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Authors: Marvin Harris

Tags: #Ciencia

Caníbales y reyes (25 page)

BOOK: Caníbales y reyes
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Om Prakash, en su importante estudio Food and Drinks in Ancient India (Alimentos y bebidas de la antigua India), sintetiza del modo siguiente la situación durante el período védico temprano:

El fuego recibe el nombre de comedor de bueyes y de vacas estériles. La ofrenda ritual de carne daba a entender que los sacerdotes la comían. También se ofrece una cabra al fuego para que la transporte a los antepasados. En la época del matrimonio también se mataba una vaca estéril, evidentemente como alimento… También se menciona un matadero. La carne de caballos, cameros, vacas estériles y búfalos se cocinaba. Probablemente también comían carne de aves.

En el período védico tardío:

…era costumbre matar un gran buey o una gran cabra para dar de comer a un invitado distinguido. A veces también mataban a una vaca que abortaba o a una vaca estéril. Atithigva también da a entender que se mataba a las vacas para los invitados. En los sacrificios se siguen matando muchos animales —vacas, ovejas, cabras y caballos— y los participantes comen la carne de esos animales de sacrificio.

Los textos védicos tardíos e hindúes primitivos contienen muchas incoherencias con respecto al consumo de vaca. Junto a muchas descripciones del ganado vacuno que era utilizado para el sacrificio aparecen pasajes en los que se indica que nunca deben matarse vacas y que la ingestión de carne de vaca debe abandonarse por completo. Algunas autoridades —por ejemplo, A. N. Bose— sostienen que estas incoherencias quedan mejor explicadas por la hipótesis de que los eruditos hindúes ortodoxos interpolaron los pasajes contrarios a la ingestión de carne de vacas y a la matanza de vacas en una fecha posterior. Bose opina que «la vaca era la carne más común que se consumió» durante la mayor parte del primer milenio antes de nuestra era. Tal vez una solución menos polémica a las contradicciones de los textos sagrados resida en que reflejan cambios graduales de actitud durante un prolongado período en el cual un número cada vez mayor de personas llegó a considerar la ingestión de animales domesticados —sobre todo vacas y bueyes— como algo abominable.

Pero lo que surge con notable claridad es que los reinos del Valle del Ganges védicos tardíos e hindúes primitivos contaban con una casta sacerdotal análoga a los levitas entre los israelitas antiguos y a los druidas entre los celtas. Sus miembros se llamaban brahmanes. Los deberes de los brahmanes se describen en las obras sánscritas conocidas como Brahmanes y Sutras. No caben dudas de que la vida ritual brahmánica primitiva, como la de los druidas y los levitas (y la de los primeros especialistas religiosos de todos los caciquismos y pequeños estados situados entre España y el Japón), se centraba en el sacrificio animal. Al igual que sus equivalentes en todo el Viejo Mundo, los brahmanes primitivos gozaron del monopolio de cumplir los rituales sin los cuales no se podía ingerir carne animal. Según los Sutras, los brahmanes eran las únicas personas que podían sacrificar animales.

Los Sufras sostienen que los animales no deben matarse a no ser en calidad de ofrendas a los dioses y para extender la «hospitalidad a los invitados» y que «el dar y recibir regalos» eran deberes especiales de los brahmanes. Estos preceptos repiten exactamente las disposiciones reguladoras del consumo de carne características de las sociedades en las que el festín y el sacrificio animal configuran la misma actividad. Los «invitados» honrados por la hospitalidad védica temprana no eran un pequeño grupo de amigos que llegaba inesperadamente a cenar sino aldeas y distritos enteros. En síntesis, los Sutras nos dicen que originalmente los brahmanes eran una casta sacerdotal que presidía los aspectos rituales de los festines redistributivos patrocinados por los gobernantes y los jefes militares arios «pródigos».

Después del 600 antes de nuestra era, los brahmanes y sus seculares jefes supremos tuvieron cada vez más dificultades para satisfacer la demanda popular de carne animal. A semejanza de los sacerdotes y los gobernantes de Oriente Medio y otras regiones, no pudieron mantener las altas tasas de matanza animal y redistribuciones pródigas sin la ingestión antieconómica de animales necesarios para arar y abonar las tierras. En consecuencia, la ingestión de carne se convirtió en el privilegio de un grupo selecto compuesto por los brahmanes y otros arios de casta alta, mientras los campesinos comunes, que carecían de poder para gravar o confiscar los animales de otras personas, no tuvieron más alternativa que conservar su ganado doméstico para tracción, producción de leche y de estiércol. Así, los brahmanes gradualmente pasaron a formar parte de una élite comedora de carne cuyo monopolio del privilegio de matar animales para los festines redistributivos se había transformado en el monopolio y el privilegio de comerlos. Mucho después de que el bajo pueblo del norte de China se hubiese convertido en vegetariano funcional, las castas superiores hindúes —posteriormente las defensoras más ardientes de las dietas sin carne— seguían alimentándose placenteramente con carne de vaca y de otros tipos.

