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Authors: Elisabetta Gnone

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico

El Secreto de las Gemelas (6 page)

BOOK: El Secreto de las Gemelas
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¡No invitéis a todo el pueblo!

Scarlet Pimpernel era la hija del alcalde. "Normal", habría dicho un habitante de Fairy Oak: la familia Pimpernel era una de las más antiguas de la región, y los varones de la familia Pimpernel se habían sucedido en el cargo de alcalde de generación en generación. Así pues, ocuparse de los asuntos de los demás había sido siempre una de sus tareas principales. Y parecía que Scarlet había heredado toda la habilidad de su familia.

Tenía once años y no era bruja. Su nombre significa "pimpinela". Sólo las criaturas mágicas tienen nombres de flores; sin embargo, ella no tenía nada de mágica. Había recibido su nombre en herencia de Scarlet Violet Pimpernel, una tía abuela bruja, que una noche, durante una terrible tormenta, había desaparecido en la nada llevándose consigo los últimos poderes mágicos de los Pimpernel.

A decir de todos, era una gran suerte que Scarlet no fuese bruja: con el pésimo carácter que tenía, habría sido un peligro para la comunidad. Sólo Tomelilla la defendía: "Con los padres que tiene, ¡ya es un milagro que esa niña no muerda!", repetía a menudo. "Su madre no hace más que chillar de la mañana a la noche, y con todos esos rulos en la cabeza y la crema de faisán untada en la cara, da miedo incluso a su marido. ¡Quizá por eso el alcalde tiene siempre un humor de ogros!".

Así, para no correr el riesgo de tener a la familia "Ogros—cara—de—faisán" en la fiesta, Pervinca y Vainilla decidieron repartir las invitaciones durante el recreo. En la confusión general llamarían menos la atención y sería más fácil encontrar a todos los invitados.

Vainilla entregó sus invitaciones en el jardín; Pervinca se ocupó, en cambio, de la sala de juegos y los pasillos. Terminaron en menos de un cuarto de hora y todo fue según lo planeado. Estaban a punto de volver a clase cuando Babú se encontró cara a cara con ella, ¡Scarlet Pimpernel!

—Periwinkle Uno, ¿qué es toda esta historia de la fiesta? —dijo Scarlet con la cara roja.

¡Se había enterado! ¿Pero, por quién? ¿Cómo? En vista de que Babú se quedaba callada, Scarlet sacó la invitación de Flox Polimón y la agitó amenazadoramente bajo su nariz.

—¿Acaso eres sorda? ¿Qué es esto? —insistió Scarlet, cada vez más colorada.

Si hubiera sido un poco menos diminuta, le habría ajustado las cuentas a esa pequeña ogresa que se permitía llamar por números a mis niñas. Había empezado a hacerlo en los primeros años de escuela: por entonces, cuando llevaban puesto un gorro o la capucha de la capa era imposible distinguir a Vainilla de Pervinca, así que Scarlet había decidido llamar Periwinkle Uno a la que encontraba primero y Periwinkle Dos a la que veía después. Pero desde hacía años era fácil reconocer a las niñas mirándolas simplemente a la cara.

—A mí me parece la invitación de Flox Polimón —contestó Babú.

—¡Exacto!
Es
la invitación de Flox. Me la ha dado a mí porque ella no puede ir. Pero lo que yo quiero saber es dónde está MI INVITACIÓN. ¿Por qué yo no tengo, eh, por qué?

—Porque no estás invitada —llegó tajante la respuesta.

Pero no de Babú. Ante los gritos de cualquiera, Vainilla prefería callarse y esperar a que la "tormenta" pasara. Pervinca, en cambio, había oído todo desde las ventanas del pasillo y había corrido a afrontar a la bestia en lugar de Babú. La pequeña Vi sabía infundir respeto, sí señor.

—Debe de ser un error —replicó Scarlet bajando la voz.

—¡De ninguna manera! —continuó Pervinca—. ¿Ves?, no estás —repitió enseñándole la lista de invitados.

—Entonces explícame por qué mi nombre, y el de mi ilustre familia, no está en esa lista, Periwinkle Dos —volvió al ataque Scarlet.

Al oír llamar así a su hermana, Babú se armó de valor:

—¿Puedo explicarlo? —dijo alzando la mano como se hace en clase para poder decir algo—. Querida Scarlet, no estás en la lista porque sabemos que vas a participar en otra fiesta muchísimo más importante que la nuestra. ¿No es una tradición entre los Pimpernel reunirse para celebrar todos juntos el Solsticio de Verano con una gran cena de gala? El insignificante cumpleaños de nuestra tía no puede competir, desde luego, con un acontecimiento tan prestigioso.

