El poder está dentro de ti (28 page)

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Authors: Louise L. Hay

Tags: #Autoayuda

BOOK: El poder está dentro de ti
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Leí en un artículo que las enfermedades del próximo siglo estarán causadas por nuevas cepas de bacterias que afectarán a nuestro debilitado sistema inmunológico. Estas cepas de bacterias han comenzado a mutarse de modo que los fármacos que tenemos ahora no tendrán ningún efecto sobre ellas. Evidentemente, cuanto más fortalezcamos nuestro sistema inmunológico, con mayor rapidez nos sanaremos a nosotros mismos y sanaremos el planeta. Y no me refiero sólo al sistema inmunológico físico, sino también a nuestros sistemas inmunológicos mental y emocional.

Creo que la curación y la sanación producen dos resultados diferentes. La sanación es el producto de un trabajo de equipo. Quizá esperas que sea al médico quien te sane; él o ella puede tratar los síntomas, pero eso no sana el problema. Si quieres sanar es necesario que formes parte del equipo, junto con el médico y el resto de los profesionales sanitarios. Hay muchos médicos holistas que no sólo te tratan físicamente sino que te ven como a una persona completa.

Hemos vivido con sistemas de creencias erróneos, no sólo individuales sino también sociales. Hay personas que dicen que en su familia hay problemas de oído. Otras creen que si salen a la calle cuando está lloviendo cogerán un resfriado, o que se resfrían tres veces cada invierno. O cuando alguien se resfría en la oficina, todo el mundo se resfría porque el resfriado es contagioso. «Contagioso» es una idea, y las ideas son contagiosas.

Muchas personas dicen que hay enfermedades hereditarias. Yo no creo que sea necesariamente así. Pienso que heredamos las pautas mentales de nuestros padres. Los niños se dan cuenta de todo. Comienzan a imitar a sus padres, hasta en sus enfermedades. Si el padre sufre de estreñimiento cada vez que se enfada, al niño también le sucede. Y no es nada raro que si después el padre tiene colitis, el niño también tenga colitis. Todo el mundo sabe que el cáncer no es contagioso, ¿por qué, pues, se propaga en las familias? Porque el rencor se propaga en las familias. El rencor se acumula y se acumula hasta que finalmente hay cáncer.

Debemos estar atentos a todo para tomar decisiones conscientes e inteligentes. Puede que algunas cosas nos horroricen, lo cual forma parte del proceso de despertar, pero podemos hacer algo para solucionarlas. Todo en el Universo, desde los malos tratos a los niños y el sida hasta el problema de las personas sin hogar y que se mueren de hambre, necesita nuestro amor. Un niño pequeño que es amado y valorado se convertirá en un adulto fuerte y con seguridad en sí mismo. El planeta, que tiene de todo para nosotros y para la vida, nos cuidará si le permitimos ser él mismo. No pensemos en nuestras limitaciones pasadas.

Abrámonos al potencial de esta década increíble. Podemos hacer de estos diez últimos años del siglo una época de curación. Tenemos el poder dentro de nosotros para que nos limpie, para que limpie nuestro cuerpo, nuestras emociones y todos los diversos desastres que hemos hecho. Podemos mirar a nuestro alrededor y ver qué necesita cuidado. La forma en que elijamos vivir tendrá un enorme impacto en nuestro futuro y en nuestro mundo.

Por el mayor bien de todos

Puedes utilizar este tiempo para aplicar a todo el planeta tus métodos de crecimiento personal. Si sólo haces cosas por el planeta y no por ti, entonces no estás en equilibrio.

De manera que veamos cómo podemos equilibrarnos a nosotros mismos y equilibrar el medio ambiente. Sabemos que nuestros pensamientos conforman y crean nuestra vida. No siempre vivimos totalmente esta filosofía, pero aceptamos la premisa fundamental. Si deseamos cambiar nuestro mundo inmediato, es preciso que cambiemos nuestros pensamientos. Si deseamos cambiar el mundo más grande que nos rodea, necesitamos cambiar nuestros pensamientos acerca de él y dejar de considerarlo como un mundo de «ellos y nosotros».

Si todo el esfuerzo que ponemos en quejamos de lo que está mal en el mundo lo aplicáramos a hacer afirmaciones y visualizaciones positivas, comenzaríamos a cambiar las cosas. Recuerda que cada vez que empleas tu mente conectas con personas de igual mentalidad. Si juzgas, criticas y tienes prejuicios conectas con todas las demás personas que hacen lo mismo. Si meditas, si visualizas la paz, si te amas a ti mismo y amas al planeta, conectas con todas las demás personas que hacen lo mismo. Puedes estar en tu casa y postrado en cama y seguir sanando el planeta por la forma en que usas tu mente, practicando la paz interior. Una vez escuché decir a Robert Schuller, de las Naciones Unidas: «La especie humana necesita saber que nos merecemos la paz». Qué ciertas son estas palabras.

Si logramos hacer que nuestros jóvenes se den cuenta de lo que pasa en el mundo y que vean las diferentes opciones que tienen, entonces verdaderamente empezaremos a comprobar un cambio de conciencia. Mostrar a nuestros hijos desde muy pequeños los esfuerzos que se hacen para preservar la naturaleza, es una forma de reafirmarles que se está haciendo un trabajo importante. Aunque muchos adultos aún no se responsabilicen de lo que pasa a su alrededor, podemos asegurar a nuestros hijos que en todo el mundo la gente está tomando cada vez más conciencia de los efectos a largo plazo de la contaminación, y que muchas personas están luchando por cambiar la situación. Participar como familia en organizaciones ecológicas como
Greenpeace
o
Earthsave
es maravilloso, porque jamás es demasiado pronto para que los niños aprendan que todos somos responsables de nuestro planeta.

