—Te veo… no sé… distinta. Espero que estés bien y que, sean cuales sean los problemas que tengas con el señor Millonetis, puedas hablarlo conmigo. Y que sepas que yo no pretendo provocarlo, aunque, la verdad, con él es como pescar en una pecera. Mira, Ana, si algo va mal, cuéntamelo. No te voy a juzgar. Procuraré entenderlo.
Contengo las lágrimas.
—Ay, Kate… —La abrazo—. Creo que me he enamorado de él de verdad.
—Ana, eso lo ve cualquiera. Y él se ha enamorado de ti. Está loco por ti. No te quita los ojos de encima.
Río tímidamente.
—¿Tú crees?
—¿No te lo ha dicho?
—No con tantas palabras.
—¿Se lo has dicho tú?
—No con tantas palabras.
Me encojo de hombros, como disculpándome.
—¡Ana! Uno de los dos tiene que dar el primer paso, si no nunca llegaréis a ninguna parte.
¿Qué, que le diga lo que siento?
—Me da miedo espantarlo.
—¿Y cómo sabes que él no siente lo mismo?
—¿Christian, miedo? No me lo imagino asustado de nada.
Pero, mientras lo digo, me lo imagino de niño. Quizá el miedo fuera lo único que conocía entonces. Solo de pensarlo, se me encoge el corazón de pena.
Kate me observa con los labios y los ojos fruncidos, como mi subconsciente… solo le faltan las gafas de media luna.
—Os hace falta sentaros a charlar.
—No hemos hablado mucho últimamente.
Me sonrojo. Otras cosas sí. Comunicación no verbal, y no ha estado nada mal. Bueno, ha estado más que bien.
Sonríe.
—¡Por el sexo! Si eso va bien, tienes media batalla ganada, Ana. Voy a buscar algo de comida china. ¿Lo tienes ya todo listo para el viaje?
—Casi. Aún nos quedan un par de horas o así.
—No… vuelvo dentro de veinte minutos.
Coge la cazadora y se va; se olvida de cerrar la puerta. La cierro y me voy a mi cuarto, rumiando sus palabras.
¿Tiene miedo Christian de lo que siente por mí? ¿Siente algo por mí? Parece muy entusiasmado, dice que soy suya… pero eso forma parte de su yo dominante y obsesivo que debe tenerlo y poseerlo todo, seguro. Me doy cuenta de que, mientras esté fuera, tendré que repasar todas nuestras conversaciones y ver si puedo detectar algún indicio claro.
«Yo también te voy a echar de menos. Más de lo que imaginas.» «Me tienes completamente hechizado.»
Niego con la cabeza. No quiero pensar en eso ahora. La BlackBerry se está cargando, así que no la he mirado en toda la tarde. Me acerco con cautela y me desilusiona ver que no hay mensajes. Enciendo el cacharro infernal y tampoco hay mensajes. Es la misma dirección de e-mail, Ana, me dice mi subconsciente poniéndome los ojos en blanco y, por primera vez, entiendo por qué Christian quiere darme unos azotes cada vez que lo hago.
Vale. Bueno, pues le escribo un correo yo.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 18:49.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Entrevistas.
Querido señor:
Las entrevistas de hoy han ido bien.
He pensado que igual te interesaba.
¿Qué tal tu día?
Ana.
Me siento y miro furiosa la pantalla. Las respuestas de Christian suelen ser instantáneas. Espero y espero, y por fin oigo el tono de mensaje entrante.
De:
Christian Grey.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:03.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Mi día.
Querida señorita Steele:
Todo lo que hace me interesa. Es la mujer más fascinante que conozco.
Me alegro de que sus entrevistas hayan ido bien.
Mi mañana ha superado todas mis expectativas.
Mi tarde, en comparación, ha sido de lo más aburrida.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:05.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Mañana maravillosa.
Querido señor:
También la mañana ha sido extraordinaria para mí, aunque te hayas mostrado raro después del impecable polvo sobre el escritorio. No creas que no me he dado cuenta.