Scarlet se hinchó como una gallina emplumada:

—Punto primero, queridísima, la cena es de supergala. Punto segundo, no iría a vuestra fiestecilla ni aunque me lo pidierais de rodillas. Punto tercero, ¡adiós! —apuntó la nariz a otro sitio y se fue.

Babú y Vi se guiñaron un ojo. ¡Habían logrado deshacerse de aquella entrometida!

Pero habían subestimado a Scarlet Pimpernel: esa extravagante niña hizo, en pocos minutos, centenares y centenares de copias de la invitación de Flox Polimón y las repartió a toda la escuela. Y no es una manera de hablar: ¡literalmente a toda la escuela!

Afuera, los niños de Fairy Oak y sus padres agradecieron a las hermanas Periwinkle el haberlos invitado a la fiesta. Vi y Babú, asombradas, intentaron con excusas poco creíbles que les restituyeran algunas invitaciones.

Los invitados

Flox Polimón

Celastro Buttercup

EmmaTotter Grass

Grisam Burdock

Acanti Bugle

Elsa Marsinlake

Nepeta Rose

Campanula Cocleri

Hibiscus Castle

Hellen Blackberry

Cicerbita Blossom

Sophie Littlewalton

Gabriel Garlendel

Billie Ballatel

—Lo siento, ya no se va a celebrar la fiesta, ¡mi madre tiene la peste amarilla!

—Mi tía ha convertido a papá en un dinosaurio y no recuerda el contrahechizo, pero si quieres venir...

Incluso Roble trató de ayudarlas.

—¿NOOO HABEEÉIS OIIÍDO LO QUE HAAAN DIIICHO LAS GEMEEELAS? VEEENGA, SEEED BUEEENOS, DEVOLVEEED LAS INVITACIOOONES... —tronó con su vozarrón, arrebatando con sus ramas las invitaciones a los no invitados.

Pero en Fairy Oak los rumores corren como la pólvora. Así pues, era fácil prever que, entre las invitaciones y el boca a boca, todo el pueblo se considerase invitado.

Tomelilla se enfureció:

—¿Qué es lo que os había dicho? Escribamos invitaciones mágicas, que sólo las puedan leer los invitados pero que desaparezcan en manos de los intrusos... Pero no, Cícero y Dalia quisieron hacerlo á su manera... "Mejor hacer invitaciones NORMALES", dijeron. "Es de mejor educación…" ¡Estupendo, fantástico! Ahora, que abran educadamente la puerta a cien invitados...

La bruja medía a grandes pasos el invernadero, agitando en el aire las tijeras y los guantes de jardinería.

—No nos alarmemos —dijo al rato, con voz más calmada—. Mañana será también la fiesta en la bahía, la playa de Arran estará iluminada, como si fuera de día, por las hogueras y los encantamientos de las brujas; habrá bailes, lamparitas sobre el agua, dragones de fuego, cantos... siempre es una gran atracción para todos. Conservemos, pues, la calma, porque no vendrán, por lo menos no cien... Felí, ¿podrías decirme cuántas invitaciones corren por ahí?

—Diría que, poco más o menos, trescientas —Tomelilla casi se desmaya sobre la mecedora.

—¡Esperemos que no llueva!

Primero la lluvia…

Por el contrario, llovió. E incluso con fuerza. Mientras ayudaba a mamá Dalia a preparar la sala, vi a Tomelilla subir de la Habitación de los Hechizos con aire preocupado.

—He intentado alejar las nubes y hacer brillar el sol, pero parece que esta lluvia es indiferente a mis poderes. Me temo que no habrá ninguna fiesta del Solsticio —dijo mirando por la ventana.

—Parará pronto —contestó mamá Dalia mientras secaba el suelo: el viento hacía que la lluvia se colara entre las tejas y había cubos y barreños por toda la casa.

—¿Sabes que Prímula tiene hipo desde hace una semana? —suspiró Tomelilla preocupada.

—Pobrecita... qué tormento —comentó Dalia distraídamente.

—Sí... un tormento —dijo Tomelilla. Y como si quisiera apartar un mal pensamiento, añadió—: ¿A qué hora llegarán los invitados?

—En la invitación pusimos que vinieran a las tres.

—Eso es dentro de una hora... ¿Crees que vendrán todos?

—Yo espero que no. Cícero está montando la carpa en el jardín, pero si viene todo el pueblo no va a ser suficiente.

El señor Cícero entró en ese momento.

