Read Danza de espejos Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Danza de espejos (3 page)

BOOK: Danza de espejos
8.75Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

No. Había que tener pensamientos positivos. Ya se las arreglaría para manejar a Thorne. Siempre que pudiera evitar a la terrorífica Quinn, la guardaespaldas, la amante. Con ella sí se había encontrado frente a frente, en la Tierra, y la había engañado una vez, toda una mañana. Pero dos veces no, no lo creía posible. Por suerte Quinn estaba con el verdadero Naismith, pegada a él como con cola: él estaba a salvo. No habría viejas amantes en ese viaje.

Él nunca había tenido una amante, nunca. Tal vez no era justo culpar a Naismith por eso también. Durante los primeros veinte años de su vida, había sido prisionero, aunque no siempre se hubiera dado cuenta. Durante los últimos dos… Los últimos dos años habían sido un desastre continuo, pensó con amargura. Ésa era su última oportunidad. Se negaba a pensar en nada más adelante. No. Esto tenía que funcionar.

El piloto se movió a su lado y él abrió los ojos justo cuando la desaceleración lo comprimía contra el asiento. Estaban llegando al
Ariel
. La nave pasó de modelo a tamaño real. El crucero liviano construido en Illyria llevaba veinte tripulantes, más lugar para una supercarga y un escuadrón de comando. Mucho poder de fuego para su tamaño, un perfil de energía típico de las naves de guerra. Parecía rápido, casi lascivo. Una buena nave correo, una buena nave para salir corriendo a toda velocidad. Perfecta. A pesar de su malhumor, se le curvaron los labios mientras la estudiaba.
Ahora yo recibo y tú das, Naismith
.

El piloto, totalmente convencido de que llevaba al almirante, puso el vehivaina de personal en el muelle con un sonido suave, limpio. Una llegada impecable.

—¿Espero, señor?

—No. No voy a necesitarlo.

El piloto se apresuró a preparar los cierres mientras su pasajero se desabrochaba el cinturón y lo saludó militarmente con otra de esas estúpidas sonrisas de orgullo. Él le devolvió una sonrisa retorcida y otro saludo, luego se cogió a las agarraderas que quedaban sobre la compuerta y se balanceó para entrar en el campo de gravedad del
Ariel
.

Cayó limpiamente sobre los pies en una pequeña entrada de carga. Detrás de él, el piloto de la vehivaina ya estaba cerrando de nuevo la compuerta para volver a su nave de origen, probablemente la nave insignia
Triumph
. Él levantó la vista —la vista siempre arriba, siempre —hacia la cara Dendarii que lo esperaba, una cara que conocía sólo por haberla estudiado en holovídeo.

Bel Thorne, comandante de la nave, era un hermafrodita betano, una raza que había surgido a partir de un experimento temprano en genética humana e ingeniería social, que en lugar de solucionar los problemas había creado otra minoría. La cara sin barba de Thorne estaba enmarcada por un cabello suave y castaño, con un corte ambiguo que tanto podría llevar un hombre como una mujer. Tenía la chaqueta de oficial abierta y la camiseta negra que llevaba debajo se curvaba sobre pechos moderados aunque claramente femeninos. Los pantalones grises del uniforme de los Dendarii eran lo bastante holgados como para disimular el bulto recíproco en la entrepierna. Algunos se sentían terriblemente turbados frente a los hermafroditas. Él tuvo una sensación de alivio al ver que ese aspecto de Thorne sólo lo desconcertaba ligeramente.
Los clones que viven en casas de cristal no deberían arrojar la primera pied
… Lo que realmente le molestaba era esa mirada-Naismith radiante y sincera. Se le hizo un nudo en el estómago mientras devolvía el saludo militar.

—¡Bienvenido a bordo, señor! —La voz era aguda, vibrante de entusiasmo.

