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Authors: Megan Maxwell

Deseo concedido (13 page)

BOOK: Deseo concedido
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—De aquí no se mueve nadie —ordenó Axel—. Soy vuestro señor y, como tal, os tengo que defender y cuidar.

—Lo siento, señor. Pero no consentiré que muera gente inocente por mi culpa —lo retó Megan mirándole—. Esos criminales volverán. Por mi culpa han muerto el abuelo y Mauled. Nuestros vecinos comenzarán a odiarnos y de nuevo los insultos y…

—Yo no consentiré que vayas a ningún lado, y menos aún que nadie te insulte —afirmó Duncan con voz tranquila pero profunda, atrayendo la atención de todos—. Si alguien va a buscar a las personas que le hicieron eso a Angus y a Mauled, ése voy a ser yo. Tú de momento te quedarás en el castillo con tus hermanos, y recobrarás Fuerzas. Estás herida y no tienes buen aspecto. Creo que si Angus o Mauled estuvieran aquí, aplaudirían mi decisión.

—Oh, oh… —susurró Gillian al ver a Megan levantar la cabeza—. Esa mirada no me gusta nada.

—Megan, escucha —se interpuso Axel—. No tienes buena cara, ni tú ni tu hermana. Deja que nos ocupemos nosotros de ello.

—Disculpadme,
laird
McRae —señaló Megan poniéndose frente a Duncan—. ¿Cómo podéis decir que mi abuelo o Mauled aplaudirían vuestra decisión? ¿Acaso los conocíais como para saber lo que ellos pensaban? ¿Creéis que ellos no sabían que nosotras somos capaces de defendernos solas? —gritó mirando a Duncan, a quien las aletas de la nariz se le abrían y cerraban como a un oso cuando estaba a punto de embestir—. Nunca he necesitado que nadie me defendiera y menos un guerrero engreído y mandón como vos.

—¡Por todos los santos, Megan! —susurró Alana, incrédula por cómo le hablaba.

Axel, divertido, se quitó de en medio. Desde que conocía a Duncan, nunca le había visto tan fascinado por una mujer, a pesar de haber tratado a Marian, la mujer que lo traicionó.

—Lo que podría contestar, seguro que no te iba a gustar —respondió Duncan, acercándose a ella—. ¿De verdad crees que soy un guerrero engreído y mandón?

—¡Oh, Dios mío! —susurró Gillian al ver cómo Megan, sin amilanarse por la increíble altura y musculatura de Duncan, daba un paso adelante.

—Duncan. Está cansada. Ha pasado por algo muy fuerte. No te comportes como un burro —indicó Niall acercándose a él, al escuchar a Gillian. Le conocía y sabía que, cuando se erguía así, estaba preparado para la lucha.

—Vuestro abuelo y Mauled —comenzó a decir Lolach cruzando una mirada con Duncan, que asintió— nos hicieron prometer que, si algo les pasaba a ellos, nosotros debíamos cuidaros hasta encontraros unos buenos maridos, o casarnos con vosotras. Sabían que estabais en peligro y ambos se veían viejos para seguir velando por vuestras vidas.

—¿Qué? —susurró Shelma, incrédula por esas palabras.

Lolach sonreía como atontado. ¡Dios! ¡Cómo había añorado esos ojos y esa boca! En un principio, creyó que se trataba de un antojo. Pero, al ver que no podía quitarse de la cabeza la sonrisa de Shelma, comprendió que tenía que volver junto a ella.

—¡Qué magnífica idea! —gritó Alana, alborozada—. Podríamos celebrar la boda en el castillo esta tarde, mañana o cuando queráis.

—No voy a desposarme con vos,
laird
McRae —afirmó Megan echando la cabeza hacia atrás para mirar a Duncan, sin importarle su estatura y su cara de enfado.

—Sí, lo harás —respondió sorprendiéndose a sí mismo por haber afirmado ante todos que quería casarse con ella—. Lo harás porque tu abuelo me lo pidió, porque quiero protegerte y porque necesito a una mujer que me dé herederos.

