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Authors: Megan Maxwell

Deseo concedido (55 page)

BOOK: Deseo concedido
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—Querida Megan —saludó el padre Gowan al verla entrar—, estáis preciosa esta noche.

—Gracias, padre Gowan —sonrió como pudo.

—Milady
—señaló Jack—, me habéis dejado perplejo con vuestra espectacular belleza.

Sorprendida por tanto halago, clavó sus sensuales ojos negros en aquel hombre.

—Gracias por el cumplido —respondió mirándole con intensidad, consiguiendo sin proponérselo que su marido se alertara—. Sois muy galante, Jack.

—Además de belleza —terció Arthur Miller mientras esperaba su turno para besar con afecto su mano—, por vuestras palabras creo intuir que tenéis carácter.

Marlob y Niall se miraron y sonrieron al escuchar aquello, mientras Duncan se removía incómodo.

—Según mi abuelo —respondió mirando a Shelma y expresando lo furiosa que estaba a pesar de parecer relajada—, poseo el desafío de mi madre en la mirada, y la valentía de mi padre en mis palabras.

Aquel comentario hizo reír a todos, excepto a Duncan. No le gustaba cómo sus invitados miraban a su mujer, y menos aún cómo ella sonreía.

—Curioso acento el vuestro —señaló
lady
Marian, que anduvo hacia ella con un sinuoso movimiento de caderas que a más de uno le hizo torcer la cabeza—. ¿De dónde decís que sois?

Sin amilanarse, y con una retadora mirada, Megan sonrió, y cuando iba a responder lo hizo su hermana por ella.

—De Dunstaffnage —respondió Shelma mesándose el pelo con una radiante sonrisa junto a Lolach—. Nos criamos con el clan de Axel McDougall y éramos amigas íntimas de Gillian McDougall.

Pero
lady
Marian no buscaba esa respuesta. Megan sabía lo que esperaba y se lo iba a dar.

—Pero antes vivimos en Dunhar, en la casa de mi padre —añadió con desafío al ver a su hermana mirarla horrorizada—. Allí vivimos los primeros años de nuestra vida.

—¿Y cuál fue el motivo de que abandonarais Dunhar? —preguntó Miller, curioso, mientras Robert la observaba y Niall, intranquilo por la conversación, se movía hacia la gran chimenea.

—El asesinato de mis padres —espetó con rabia sabiendo que todos la miraban. Le daba igual lo que en esos momentos pensara Duncan, Robert de Bruce, la francesa o cualquiera de ellos. Se sentía tan furiosa que incluso estaba empezando a disfrutar por comportarse con aquel atrevimiento—. Pocas personas pudieron entender que sus sentimientos estaban por encima del simple hecho de ser ella escocesa y él inglés.

—¡¿Sois medio inglesa?!
—Lady
Marian exageró su sorpresa llevándose las manos a la boca y dando un paso hacia atrás con fingido terror. Duncan la miró molesto por su manera de actuar—. ¡Qué horror! Ha debido de ser horrible para vos asumir vuestra sangre inglesa.

Aquello hizo sonreír a Megan, que tras escucharla dijo:

—Lo horrible es escucharos a vos decir eso —aseveró mientras caminaba hacia ella. Al mirar de reojo a Robert de Bruce, le vio tranquilo tras aquella revelación, y con una encantadora sonrisa preguntó a Jack y a Miller—: ¿Qué os parece si dejamos de hablar de estos temas tan poco apropiados para señoras y comemos algo?

—Una magnífica idea —asintió Jack, que, al igual que Robert, le miraba el cuerpo con lujuria, haciendo que el estado de ánimo de Duncan comenzara a agriarse.

—¡Fantástico! Una idea colosal —celebró Marlob.

Duncan aceleró el paso para llegar junto a su esposa y tomarla posesivamente de la mano. En su interior, renacían temores al ver cómo Robert de Bruce, el perfecto seductor, la observaba con curiosidad.