Gracias por el desayuno. O gracias a la señora Jones.
Me gustaría hacerte algunas preguntas sobre ella (sin que vuelvas a ponerte raro conmigo).
Ana.
Titubeo antes de pulsar la tecla de envío y me tranquiliza pensar que mañana a estas horas estaré en la otra punta del continente.
De:
Christian Grey.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:10.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
¿Tú en una editorial?
Anastasia:
«Ponerse raro» no es una forma verbal aceptable y no debería usarla alguien que quiere entrar en el mundo editorial.
¿Impecable? ¿Comparado con qué, dime, por favor? ¿Y qué es lo que quieres preguntarme de la señora Jones? Me tienes intrigado.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:17.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Tú y la señora Jones.
Querido señor:
La lengua evoluciona y avanza. Es algo vivo. No está encerrada en una torre de marfil, rodeada de carísimas obras de arte, con vistas a casi todo Seattle y con un helipuerto en la azotea.
Impecable en comparación con las otras veces que hemos… ¿cómo lo llamas tú…?, ah, sí, follado. De hecho, los polvos han sido todos impecables, punto, en mi modesta opinión,… pero, claro, como bien sabes, tengo una experiencia muy limitada.
¿La señora Jones es una ex sumisa tuya?
Ana.
Titubeo una vez más antes de darle a la tecla de envío, pero al final le doy.
De:
Christian Grey.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:22.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Lenguaje. ¡Esa boquita…!
Anastasia:
La señora Jones es una empleada muy valiosa. Nunca he mantenido con ella más relación que la profesional. No contrato a nadie con quien haya mantenido relaciones sexuales. Me sorprende que se te haya ocurrido algo así. La única persona con la que haría una excepción a esta norma eres tú, porque eres una joven brillante con notables aptitudes para la negociación. No obstante, como sigas utilizando semejante lenguaje, voy a tener que reconsiderar la posibilidad de incorporarte a mi plantilla. Me alegra que tengas una experiencia limitada. Tu experiencia seguirá estando limitada… solo a mí. Tomaré «impecable» como un cumplido… aunque contigo nunca sé si es eso lo que quieres decir o si el sarcasmo está hablando por ti, como de costumbre.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc., desde su torre de marfil.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:27.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Ni por todo el té de China.
Querido señor Grey:
Creo que ya le he manifestado mis reservas respecto a trabajar en su empresa. Mi opinión no ha cambiado, ni va a cambiar, ni cambiará, jamás. Ahora te tengo que dejar porque Kate ya ha vuelto con la cena. Mi sarcasmo y yo te deseamos buenas noches.
Me pondré en contacto contigo cuando esté en Georgia.
Ana.
De:
Christian Grey.
Fecha:
30 de mayo de 2011 19:29.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
¿Ni por el té Twinings English Breakfast?
Buenas noches, Anastasia.
Espero que tu sarcasmo y tú tengáis un buen vuelo.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Kate y yo paramos en la zona de estacionamiento frente a la terminal de salidas del Sea-Tac. Se inclina desde su asiento para abrazarme.
—Pásatelo bien en Barbados, Kate. Que tengas unas vacaciones maravillosas.
—Te veo a la vuelta. No dejes que Millonetis te amargue la existencia.
—No lo haré.
Nos abrazamos una vez más, y me quedo sola. Me dirijo a facturación y me pongo en la cola, esperando con mi equipaje de cabina. No me he molestado en coger una maleta, solo una elegante mochila que Ray me regaló por mi último cumpleaños.
—Billete, por favor.
El joven aburrido del otro lado del mostrador me tiende la mano sin mirarme siquiera.
Con idéntica desgana le entrego mi billete y el carnet de conducir como documento de identidad. Espero que me toque ventanilla, si es posible.
—Muy bien, señorita Steele. La han pasado a primera clase.
—¿Qué?
