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Authors: Cody McFadyen

Tags: #Intriga, #Policíaco, #Thriller

El hombre sombra (32 page)

BOOK: El hombre sombra
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Gene es un artista. Si existe alguna huella, seguro que da con ella.

—Ni que decir tiene, Gene, que si el paquete contiene un cedé necesito examinar su contenido antes de que hagas algo que pueda dañarlo.

Para obtener unas huellas latentes hay que utilizar a veces sustancias químicas y calor. Cualquiera de ambas cosas podría dañar el cedé, impidiéndonos contemplar o escuchar su contenido.

Gene me mira con una expresión entre ofendida y rencorosa.

—Por favor, Smoky. ¿Por quién me tomas?

—Disculpa —contesto sonriendo. Le entrego otras dos bolsas de plástico que contienen los últimos envíos y las cartas de Jack Jr.—. Analiza esto también. Lo ha enviado el mismo criminal.

Gene me mira con cara de pocos amigos.

—¿Algo más? —pregunta con tono irónico.

—Obtendrás el beneficio de mi ayuda y pericia, cielo —dice Callie.

Gene la mira enojado.

—El tiempo apremia. El criminal nos ha informado de que volverá a asesinar.

Él se pone serio.

—De acuerdo —contesta.

Al entrar en el despacho compruebo que Alan está hablando por teléfono. Habla apresuradamente. Está alterado por algo. Sostiene el expediente del caso de Annie en una mano.

—Tengo que confirmarlo, Jenny. Quiero estar totalmente seguro. De acuerdo. —Mientras espera Alan se pone a dar unos golpecitos en el suelo con el pie—. ¿De veras? Perfecto, gracias. —Cuelga el teléfono, se levanta de la silla y se acerca a mí—. ¿Recuerdas que te dije que había algo que no me cuadraba?

—Sí.

—Era el inventario de los objetos que retiramos del apartamento de Annie. —Alan abre el expediente, busca la página y la señala—. El recibo de una inspección de un servicio de exterminio de plagas realizado en su casa cinco días antes de que la asesinaran.

—¿Y?

—En la mayoría de edificios como el edificio en el que vivía Annie se ocupan de realizar esos servicios para todos los inquilinos.

—Eso no demuestra nada. Pero sigue.

—Sí, es posible que yo también lo hubiera pasado por alto. Pero cuando estuvimos en su apartamento vi el albarán, y había algo en él que me ha preocupado desde entonces.

—Ve al grano, Alan.

—Sí, lo siento. Se trata de una anotación en el albarán. —Toma un bloc de notas de su mesa y lee: «Tu prima estudia prosa». ¿Qué coño quiere decir eso? Luego el tipo firmó como «Asensio Yutos».

—Qué nombre más raro.

—Son anagramas, ¿no?

Alan mira a James, sorprendido.

—Sí. ¿Cómo lo has…? Deja, no importa. —Luego se vuelve hacia mí y me muestra el bloc de notas—. ¿Ves? Escribí… Si cambias el orden de las letras pone: «Morirás, estúpida puta».

El corazón me da un vuelco.

—Y firma «Asensio Yutos». Si cambias las letras de sitio pone… —Alan vuelve a mostrarme el bloc de notas.

«Soy tu asesino».

—La última ofensa —murmura James—. El asesino le dice en sus narices que va a morir y que él va a matarla. Y Annie no sospechó nada.

Pienso que debería enfurecerme ante esto, pero no es así. Los juegos de esos asesinos ya no me impresionan.

—Te felicito por haberlo resuelto —digo a Alan.

Él se encoge de hombros.

—Siempre me han gustado los anagramas. Y los detalles que me intrigan.

—Sí, tío, eres increíble —dice James—. La cuestión es: ¿qué significa y cómo podemos utilizarlo?

—Dímelo tú, listo —contesta Alan.

James no se inmuta. Asiente con la cabeza, pensando.