—Mi señor —dijo mientras su cuerpo vibraba al sentir las grandes manos de su marido—. ¿Os agrada mi aspecto ahora?

—Sí —se limitó a decir Duncan.

Su mujer era aquella que lucía un vestido negro y un sugerente escote redondo que dejaba entrever más de lo que a él le parecía apropiado. Su mirada bajó hasta su estrecha cintura y continuó hasta llegar a un cinturón de cuentas metálicas que reposaba en sus ondulantes caderas. A diferencia de otras veces, su salvaje pelo rizado iba sujeto en un alto moño, que dejaba a la vista su esbelto cuello y sus finas facciones.

—¡Eres la más bella esta noche, hija mía! —susurró Marlob al pasar junto a ella, indicándole que su corazón le pertenecía a ella y no a Marian.

—Gracias, Marlob —sonrió Megan con complicidad.

A Duncan le molestó que esa sonrisa no hubiera sido para él. Pero, dándose la vuelta, invitó a Robert a sentarse. Aunque fueran amigos y compañeros de guerra, no podía obviar que ante los ojos de todo el mundo Robert era el rey.

Tras acomodarse en la mesa, el servicio comenzó a repartir los suculentos platos que Susan, Fiorna y Edwina habían preparado, mientras Megan hacía tremendos esfuerzos por aguantar los olores que aquellas condimentadas comidas despedían.

—Ahora que lo pienso, ¿dónde está Margaret? —preguntó Robert, que por sus visitas a Eilean Donan conocía a todo el mundo—. No la he visto desde nuestra llegada.

Al escuchar aquello, a Fiorna casi se le caen los platos.

—Oh…, es cierto —intervino Marian. Eso hizo que la espalda de Megan se tensara—. Pregunté a Niall, pero no supo responder. ¿Dónde está nuestra encantadora Margaret?

—¡Cenando con el diablo! —irrumpió Marlob, atrayendo las miradas de Duncan y Niall.

—Entonces, ¿no está…? —insistió la francesa ganándose una dura mirada por parte de Marlob y el padre Gowan.

—Lady
Marian —señaló Megan para cambiar de tema, mirando a su izquierda, a continuación de Niall—, espero que la comida que servimos aquí os agrade. Nuestras cocineras son excepcionales.

—Ya he comido aquí otras veces —soltó orgullosa. Aquello hizo que Niall se sintiera molesto. Siempre había odiado a Marian, pero al ser amiga y aliada por Francia para la Escocia de Robert de Bruce, debía fingir.

—¡Oh, qué sorpresa! —rio Megan con falsedad al escucharla, mientras sentía la mirada de Niall—. ¿Cuándo habéis visitado estas tierras?

La francesa clavó su mirada en ella, y con una sonrisa que dejaba entrever sus malas intenciones contestó:

—En varias ocasiones. Duncan y su familia han sido unos perfectos anfitriones. Recuerdo haber pasado mañanas enteras cabalgando con Duncan y sus hermanos, mientras ellos me enseñaban los alrededores de este precioso lugar. Oh…, y las veces que Duncan y yo viajamos juntos por Escocia y nos bañamos en lagos de aguas tranquilas, durante noches preciosas, con cielos repletos de estrellas —señaló mirándola con una media sonrisa, mientras las uñas de Megan comenzaban a clavarse en el brazo de Niall. Este, a punto de chillar de dolor, miró a su cuñada, que al darse cuenta se disculpó con una sonrisa.

—Oh, sí, viajar con mi hermano Duncan es muy divertido —asintió Niall tocándose el brazo dolorido.

—Y bañarse junto a él lo es más —susurró Marian con una sonrisilla nada inocente y lo suficientemente alto para que Megan lo escuchara.

Niall, molesto por la falta de discreción de la francesa, la miró ceñudo.

—Me alegro de que la compañía de «mi marido» —Megan arrastró estas dos últimas palabras— os agradara en su momento. Es un buen compañero de viaje —sonrió ganándose la admiración de Niall, que era testigo de la pequeña lucha dialéctica que ambas mantenían mientras Duncan hablaba con Robert y con Miller, y sólo Shelma se imaginaba lo que ocurría.

