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Authors: Edmond Rostand

Tags: #Drama, #Teatro

Cyrano de Bergerac (2 page)

BOOK: Cyrano de Bergerac
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ESCENA II

Los mismos, C
RISTIÁN
, L
IGNIÈRE
; después, R
AGUENEAU
y L
E
B
RET
.

C
UIGY
.— ¡Lignière!

B
RISSAILLE
.—
(Riendo.)
¿Pero aún no estás borracho?

L
IGNIÈRE
.—
(En voz baja, a Cristián.)
¿Queréis que os presente?
(Asentimiento de Cristián.)
El barón de Neuvillette.

C
UIGY
.—
(Mientras saluda, dice a Brissaille:)
¡Buena figura la del joven!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.—
(Que lo ha oído.)
¡Bah!… ¡No tanto!…

L
IGNIÈRE
.—
(A Cristián.)
El señor de Cuigy. El señor de Brissaille.

C
RISTIÁN
.—
(Inclinándose.)
¡Encantado!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.—
(Al segundo.)
No está mal, pero no viste a la moda.

L
IGNIÈRE
.—
(A Cuigy.)
Mi amigo acaba de desembarcar en Turena.

C
RISTIÁN
.— Estoy en París hace veinte días y debo entrar mañana de cadete en los guardias.

P
RIMER
M
ARQUÉS
.—
(Mirando a las personas que entran en los aposentos.)
Allá veo a la presidenta d’Aubry que va a su sitio.

C
UIGY
.—
(Mostrando a Cristián la sala, que va llenándose.)
¡Cuánta gente!

C
RISTIÁN
.— ¡Sí, mucha…!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— De París lo más selecto.

(Va nombrando a las mujeres conforme entran, lujosamente vestidas, en los palcos. Envío de saludos y risas.)

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— Señoras de Guéménée…

C
UIGY
.— De Bois-Dauphin…

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— Cuyos ojos negros de amor nos abrasan.

B
RISSAILLE
.— De Chavigny…

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— Que con frío desden quiere apagar nuestro amante fuego.

L
IGNIÈRE
.— ¡Calle! ¿Ha vuelto ya de Ruan el señor de Corneille?

E
L
J
OVEN
.—
(A su padre.)
Creo que está toda la Academia.

E
L
B
URGUÉS
.— Aquí he visto a más de un miembro: Boudu, Boissat, Colomby… y otros, que aunque no recuerdo su nombre, la fama les hará inmortal… ¡Qué hermoso es esto!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— ¡Atención! Nuestras preciosas damas llegan a ocupar sus puestos. Bartenoida, Urimedonte, Casandra, Cloris…

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— ¡Qué bellos apodos! Marqués, ¿los sabéis todos?

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— Todos, marqués.

L
IGNIÈRE
.—
(Llevando a parte a Cristián.)
Puesto que si entré aquí, amigo mío, fue sólo por complaceros y no viene vuestra dama a mis vicios yo me vuelvo.

C
RISTIÁN
.—
(Suplicante.)
¡No! Por vos anda metida la corte en coplas y versos; quedaos: ¿me diréis el nombre de aquella por quien estoy muriendo de amor?

P
RIMER
V
IOLIN
.—
(Golpeando en el atril con su arco.)
¡Prevenidos!
(Levanta el arco.)

L
A
C
ANTINERA
.— ¡Pasteles!

C
RISTIÁN
.— Temo que sea coqueta y frívola… y…, vamos…, ¡que no me atrevo a hablarle!… El lenguaje en uso me turba…, me falta ingenio… Sólo soy un tímido soldado… Allí en aquel aposento, se la ve siempre… Hacia el fondo.
(Señalando el aposento del foro, derecha.)

L
IGNIÈRE
.—
(Haciendo que se va.)
Me voy.

C
RISTIÁN
.—
(Reteniéndole.)
¡Quedaos, por favor!… ¡os lo suplico!

L
IGNIÈRE
.— No puedo. El señor de Assoucy me espera en la taberna. Aquí me muero de sed.

