Estoy preparando una obra más técnica (Harris, 1979), con el propósito de esclarecer mis premisas filosóficas y científicas de carácter general en relación con los paradigmas alternativos. Una obra anterior (Harris, 1968) expone la historia del desarrollo del materialismo cultural hasta la década de los sesenta de nuestro siglo. El tema específico de este libro —la relación de la evolución cultural con las intensificaciones y los agotamientos— está en estrecha relación con los postulados teóricos de Michael Harner (1970). Algunos estudiosos que me han precedido al poner de relieve la relación entre intensificación y evolución cultural son Esther Boserup (1965), Robert Carneiro (1970), Brian Spooner (1972), Philip Smith (1972), Colin Renfrew (1974), Richard Wilkinson (1973), M. N. Cohen (1975), y Malcolm Webb (1975). Importantes diferencias de definición, énfasis y alcance separan mi enfoque de todos los anteriores. Empero, si todos o algunos de ellos ven en lo que he escrito un duplicado exacto de una teoría que puedan llamar propia, reconoceré de buena gana la prioridad de su formulación. Para una visión más amplia de las diferencias y las semejanzas culturales, véase mi libro de texto (Harris, 1974).
Para las citas completas, véase la entrada en la bibliografía bajo el autor y fecha.
Para una descripción de los cazadores-recolectores modernos, véase Lee y De Vore (1968) y Bicchieri (1972). Para una teoría acerca de los excedentes por encima de la subsistencia, véase Steward (1955) y Service (1968). Para una descripción de los logros del paleolítico superior, véase Prideaux (1973) y Marshack (1972). Marshall Sahlins (1972) afirma que los cazadores-recolectores constituyen la «sociedad opulenta original». Para la relación entre la ecología y la cultura del período glacial, véase Butzer (1971). Para las pautas de trabajo, véase Lee (1968, 1969), Johnson (1975) y Edmondson (1976); para los mehinacu, véase Gregor (1969). La adaptación a la agricultura de los cazadores-recolectores es analizada por Cohen (1975, pág. 82 y ss.). Para los datos de densidad sobre los cazadores-recolectores, véase Kroeber (1939), Lee (1968) y David (1973). Con respecto a la demografía, las enfermedades y la salud durante la Edad de Piedra, véase Hassan (1973, 1975), Cockburn (1971), Wood (1975), Armalegos y McArdle (1975), Black (1975), Livingstone (1968), Duraond (1975), Boyd (1972), Howell (en prensa), Birdsell (1968, 1972), y Coale (1974). Sobre el aborto y los anticonceptivos mecánicos y químicos, véase Devereux (1955), y Nurge (1975). Con respecto al geronticidio, véase Hoebel (1954, págs. 76-79) y Warner (1937). Para el infanticidio, véase Dickeman (1975 a), Balikci (1967), Chagnon (1968) y Freeman (1971), Para el transporte de niños, véase Lee (1972). Para el método de lactancia, véase Frisch y McArthur (1974), Frisch (1975), Kolata (1974), Van Ginneken (1974) y Divale y Harris (1976).
