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Authors: Ismail Kadare

Tags: #Ciencia Ficción

El palacio de los sueños (9 page)

BOOK: El palacio de los sueños
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—Mark-Alem… —dijo en voz muy baja.

Lo invadió un sudor frío. No sabía qué hacer, si decirle «a su disposición, aquí estoy», o cualquier otra fórmula de acatamiento, o simplemente aguardar a pie firme su mandato. A estas alturas estaba convencido de que lo había convocado para darle alguna noticia desagradable.

—Mark-Alem —repitió el otro.— Tal como te dije el día de tu llegada,
tú eres uno de nuestros escogidos
.

¡Oh, Dios!, exclamó para sí Mark-Alem. De nuevo aquella frase atemorizante que había creído no tener que volver a escuchar.


Tú eres uno de nuestros escogidos
—insistió el otro—, y por eso de hoy en adelante vas a ser transferido a Interpretación.

Sintió que le zumbaban los oídos. Sin la intervención de su voluntad, su mirada fue a parar al brasero situado en mitad de la estancia cuyas ascuas, medio cubiertas de ceniza, le parecieron animadas por una sonrisa cínica, como la que despliega cierta gente entornando los ojos. Eran las mismas brasas que habían carbonizado su carta de recomendación aquel día inolvidable, y que ahora creyó aletargadas como signo de menosprecio.

—Tienes razón al no manifestar ninguna muestra de entusiasmo —escuchó Mark-Alem la voz del superior y al instante pensó: ¿Qué es lo que me impide reaccionar? La verdad es que no sentía ninguna alegría aunque se creía obligado a expresar algún agradecimiento, tanto más cuanto que había llegado allí paralizado por la angustia. Abrió la boca para decir algo, pero la voz del funcionario lo interrumpió.— Te comprendo. El hecho de que no experimentes ninguna alegría es buena muestra de que eres consciente de la responsabilidad que trae consigo tu nueva actividad. Interpretación es considerada con acierto el centro neurálgico del Tabir. Las remuneraciones son más altas, pero el trabajo es asimismo más difícil. A veces será preciso que hagas horas extraordinarias. Además, y esto es lo esencial, la responsabilidad es mayor. No obstante debes apreciar el favor de que eres objeto. No olvides que el camino hacia las cumbres del Tabir Saray pasa a través de Interpretación.

Por primera vez posó su mirada en Mark-Alem, pero no en el rostro sino en algún lugar en mitad de su cuerpo, a la altura donde debería estar el picaporte si Mark-Alem hubiese sido una puerta.

El camino hacia las cumbres del Tabir Saray pasa a través de Interpretación, se repitió Mark-Alem. Se disponía a decir que quizá no fuera apto para una labor tan delicada como el descifre de los sueños cuando el otro, como si hubiese adivinado sus intenciones, se le anticipó.

—La interpretación de los sueños en el Tabir Saray es difícil. Muy difícil incluso. Nada tiene que ver con la explicación simplista que suele darles el vulgo: serpiente igual a mal presagio, corona buen augurio y otros estereotipos semejantes. Tampoco tiene nada en común con los libros vulgares de interpretación. La interpretación del Tabir es de otro nivel, mucho más elevado que todo eso. En ella actúan otra lógica, otros símbolos y combinaciones de símbolos.

Con mayor razón no soy yo adecuado para ese trabajo, quiso decir Mark-Alem. Si se había espantado creyendo que habría de vérselas con los símbolos tradicionales, la idea de tener que manejar una simbología nueva lo hacía sentirse aun peor. Se dispuso por fin a abrir la boca, pero el director volvió a impedírselo:

—Te preguntarás cómo vas a ingeniártelas para aprender el manejo de las claves del descifre. No temas, hijo mío, lo aprenderás, muy rápidamente además. Igual que tú, con vacilaciones y sin gran confianza en sí mismos, comenzaron su trabajo quienes más tarde se han convertido en el orgullo de Interpretación. Dos semanas, a lo sumo tres, te bastarán para hacerte con los conocimientos precisos. Después —le hizo señas de que se acercara y Mark-Alem dio un paso hacia la mesa— no tendrás necesidad de más. Sería hasta nocivo que aprendieras más de antemano pues correrías el riesgo de convertirte en un descifrador mecánico. La interpretación es ante todo una actividad creativa. No debe exagerarse en el aprendizaje de los arquetipos y los símbolos. Lo esencial es dominar unos cuantos principios, como en álgebra. E incluso éstos no deben ser utilizados con rigidez, de lo contrario este trabajo carecería de sentido. La interpretación de altura comienza justo donde acaba la rutina. La combinación de los símbolos, ahí es donde debes concentrar tu atención. Y un último consejo: todo el trabajo en el Tabir constituye un gran secreto, pero Interpretación es el secreto de los secretos. No lo olvides. Y ahora, en marcha y a tu nuevo trabajo. Ya están avisados acerca de ti. ¡Buena suerte!

Mark-Alem salió empujando con aire ausente la puerta sobre la que los ojos del funcionario ya habían quedado inmóviles. Caminó durante un rato por los corredores con las ideas difusas, hasta que de pronto recordó que debía encontrar el departamento de Interpretación. Los pasillos estaban por completo desiertos. Debía de haber pasado ya la hora del descanso matinal mientras él se encontraba con el alto funcionario, de lo contrario no tenía sentido tanta quietud. Lo reconocía, era el sosiego que sobrevenía siempre tras el descanso. Caminó un largo trecho con la esperanza de cruzarse con alguien a quien preguntar. Mas no se veía a nadie. A veces creía oír pasos ante él, o a un costado, en un recodo del pasillo, pero cuando llegaba al lugar en cuestión los pasos parecían perderse en la distancia, quizás en la planta superior, o puede que en la inferior. ¿Y si me paso así toda la mañana?, pensó con zozobra. Dirían que ya el primer día me presento al trabajo con retraso. Su inquietud crecía por momentos. Debía haber preguntado al vicedirector, director general o lo que fuera, cómo se llegaba allí.

Continuó caminando. A veces, los pasillos le resultaban familiares, otras completamente desconocidos. No se oía siquiera el ruido de una puerta al abrirse. Subió al piso superior por las amplias escaleras, a continuación volvió a bajar, para descender otra planta poco después. En todas partes lo mismo: silencio y vacío. Sintió que si aquello duraba se pondría a gritar. Debía encontrarse entonces en un ala muy apartada del Palacio, pues los pilares del corredor le parecieron ligeramente aplastados. De pronto, en el instante en que se disponía a regresar por donde había venido, en el extremo más alejado del pasillo, justo donde éste iniciaba un recodo, le pareció distinguir a una persona. Caminó en aquella dirección. El hombre permanecía inmóvil ante una puerta. Antes de que Mark-Alem pudiera acercarse lo suficiente para dirigirle la palabra, el otro le hizo una seña de que se detuviera. Mark-Alem le obedeció.

—¿Qué es lo que buscas? —lo increpó en voz alta el desconocido.— Aquí está prohibido el paso.

—Busco Interpretación —respondió Mark-Alem.— Llevo una hora dando vueltas.

El hombre lo miró con expresión de desconfianza.

—¿Trabajas en Interpretación y no sabes cómo se va?

—Me acaban de destinar allí. Pero no sé dónde está.

El otro continuó observándolo con gesto receloso.

—Vuelve por donde has venido —dijo por fin—, camina por el corredor principal hasta la claraboya grande. Asciende allí un piso y toma la galería de la derecha. Encontrarás Interpretación delante de ti, justo enfrente.

—¡Gracias! —dijo Mark-Alem y volvió sobre sus pasos.

Mientras caminaba, con el fin de no olvidarse, repetía para sí las palabras de su guía: el corredor principal hasta la gran claraboya, un piso más arriba, la galería de la derecha.