L
A
C
ANTINERA
.—
(Pasando delante de él con una bandeja.)
¿Qué queréis?… ¿Leche, naranjada?

L
IGNIÈRE
.— ¡Puaf!… ¡qué asco!

L
A
C
ANTINERA
.— ¿Y qué os parece un rivasalta?

L
IGNIÈRE
.—
(A Cristián.)
Me quedo un rato más. ¡Vamos a probar ese rivasalta!

(Se sienta junto al mostrador mientras la cantinera le sirve. Gritos entre el público al aparecer un hombrecillo regordete y risueño.)

V
OCES
.— ¡Ragueneau! ¡Ragueneau!

L
IGNIÈRE
.—
(A Cristián.)
¡Es el gran pastelero Ragueneau!

R
AGUENEAU
.—
(Vestido de pastelero endomingado, se dirige resueltamente a Lignière.)
¿Habéis visto al gran Cyrano?

L
IGNIÈRE
.—
(Presentándolo a Cristián.)
Os presento al pastelero de los comediantes y de los poetas.

R
AGUENEAU
.—
(Confundido.)
¡Es demasiado honor para mí!

L
IGNIÈRE
.— ¡Un gran Mecenas!

R
AGUENEAU
.— No tanto. Esos caballeros se dignan honrar mi casa sirviéndose de ella…

L
IGNIÈRE
.— ¡A crédito, claro está! Además, Ragueneau es poeta de talento.

R
AGUENEAU
.— Eso dicen ellos.

L
IGNIÈRE
.— Los versos son su perdición. Es capaz de dar un pastel por un pequeño poema.

R
AGUENEAU
.— ¡Oh, no! Si el poema es pequeño… ¡un pastelillo solamente!

L
IGNIÈRE
.— Como podéis apreciar, es ingenioso aunque se excuse. ¿Y qué dais por una letrilla?

R
AGUENEAU
.—
(Un poco avergonzado.)
Un bollo.

L
IGNIÈRE
.— Sí… ¡pero un bollo de crema! Y el teatro ¿os gusta?

R
AGUENEAU
.— ¡Me apasiona!

L
IGNIÈRE
.—
(Volviéndose a Cristián.)
Aquí donde le veis, paga con dulces las entradas de teatro. ¿Cuántos os ha costado, si puede saberse, el hallaros hoy entre nosotros?

R
AGUENEAU
.— Cuatro flanes y quince suizos.
(Mirando a todas partes.)
¿Cyrano no ha llegado todavía? Me extraña mucho.

L
IGNIÈRE
.— ¿Por qué?

R
AGUENEAU
.— Porque Montfleury actúa.

L
IGNIÈRE
.— Estáis en lo cierto: ese tonel interpretará para nosotros esta noche el papel de Fedón. Pero ¿qué le importa eso a Cyrano?

R
AGUENEAU
.— ¡Ah! ¿Ignoráis lo que sucede? Odia a Montfleury y le ha prohibido salir a escena durante un mes.

L
IGNIÈRE
.—
(Que ya va por su cuarto vaso de rivasalta.)
¿Y…?

R
AGUENEAU
.— Pues que Montfleury saldrá a escena.

C
UIGY
.—
(Que se ha acercado al grupo.)
Cyrano no podrá impedirlo.

R
AGUENEAU
.— ¡Ya veremos lo que pasa!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— ¿Quién es ese Cyrano?

C
UIGY
.— Un diestro espadachín.

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— ¿Noble?

C
UIGY
.— Lo suficiente. Pertenece a la guardia de Cadetes.
(Señalando a un gentilhombre que da vueltas por la sala buscando a alguien.)
Su amigo Le Bret podrá deciros más.
(Le llama.)
¡Le Bret! ¡Le Bret!
(Le Bret desciende hacia ellos.)
¿Buscáis al señor de Bergerac?

L
E
B
RET
.— Sí, estoy preocupado.

C
UIGY
.— Decía a mis amigos que Cyrano no es un hombre vulgar. ¿Qué opináis vos?

