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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (25 page)

BOOK: El bokor
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—Lo intentaba hasta que su compañero me despertó —mintió sin muchas esperanzas de que aquel hombre le creyera.

El frio de la madrugada hacía que a cada palabra un vaho blanco saliera de su boca.

—Debe haber llovido toda la noche —dijo intentando aliviar la tensión mientras se metía al auto ante el gesto de Johnson al abrirle la puerta.

El detective bordeó el coche y se sentó al volante. Puso el auto en marcha y antes de soltar el freno de mano le abofeteó con la pregunta.

—¿Dónde ha estado toda esta noche, padre Kennedy?

—En casa durmiendo —dijo hosco ante el tono que había utilizado el detective.

—Supongo que no habrá hablado con alguien luego de que lo visitáramos.

—No soy un tipo muy social, de hecho creo que luego de la muerte de mi amigo solo he sido visitado por ustedes.

—Y el padre Ryan, supongo.

—A él lo veo en la iglesia, nunca ha venido a mi departamento, que como se habrá dado cuenta no es muy acogedor, más bien yo diría que es patético y alguien como Ryan no visitaría un lugar así.

—Cuando dice alguien como Ryan ¿A que se refiere?

—Ya lo han visto. Es el hombre más pulcro que he visto en mi vida. Nada en él está fuera de lugar. Aquí entre nos, me parece que hasta visita a un manicura. Un cura que visita a un manicura —Kennedy rio por su ocurrencia.

—¿Está insinuando que Ryan era homosexual?

—No creo que sea pertinente hablar de la vida sexual del padre Ryan —dijo volviendo a la realidad de estar hablando con alguien que no le simpatizaba y que de seguro el sentimiento era mutuo.

—Dudo que le importe mucho.

—Detective Johnson, déjeme decirle que es usted un auténtico patán. Si no fuera un agente de la ley de seguro le daría una lección.

—Lo mismo puedo decir de usted, padre, si no fuera un sacerdote…

—¿Qué demonios tiene usted contra la iglesia?

—Eso no es de su incumbencia…

—Creo que si lo es, de alguna forma mi condición de sacerdote le es a usted despreciable y eso hace que me trate de una manera que no me gusta para nada.

—¿Y quisiera resolver los problemas a los golpes?

—Creo que no le vendrían mal unos cuantos.

—Quizá en otro momento, padre. Ahora debo llevarlo donde Bronson.

El tiempo ocupado en recorrer el corto camino que los llevaba a la iglesia se hizo eterno para Kennedy. Cuando llegaron a la intersección que les permitía ver los jardines de la iglesia vio el gran movimiento de coches de policía que atestaban el lugar. Una nueva banda amarilla cercando el espacio le dejó ver que algo muy malo había pasado. Fue hasta entonces que recordó que Bronson le había hablado de un nuevo crimen. Kennedy miró a Johnson tratando de sacarle algo sobre lo que había sucedido, pero el agente no dijo una sola palabra. Al llegar al sitio donde los esperaba Bronson, Kennedy bajó del auto sin esperar a que se detuviera por completo y estuvo a punto de irse al suelo. Solo la agilidad de Bronson lo salvó de caerse por segunda vez en unos pocos minutos.

—Detective Bronson…

—Buenas noches, padre Kennedy, gracias por venir —dijo después del esfuerzo de sostenerlo por un instante.

—No he tenido opción, pero por favor, dígame qué ha pasado. Su compañero es tan comunicativo como una ostra.

—Me temo que no le gustan los sacerdotes.

—Eso es fácil deducirlo.

—Padre, lo que le voy a decir no es fácil y ya que no hay otra forma, lo diré crudamente.

Kennedy lo miró expectante mientras se frotaba sus manos adoloridas.

—Hemos encontrado un nuevo cuerpo.

—¿En la iglesia?

—Así es.

—Pero, creí que este sitio estaría protegido, al fin y al cabo…

—Ya le había hablado de los contactos de la iglesia y de la premura por limpiar el lugar.

—Ryan debe estar fuera de sí.

—Si, podría decirse eso —dijo Johnson a sus espaldas.

—Padre, ¿cuándo fue la última vez que vio al padre Ryan? —Preguntó Bronson.

—Pues hace unas horas.

—¿Aquí en la iglesia?

—Así es, lo vine a visitar…

—¿Y luego fue a visitar a los McIntire?

—Si…

—Parece que frecuentamos a las mismas personas —dijo Johnson.

—A Ryan vine a buscarlo para consolarlo un poco por lo que había pasado en la iglesia. A los McIntire para saber como seguía Jenny, ha estado un poco mal en estos días.

—Lo sabemos, hemos hablado con ellos.

—Entonces sabe bien que estuve allí.

—Cuando dejó a los McIntire ¿Adónde se dirigió, padre?

—A mi departamento, estaba allí cuando ustedes llegaron.

—Cuando se hizo esas heridas en la mano —dijo Bronson.

—Así es, golpeé la bolsa con más fuerza de lo habitual y sin protección, un error que no debí haber cometido.