—No soy una vaca a la que se le plante vuestra simiente —le rechazó Megan mientras Niall sonreía sorprendido por el empeño de su hermano en casarse con aquella muchacha.

Axel y Alana se miraron incrédulos por la osadía de Megan. Pero Duncan, como siempre, quería ganar la batalla.

—¡Tú serás para mí! —levantó la voz Duncan acercando su cara a la de ella—. Y me da igual lo que digas o hagas. Te casarás conmigo y yo te protegeré.

«Ni loca me caso yo contigo», pensó Megan buscando rápidamente una solución.

—Insisto. Es imposible este enlace —gritó Megan—. Existe algo que, cuando lo sepáis, impedirá esta boda.

Todos la miraron.

—¿Qué lo impide? —gritó preocupada Shelma, que estaba tan aturdida por el giro de las conversaciones que sólo podía mirar atontada a Lolach.

Duncan, sin apartar su mirada de ella, la observaba. Esa mujercita le gustaba y divertía. Su manera de retarle, sus palabras y sus ojos le apasionaban. Por primera vez, aquello le hizo olvidar la angustia vivida con Marian.

—Nada lo impedirá —aseguró Duncan—. ¿Qué es eso que impedirá que me case contigo?

—Nuestro padre,
laird
McRae, era
sassenach
—dijo arrastrando aquellas palabras con la intención de que sonaran fatal—. Sería una locura mezclar vuestra pura sangre escocesa con sangre contaminada.

Al escucharla, Shelma se llevó la mano a la boca.

—Me arriesgaré —sonrió Duncan observando cómo ella buscaba una salida.

—¿Estás sonriendo? —se mofó Niall mirándole—. ¡Por san Ninian, Duncan! ¡Vuelves a sonreír!

—Sabía que le gustaba —confesó Alana a su marido, que sonrió al escucharla.

—¡Por todos los santos, Megan! —gritó Shelma, incrédula—. Odiamos esa palabra. ¿Por qué dices eso? Papá nunca fue un sucio inglés, y nuestra sangre no está contaminada.

—Digo lo que piensan ellos —respondió mirando a su hermana con enfado—. No deseo que luego nos reprochen que no les advertimos antes de la boda.

—Me doy por advertido —asintió Lolach cogiendo a Shelma del brazo.

—Yo también —afirmó Duncan zanjando el tema—. Y como dijeron una vez unos ancianos muy sabios, mezclar la sangre de dos purasangres será excepcional.

Gillian, callada, les observó. Por un lado se alegraba de aquellos enlaces, pero ¿realmente era lo acertado?

—¡Qué maravillosa idea! —aplaudió Axel—. Creo que vuestras bodas nos beneficiarán a todos. Y, sobre todo, podréis comenzar una nueva vida sin temor a que nadie intente llevaros de vuelta a Dunhar. Lolach y Duncan no lo permitirán. —Pero viendo la cara de estupor de Megan, añadió—: Megan y Shelma de Atholl, como señor vuestro, os ordeno que os desposéis con Duncan McRae y Lolach McKenna. Son dos buenos hombres que nunca os maltratarán.

—¡Oh, no, por todos los celtas! —sonrió Lolach al recordar a los ancianos—. Odio a los cobardes que valiéndose de su fortaleza pegan a las mujeres.

Shelma estaba encantada, aunque no se podía decir lo mismo de su hermana.

—No,
Laird
. ¡No pienso aceptar ese enlace! —insistió Megan tocándose el pelo como siempre que se ponía nerviosa.

—Lo aceptarás —insistió Duncan sin dar su brazo a torcer.

—¡No! No quiero una ceremonia sin amor con vos… ante… ante Dios —tartamudeó buscando una rápida solución.

—Celebremos un
Handfasting
—indicó Duncan sintiéndose libre—. Así no estarás casada ante Dios sin amor. —Rio al ver la cara de disgusto de ella—. Si cuando pase un año y un día decido que no quiero seguir contigo…, ¡te dejaré marchar!

—¿Una unión de manos? —aplaudió Gillian mirando a su enfadada amiga—. ¡Sería una estupenda opción, Megan!

