Droma acababa de pronunciar esas palabras, cuando azulados guiones de energía se dirigieron hacia el
Halcón,
estrellándose contra su escudo deflector delantero y sacudiendo la nave pero sin dañarla.