—Creo que Susan preparó
haggis
, nuestro plato preferido, ¿verdad, cuñada? —murmuró Niall, que intentó hacerla sonreír, pero apenas una media sonrisa curvó sus labios; por ello, volvió al ataque—. Además, hizo tantos que estaremos una semana comiéndolos.

—Niall, te puedo asegurar —señaló Megan— que en esta boca nunca entrarán
haggis
.

—Ah, por cierto —se animó a continuar al ver que sonreía y al cerciorarse de que Marian hablaba con su hermano—, me han encantado las mejoras que has hecho en el salón. Me agrada ver el escudo de armas de mis padres.

—Gracias, Niall —sonrió agradecida guiñando un ojo a Marlob—. La verdad es que todo el mundo me ha ayudado muchísimo. Ha sido un trabajo de equipo.

—¿Habéis cambiado algo en este salón? —preguntó Marian dirigiéndose de nuevo a Megan, que resopló al escucharla. Su paciencia con aquella mujer se estaba acabando—. Recuerdo que había un tapiz precioso que Margaret y yo compramos a unos feriantes a petición de Duncan. Creo que Margaret y yo lo colgamos en una de estas paredes, pero no recuerdo en cuál.

—Sí. He cambiado varias cosas —sonrió Megan ya sin paciencia. Acercó su mano a un tosco cuchillo afilado, cosa que encogió el corazón de Shelma y dejó sin respiración a Niall—. Sobre el tapiz que preguntáis, lo quité de mi vista porque me parecía horroroso y oscuro. —Cogiendo el cuchillo por el mango, con un rápido movimiento lo clavó en la pared de enfrente, dejando a Niall y Shelma pálidos—. ¿Veis dónde he clavado el cuchillo? —Marian asintió horrorizada, mientras todos volvían sus ojos para mirarla—. Allí es donde estaba colgado el horripilante tapiz.

—¡Megan! —exclamó Duncan—. ¿Qué estás haciendo?

—Oh, esposo, no os preocupéis —sonrió fríamente encogiéndose de hombros—.
Lady
Marian quería que le señalara dónde estaba el tapiz horroroso que quité de la pared. —Volviéndose hacia ella, que todavía tenía la boca abierta, dijo inocentemente—: Espero no haberos asustado. Sólo quería señalaros el lugar exacto.

Duncan, sin saber realmente qué había pasado, agarró a su mujer del brazo y le advirtió:

—¿Hace falta que te vuelva a pedir que te comportes como una señora?

—No, esposo. —Tras intercambiar una significativa sonrisa con Niall, se bebió un vaso de cerveza de golpe antes de decir—: No os preocupéis, intentaré comportarme tan respetuosamente como lo hace «vuestra Marian». Viendo que ella goza de vuestro beneplácito, intentaré ser igual o mejor que ella.

—¡Megan! —siseó Duncan enfurecido por aquella contestación mientras ella se llenaba el vaso con más cerveza.

—Sí, mi señor —respondió ladeando la cabeza para pestañear cómicamente ante su cara, como había hecho con anterioridad la francesa.

—¡Abuelo! —llamó Niall, interrumpiendo la retadora mirada de su hermano y Megan—. ¿Qué noticias nos tienes que comunicar?

—Quizá sería mejor comentarlas más tarde —respondió Megan.

—¿Por qué esperar? —reclamó Niall, más relajado al ver a su hermano hablar de nuevo con Robert.

—¡Qué te calles, Niall! —le regañó Megan tomándose de golpe un nuevo vaso de cerveza—. ¡Ahora no!

Extrañado por aquel comportamiento, Niall la miró. ¿Qué le pasaba a su cuñada?

—¡Vaya! —sonrió Marian a su hermano antes de hablarle en francés—. Veo que a la sucia gitana le gusta mucho beber y ordenar callar a la gente. ¡Qué vulgaridad de mujer!