—Padre, cuando dejó a Ryan ¿Volvió a saber de él?

—Recibí una llamada telefónica, estaba algo preocupado.

—¿Por algo en especial?

—No llegó a decírmelo, solo me dejó un mensaje en la contestadora.

—Pero se oía preocupado —dijo Johnson con una sonrisa burlona.

—Así es, se lo he dicho.

—Padre, Kennedy ¿Dónde estuvo desde que lo dejamos en su apartamento hasta que lo recogió el detective Johnson?

—En mi apartamento. No salí para nada. ¿Pueden decirme de una vez por todas, qué es lo que ocurre?

—El padre Ryan ha sido encontrado muerto —dijo Johnson a quemarropa sin quitarle la vista de encima.

Kennedy palideció al punto que Bronson pensó que iba a desmayarse en sus brazos. Sintió un deseo incontenible de vomitar y se apartó unos metros de los policías que le dieron el espacio que necesitaba.

—Huele a licor —dijo Johnson, este hombre ha estado bebiendo y no durmiendo como nos dijo.

—Que huela a licor no prueba nada.

—Prueba que es un mentiroso.

—Quizá tengas razón, pero no quiero apresarlo con una prueba tan débil como esa.

—¿Para que lo has traído aquí?

—Quería ver su reacción.

—Para mí, ha sido la reacción de alguien que quiere lucir inocente.

—O que lo es realmente.

—Eso es algo que no nos corresponde decidir.

—Estás muy deseoso de meterlo entre rejas ¿verdad?

—No lo puedo negar, estoy convencido de que tenemos a nuestro hombre…

—Yo no estoy tan seguro.

—Kennedy, ¿está usted bien? —dijo acercándose al sacerdote y tomándolo del brazo firmemente.

—Disculpe usted la escena.

—¿Ha estado bebiendo?

—Unos cuantos tragos. Parecían menos de los que he volteado.

Detective, dígame ¿Qué le ha pasado a Ryan?

—No puedo darle detalles.

—Pero ¿ha sido asesinado?

—No podría decirle.

—Maldición, ¿Hay algo que si pueda decirme?

—Quizá solo que está usted en problemas.

—No pensará que yo…

—Tiene muchas cosas que explicar, padre Kennedy y temo que tendrá que venir con nosotros.

—¿Me está deteniendo como sospechoso?

—Por el momento solo quiero llevarlo a la delegación para hacerle unas cuantas preguntas.

—¿Cree que necesite un abogado?

—Está en su derecho de pedir uno, pero déjeme decirle que eso lo hará lucir como que desea ocultar algo.

—No tengo nada que ocultar.

—Entienda, padre Kennedy que dos hombres que lo asaltaron murieron hace apenas unas horas y ahora, su amigo, el sacerdote Ryan, también aparece muerto.

—Quizá fue un ataque al corazón, la impresión de ver esos cuerpos debe haber sido tremenda.

—Es una buena suposición.

—Yo diría, demasiado buena —dijo Johnson con su eterna sonrisa burlona.

Kennedy no soportó más aquella provocación y le lanzó un puñetazo a Johnson que lo tumbó de espaldas y le rompió la nariz y la boca. Bronson apenas pudo aplacar junto con dos uniformados al sacerdote que parecía un toro de lidia dispuesto a embestir a Johnson que apenas si lograba ponerse en pie.

—No se meta usted en más problemas, padre Kennedy —dijo Bronson empujándolo contra el coche de la policía.

—Ustedes dos —dijo a los uniformados— lleven al padre Kennedy detenido a la comisaría y asegúrense de leerle sus derechos.

Kennedy miró a Johnson con la ira en sus ojos y luego a Bronson de manera retadora.

—Hagan lo que quieran, si quieren perder su tiempo mientras un asesino anda por las calles, háganlo.

Un uniformado le puso las esposas y le bajó la cabeza para que ingresara a la parte trasera del coche, luego cerró la puerta y Kennedy se quedó mirando a Bronson en busca de respuestas a lo que había sucedido con Ryan. El auto se alejó sin hacer ruido.

Johnson se puso de pie visiblemente aturdido.

—Eres un maldito imbécil —dijo Bronson tomándolo por la chaqueta.

—Suéltame cretino —se revolvió Johnson.

—Has echado todo a perder con tus estúpidas insinuaciones.

—Para mi está más que claro que el hombre es culpable.

—¿Y cómo piensas probarlo imbécil? Quería enfrentarlo con la realidad a la espera de que algo lo delatara y ahora tú te encargaste de que tenga tiempo para ordenar sus ideas e inventar alguna coartada.

—Entonces crees que es el asesino.

—No importa lo que yo crea, importa lo que pueda probar.

—¿Acaso crees que en realidad Ryan murió de un infarto?

—No puedo descartarlo. No hay muestras de violencia en el cuerpo, quizá como dijo Kennedy, todo esto ha sido demasiado para él.