—No creo que ese tipo fuera al apartamento para divertirse, sino para examinarlo. Para familiarizarse con él.

—O para verificar unos datos que ya conocía —tercio yo—. Quizás había estado anteriormente en el apartamento y quería comprobar que no había cambiado nada.

—Fue a echar un vistazo —dice Alan—. Sí, tiene sentido. Esos tipos son listos, precavidos. Lo planean todo.

—Quizá sea su modus operandi —digo. Empiezo a sentir la emoción de la caza—. Si pudiéramos averiguar algo sobre la próxima víctima de esos asesinos, por insignificante que fuera, quizá lograríamos atrapar al tipo que se encarga de verificar el lugar del crimen. ¿Cómo van sus pesquisas? —pregunto volviéndome hacia Leo.

—Me temo que no puedo darle una buena noticia —responde él torciendo el gesto—. La dirección IP no era estática. Conseguimos averiguar desde dónde la utilizaba, pero era un callejón sin salida.

—¿A qué se refiere?

—El tipo utilizaba un
cibercafé
. Una cafetería donde puedes conectarte a Internet de forma anónima.

—Maldita sea. ¿Algo más?

—No.

—Pues poneos las pilas. Lo digo en serio.

Ahora suena el teléfono. Alan lo coge, dice unas frases y luego cuelga.

—Te esperan en el laboratorio —me dice.

Tomo el ascensor y bajo cuatro plantas. Cuando llego al laboratorio me encuentro a Gene charlando con Callie, que le observa divertida.

—Ojo —digo a Callie—, que te liará.

Gene se vuelve hacia mí.

—Estaba explicando a la agente Thorne los últimos adelantos en la identificación del ADN mitocondrial.

—Un tema muy interesante —observa ella con tono seco.

—No te hagas la antipática, Callie —replica Gene enojado—. Te conozco bien. Eras una de mis mejores alumnas.

Ella sonríe y me guiña un ojo.

Yo alzo mi taza de café en un brindis.

—Siempre he elogiado tus dotes, Gene. Ya puestos, ¿tienes algo para mí?

Él mira de nuevo a Callie con cara de pocos amigos. Ella le saca la lengua. Gene se vuelve hacia mí con un suspiro de resignación.

—No hemos hallado pruebas físicas inmediatas. Me refiero a huellas dactilares, fibras, pelo, fragmentos de piel y demás. Pero he encontrado algo muy pero que muy interesante. Nos indica algo sobre el asesino que ni él mismo sabe.

Eso me anima.

—¿De qué se trata?

—Un poco de paciencia, Smoky. Para comprenderlo, antes tienes que leer la carta —dice Gene entregándomela—. Anda, léela.

No me gustan los enigmas. Pero Gene es uno de los mejores científicos forenses del país. Puede que del mundo. Y Callie me mira moviendo la cabeza en sentido afirmativo.

—Merece la pena esperar un poco, cielo.

Tomo la carta y la leo.

Saludos, agente Barrett:

Me muero de ganas de saber si le ha gustado la historia de Ronnie Barnes. No era una lumbrera, pero era perfecto para ilustrar un argumento. Supongo que se pregunta cuántos Ronnies pululan por ahí. Lo siento, pero prefiero que siga preguntándoselo.

A propósito, la vi dirigirse al campo de tiro cuando regresó de San Francisco. Debo decir que me llevé una alegría. Siempre es agradable cuando una estrategia da tan buen resultado. Ahora mi adversaria está armada y lista para lo que haga falta. Lo cual hace que la sangre me arda en las venas. ¿Siente usted lo mismo? ¿Nota que el corazón le late aceleradamente? ¿Que sus sentidos se han agudizado?

—Te está siguiendo, cielo.

—Sí. Vamos a tener que resolver ese problema.

Tiene usted otro aspecto, agente Barrett. Parece más peligrosa. Ya no se escuda detrás de las cicatrices de las que se sentía avergonzada.