Estaba intentando una dura sonrisa cuando el hermafrodita dio un paso al frente y lo abrazó. El corazón le saltó en el pecho y estuvo a punto de soltar un grito y de rechazar el gesto con violencia. Soportó el abrazo sin ponerse rígido, dominándose mentalmente para recuperar la compostura y recordar las palabras que había planificado con tanto cuidado.
Supongo que no intentará besarme

El hermafrodita lo separó un poco, las manos sobre los hombros, pero no lo besó. Él respiró aliviado. Thorne inclinó la cabeza, con un rictus de preocupación en los labios.

—¿Qué te pasa, Miles?

Nombres de pila, ¿eh?

—Lo lamento, Bel. Estoy un poco cansado. ¿No podemos pasar directamente a la información preliminar?

—A mí me pareces
muy
cansado. ¿Quieres a toda la tripulación?

—No… tú puedes informarles después… si quieres… —Ése era el plan: cuanto menos contacto con los Dendarii, mejor.

—Entonces ven a mi camarote, a ver si levantas un poco los pies del suelo y tomas algo de té mientras hablamos.

Thorne lo siguió hacia el corredor. Como no sabía qué dirección tomar, se volvió y esperó con gesto amable a que Thorne pasara primero. Siguió al oficial Dendarii por un par de recodos y curvas y luego a un nivel más arriba. La arquitectura interna de la nave no era tan enredada como había imaginado. Anotó mentalmente la parte que habían recorrido. Naismith conocía bien el lugar.

El camarote de Thorne en el
Ariel
era una pequeña habitación ordenada, de soldado, que no revelaba mucho sobre la personalidad de su dueño, por lo menos con las puertas de los armarios cerradas. Pero Thorne abrió uno y dejó ver un juego de té antiguo de cerámica y un par de docenas de latas de varios tés de la Tierra y otros orígenes planetarios, todos protegidos de posibles rupturas con material espumoso.

—¿Cuál quieres? —preguntó, con la mano sobre las latas.

—El de siempre —contestó él, acomodándose en una silla sujeta al suelo junto a una mesita.

—Sí, claro. No sé para qué te pregunto. Cualquier día de estos voy a empezar a entrenarte para que no seas tan conservador.

Thorne le dirigió una extraña sonrisa sobre el hombro… ¿Tendría todo eso doble sentido? Después de un rato de manipular tazas y agua, le puso una taza de porcelana pintada a mano sobre la mesa. Él la levantó y bebió con cuidado mientras Thorne atornillaba otra silla a menos de un cuarto de giro alrededor de la mesa, sacaba una taza y se sentaba con un gruñido de satisfacción.

Él se tranquilizó con el gusto agradable —aunque algo astringente —de ese líquido de color ámbar. ¿Azúcar? No se atrevía a preguntar. Thorne no había sacado azúcar. Si Naismith hubiera usado azúcar, los Dendarii hubieran tenido un buen cargamento. ¿O acaso Thorne lo estaba probando? No, no. Sin azúcar, entonces.

Mercenarios que bebían té. El líquido no parecía venenoso, no parecía a tono con el arsenal de la pared: un par de bloqueadores, un agujalanzador, un arco de plasma, una ballesta brillante con un equipo de granadas en una bandolera. Thorne era excelente en lo suyo, se decía, y si era un buen soldado, a él le daba igual lo que bebiera.

—Estás en estudio, supongo. Esta vez nos has traído una buena, ¿eh? —lo acicateó Thorne un momento después.

—La misión, sí. —Esperaba que eso fuera lo que quería decir Thorne con lo del estudio. El hermafrodita levantó las cejas en una pregunta silenciosa—. Es un rescate. No el más grande que hayamos hecho, por supuesto… —Thorne se echó a reír, y él agregó —: Pero con complicaciones.

—No puede ser más complicado que Dagoola Cuatro. Vamos, dime de qué se trata.

Él se frotó los labios, gesto característico de Naismith.

—Vamos a entrar en el criadero de clones de la Casa Bharaputra, en Jackson's Whole. Vamos a limpiarlo.