—No hablarás en serio, ¿verdad? Hace apenas unas horas, este hombre estaba dando una misa a unas calles de aquí y de pronto por arte de magia aparece muerto después de hablar con Kennedy.

—De dejarle un mensaje.

—Un mensaje que quizá lo incriminaba.

—¿Qué quieres decir?

—Que quizá Ryan lo llamó para decirle que lo entregaría a la policía.

—¿Porque descubrió algo que lo delataba?

—Ya has visto a ese energúmeno, quizá Ryan solo sugirió que debía entregarse y en un ataque de ira como la que acaba de mostrar…

—No hay violencia en el cuerpo de Ryan.

—Quizá caminar hasta aquí lo hizo calmarse.

—Ahora no fue movido por la ira.

—No. Pero de camino pudo pensar en que Ryan lo tenía atrapado y que era mejor deshacerse de él.

—Vas demasiado aprisa.

—¿Qué hay de McIntire? ¿Has hablado con él?

—El hombre estaba en casa, despierto. Su mujer ha tenido un ataque de pánico y no lo ha dejado dormir en toda la noche. Dice haber llamado a Kennedy después de que lo visitamos.

—¿Para alertarlo?

—Le ha dicho que preguntamos por él, por si era una persona violenta.

—Eso lo puso sobre aviso.

—Puede ser.

—Y luego Ryan lo llama para decirle…

—Que también hablamos con él probablemente.

—O tal vez fue más allá y le recomendó entregarse.

Bronson suspiró con fuerza. Eso nos lo dirá Kennedy cuando lo interrogue.

—Te referirás a los dos.

—Por supuesto que no. No dejaré que te acerques a este hombre, puedes agradecer que no pida que te saquen del caso.

—Supongo que tienes razón —dijo mientras se limpiaba la nariz que había dejado de sangrar.

En verdad tengo que admitir que el tipo está en buena forma, nunca esperé que un anciano pudiera golpear tan fuerte.

—Quizá tenga un pacto con el demonio y eso lo haga tener poderes sobrenaturales —bromeó Bronson.

—A mi no me extrañaría nada de estos malditos curas y menos de uno que pasó su vida en Haití, quizá practicando el vudú.

—Dejaré que sacies tu curiosidad. Pide una orden para revisar el apartamento de este hombre. Creo que el juez Vinton estará feliz de que lo llames a esta hora para pedirle la orden.

—Maldición. Solo espero que no me golpee también el viejo cascarrabias.

Capítulo XVI

Puerto Príncipe, Haití, 1971

El salón donde Kennedy esperaba ser atendido por Baby Doc era sin duda suntuoso, con mucho del arte francés de jóvenes artistas que quizá con el tiempo llegarían a ser famosos. Adam los miraba intentando adivinar el valor que podrían tener aquellos cuadros y no podía evitar pensar que con lo que se había pagado por uno solo de ellos, sería posible alimentar a muchas familias en los ghetos que vio de camino mientras Jean no paraba de hablar de la historia de aquella familia que hasta el momento había resultado nefasta para el pueblo haitiano. Si Baby Doc, como decía Jean, seguía las huellas de su padre, sería una labor titánica el convencerlo de voltear sus ojos a la religión católica y abrazar con cariño a un pueblo hambriento que se debatía entre la vida y la muerte.

Una joven morena con rasgos latinos salió a recibirlo. Adam pudo notar la belleza de la mezcla racial que en aquella isla fundía lo latino con lo francés y lo africano.

—Buenas tardes padre Kennedy —dijo con aire solemne y estirando su mano para estrechar la del joven sacerdote.

—Buenas tardes señorita…

—Mi nombre es Amanda Strout y estoy para servirle. El señor Duvalier está en una importante reunión de Estado y me ha pedido que personalmente me ocupe de que esté usted cómodo mientras espera.

—Agradezco mucho su gentileza.

—Veo que admiraba usted estos cuadros.

—Así es, entiendo un poco de arte y estos me parecen bastante buenos.

—El señor Duvalier padre los encargó personalmente, de hecho fue específico en los motivos que debían ser pintados. Lamentablemente no pudo ver concluida la obra, han llegado apenas hace un par de meses.

—Entonces todo el análisis que había hecho no me servirá de nada.

—¿A qué se refiere? —dijo Amanda invitando con un gesto al sacerdote para sentarse a su lado.

—Soy psiquiatra de formación, aunque la verdad no ejerzo como tal y al ver todos esos dibujos de colores intentaba encontrarle algún significado.

—Hay quienes dicen que los artistas dejan parte de su alma en sus cuadros.

—El alma de estos chicos debe entonces estar muy atormentada.

—¿Ve usted algo malo en lo que han pintado?

—Como le dije, no se fie de mis apreciaciones, solo entiendo un poco de arte y además, si fue el señor Duvalier quien escogió los diseños, debe haber una simbiosis de las almas del contratante y el contratado en ellas.

—Un psiquiatra evaluando a un pintor, sin duda me gustaría escuchar qué piensa de ellos.

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