Me alegro por usted. Y por mí. Porque ahora podemos quitarnos los guantes de seda. Ahora podemos hacer que este juego resulte más interesante.

Le adjunto dos cosas. Una de ellas, el contenido del frasco, requiere una explicación para que lo comprenda.

Hablemos sobre Annie Chapman. Conocida también como Annie la Tenebrosa. ¿No le dice nada ese nombre, agente Barrett? Seguro que sí. Fue la segunda víctima de mi antepasado.

Pobre Annie Chapman. No fue siempre una asquerosa puta. Esperó a que su marido muriera para empezar a abrirse de piernas por dinero. Era una impresentable. Cuando mi antepasado la mató no hizo sino eliminar un furúnculo de la piel de la sociedad.

Fue la segunda víctima de mi estimado Jack, pero la primera que mutiló para quedarse con unos recuerdos de ella. Le extirpó el útero, la parte superior de la vagina y los dos tercios posteriores de la vejiga.

Por supuesto, se han barajado numerosas teorías al respecto. Y como es natural, todas equivocadas. Nadie tenía la visión para comprender el plan de mi antepasado. Quiero compartirlo ahora con usted, de modo que preste atención.

Jack sabía que su progenie, pasada y futura, era de una naturaleza excepcional. Descendía de los depredadores primigenios. Los primeros cazadores. Muy superiores al grueso de la humanidad. Sabía que tenía el deber de transmitir sus conocimientos y su poder a las generaciones futuras, explicarles nuestra sagrada misión.

De modo que hizo acopio de numerosos recuerdos. Tomó esas piezas de las putas y las guardó en unos frascos sellados, para preservarlas. Ordenó que fueran transmitidos de generación en generación, como un recordatorio de lo que él había iniciado.

Ya le dije que podía demostrar todo cuanto digo, agente Barrett. Soy un hombre de palabra. De modo que le ofrezco uno de esos recuerdos sacrosantos. El útero de Annie Chapman.

Impresionante, ¿no le parece? Mándelo analizar. Cuando lo haga, creo que le resultará más difícil conciliar el sueño por las noches. Pues sabrá que un descendiente del Hombre Sombra deambula por ahí.

—¿Es cierto lo que dice, Gene? ¿Ese frasco contiene un útero humano?

Él sonríe. Otra sonrisa críptica.

—Hablaremos sobre eso más tarde. Sigue leyendo la carta.

El Hombre Sombra. Aunque existe sólo un original, supongo que habrá conocido a muchos farsantes, ¿no es así, agente Barrett? Los que viven en las sombras, los que matan en las sombras. Mi antepasado nació en las sombras. El suyo fue un legado de oscuridad.

A Jack le fascinaban las sombras, y las sombras… le acogían con agrado. Era su hijo más puro.

Pero me he apartado del tema.

Incluyo otro cedé que he grabado especialmente para usted. He continuado con la misión de mi antepasado. He eliminado a otra puta, otro furúnculo, de la Tierra.

—Maldito seas —digo.

Disfrútelo. Me siento muy orgulloso de mi labor.

Esto es todo de momento, agente Barrett, pero tenga por seguro que seguiremos en contacto. Quizá de una forma más personal. Una semana. Tictac, tictac.

Desde el Infierno,

Jack Jr.

Dejo la carta y miro a Gene.

—Suéltalo.

Él se frota las manos.

—Después de leer esa carta, lo primero que hice fue analizar el contenido de ese frasco, y así fue como lo descubrí.

—¿A qué te refieres?

Gene hace una pausa para dar mayor dramatismo al momento.

—Ese tarro no contiene tejido humano, Smoky. En mi opinión, se trata de tejido bovino.

Estoy tan estupefacta que no puedo articular palabra.

—¡Hostia! —exclamo al cabo de unos momentos.

Gene sonríe.