L
E
B
RET
.—
(Entusiasmado.)
Que es el ser más exquisito de la tierra.

R
AGUENEAU
.— ¡Un poeta genial!

L
IGNIÈRE
.— ¡Un gran espadachín!

B
RISSAILLE
.— ¡Cultiva la Física!

L
E
B
RET
.— ¡Ama apasionadamente la música!

L
IGNIÈRE
.— ¿Y qué me decís de su extravagante aspecto?

R
AGUENEAU
.— No creo que un pintor solemne como Felipe de Champagne lo refleje en sus lienzos. Pero su aire extraño, grotesco, extravagante y ridículo hubiera podido inspirar al genial Callot, el consumado espadachín de sus mascaradas: sombrero de tres plumas, jubón con seis faldones y capa que, por detrás, levanta con orgullo el estoque como cola de insolente gallo. Es más fiero que todos los Artabanes que la Gascuña trajo al mundo. Sobre su golilla, cual la de Polichinela, cae una nariz… ¡Y qué nariz, señores, qué nariz!… Al ver pasar tamaño narigudo uno exclama: «No, no es posible… Por favor, ¡esto pasa de la raya!», pensando que no es más que una broma, que se trata de una careta y se la quitará al instante… Pero Cyrano no se la quitará nunca.

L
E
B
RET
.—
(Bajando la cabeza.)
No puede… ¡Y desgraciado de aquél que se quede mirándola!

R
AGUENEAU
.—
(Con vigor.)
¡Su espada es la guadaña de la muerte!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.—
(Encogiéndose de hombros.)
¡Bah!, seguro que no viene.

R
AGUENEAU
.— ¡Sí vendrá! ¡No faltaba más! Apuesto un pollo a la Ragueneau.

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— ¡Sea!
(Riendo.)

(Rumor de admiración en la sala. Roxana acaba de presentarse en su aposento, y se sienta en la derecha. Con ella viene la dueña, que toma asiento en el fondo. Cristián, ocupado en pagar a la cantinera, no repara en Roxana.)

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.—
(Vivamente.)
¡Mirad caballeros, semejante belleza!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— Un melocotón sonriendo con una fresa por labios.

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— ¡Y tan… fresca!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— Si de lejos no la miráis, se os resfría el corazón sin remedio.

C
RISTIÁN
.—
(Levanta la cabeza, y, al ver a Roxana, coge vivamente del brazo a Lignière.)
¡Es ella!

L
IGNIÈRE
.—
(Mirando.)
¿Es ésa?

C
RISTIÁN
.— ¡Sí! ¡Pronto! ¡Su nombre, por Dios!… Yo tiemblo.

L
IGNIÈRE
.—
(Bebiendo lentamente.)
Es Magdalena Robin, llamada Roxana.

C
RISTIÁN
.— ¡Oh cielo!

L
IGNIÈRE
.— Exquisita, delicada…

C
RISTIÁN
.— Pero…

L
IGNIÈRE
.— Libre como el viento. Es huérfana, y prima de Cyrano.

(En este momento entra en el palco de Roxana y habla un momento con ella, sin sentarse, un elegante caballero que ostenta el cordón azul.)

C
RISTIÁN
.—
(Con sobresalto.)
¿Y ese caballero?…

L
IGNIÈRE
.—
(Casi borracho, guiñando el ojo maliciosamente.)
¡Ah! El conde De Guiche. Sorbido el seso le tiene Roxana. Casado con la sobrina de Armando Richelieu… Empeño muestra en casar a Roxana con un cándido hidalgüelo, un tal vizconde de Valvert. Ella se resiste, pero De Guiche es poderoso y no han de faltarle medios con que obligar a Roxana a rendirse a sus deseos. Por mi parte ya he sacado a la luz tan ruines manejos en una canción que nunca me perdonará. Es sangriento el final… ¿Queréis oírlo?

(Se levanta tambaleando, con el vaso en alto, dispuesto a cantar.)

C
RISTIÁN
.— No, no… Adiós.

L
IGNIÈRE
.— ¿Y… adónde?