La mayoría de los arqueólogos se refieren al Levante, Egipto, Anatolia y Mesopotamia como Oriente Próximo. He usado el término «Oriente Medio» para designar dicha región de un modo concordante con su situación geopolítica. Con respecto a las prácticas carroñeras, véase Shipman y Phillips-Conroy (1977) y Brain (en prensa). Para los cambios posglaciales, véase Butzer (1971, 1975) y Flannery (1969). Para el problema de la megafauna del pleistoceno en el Nuevo Mundo, véase MacNeish (en prensa); la cita corresponde a Mosimann y Martin (1975, pág. 308). Agradezco a Richard MacNeish su autorización para consultar su manuscrito Energy and Culture in Ancient Tehuacaán. Véase también MacNeish (1972) y los informes del Proyecto del Valle de Tehuacán del Museo de Arqueología Peabody. Para la domesticación en Oriente Medio primitivo me he basado en Flannery (1973), David Harris (en prensa), Harlan (en prensa), Zohary y Hopf (1973), Ducos (1969) y Chaplin (1969). Flannery (1973, pág. 284) cree en los cambios misteriosos. Para las tasas de crecimiento de población del neolítico, véase Carneiro y Hilse (1966), Smith y Young (1972), y Butzer (1976). Para la domesticación andina de animales, véase Pires-Ferreira y otros (1976). Soy consciente de la posibilidad de que la agricultura que implicaba el cultivo de arroz, raíces y árboles, pudo originarse independientemente en el sudeste asiático. Si así fuera, el modelo específico que he utilizado tendría que modificarse, pero no descartarse. Véase Solhelm (1970), Vishnu-Mittre (en prensa), Hariam (en prensa), David Harris (en prensa). Es probable que el origen de la agricultura se produjera independientemente en China y, si esto llegara a demostrarse, el modelo se fortalecería. Véase Ping-ti Ho (1975).
Con respecto a las culturas pacíficas, véase Lesser (1968); sobre la arqueología de la violencia, véase Roper (1969, 1975). Para la guerra entre cazadores-recolectores, véase Divale (1972). Para una antropología de la guerra, véase Pried y otros (1968) y Nettleship y otros (1975). Los tiwi han sido descritos por Hart y Pilling (1960); los murngin, por Warner (1930); los dani, por Heider (1972). Con respecto a la función de solidaridad social de la guerra, véase Wright (1965) y Wedgwood (1930). Para la guerra como juego, véase Lowie (1954). Roben Ardrey es un famoso partidario de la tesis de la guerra como naturaleza humana. Para una crítica y una refutación rigurosas de esta posición, véase Montagu (1976). Con respecto a los efectos de dispersión, véase Vayda (1961, 1971). La cita pertenece a Birdsell (1972, páginas 357-58). Para los efectos de la guerra moderna sobre la población, véase Livingstone (1968). Para las pruebas sobre las relaciones entre la guerra y el infanticidio femenino, véase Divale y Harris (1976). Con respecto al papel de las mujeres en la producción, véase Morren (1974) y Lee (1969).
Las citas pertenecen a Chagnon (1974, págs. 127, 194-195). Para el tamaño de las colonias, véase Lathrap (1973) y Meggers (1971). Para las proporciones por sexo, véase Chagnon (1973, págs. 135), Lizot (1971) y Smole (1976). La cita sobre la disputa por las mujeres pertenece a Chagnon (1968 b, pág. 151); sobre las aldeas periféricas (1968 b, pág. 114). La cita siguiente corresponde a Lizot (1971, páginas 34-35). Véase Neel y Weiss (1975) y Chagnon (1975). Con respecto a la historia de los contactos de los yanomamo con los europeos, véase Smole (1976). La cita anterior corresponde a Chagnon (1968, pág. 33). Debo mucho a Daniel Gross (1975), Eric Ross (1976) y Jane Ross (1971) en lo que respecta a la discusión sobre las proteínas animales en el bosque tropical. La fuente que he utilizado con respecto a las proteínas animales en Estados Unidos es Pimental y otros (1975, pág. 754). La cita pertenece a Smole (1976, página 175). La historia de Helena Valero aparece en Blocca (1970). Véase también Siskind (1973).