—Sí. Nuestro chico cree que posee algo que fue transmitido por Jack el Destripador. Pero se equivoca. Tiene un trozo de carne de vaca preservada en un tarro. Todas sus creencias se basan en una mentira, aunque él no lo sepa.

No salgo de mi estupor.

—De modo que son meras patrañas. Unas patrañas que alguien le ha contado. Ese tipo no es un descendiente de Jack el Destripador. Es…

—Otro asesino, simplemente —tercia Callie completando la frase—. No está mal, ¿eh? —pregunta arqueando las cejas—. No tenemos unas pruebas físicas para identificar a esos tipos. Pero no deja de ser una característica que define a ese criminal.

—Habéis hecho un trabajo excelente. ¿Puedes clasificar todo esto e incluirlo en un informe?

—Desde luego. Lo haré esta tarde.

—Perfecto. Es impresionante —digo volviéndome hacia Callie—. Tenemos que compartir esto con el resto del equipo.

Ambas nos encaminamos hacia la puerta.

—Esto, Barrett…

Al volverme veo a Gene sosteniéndolo con una mano enguantada.

Mierda.

Debido a la emoción, me había olvidado durante unos instantes del cedé. Mi euforia se disipa en el acto.

Ha llegado el momento de visionar otro asesinato.

37

R
EGRESAMOS a la oficina.

—Tengo noticias buenas y malas —digo.

—¿Cuál es la buena noticia? —pregunta Alan.

Les resumo el contenido de la carta, rematando el relato con lo que Gene había encontrado en el frasco. Leo y Alan me miran muy sorprendidos. James tiene una expresión ausente en la mirada. Casi me parece sentir los pensamientos que bullen en su mente.

—De modo —dice James—, que alguien le ha adoctrinado en la materia. Y quien o quienes lo hayan hecho creen que es cierto, o quieren que Jack Jr. crea que es cierto.

—Quizá fue él quien creó esa fantasía —tercia Leo—. ¿Por qué tiene que haber otras personas implicadas?

—Porque el nivel de engaño desde el que Jack tendría que operar para que eso fuera cierto excluye el nivel de organización y competencia que ha alcanzado. Piensa en ello.

Callie asiente con la cabeza.

—Coincido contigo, cielo. Para crear esas convicciones y luego olvidar que las había fabricado él… No creo que Jack pudiera obrar con eficacia, estaría completamente chiflado.

Reflexiono unos instantes sobre eso.

—Es un dato importante —digo—. Otro vínculo. Ahora no sólo lo buscamos a él, sino a quienquiera que consiguió que se tragara esas patrañas. —Me vuelvo hacia Alan—. Llama al doctor Child ahora mismo. Explícale lo que hemos averiguado. Si no está en su consulta, llámalo a su casa. Dile que necesito verlo mañana por la mañana. En esta ocasión nos vendrá muy bien tener un perfil del asesino.

—De acuerdo.

—Jack está empezando a meter la pata —digo—. Aparte de lo que hemos descubierto, la ha pifiado al revelarme que me está siguiendo.

—¿Qué? —pregunta Alan alarmado.

—Lo dice en la carta. Cuando regresamos de San Francisco fui a entrenarme en un campo de tiro. Jack dice que me ha visto dirigirme allí. Lo cual ha sido una torpeza por su parte.

—Ten mucho cuidado, cielo.

—No te preocupes, Callie —contesto sonriendo—. Voy a recurrir a un viejo amigo para que me ayude. Un ex agente del servicio secreto. Le pediré que me siga.

Callie asiente con la cabeza.

—Mientras te sigue, podrá detectar a cualquiera que te siga a ti.

—Exacto. Mi amigo es un excelente profesional. De paso podrá comprobar si alguien ha instalado en mi coche algún artilugio para seguir mis pasos. Le pediré también que registre mi casa. Si mi amigo encuentra micrófonos o cámaras ocultas, le diré que no los retire. Nosotros sabremos dónde están esos artilugios, pero Jack no sabrá que lo hemos averiguado.

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