—¡Estupenda idea! —asintió Alana al recordar aquella ley escocesa por la que dos personas se prometían fidelidad y vivían como mando y mujer durante un año y un día. Pasado ese tiempo, podían casarse por la Iglesia, volver a hacer otro acuerdo temporal por el mismo tiempo, o separarse y seguir cada uno por su lado.

—¡Quizá sea yo quien os deje a vos! —amenazó Megan mirando a aquel engreído, provocando que Niall se carcajeara al escuchar aquello.

—¡Lo dudo mucho! —contestó Duncan clavando intencionadamente sus ojos en ella.

—Pero… ¡Yo me quiero casar ante Dios! —gimió Shelma, que aspiraba a celebrar una boda en la iglesia.

—Nosotros nos casaremos ante Dios —respondió Lolach haciendo reír a Axel y Niall, que se pitorreaban de su cara de bobo.

—Megan —sentenció Duncan con sus penetrantes ojos verdes—. Te casarás conmigo quieras o no. Y, por favor, mi nombre es Duncan. Te rogaría que, a partir de ahora, me llamaras así.

Enfadada por los acontecimientos, cerró los ojos. Necesitaba pensar cómo salir de aquel lío.

—El enlace será esta tarde —convino Duncan sin quitarle los ojos de encima a su futura esposa, que parecía tramar algo.

—El padre Perkins está aquí —sonrió Alana—. Hablaré con él. Seguro que no pondrá ninguna objeción con respecto a las amonestaciones de Lolach y Shelma tras los acontecimientos ocurridos. —Y mirando a Megan y Duncan prosiguió—: En cuanto a vuestra unión, la podremos celebrar tras la de ellos.

—Me voy a casar —murmuró encantada Shelma mirando con ojitos tiernos a Lolach.

—Nunca pensé que desearas desposarte —rio Niall al observar a Lolach, que estaba encantadísimo con aquello.

—Yo tampoco —replicó éste acercándose a su amigo— hasta que di mi palabra de
highlander
a unos ancianos muy zorros.

—Entonces —dijo Axel asintiendo con una sonrisa—, has de cumplirla.

Duncan y Megan, ajenos a los demás, se continuaban mirando con reto. Un reto que al
highlander
cada vez le atraía más.

—Gillian —sonrió Alana al ver la cara de su cuñada—, ¿cómo organizaremos todo en tan poco tiempo?

—No te preocupes —comentó sin quitarle ojo a Niall, quien la miraba de arriba abajo—. Tengo un par de vestidos que con unos pequeños arreglos quedarán perfectos. Ahora hablaré con la cocinera y le indicaré que comience a salar la carne para el festejo.

—Esta noche serás mi mujer —asintió Lolach ante la cara de sorpresa e ilusión de Shelma—, y en unas semanas te llevaré a tu nuevo hogar. A partir de entonces, serás una McKenna.

—Un momento —indicó Shelma acercándose a su hermana—. ¿Cómo que en unas semanas estaré en tus tierras y seré una McKenna? ¿Y mis hermanos?

—Mi mujer, junto a Zac, vendrá conmigo —anunció Duncan—. Nuestras tierras están cercanas. Los McRae y los McKenna gozamos de una extraordinaria amistad, y siempre que queráis os podréis visitar. Megan y Zac pasarán a ser unos McRae, mientras que tú serás una McKenna.

Las muchachas, con gesto adusto, se miraron.

—¿Cuál es el problema ahora? —suspiró Axel.

—Los problemas, mi señor. Los problemas —protestó Megan retirándose el pelo de la cara.

Aquel gesto hizo sonreír a Duncan, que, cruzando los brazos ante su amplio pecho, se preparó para escuchar.

—En primer lugar, mi
laird
, no quiero casarme con El Halcón —dijo haciendo que Duncan levantara las cejas—. Nunca me ha gustado su fama de sanguinario y mujeriego. En segundo lugar, no quiero ser una McRae. Y, en tercer lugar, no quiero estar lejos de mi hermana. Siempre hemos vivido juntas.

—Yo no quiero separarme de ellos —murmuró Shelma con un mohín.