Al escucharla, Megan estuvo a punto de tirarle su vaso a la cabeza, pero se contuvo al escuchar al padre Gowan decir:

—Niall, dejemos las noticias para más tarde.

—De acuerdo, me callaré —dijo Niall quitándole a Megan el vaso de la mano—. ¿Qué te pasa, cuñada?

—Creo que voy a matar a alguien esta noche —respondió mirándole a los ojos y haciéndole sonreír.

—Marlob —dijo Marian, haciendo que Niall y Megan la mirasen—. ¿Qué noticia tan importante es esa que tienes que comunicar?

—Dios santo —susurró Megan, que cerró los ojos al ver la cara del anciano.

—Margaret ya no vive aquí —murmuró Marlob mientras el padre Gowan le tocaba el hombro con cariño, haciendo que Duncan y Niall se miraran extrañados.

A partir de ese momento, Marlob se encargó de relatar lo ocurrido con Margaret. Duncan escuchaba con atención las explicaciones de su abuelo. Megan, callada a su lado, observaba casi sin respirar. Al terminar, un silencio sepulcral se hizo en el salón, hasta que Duncan y Niall, levantándose furiosos y dolidos, comenzaron a maldecir y a gritar cosas horribles sobre esa mujer. Tras un rato angustioso, finalmente las palabras de aliento y cariño de los allí presentes consiguieron tranquilizarles. Megan se espantó al ver a
lady
Marian abrazar a Duncan delante de todos sin ningún pudor, mientras le hablaba al oído, le acariciaba el pelo y lo alejaba del grupo para consolarle.

—¡Duncan! —llamó Marlob a su nieto al verlo abrazado a la francesa mientras su mujer les observaba—. Megan supo desenmascarar a esa víbora con piel de cordero. Yo nunca viviré años suficientes para darle las gracias por ello.

Duncan la miró, pero ella retiró su mirada.

—Es un ángel llegado del cielo —añadió rotundamente el padre Gowan mirando con recelo a la francesa.

—¡Oh, Megan! —sonrió Shelma.

Pero Megan no quería escuchar a nadie. El dolor de ver a Duncan abrazado a aquella insufrible estúpida la estaba matando.

—Esta mujer vuestra —dijo Robert de Bruce—, aparte de bella, también sabe usar la cabeza.

Duncan, a cierta distancia de ella, la miraba sin moverse.

—Cuñada —murmuró Niall abrazándola con adoración—, pídeme lo que quieras y será tuyo.

—Ahora no se me ocurre nada —sonrió con cariño—, pero no olvides que me debes un favor.

—No lo olvidaré —prometió él caminando hacia su abuelo.

—Megan —comenzó a decir Duncan, dándose cuenta por las palabras de su abuelo de su error—, te estaré eternamente agradecido. —Separándose de Marian, se acercó a ella y, cogiéndola de la barbilla para que lo mirara, le susurró sintiendo la frialdad y la tristeza de su mirada—: Pídeme lo que quieras y lo tendrás.

«Dime te quiero…», pensó ella, pero fue incapaz de decirlo.

—Mi señor, os digo como a vuestro hermano —respondió separándose de él—. No lo olvidéis.

—No lo olvidaré —respondió escrutándola con la mirada.

En ese momento, Marlob llamó la atención de su nieto.

—Duncan, me gustaría hablar contigo un momento.

No estaba dispuesto a consentir ni un instante más aquel comportamiento. Quería a Megan y estaba presenciando el dolor que su nieto la estaba infligiendo. Nunca creyó las palabras que Margaret le escupió a Megan antes de morir, respecto a que si
lady
Marian aparecía de nuevo en la vida de Duncan ella le alejaría de su lado, pero ahora, estaba comenzando a dudarlo. ¿Duncan era tan idiota como para perder a Megan?

—Ahora no, abuelo —respondió observando la oscura y fría mirada de su mujer.

—Duncan —volvió a insistir. Quería contarle a su nieto las desafortunadas palabras de Margaret—, necesito hablar contigo.

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