Thorne se estaba cruzando de piernas, pero al oír sus palabras puso los dos pies en el suelo con brusquedad.

—¿A matarlos? —dijo con voz sorprendida.

—¿A los clones? No. ¡A rescatarlos! A todos.

—Ah, bueno… —Thorne parecía terriblemente aliviado—. De pronto he tenido una visión horrible. Después de todo son chicos, aunque sean clones.

—Exactamente. —Le apareció una sonrisa en los bordes de la boca, sorprendiéndolo—. Me… me alegro de que lo veas así.

—¿Y de qué otra forma lo iba a ver? —Thorne se encogió de hombros—. Ese negocio del trasplante de cerebro es la práctica más obscena de todo el catálogo de servicios sucios de Bharaputra. A menos que haya algo peor y todavía no lo sepamos, claro…

—Yo pienso lo mismo. —Se acomodó de nuevo, para ocultar su sorpresa ante esa aceptación instantánea de su plan. ¿Era sincero Thorne? Él conocía a fondo, como nadie, los horrores escondidos detrás del negocio de los clones en Jackson's Whole. Había vivido dentro de esos horrores. No esperaba que alguien que no compartía sus experiencias compartiera su juicio.

En sentido estricto, la especialidad de la Casa Bharaputra no era la clonación sino la inmortalidad o, por lo menos, la prolongación de la vida. Y era un negocio muy lucrativo porque ¿qué precio puede ponérsele a la vida propia? El más alto del mercado. El procedimiento que vendía Bharaputra era arriesgado desde el punto de vista médico, nada ideal, aceptado sólo ante un inminente riesgo de muerte por clientes con mucho dinero y ningún escrúpulo, y eran capaces de planificar el futuro con frialdad y mucha anticipación, eso tenía que admitirlo.

El plan era sencillo aunque el procedimiento quirúrgico en el que se basaba era extremadamente complejo. Se hacía crecer un clon a partir de una célula somática del cliente. Se gestaba el clon en un útero artificial y se lo llevaba a la madurez física en el criadero de Bharaputra, una especie de orfanato increíblemente bien equipado. Después de todo, los clones eran valiosos, y su salud y estado físico de suma importancia. Luego, cuando llegaba el momento, se los canibalizaba. En una operación que tenía un promedio de éxito de poco menos del ciento por ciento, el cerebro del progenitor del clon se trasplantaba de su cuerpo dañado o viejo a un duplicado que estaba en la primera juventud. El cerebro del clon se clasificaba como desperdicio quirúrgico.

El procedimiento era ilegal en todos los planetas del nexo de agujero de gusano, excepto en Jackson's Whole. Eso le parecía muy bien a las Casas criminales que dominaban el planeta: les daba un bonito monopolio, un negocio permanente con mucha práctica, y por lo tanto, equipos quirúrgicos excelentes y expertos. Por lo que él sabía, la actitud del resto de los planetas hacia todo eso era algo así como «ojos que no ven, corazón que no siente». La chispa de furia justiciera en los ojos de Thorne lo había conmovido a un nivel de dolor tan insensibilizado por el uso que ya casi no era consciente de él, y se sorprendió al darse cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar.
Seguramente es un truco
. Respiró hondo, otro gesto de Naismith.

Las cejas de Thorne se elevaron mientras pensaba.

—¿Estás seguro de que deberíamos llevar el
Ariel
? Por lo que sé, el barón Ryoval está vivo. Y el
Ariel
le va a llamar la atención, de eso podemos estar seguros.

La Casa Ryoval era una de las rivales menores de Bharaputra en el ejercicio ilegal de la medicina. Su especialidad era la creación de seres humanos esculpidos por ingeniería genética o cirugía para el propósito que fuera, incluido el sexo. Algo así como esclavos fabricados por encargo; malo, suponía él, pero no el mal asesino que lo obsesionaba. Pero ¿qué tenía que ver el
Ariel
con el barón Ryoval? No tenía ni idea. Que Thorne se preocupara por eso. Tal vez más tarde le daría más información. Se recordó que debía revisar los cuadernos de bitácora de la nave tan pronto tuviera una oportunidad.