¿Qué podría ser el hombre que lo había ayudado?, se preguntaba. Por el aspecto parecía un centinela, pero qué podía estar guardando en ese universo sordomudo… Aquel Palacio estaba decididamente repleto de misterios.

Desde lejos, le pareció distinguir una luminosidad extraviada, derramándose desde la gran claraboya que remataba la escalera. Tomó aliento, aliviado.

Hacía casi tres semanas que trabajaba en Interpretación. Las dos primeras las había pasado junto a los viejos maestros, aprendiendo uno tras otro los secretos del descifre de los sueños, hasta que un día el jefe lo llamó y le dijo:

—Ya has aprendido bastante, Mark-Alem. De hoy en adelante tendrás tu propio cartapacio.

—¿Tan pronto? —se sorprendió Mark-Alem.— Pero ¿estoy verdaderamente en condiciones de trabajar yo solo?

El jefe sonrió.

—No te acobardes. Así es como han empezado todos. Además, ahí tienes al supervisor de la sala. A la menor duda puedes acudir a él.

Llevaba ya cuatro días trabajando su propio expediente. Nunca se había sentido tan confuso. Comparado con el actual, el trabajo en Selección, que antes le parecía fastidioso, le resultaba ahora un juego: jamás habría imaginado que la actividad en Interpretación fuera tan infernal.

Le habían entregado un expediente calificado de fácil: «Vida civil, corrupción», y él pensaba a veces: ¡Oh, Dios!, si con un expediente así me da vueltas la cabeza, ¿qué será cuando me pongan delante el de los complots contra el Estado?

El legajo estaba repleto. Había leído alrededor de sesenta sueños y apartado unos veinte que al principio se había sentido capaz de descifrar. Sin embargo, cuando volvió sobre ellos por segunda vez le parecieron, por el contrario, los más impenetrables. Entonces, del grupo de los sesenta eligió otros que, del mismo modo, le habían parecido en principio desentrañables, pero después de una o dos horas de cavilaciones, se ensombrecieron, oscurecieron, ennegrecieron ante sus propios ojos, hasta convertirse en verdaderos enigmas.

¡Imposible!, gritó quién sabe cuántas veces para sí. ¡Voy a volverme loco! Llevaba cuatro días y aún no había descifrado enteramente ningún sueño. Cada vez que tenía la impresión de que algún elemento adquiría sentido, enseguida se apoderaba de él la duda y lo que poco antes creía comprensible, se tornaba entonces impenetrable. ¡Pero esto es una locura, todo esto es pura locura!, se repetía tapándose la cara con las manos. La angustia ante la posibilidad de cometer un error lo asaltaba sin cesar. En ciertos momentos tenía la certeza de que en aquella labor no se podían cometer más que errores y que sólo por pura casualidad podría alguien llegar a una conclusión acertada.

En ocasiones se apoderaba de él un desasosiego febril. No había presentado aún ningún sueño descifrado. Y sus superiores podían tomarlo por un inútil o bien por alguien en extremo timorato. Pero, ¿de qué manera se las ingeniaban los demás para rellenar hojas enteras con su escritura? ¡Oh, Dios!, ¿cómo es posible que parezcan tan serenos?

En realidad, cada descifrador poseía la facultad de apartar aquellos sueños que resultaban a su juicio inexplicables, que les eran asignados entonces a los descifradores de dificultades, los maestros de la interpretación, si bien no era posible transmitir a
Interpretación difícil
la mayor parte de los sueños.

Mark-Alem se frotó las sienes pretendiendo expulsar de allí la sangre que se le había agolpado y se resistía a circular. Los símbolos se precipitaban por docenas en su cabeza: la serpiente y la columna, el humo, la novia coja, la nieve. Se mecían en una danza desenfrenada en el interior de su cerebro, desalojaban de él las representaciones normales del mundo, las sustituían por sus movimientos frenéticos y disparatados. Pase lo que pase, a este sueño voy a darle la primera interpretación que se me ocurra, se dijo colocando ante sí una de las hojas. Adelante y que la suerte me acompañe.