Con respecto a una exhumación, véase Reed (1975). Para los intentos de demostrar que la subordinación de las mujeres ha sido excesivamente exagerada, véase Friedl (1967), Sweet (1967), Lamphere (1975), Hoffer (1975) y Reiter (1975). Para los ataques furiosos de los miembros del sexo masculino, véase Kaberry (1970) y Linton (1973). Las estadísticas de Murdock se refieren a la versión en tarjetas perforadas de computación del Ethnographic Atlas. Véase también Murdock (1967). E1 trabajo de referencias acerca del parentesco y el matrimonio es Murdock (1949). Para los nagovisi, véase Nash (1974). E1 término «dote» a veces también se aplica a la parte de herencia paterna que una mujer recibe al contraer matrimonio. Esto debería llamarse herencia anticipada en lugar de dote. Véase Lévi-Strauss (1969). Con respecto a otras instituciones asimétricas, véase la introducción de Rosaldo y Lamphere (1974) y Friedl (1975). Para la guerra entre los iroqueses, me he basado en Scheele 1950) y Morgan (1962). Con respecto a la matrilocalidad y la guerra externa, véase Divale (1975) y Divale y otros (1976). La cita sobre el matrimonio iroqués pertenece a Morgan (1962, pág. 325). Con respecto a las mujeres iroquesas, véase Brown (1975). Sobre los pastores, véase Salzman (1971). La feminista errante ha sido citada por Scheele (1950, pág. 48). La cita siguiente pertenece a Morgan (1962, pág. 324). La siguiente, a Brown (1975, págs. 240-41). Con respecto al complejo de Edipo, véase Hall y Lindzey (1967), Barnouw (1973) y Malinowski (1927). Para un excelente ejemplo de las prioridades causales invertidas del freudismo, véase Walsh y Scandalis (1975).
Agradezco a Morton Fried (véase especialmente Fried, 1967) y a Barbara Price (especialmente Price, 1977) su prolongada colaboración en la reflexión sobre el origen del estado. Para una discusión en la que los estados prístinos pudieron desarrollarse, véase Webb (1975). La redistribución como forma de intercambio fue originalmente definida por el economista Karl Polanyi e incorporada a la antropología por Polanyi y otros (1957). Marshall Sahlins (1958) fue el primero en hacer ver la relación entre redistribución y estratificación social. Para las citas sobre los mumis, véase Oliver (1955, págs. 439, 411, 399, 421). Con respecto a los «grandes hombres» kaoka, véase Hogbin (1964). Para los trobriandeses, véase Malinowski (1920, 1922, 1935) y Uberoi (1962). Para una comparación entre las culturas cherokee y la europea del neolítico, véase Renfrew (1973). Las citas sobre los bunyoro corresponden a Beattie (1960, páginas 34, 36). Mi escenario para la evolución de los estados prístinos se basa en Carneiro (1970), pero rechaza la circunscripción «social» como alternativa de la circunscripción ecológica. El escenario de Webb (1975) es el más próximo al mío. Para los cálculos de población, véase Butzer (1976) y Sanders (1972). Con respecto a la discusión matrilineal, véase Briffault (1963). Con respecto a las «señoras gordas», véase Renfrew (1973).
Para los ejemplos sobre el enfoque romántico, véase Morely y Brainerd (1956), Thompson (1954), Coe (1968) y Covarrubias (1957). Para los datos básicos sobre la prehistoria mesoamericana, me he basado en Willey (1966) y Weaver (1972). Mis interpretaciones ecológicas no habrían sido posibles sin la síntesis propuesta por William Sanders y Barbara Price (1968). Véase también Grennes-Ravitz y Coleman (1966) y Hammond (1974). Para los cálculos sobre la población maya, véase Haviland (1969), Sanders (1972) y Cook (1972). Sobre la teoría de los intercambios comerciales del estado maya, véase Rathje (1971) y para su refutación, véase Price (1977). El estudio de Lundell (1937) sobre el Petén sigue siendo el mejor de que disponemos. Para las primeras colonias mayas, véase Gifford (1972) y Grove y otros (1976). Para la agricultura de poda y quema, véase Cowgill (1962), Boserup (1965), Meggers y otros (1973) y Conklin (1963). Para el pueblo que se alimenta de productos que aparecen en los bosques, véase Condominas (1957). Véase también Puleston (1974), Turner (1974) y Cook (1972). En lo que se refiere a los Brosimun alicastrum, véase Puleston y Puleston (1971). Véase también Mathenay (1976). Para la caída de los mayas, véase Culbert (1973). Para la aparición de Teotihuacán, véase Sanders (1972) y Sanders y Price (1968). Véase Millón (1973), aunque es preferible ignorar su ataque histérico contra los ecologistas. Para las chinampas, véase Palerm (1967). Con respecto a las pautas demográficas del Valle de México, véase Parson y Blanton (1969).