Te recomiendo que leas el libro de John Robbins
Diet For A New America
[Dieta para una Nueva América]. Me parece realmente interesante que John Robbins, heredero de la empresa de helados Baskin Robbins, esté haciendo todo cuanto puede por crear un planeta holista y pacífico. Es fabuloso saber que algunos de los hijos de personas que explotan la riqueza de la nación están haciendo cosas para sanar el planeta.

Los grupos de voluntarios también son útiles para tomar el relevo allí donde no lo hace el gobierno. Si el gobierno no colabora en sanar el planeta, no podemos quedarnos cruzados de brazos esperando. Tenemos que unirnos a nivel de base popular y encargarnos nosotros de ello. Todos podemos hacer nuestra parte. Empieza por descubrir dónde puedes ser de utilidad. Ofrécete de voluntario donde puedas. Contribuye con una hora al mes si no puedes dar más.

Definitivamente estamos en la vanguardia de las fuerzas que van a ayudar a sanar el planeta. Estamos en un punto ahora mismo en que tanto podemos destruir a la humanidad entera como sanar el planeta. No depende de «ellos», depende de nosotros, individual y colectivamente.

Veo que tenemos la oportunidad de combinar las tecnologías del pasado y del futuro con las verdades espirituales de ayer, hoy y mañana. Es hora de que estos elementos se unan. Mediante la comprensión de que los actos de violencia los cometen personas que son niños traumatizados, podríamos combinar nuestros conocimientos y nuestra tecnología para ayudarles a cambiar. No perpetuemos la violencia iniciando guerras o metiendo a personas en prisión y luego olvidándonos de ellas. En lugar de eso, fomentemos la conciencia de nosotros mismos, la autoestima y el amor. Los instrumentos para la transformación están disponibles; sólo tenemos que utilizarlos.

Lazaris tiene un hermoso ejercicio que me gustaría compartir contigo. Escoge un lugar del planeta. Puede ser cualquier sitio, muy lejos o a la vuelta de la esquina, algún lugar que te gustaría contribuir a sanar. Imagínate ese lugar muy tranquilo, con personas bien alimentadas y bien vestidas que llevan una vida de paz y seguridad. Cada día tómate un momento e imagínatelo.

Pon a trabajar tu amor para sanar el planeta. Eres importante. Compartiendo tu amor y los magníficos dones que tienes en tu interior comenzarás a cambiar la energía en este hermoso y frágil planeta que llamamos nuestro hogar.

¡Y así es!

Epílogo

Recuerdo cuando yo no sabía cantar. Todavía no sé hacerlo muy bien, pero me lanzo, soy más valiente. Dirijo las canciones al final de mis talleres y en los grupos de apoyo. Tal vez algún día tomaré clases de canto y aprenderé, pero aún no he tenido tiempo de hacerlo.

Durante un encuentro comencé a dirigir una canción, y el encargado del sistema de sonido me desconectó el micrófono.

—¿Qué hace? —exclamó mi asistente, Joseph Vattimo.

—Desafina mucho —dijo el hombre.

Fue una situación tremendamente embarazosa. En realidad, ahora ya no me importa. Sencillamente canto con todo el corazón, y al parecer esto me lo abre un poquitín más.

He tenido experiencias extraordinarias en mi vida, y la que ha abierto más profundamente mi corazón ha sido trabajar con enfermos de sida. Ahora puedo abrazar a personas que hace unos tres años ni siquiera habría mirado. He superado en grado sumo mis propias limitaciones personales. En recompensa por eso he encontrado mucho amor; donde quiera que vaya, la gente me ofrece amor en abundancia.

En octubre de 1987, Joseph y yo fuimos a Washington a participar en una marcha para pedir ayuda del gobierno para combatir el sida. No sé cuántas personas saben lo del «edredón del sida». Es bastante increíble. Muchas, muchísimas personas de todas partes del país se reunieron; cada una de ellas había confeccionado un trozo de edredón en conmemoración de alguien que hubiera muerto de sida. Todos estos trozos están hechos con muchísimo amor y se han unido a trozos traídos de todas partes del mundo para formar un gigantesco edredón.

Cuando estuvimos en Washington, el edredón se dividió en partes que se desplegaron entre los monumentos a Washington y Lincoln. A las seis de la mañana comenzamos a leer los nombres de las personas que aparecían en el edredón. Mientras lo hacíamos, la gente desplegaba un trozo yo colocaba junto a los otros. Fue un momento muy emotivo, como te podrás imaginar. Todo el mundo lloraba.

Yo estaba de pie con mi lista, esperando para leer, cuando sentí una palmadita en el hombro y alguien que me decía:

—¿Puedo hacerle una pregunta, por favor?

Yo me volví y el joven que me había hablado miró mi tarjeta de identificación.

—¡Louise Hay! —gritó—. ¡Dios mío! —se echó en mis brazos preso de un ataque de histeria.

Nos quedamos abrazados y él sollozaba sin parar. Finalmente pudo contener los sollozos y me contó que su compañero había leído muchas veces mi libro, y que cuando estaba a punto de morir le había pedido que le leyera uno de los tratamientos. Él se lo leyó lentamente mientras su compañero leía con él. Las últimas palabras que pronunció fueron: «Todo está bien», y murió.

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