Códex 10 es el indicativo utilizado por los servicios de investigación en el cuerpo de los Mossos d’Esquadra.
El sargento Francesc Montagut, Monty, es el encargado de dirigir las pesquisas de este grupo y el hilo conductor de los relatos que componen este volumen. Cada uno de ellos consigue sumergir al lector en el mundo tan real y cercano que componen miles de personas que se dedican a garantizar la seguridad ciudadana y el orden público.
Policías, delincuentes, víctimas y testigos conforman este universo que a menudo pasa desapercibido para el ciudadano de a pie y que, de llegar a romperse su delicado equilibrio, resultaría en un auténtico caos social.
Los casos a los que se enfrenta el sargento Montagut y sus hombres en estas páginas están circunscritos en un territorio del norte de Catalunya, la comarca del Alt Empordà, e inspirados en sucesos reales, así como algunos de los personajes que aparecen también se basan en personas que existen en realidad.
Eduard Pascual
Codex 10
ePUB v1.0
NitoStrad17.06.13
Título original:
Codex 10
Autor: Eduard Pascual
Fecha de publicación del original: marzo 2009
Editor original: NitoStrad (v1.0)
ePub base v2.0
A la memoria del sargento
Fransesc Minobis
Xavier Coma, en su
Diccionario de la novela negra norteamericana
, define al
Police Procedural
como «subgénero relativo al protagonismo de personajes encuadrados en las fuerzas policiales, con especial referencia a los procedimientos de las mismas». Durante mucho tiempo tanto en la novela de intriga —desde Sherlock Holrnes a Lord Peter Wimse y pasando por Poirot o Miss Marple— no había mucho policía protagonista y, al principio de lo que se ha dado en llamar el género Scotland Yard, la policía no es ni mítica ni eficaz. A sus inspectores había que explicárselo todo y, en demasiadas ocasiones, dos veces por lo menos.
En los inicios de la novela negra, en las páginas de
Black Mask, Dime Detective
u otras publicaciones populares, si se hablaba de la policía era para denunciar los distintos grados de venalidad, brutalidad y corrupción, no importaba si era de Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Habría de pasar mucha agua bajo los puentes de Brooklyn o el Golden Gate para que la policía se convirtiera en protagonista. En 1956, Ed McBain (uno de los seudónimos de Salvatore Lombino) crea una ciudad, Isola, y sitúa allí el Distrito 87 y su comisaría.
Cop Hater
(
Odio
) era el inicio de una saga de novelas donde un colectivo de policías nos describe los procedimientos de la actuación policial en su lucha contra el crimen.
Canción triste de Hill Street
y su Teniente Furillo, debe mucho a la Comisaría 87 y su detective Carella. El éxito de los libros tanto como el de la serie de televisión abriría el camino a otros autores como John Ball, Joseph Wambaugh, Hylary Waugh o Howard Fast, bajo el seudónimo de E.V. Cunningham.
En España, con Franco, no podía haber
Police Procedural
. El único procedimiento que utilizaba la policía española era la amenaza y la tortura. Su poder era omnímodo y total. En una España feliz, y en «paz», los únicos delincuentes eran aquellos que militaban en la conspiración judeomasónica y el marxismo separatista e internacional. Los otros delincuentes, los de sangre y asesinatos con azadas o hachas, orinales o matarratas, eran los que salían en
El caso
: gente retrasada y de bajos instintos: arrioperos, jarabos… No era posible hacer novelas cuyos protagonistas fueran remedo de los míticos —las pesadillas también pueden ser mitos. Creix, el bruto y torpe Jacinto López Acosta o el incombustible y cínico Manuel Ballesteros fueron connotados miembros de la Brigada Político Social, torturadores todos. Cierto: estaba Manuel González, el jefe de la Policía Municipal de Tomelloso, más conocido por Plinio; pero, a pesar de que don Lotario le ayudara, no había mucho que rascar. Sin embargo, tuvo todo nuestro cariño de lectores intuyendo lo que pudo haber sido y no fue.
Llegó la democracia, pero pasaría mucho tiempo hasta acostumbrarnos a que no nos temblaran las piernas cuando nos pedían la documentación. Y todavía pasaría más hasta que los policías o guardias civiles pudieran protagonizar, en clave positiva, una saga de novelas o de series de televisión. De hecho,
Prótesis
—la excelente novela que Andreu Martín publica en 1980— la coprotagoniza un ex policía, El Gallego, pero sigue siendo un personaje brutal y despótico. Será a partir de 1995 cuando la inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón inicien la primera saga protagonizada por un policía, una policía en este caso. Y su aceptación por los lectores suponía lo que ya estaba ocurriendo en la calle: el olvido de aquella policía dictatorial y la aceptación de una policía respetuosa con la Constitución. Tres años después, en 1998, Lorenzo Silva creaba otra pareja de la Guardia Civil, pero esta vez sin tricornio, sin naranjero, que sabía lo que es el ADN y con ordenador. A pesar de que en ambos casos eran novelas con policías como protagonistas, no se trataba de novelas policíacas. Eran individualidades protagonizando investigaciones, en la mejor tradición de sus antecedentes europeos: Martín Beck, Adam Dalgliesh, etc.
A estas alturas, seguíamos sin tener noticias del
Police Procedural
en nuestro país. Juan Madrid y su
Brigada Central
se aproximaron bastante, pero primero fue la serie y después los libros. ¿Por qué en la televisión sí hemos encontrado los modos y procedimientos de los cuerpos policiales pero nos faltaba la palabra escrita?