Michael Harner es el único autor que merece la fama (o la responsabilidad) por el descubrimiento (o redescubrimiento) del canibalismo azteca y por la explicación que ofrezco en este capítulo sobre el tema. Véase Harne (1975, 1977 a, b). Sin embargo, he recurrido independientemente a las fuentes originales, especialmente a Díaz (1956, págs. 217-220), fray Bernardino de Sahagún (1950, págs. 4, 589), Duran (1964, pág. 121) y Tapia (1971). Para la ingestión de corazones por los iroqueses, véase Scheele (1950, pág. 101). Con respecto al canibalismo precolombino, véase Flinn y otros (1976). Para una síntesis del relato de Staden véase Métraux (1954).
El jesuita misionero era Le Mercier, en Thwaites (1959, volumen 13, págs. 59-79). Véase también Sagan (1974). Para la riqueza de la carne humana, véase Dornstreich y Morren (1974). Véase también Cook (1946), Díaz (1965, página 119), Tapia (1971, pág. 583), Soustelle (1962, pág. 101), Cook (1946, pág. 283), De Sahagún (1950, págs. 24, 29) y Duran (1964, pág. 122).
Para los análisis sobre el canibalismo en el Viejo Mundo, véase Tannahill (1975) y Sagan (1974). Me he basado en la síntesis sobre los sacrificios humanos de la Encyclopedia of Religion and Ethics, de Hastings (1921). Véase también Lévi (1966), Rosengarten (1966) y Yerkes (1952). Para el «culto de la cabeza cortada», véase Piggott (1965, página 230); para los druidas, véase Piggott (1975). Véase también Gelb (1973). Las citas corresponden a Hastings (1921). Véase también W. Smith (1956), Schneider (1957), y Dyson-Hudson y Dyson-Hudson (1969). La cita pertenece a Smíth (1956). Véase mi relato sobre los acontecimientos que rodearon la última cena en Harris (1974). Con respecto a los animales «despreciables», véase Tannahill (1975, pág. 84). Las palabras de Hammurabi corresponden a Driver y Miles (1955, págs. 7-13). Véase Mencio (1970, págs. 483, 135-136). Sobre los incas, véase Rowe (1947) y Mason (1957). Véase también Pires-Ferreira (1976).
Los datos sobre la productividad de las plantas frente a la de los animales corresponden al Consejo Nacional de Investigación (1975, pág, III y ss.). Para una discusión de la función dietética de las proteínas, véase Taylor y Pye (1966) y FAO/WHO (1973). Con respecto a la eficacia y la fisiología del cerdo, véase Consejo Nacional de Investigación (1975), Pond y Manes (1974) y Mount (1978). En lo que se refiere a las pruebas arqueológicas sobre el cerdo domesticado, véase Epstein (1971, vol. II, págs. 349-350), Ducos (1969) y Zeuner (1963). Para una teoría general acerca de los tabúes sobre los animales de caza, véase E. Ross (1976). Véase Zeuner (1963, págs. 134-135), Whyte (1961, págs. 69-76) y Reifenberg (1955) para el impacto producido en el medio ambiente por la intensificación en Oriente Medio. Para una crítica de la teoría del cerdo, véase Alland (1974, pág. 67). En lo que respecta al cerdo en Egipto, véase Epstein (1971, pág. 342); en Mesopotamia, véase Epstein (1971, pág. 354) y Hawkes (1973, pág. 101). Con respecto al problema de la sal y los sedimentos, véase Whyte (1971) y Jacobsen y Adams (1958). Para la intensificación en la Mesopotamia primitiva, véase Young (1972).