C
RISTIÁN
.— En busca de ese vizconde.

L
IGNIÈRE
.— Os va a matar; id con tiento.
(Mostrándole a Roxana con el rabillo del ojo.)
Y… quedaos, que ella os mira.

C
RISTIÁN
.— ¡Es verdad!

(Quedase contemplándola como extático. El grupo de rateros se le acerca viéndole en tal actitud.)

L
IGNIÈRE
.— Yo sí que os dejo. Tengo mucha sed y me aguardan en las tabernas.

(Sale haciendo eses.)

L
IGNIÈRE
.—
(Que ha dado la vuelta a la sala, volviendo al lado de Ragueneau.)
No veo a Cyrano.

R
AGUENEAU
.—
(Incrédulo.)
Sin embargo… puede aún…

L
E
B
RET
.— ¡Ojalá no haya visto los carteles!

(La sala comienza a impacientarse y se oyen gritos pidiendo que empiece la representación.)

ESCENA III

Los mismos, excepto L
IGNIÈRE
; D
E
G
UICHE
, V
ALVERT
, después M
ONTFLEURY
.

P
RIMER
M
ARQUÉS
.—
(Viendo que De Guiche, rodeado de aduladores entre los que se encuentra el vizconde de Valvert, baja del palco y atraviesa el patio.)
¡Muchos seguidores tiene ese De Guiche!

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— ¡Bah!… ¡Es un gascón!

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— Un gascón servil y frío que siempre llega donde se propone. Nos conviene saludarle.
(Se dirigen hacia De Guiche.)

S
EGUNDO
M
ARQUÉS
.— ¡Bellas cintas, querido conde! ¿De qué color son: «Bésame niña querida» o «Vientre de sapo»?

D
E
G
UICHE
.— Color de «Español enfermo».

P
RIMER
M
ARQUÉS
.— El color no miente, pues gracias a vuestro valor, el pabellón español retrocederá en Flandes.

D
E
G
UICHE
.— Yo subo a escena, ¿me acompañáis?
(Se dirige hacia las tablas seguido de los marqueses y gentilhombres. De pronto Se vuelve y llama:)
¡Valvert!

C
RISTIÁN
.—
(Que les ha escuchado y observado se estremece al oír este nombre.)
¡El vizconde!… ¡Ése es! ¡Le arrojaré al rostro mi…!
(Mete la mano en su bolsillo y encuentra en él la de un ratero. Se vuelve sorprendido.)
¿Qué es esto? Yo buscaba mi guante…
(Sin soltarle la mano.)

E
L
R
ATERO
.—
(Con sonrisa forzada.)
Y encontráis una mano, señor.
(Cambiando el tono que se vuelve confidencial.)
Si me soltáis, os confiaré un secreto.

C
RISTIÁN
.—
(Que sigue reteniéndole.)
¿Cuál?

E
L
R
ATERO
.— Vuestro amigo Lignière, que acaba de marcharse, va a morir. Una de sus canciones molestó a cierto noble, y esta noche le esperan cien hombres para…

C
RISTIÁN
.— ¿Quién es el autor de esa encerrona?

E
L
R
ATERO
.— No puedo decirlo. Discreción profesional.

C
RISTIÁN
.— ¿Dónde le esperan?

E
L
R
ATERO
.— En la puerta de Nesle, en el camino hacia su casa. ¡Prevenidle!

C
RISTIÁN
.—
(Que por fin le suelta.)
¿Dónde le encontraré?

E
L
R
ATERO
.— Id por los mesones «El lagar de oro», «Las dos antorchas», «El cinturón roto», «Los tres embudos»… Dejadle en cada sitio una nota de aviso.

C
RISTIÁN
.— ¡Ah, canallas!… ¡Cien hombres contra uno solo!…
(Mira amorosamente a Roxana.)
¡Tener que dejarla ahora!…
(Se vuelve airado hacia Valvert.)
¡Y a ése!… Pero es necesario salvar a Lignière.
(Sale corriendo.)

BOOK: Cyrano de Bergerac
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