—Esta misión no tiene nada que ver con la Casa Ryoval. Pienso evitarlos.

—Eso espero —dijo Thorne con fervor. Luego se detuvo, mientras tomaba el té. Era evidente que seguía pensando—. Ahora, a pesar de que Jackson's Whole necesita una limpieza desde hace mucho, una limpieza con energía atómica, diría yo, supongo que no hacemos esto sólo por bondad de nuestros corazones. ¿Cuál es… digamos, la misión detrás de la misión esta vez?

—En realidad, a nuestro cliente sólo le interesa uno de los clones, o más bien uno de los progenitores. El resto es camuflaje. Los clientes de Bharaputra tienen muchos enemigos. No sabrán quién está atacando a quién. Eso hace que la identidad de nuestro cliente esté más segura y a él le interesa mucho mantener su identidad en secreto.

Thorne sonrió con astucia.

—Ese último refinamiento fue idea tuya, supongo.

Él se encogió de hombros.

—En cierto modo…

—¿No sería mejor saber qué clon es el que necesitamos, para impedir accidentes o por si tenemos que cortar por lo sano y salir corriendo? Si nuestro cliente quiere que el clon esté vivo… ¿o es que no le importa el estado en que se lo entreguemos? Si el verdadero blanco es el viejo bicho que lo hizo criar…

—Les importa. Y lo quieren vivo. Pero… por razonas prácticas, supongamos que todos los clones son el que buscamos.

Thorne abrió las manos, en un gesto de aceptación.

—Completamente de acuerdo. —Los ojos del hermafrodita brillaban de entusiasmo y de pronto se golpeó la palma con el puño produciendo un ruido que le hizo dar un salto—. ¡Ya era hora de que alguien hiciera algo con esos hijos de puta de Jackson! ¡Ah, cómo me voy a divertir! —Mostró los dientes en una sonrisa alarmante—. ¿De qué ayuda dispondremos en Jackson's Whole? ¿Redes de seguridad?

—No cuentes con ninguna.

—Mm. ¿Y cuánto obstáculo? Además de Bharaputra, Ryoval y Fell, claro está.

La Casa Fell negociaba con armas. ¿Qué tenía que ver en todo esto?

—Tú sabes tanto como yo.

Thorne frunció el ceño; aparentemente, ésa no era una respuesta típica de Naismith.

—Tengo mucha información sobre el criadero, y puedo dártela cuando estemos de camino. Mira, Bel, a estas alturas no creo que necesites que yo te diga cómo hacer tu trabajo. Confío en ti. Tú ocúpate de logística y planificación, y yo controlo todo al final.

Thorne enderezó la espalda.

—Correcto. ¿De cuántos chicos hablamos?

—Bharaputra hace uno de esos trasplantes por semana como promedio. Digamos que unos cincuenta al año. El último año de vida llevan a los clones a un edifico especial cerca de los cuarteles generales de la Casa, para el acondicionamiento final. Quiero llevarme a todos los de ese edificio. Cincuenta o sesenta chicos.

—¿Todos a bordo del
Ariel
? Vamos a ir muy apretados.

—Velocidad, Bel, velocidad…

—Sí. Creo que tienes razón. ¿Tiempo?

—Cuanto antes mejor. Cada semana de retraso cuesta una vida inocente. —Él había medido los dos últimos años por ese reloj.
Ya perdí cien vidas
… Sólo el viaje de la Tierra a Escobar le había costado mil dólares betanos y cuatrocientos clones muertos.

BOOK: Danza de espejos
8.75Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Throat by Nelson, R. A.
Shattered Moments by Irina Shapiro
Causa de muerte by Patricia Cornwell
True Believers by Jane Haddam
The Prometheus Project by Douglas E. Richards