Para dar respuesta a esta pregunta, aparece
Códex 10
, un conjunto de relatos que eran y son necesarios. Nos faltaban novelas de policías, del conjunto de ellos. Sabemos poco, de la realidad cotidiana de los agentes. Son siempre noticia cuando lo hacen mal por error o por corrupción, pero sabemos poco de su trabajo cotidiano, del día a día, de cómo se organizan y cómo actúan. Los relatos que conforman este libro nos acercan a una realidad que normalmente desconocemos. Decía Donna Leon que sólo conocemos los policías a través de la imagen o de la palabra impresa, de los clichés que nos han ido creando. Y mejor así, porque cuando se tiene relación con la policía, o bien se es una víctima de un delito o bien se es el culpable.
Códex 10
se lee como una novela. Y es una novela, con un protagonista coral y colectivo. Qué hay de realidad o ficción, qué parte se debe a la información que Eduard Pascual tiene y qué parte a su imaginación, eso lo decidirá usted, querido lector.
Ya era hora que alguien iniciara las novelas de procedimiento en nuestro país. Y que lo hiciera bien.
Tiene en sus manos la prueba palpable de que hay un nuevo autor en la narrativa negrocriminal en castellano. Y cuando finalice su lectura estará de acuerdo en que es un nuevo autor que ha venido para quedarse.
P
ACO
C
AMARASA
«Un policía debe ser una mezcla de todos los hombres: un santo y un pecador, un golfo y un Dios.»
R
ICARDO
M
AGAZ
«Hay más vida en una novela negra que en mil páginas de Marcel Proust.»
R
AFAEL
E
SCUREDO
S
i el título de este libro le ha atraído hasta esta página, lo primero que le sorprenderá, amigo lector, tal vez sea descubrir que esta obra no tiene nada que ver con caballeros templarios ni con logias secretas de la antigüedad. Espero que esa sorpresa inicial se transforme en grata comunión entre los dos protagonistas reales de este libro: el autor y el lector.
Códex 10 es el indicativo utilizado por los servicios de investigación en el cuerpo de la
Policia de la Generalitat-Mossos d’Esquadra
, y ése es el verdadero motivo de que luzca en la portada de este recopilatorio de historias policiales que está a punto de leer.
Los relatos que descubrirá en estas páginas le invitarán a sumergirse en un mundo tan real y cercano como lo es el de la vida cotidiana de miles de personas que se dedican a garantizar la seguridad ciudadana y el orden público. Espero de todo corazón que sea usted absorbido por una sociedad fascinante formada por policías, delincuentes, víctimas y testigos que nada tienen que ver con todo esto. Todos ellos viven a su lado, son sus vecinos y usted, quizá, no se haya dado cuenta.
Los casos a los que se enfrentan el sargento Montagut y sus hombres en estas páginas están circunscritos a un territorio del norte de Cataluña, la comarca del Alt Empordà, y rodeados de una utópica forma de trabajar en una policía moderna, rescatada de las garras del tiempo en la historia de España.
Quiere la providencia que el sargento Montagut sea el único personaje con un referente real aparecido en este ajuste de cuentas que tiene lugar en el oscuro callejón entre la realidad y la ficción.
Cuando me propuse escribir este libro de cuentos policiales, lo hice bajo dos premisas, a saber: no contar toda la verdad y conseguir que el sargento Minobis pudiera vivir en la mente de los lectores como lo hace en mi corazón y en el de todos los que tuvieron el placer de servir a sus órdenes. Sé que he conseguido ejecutar con mano dura la poca realidad que existe en cada relato, sólo espero no haber fallado en la sensible tarea de inmortalizar a uno de los policías más emblemáticos que ha tenido el cuerpo de Mossos d’Esquadra.
El lector curioso puede bucear en el mar de los sargazos digitales a la búsqueda de esas porciones de realidad velada que se esconden entre estos cuadriláteros blancos de la segunda dimensión.
Le dejo a usted, amigo lector, la increíble aventura de dilucidar dónde está la frontera entre lo que ocurrió en las rachas de tramontana y lo que impidió dormir a este surgente escritor hasta que la última página fue escrita.
E
DUARD
P
ASCUAL
Relato galardonado en el
V Concurs de Contes de la Policia
de la Generalitat-Mossos d’Esquadra
el 23 de abril de 2003
D
ecidí que la criatura se llamaría Julia un instante después de advertir que aún respiraba. Julia, como mi compañera de patrulla, quien había tomado al bebé de mis brazos en cuanto conseguí sacarla de un contenedor de vidrio al pie del museo Dalí de Figueres. Era una niña recién nacida. Dimos gracias a Dios por no estar en invierno.
La noche estaba adornada de estrellas, pero la tramontana hacía días que mantenía su enfado con la población y soplaba fuertemente en el Empordà. El servicio había estado muy tranquilo desde su inicio a las diez de la noche. El aburrimiento pesaba en nuestra rutina diaria de patrulla cuando Julia oyó un pequeño grito al pasar por la calle bajo el museo. Yo no oí nada, pero confiaba plenamente en sus siempre acertadas intuiciones. Decidí detener el vehículo sobre la acera para echar un vistazo rápido por las inmediaciones de El Burladero, una taberna llena de colores ambientada en la fiesta nacional que en ese momento estaba cerrada al público. La verdad es que ambos imaginamos un nuevo caso de sobredosis en aquel viejo rincón de la ciudad; zona marginal con antiguas casas de putas ahora en ruinas que servían de escondite y vivienda a ilegales magrebíes.