Era el sueño del escolar de un colegio religioso de la capital: dos hombres habían encontrado un viejo arco iris caído. Lo habían puesto en pie trabajosamente, le habían limpiado el polvo, uno de ellos se había aplicado a repintarlo, pero no había modo de que el arco iris volviera a la vida. Por fin, los dos hombres lo habían dejado caer y se habían marchado a toda prisa.

Vaya, se dijo Mark-Alem, apretando la pluma entre los dedos. Quiso empezar a escribir pero su arrebato de valor ya se había esfumado. A pesar de todo se dispuso a hacerlo. Sin pensarlo bien, o mejor dicho, enmendando en ese mismo instante su primera explicación del sueño, escribió al pie: Advertencia de… y alzó al instante la pluma del papel. Advertencia de… Advertencia de… ¡Dios mío! pero de qué puede advertir esta pesadilla, estuvo a punto de gritar. Si esto es un lamento, si esto es una locura… Borró las palabras «advertencia de…», y con furor empujó la hoja hacia el montón de sueños imposibles de interpretar. No, era mejor que lo expulsaran cuanto antes del trabajo, a mezclarse en aquel desvarío. Se sostuvo la frente con las manos y permaneció en esta postura con los ojos entornados.

—Mark-Alem, ¿qué te ocurre? —oyó la voz atiplada del supervisor de la sala—. ¿Te duele la cabeza?

—Sí, un poco.

—No te inquietes, le sucede a todo el mundo al principio. ¿Necesitas ayuda?

—Gracias. Dentro de un rato iré yo mismo a pedirle algunas explicaciones.

—¿Ah, sí? Muy bien. He estado todos estos días esperando que lo hicieras.

—No quería importunarlo por cualquier cosa.

—Oh, no tengas ningún escrúpulo. Mi obligación consiste en ayudarte.

—Dentro de una hora —dijo Mark-Alem—, le llevaré algo con toda seguridad, aunque…

—¿Aunque qué…?

—No estoy del todo seguro. Quizá mis interpretaciones sean erróneas de pies a cabeza, si es que no son verdaderas bobadas.

El supervisor sonrió alejándose.

—Te espero —contestó.

Ahora ya no tengo escapatoria, se dijo Mark-Alem. Ahora, quiera o no quiera, deberé cumplir con mi trabajo igual que los demás. Adelante, se dio ánimos, salga lo que salga, y buscó la hoja de un sueño donde aparecía un grupo de hombres vestidos de negro que saltaban una zanja, alejándose después por un campo nevado. El sentido del sueño le pareció de pronto nítido: un grupo de funcionarios, cometida una acción contra el Estado, logran superar las dificultades que surgen ante ellos y caminan por un campo nevado, que simboliza la caída de un gobierno.

Escribió a toda prisa esta explicación, pero no había terminado la última frase cuando se dijo: ¡pero si esto resulta casi un complot contra el Estado! Releyó su explicación y comprobó reconfortado que así era en verdad: algo semejante a un complot. Pero su expediente era el de
Vida civil
y la corrupción. Se le desplomaron las manos de desesperación y soltó la pluma. Para una vez que creía haber hecho algún progreso, se encontraba con un nuevo fracaso. Pero, espera, se dijo. Quizá no sea ni mucho menos así. Después de todo, sólo un paso separaba la corrupción del complot contra el Estado, con mayor razón si, como era el caso, los implicados eran funcionarios. Además, ¡ah, qué torpeza no haberlo pensado antes!, claro, además, la clasificación de los sueños no era más que aproximativa y nada se oponía a que en el cartapacio de
Vida civil
se encontraran sueños relativos a los grandes asuntos del Estado. Le habían repetido infinidad de veces que en el Tabir se consideraba digna de encomio la actitud de quienes buscaban con audacia señales de importancia incluso allí donde en apariencia no había más que signos ordinarios. Sí, sí, recordaba perfectamente bien esta recomendación. Se hablaba incluso de que muchos Suprasueños habían salido de los expedientes más vulgares.

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