Fundamento parcialmente mi tesis sobre este abismo cada vez mayor entre una aristocracia mimada y comedora de carne y un campesinado empobrecido y carente de carne en el hecho de que hacia mediados del primer milenio antes de nuestra era, varias religiones nuevas comenzaron a cuestionar la legitimidad de la casta brahmánica y de sus rituales de sacrificio. De estas religiones reformistas, las más conocidas son el budismo y el jainismo. Fundadas en el siglo VI antes de nuestra era por hombres carismáticos y sagrados, tanto el budismo como el jainismo proscribieron las distinciones de casta, abolieron los sacerdocios hereditarios, hicieron de la pobreza una condición previa de la espiritualidad y postularon la comunión con la esencia espiritual del universo a través de la contemplación en lugar de hacerlo a través del sacrificio de animales. Ambos movimientos anticiparon elementos claves del cristianismo en su condena de la violencia, la guerra y la crueldad y en su compasión ante el sufrimiento humano.

Para los budistas, toda la vida era sagrada, aunque podía existir en formas superiores e inferiores. Para los jainistas, toda la vida no sólo era sagrada sino que compartía un alma común: no había formas superiores e inferiores. En ambos casos, los sacerdotes que sacrificaban animales no eran mejores que los asesinos. Los budistas toleraban la ingestión de carne animal siempre que el que la comía no hubiera participado en la matanza. Los jainistas, no obstante, condenaban la matanza de cualquier animal e insistían en una dieta puramente vegetariana. Los miembros de algunas sectas jainistas incluso consideraban necesario utilizar barrenderos para limpiar la senda que se abría delante de ellos a fin de evitar la calamidad de extinguir accidentalmente la vida de una hormiga.

Como ya he dicho, el fin del sacrificio animal coincidió con el desarrollo de religiones universalistas y espiritualizadas. Puesto que los antiguos «grandes proveedores» eran cada vez menos capaces de justificar su majestad mediante muestras populares de pródiga generosidad, se alentó al pueblo para que buscara «redistribuciones» en una vida futura o en alguna nueva fase del ser. También he dicho que la imagen del gobernante como gran protector de los débiles contra los fuertes surgió como una cuestión práctica del arte de gobernar en los períodos de expansión imperial. En consecuencia, el budismo como el cristianismo, era ideal para ser adoptado como religión imperial. Desmaterializaba las obligaciones del emperador al tiempo que obligaba a la aristocracia a mostrar compasión ante los pobres. Creo que esto explica por qué el budismo se convirtió en religión oficial bajo el gobierno de Asoka, uno de los emperadores más poderosos de la historia india. Asoka, nieto del fundador de la dinastía Maurya del norte de la India, se convirtió al budismo en el 257 antes de nuestra era. Inmediatamente, él y sus descendientes crearon el primero y más grande de los imperios indios: un reino inestable que se extendía aproximadamente desde Afganistán hasta Ceilán. Así, Asoka fue probablemente el primer emperador de la historia que se propuso conquistar el mundo en nombre de una religión de paz universal.

En el ínterin, el hinduismo quedó profundamente afectado por las nuevas religiones y comenzó a adoptar algunas de las reformas que habían hecho políticamente triunfador a su rival budista. Finalmente, la extendida oposición al sacrificio animal quedó representada dentro del hinduismo por la doctrina de ahimsa: la no violencia basada en el carácter sagrado de la vida. Pero este cambio no se produjo simultáneamente ni avanzó en una sola dirección. En el 184 antes de nuestra era, después de la caída de la dinastía Maurya, el brahmanismo revivió y la ingestión de carne volvió a florecer en la élite. Según Prakash, en fecha tan tardía como el 350 de nuestra era, se servía «carne de varios animales» a los brahmanes en las Sraddhas, las ceremonias redistributivas que conmemoraban a los muertos. «El Kurma Purana llega al extremo de decir que aquel que no toma carne durante una Sraddha vuelve a nacer una y otra vez como animal».