—Podrás ver a tu hermana siempre que quieras —indicó Lolach tomándola de las manos—. Te prometo que no pondré objeción alguna a vuestras continuas visitas.

—¿Lo prometes? —preguntó Shelma pestañeando. ¡Se iba a casar con Lolach!

—¡Shelma! ¡¿Qué estás diciendo?! O, mejor dicho, ¿qué estás haciendo? —protestó Megan, sorprendida por el descarado coqueteo de su hermana.

—Te lo prometo, preciosa —afirmó Lolach haciendo oídos sordos a las protestas y maldiciones que la hermana de su futura mujer echaba por la boca, mientras Duncan y Niall le miraban divertidos.

—Entonces, ya está decidido —rio Axel caminando junto a Alana, mientras Megan continuaba protestando—. Esta tarde celebraremos dos bodas.

Tras aquello, todos se encaminaron al castillo, donde el anciano Magnus asintió encantado ante los casamientos. Conocía a los jóvenes desde su niñez y sabía que cuidarían bien de las muchachas.

A partir de ese momento, a Megan le fue imposible escapar. Duncan puso un par de hombres ante su puerta y todos sus movimientos eran observados.

Shelma estaba pictórica de alegría. ¡Se iba a casar con Lolach! Y era tal su felicidad que ni las peores miradas de su hermana la hicieron dejar de sonreír.

Capítulo 9

La hora de la ceremonia se acercaba y los nervios de las mujeres cada vez se crispaban más. El vestido de Shelma era celeste, mientras que el de Megan era verde. Shelma deseaba estar bonita para Lolach, mientras que Megan, que tenía un vendaje en la cabeza, se observaba pesarosa por su apariencia. ¿Cómo podía desposarse con aquello en la cabeza? Usando su imaginación, tomó un pedazo de seda verde y lo enrolló sobre su frente. Así ocultaría su fea herida y realzaría sus bonitas facciones y sus espectaculares ojos negros.

Al caer la tarde, Axel y Magnus acudieron en busca de las muchachas. Primero se celebraría la boda eclesiástica de Shelma y Lolach, y luego realizarían el
Handfasting
.

A diferencia de la boda de días antes, aquellos enlaces se realizarían con pocos invitados. Al llegar a la arcada de la capilla, Megan vio al fondo a Duncan sonreír a Niall y, clavándole la mirada, reconoció que estaba muy guapo. Se había lavado y rasurado la barba, y se había puesto un kilt que dejaba ver sus robustas y fuertes piernas, una camisa de lino blanca y el tartán con los colores de los McRae. Su aspecto era cautivador.

Shelma, atontada por la mirada de Lolach, entró del brazo de Axel y, tras repetir sus votos, el sacerdote les anunció que estaban casados a los ojos de Dios y de la Santa Madre Iglesia, por lo que Shelma se lanzó a los brazos de su ahora marido, quien la besó encantado por aquella efusividad, mientras Zac aplaudía.

Acabada la ceremonia, el sacerdote se marchó y todos, menos Megan y Magnus, se dirigieron hacia lo alto de la colina, donde por orden de Duncan se había hecho un gran círculo en el suelo con piedras y flores en el que los presentes se metieron para realizar el
Handfasting
. El anciano Magnus, feliz por llevar a Megan cogida del brazo, comenzó a subir la colina hasta que de pronto ella le frenó de un tirón.

—¿Qué ocurre? —preguntó Magnus mirándola con curiosidad.

—Es que no puedo creerlo. —Se retorció las manos nerviosa—. ¿Qué estoy haciendo, Magnus? Hasta hace pocos días, vivía con mi abuelo y Mauled, y nunca pasó por mi cabeza dejar mi clan, mi hogar y mi aldea. Pero, ahora —susurró viendo que Duncan la observaba y comenzaba a andar hacia ellos—, estoy aquí. Desposándome con un vestido que no es mío, con esto en la cabeza —dijo señalando cómicamente el vendaje—, en una ceremonia que no deseo, sin mi abuelo, sin Mauled y sin saber lo que hago.

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