—Señora, si es tan amable, pase a la sala VIP y espere allí a que salga su vuelo.
Parece haber despertado y me sonríe como si yo fuera Santa Claus y el conejo de Pascua todo en uno.
—Tiene que haber algún error.
—No, no. —Vuelve a mirar la pantalla del ordenador—. Anastasia Steele: a primera clase —lee, y me dirige una sonrisa afectada.
Aghhh… Entorno los ojos. Me da mi tarjeta de embarque y me dirijo a la sala VIP, rezongando por lo bajo. Maldito Christian Grey, metomentodo controlador. ¿Es que no me puede dejar en paz?
Me han hecho la manicura, me han dado un masaje y me he tomado dos copas de champán. La sala VIP tiene muchas ventajas. Con cada sorbo de Moët, me siento un poco más inclinada a perdonar a Christian por su intervención. Abro el MacBook con la confianza de poner a prueba la teoría de que funciona en cualquier parte del planeta.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 21:53.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Detalles superextravagantes.
Querido señor Grey:
Lo que verdaderamente me alarma es cómo has sabido qué vuelo iba a coger.
Tu tendencia al acoso no conoce límites. Espero que el doctor Flynn haya vuelto de vacaciones.
Me han hecho la manicura, me han dado un masaje en la espalda y me he tomado dos copas de champán, una forma agradabilísima de empezar mis vacaciones.
Gracias.
Ana.
De:
Christian Grey.
Fecha:
30 de mayo de 2011 21:59.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
No se merecen.
Querida señorita Steele:
El doctor Flynn ha vuelto y tengo cita con él esta semana.
¿Quién le ha dado un masaje en la espalda?
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc., con amigos en los sitios adecuados.
¡Ajá! Hora de vengarse. Ya han llamado a nuestro vuelo, así que ahora podré contestarle desde el avión. Será más seguro. Estoy a punto de abrazarme de perversa alegría.
Hay muchísimo sitio en primera. Con un cóctel de champán en la mano, me instalo en el suntuoso asiento de cuero junto a la ventanilla mientras la cabina empieza a llenarse poco a poco. Llamo a Ray para decirle dónde estoy; una llamada compasivamente breve, porque es muy tarde para él.
—Te quiero, papá —susurro.
—Y yo a ti, Annie. Saluda a tu madre. Buenas noches.
—Buenas noches.
Cuelgo.
Ray está en buena forma. Miro mi Mac y, con el mismo regocijo infantil creciente, lo abro y entro en el programa de correo.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
30 de mayo de 2011 22:22.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Manos fuertes y capaces.
Querido señor:
Me ha dado un masaje en la espalda un joven muy agradable. Verdaderamente agradable. No me habría topado con Jean-Paul en la sala de embarque normal, así que te agradezco de nuevo el detalle.
No sé si me van a dejar mandar correos cuando hayamos despegado; además, necesito dormir para estar guapa, porque últimamente no he dormido mucho.
Dulces sueños, señor Grey… pienso en ti.
Ana.
Uf, cómo se va a enfadar… y estaré en el aire, lejos de su alcance. Le está bien empleado. Si hubiera estado en la sala de embarque normal, Jean-Paul no me habría puesto las manos encima. Era un joven muy agradable, de esos rubios y permanentemente bronceados; en serio, ¿quién puede estar bronceado en Seattle? Qué absurdo. Creo que era gay, pero eso me lo guardo para mí. Me quedo mirando el correo. Kate tiene razón. Con él, es como pescar en una pecera. Mi subconsciente me mira con la boca espantosamente torcida: ¿en serio quieres provocarlo? ¡Lo que ha hecho es un detallazo, lo sabes! Le importas y quiere que viajes por todo lo alto. Sí, pero me lo podía haber preguntado, o habérmelo dicho, y no hacerme quedar como una auténtica lela en el mostrador de facturación. Pulso la tecla de envío y espero, sintiéndome una niña muy mala.