—Desisto —dijo desanimado—. El viento es demasiado fuerte y dicen que está llegando una tormenta —añadió quitándose el impermeable empapado.

Tomelilla miró afuera: la lluvia batía contra los cristales y en el horizonte se vislumbraban los resplandores de los relámpagos.

—El ratón de Shirley Poppy tiene otra vez la lengua azul... —suspiró estrujándose las manos.

—¿Cómo que otra vez?
Siempre
tiene la lengua azul, está comiendo arándanos todo el día —contestó Dalia con una leve impaciencia.

—Y Malva ha ido por segunda vez a comprar hilo de coser, me lo ha dicho Felí.

—A lo mejor se le ha terminado. ¿Qué te pasa, Tomelilla? Desde esta mañana no paras de suspirar.

—¿Que se le ha terminado? Sabes muy bien que la tía de Shirley sólo viene a Fairy Oak una vez al año, y únicamente para comprar hilo de coser. Además, como parece que no hace nada más, cose desde hace por lo menos diez años, sólo el cielo sabe qué es lo que... No, no creo en absoluto que se le haya terminado... Más bien, creo que ha venido para procurarse reservas. Sabe que pronto no será seguro salir...

En ese instante, el retumbar de un trueno hizo palpitar la luz y del jardín llegó el ruido de un golpe terrible.

—¡EL RAYO HA CAÍDO EN EL VIEJO OLMO! —gritó Pervinca desde su habitación.

—¡Oh, no! —Dalia corrió a la ventana. El rayo había quebrado el gran árbol y lo había tirado al suelo. Su copa yacía inmóvil bajo la lluvia—. Mi gigante... qué disgusto... tenía dos, tres...

—¡Tres siglos! —precisó Tomelilla junto a ella. Se quedaron unos minutos mirando afuera, en silencio. Después, sin volverse y con voz tranquila, Tomelilla habló de nuevo—: Dalia, tengo que decirte algo...

—Mmm, parece serio. ¿Qué ocurre?

—Babú vuela...

—Lo sé. Felí ha venido a nuestra habitación esta mañana, al alba, para contárnoslo —respondió Dalia volviendo a su bayeta. Parecía como si no le interesara—. No quiero ponerte nerviosa ahora —continuó Tomelilla—, pero tarde o temprano tendremos que afrontar este asunto. Si Pervinca no es...

Dalia no la dejó terminar. —Te lo ruego, Tomelilla, ¡ni siquiera lo digas! ¡Mis hijas no serán separadas! Si Pervinca no es bruja, encontraremos otra solución. Ahora, por favor, deja de decir cosas raras o terminarás asustándome.

Se volvió, algo goteaba a su espalda.

—También cae agua delante del aparador. ¡Babú, trae otro cubo! —gritó concluyendo aquella extraña conversación.

—¡He perdido un lápiz, mamá! —dijo Babú entrando en el salón con su viejo cubo de playa—. Estará fuera solo, todo mojado. ¿Podemos ir a buscarlo? Creo que sé dónde está... a la entrada de la casa de Flox. Por favor...

—No, tesoro, iremos mañana. Ahora tenemos que esperar a los invitados —contestó mamá Dalia.

—Para lo que importa, con esta lluvia no vendrá nadie...

Babú no había acabado de hablar cuando alguien llamó a la puerta.

BUM, BUM, BUM

—¿Quién puede ser tan pronto? —se preguntó Dalia preocupada.

—Con el agua que está cayendo, un monstruo marino —comentó Babú yendo hacia la puerta. En el fondo esperaba ardientemente que fuese alguien que hubiera encontrado su lapicero. Pero:

—¡No me parece un día de playa! —sentenció Scarlet Pimpernel viendo el cubo que Babú sostenía en la mano—. ¿Podemos entrar?

Babú se hizo a un lado sin lograr decir ni palabra y la familia Pimpernel al completo entró en el recibidor.

—¿Quién es, tesoro? —preguntó Tomelilla—. ¡UY, SANTO CIELO, LOS PIMPERNEL! —se le escapó apenas los vio.

—¿¿Los Pimpernel?? —Dalia, Cícero y Pervinca cruzaron una mirada de desconcierto.

—¡Habría preferido al monstruo marino! —susurró Vi entre dientes.

Después del instante de sorpresa, Tomelilla adoptó un aire de dignidad y, como buena anfitriona, condujo a los invitados a la sala para que se acomodaran.

—¡Qué sorpresa verlos! Quiero decir... llegan muy pronto, y con este tiempo... Mírense, todos mojados, ¡pobrecitos!

…después los Pimpernel...

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