Nadie puede afirmar exactamente en qué momento las vacas y los bueyes se convirtieron en objetos inequívocos de veneración entre los brahmanes y otros hindúes de alta casta. Resulta imposible asignar fechas precisas a los cambios del ritual hindú porque el hinduismo no constituye una única religión organizada, sino un enorme número de congregaciones poco ligadas que se centran en templos, santuarios, deidades y castas independientes, cada una con sus especialidades doctrinales y rituales. Una autoridad, S. K. Maitz, sostiene que la vaca ya se había convertido en el más sagrado de los animales en el 350 de nuestra era, pero su prueba es un único canto de un poema épico que describe a determinado rey y su reina mientras «adoraban vacas con pasta de sándalo y guirnaldas». También está la inscripción del rey Chandragupta II, fechada en 465 de nuestra era, que compara la matanza de una vaca con el asesinato de un brahmán. Pero aquí podría inmiscuirse el punto de vista hindú moderno. Los emperadores Gupta promulgaron decretos reales destinados a evitar el consumo de diversos animales por parte de los plebeyos. La realeza hindú mimaba con exceso, además de las vacas, los caballos y los elefantes. Enguirnaldaban sus animales, los bañaban, les suministraban establos alfombrados y los dejaban deambular en reservas protegidas. Es posible que sólo después del 700 de nuestra era y de la conquista islámica de la India el complejo de la vaca sagrada haya adquirido su conocida forma moderna. Los seguidores del Islam no tenían escrúpulos con respecto a la ingestión de carne de vaca. Por ello, bajo el dominio de los mogoles, los emperadores islámicos de la India, es posible que la protección de las vacas se haya convertido en un símbolo político de la resistencia hindú contra los invasores musulmanes comedores de carne de vaca. De todos modos, los brahmanes —durante siglos sacrificadores y consumidores de carne animal— gradualmente terminaron por considerar su deber sagrado el evitar la matanza o ingestión de cualquier animal doméstico, sobre todo de vacas y bueyes.

Por lo que sé, hasta ahora nadie ha podido ofrecer una explicación racional sobre el motivo por el cual la India, a diferencia de Oriente Medio o China, se convirtió en el centro de una religión que prohibía el consumo de carne de vaca y veneraba a este animal como símbolo de vida. Veamos si los principios generales relativos al establecimiento de tabúes animales que propuse en el capítulo anterior se aplican en este caso. Inicialmente, las creencias y las prácticas de la India antigua eran semejantes a las creencias y las prácticas comunes a la mayor parte de Europa, Asia y África del norte. Como ya se ha dicho, la transformación general del sacrificio animal redistributivo en el tabú del consumo de especies anteriormente valiosas y abundantes siguió a la intensificación de la agricultura, el agotamiento de los recursos y el crecimiento de la densidad de población. Pero estas generalizaciones no explican la peculiar importancia que el ganado vacuno y el vegetarianismo alcanzaron en la India, ni los complejos religiosos específicos relacionados con animales en otras regiones.

Opino que el sitio por el que debemos comenzar es el Valle del Ganges, donde parece que la tasa de crecimiento demográfico fue muy superior a la de Oriente Medio… o, ciertamente, a la de cualquier otro lugar del mundo antiguo. Durante el período védico, la población era escasa y estaba diseminada en pequeñas aldeas. En fecha tan tardía como el 1000 antes de nuestra era, la densidad demográfica era lo bastante baja para permitir que cada familia poseyera muchos animales (los textos védicos mencionan 24 bueyes enganchados a un solo arado) y, como en la Europa prerromana, el ganado se consideraba la forma principal de riqueza. Menos de setecientos años después, el Valle del Ganges probablemente se había convertido en la región más poblada del mundo. Los cálculos de Kingsley Davis y de otros especialistas asignan a la India, en el 300 antes de nuestra era, una población de 50 a 100 millones de habitantes. La mitad de ese total, como mínimo, debía vivir en el Valle del Ganges.

Sabemos que durante el período védico primitivo, la llanura del Ganges todavía estaba cubierta por bosques vírgenes. En el 300 antes de nuestra era, apenas quedaba un árbol. Aunque la irrigación ofrecía una base segura para muchas familias agrícolas, millones de campesinos recibían cantidades insuficientes o nulas de agua. Dada la fluctuación de las lluvias monzónicas, era arriesgado depender exclusivamente de las precipitaciones. Indudablemente, la deforestación aumentó el riesgo de sequías. También aumentó la gravedad de las inundaciones que el sagrado río Ganges desencadenaba cuando los monzones descargaban simultáneamente demasiada lluvia en las estribaciones del Himalaya. Incluso en la actualidad, las sequías que soporta la India durante dos o tres estaciones consecutivas ponen en peligro la vida de millones de personas que dependen de las precipitaciones para regar sus cultivos. Gracias al Mahabahrata, poema épico compuesto entre el 300 antes de nuestra era y el 300 de nuestra era, sabemos de una sequía que duró doce años. El poema cuenta que lagos, fuentes y manantiales se secaron y que fue necesario abandonar la agricultura y la cría de ganado vacuno. Los mercados y las tiendas quedaron vacíos. El sacrificio de animales cesó y hasta las estacas para atar a los animales desaparecieron. No hubo fiestas. En todas partes se veían montones de huesos y se oían los aullidos de los animales. La gente abandonó las ciudades. Los caseríos fueron abandonados e incendiados. Los seres humanos se evitaban. Se temían. Los lugares de adoración fueron abandonados. Los ancianos fueron arrojados de sus casas. El ganado vacuno, las cabras, las ovejas y los búfalos se convirtieron en bestias feroces que se atacaban entre sí. Hasta los brahmanes morían sin protección. Hierbas y plantas se marchitaron. La tierra parecía un crematorio y, «en esa espantosa época en que la rectitud tocaba a su fin, los hombres comenzaron a comerse entre sí».

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