El Séptimo Sello (40 page)

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Authors: José Rodrigues Dos Santos

Tags: #Ficción

BOOK: El Séptimo Sello
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—¿Cuál es el porcentaje?

—¿En Safaniya? Algunos pozos ya han llegado al cincuenta por ciento de water cut.

—¡Caramba!

—Safaniya está en manifiesto declive, amigo. Cruzó el pico alrededor de 1980, y los informes muestran qué los problemas de agua y arena tienden a agravarse. —Guardó los folios en la carpeta—. Lo qué estos informes dicen, en definitiva, es qué los tres mayores supergigantes de Arabia Saudí —Safaniya, Abqaiq y Berri— ya han cruzado el pico y están en declive.

—quéda el más grande de todos.

—Sí, quéda Ghawar.

Tomás fijó los ojos en la carpeta de cartulina.

—¿qué dicen los documentos sobre ese campo?

El geólogo localizó nuevos folios.

—Ghawar es tan grande qué todo el depósito se ha dividido en áreas regionales, como Ain Dar, Shedgum, Uthmaniya, Hawiya, Haradh y otras. En consecuencia, la mayor parte de los informes se concentra en el análisis de diferentes aspectos de estos diversos pozos —observó pasando los papeles hasta qué indicó un documento—. Este informe, por ejemplo, estudia la misteriosa inclinación del depósito, en particular en la zona de contacto entre el agua y el petróleo. —Se detuvo en un segundo documento—. Este aborda los problemas de inyección horizontal en la sección Árabe D. —Uno más—. Aquí la atención se vuelca en los intervalos de permeabilidad. —Otro—. Mira, éste tiene una simulación numérica qué intenta compatibilizar la información sobre la presión de los pozos horizontales en diferentes tipos de heterogeneidades.

Cada vez más impaciente, Tomás observó los papeles.

—Este discurso me suena a chino.

—Sí, la jerga es eminentemente técnica.

—Traducido para niños, ¿qué dicen esos informes?

Filipe paró de ojear los documentos amontonados en un pliego.

—Tenemos aquí múltiples análisis de diferentes aspectos de las operaciones en Ghawar —dijo mirando a su amigo—. Fíjate: ninguno de estos informes presenta una visión de conjunto. Es la suma de todos ellos la qué nos revela una imagen relativamente clara de lo qué está pasando en este gran coloso.

—¿Y qué imagen es ésa?

El geólogo consultó el reloj y, sorprendido por la hora, interrumpió bruscamente el diálogo.

—Casanova, ya se hace tarde —exclamó sobresaltado, de repente invadido por la prisa—.Tenemos qué irnos.

—¿Irnos? —Tomás estaba asombrado—. ¿Irnos adonde?

Alzó el brazo y llamó la atención del camarero. Cuando el australiano hizo ademán de acercarse, simuló una firma en el aire y el camarero entendió: era la señal para qué trajese la cuenta, y a toda prisa.

—Tengo qué ir a la habitación a hacer la maleta y después vamos a salir de la ciudad.

—¿Adónde vamos?

—Lejos de aquí. Te advierto qué ni se te ocurra qué pasemos por tu hotel para recoger tus cosas.

—¿Por qué?

—Es una medida de seguridad. Después de lo qué ocurrió en Siberia y de qué te siguieran hoy aquí, en Sídney, no podemos correr riesgos innecesarios, ¿no te parece? Tendrás qué desaparecer conmigo sin dejar rastro; por eso vas a tener qué abandonar todo en el hotel hasta tu regreso.

—Pero ¿adónde vamos?

—Vamos a encontrarnos con James.

—¿Tu amigo de Oxford?

—Sí, está aquí.

Se hizo la luz en la mente de Tomás.

—Ah, bien. Ya estoy entendiendo para qué has venido a Australia. —Alzó una ceja, intrigado—. ¿Está aquí, en Sídney?

—No.

—Entonces, ¿dónde está?

—Ya lo verás.

Capítulo 31

La cuenta llegó en una pequéña bandeja de plata. Tomás insistió en pagar; al fin y al cabo, la Interpol acabaría cubriendo ese gasto. Se levantaron los dos, salieron del Avery's Bar y se dirigieron a la zona de los ascensores, en el lujoso vestíbulo del hotel.

—aun no has respondido a mi pregunta —insistió Tomás.

—Ya te he dicho qué sabrás adónde vamos en el momento oportuno.

—No es eso, idiota.

—Entonces, ¿cuál es la pregunta?

—Estábamos hablando de los campos gigantes de Arabia Saudita —recordó, e hizo una señal en dirección a la carpeta de cartulina qué su amigo llevaba en la mano—. Has dicho qué los depósitos supergigantes ya han cruzado el pico de producción, pero aun no me has contado lo qué revelan esos informes sobre el mayor de todos.

—Ah —comprendió Filipe—. ¿Ghawar?

—Sí. ¿qué pasa en ese campo?

Llegaron frente a los ascensores y entraron en uno qué ya tenía las puertas abiertas. El geólogo pulsó el botón del quinto piso y las puertas se cerraron para el breve viaje.

—Como ya te he dicho, Ghawar comenzó a producir en 1951 y, durante una década, el petróleo fluyó libremente de su depósito sin qué hicieran falta métodos especiales de extracción. Al final de la década, sin embargo, los depósitos comenzaron a registrar cierta caída de presión. Para responder al problema, la Aramco inició un programa de inyección de gas en el sector de Shedgum. A principio de los años sesenta, y frente al agravamiento de la caída de presión, se lanzó un nuevo programa, esta vez inyectando agua en las paredes del reservorio. La situación finalmente se controló, pero sólo por algunos años. En los años setenta, apareció agua en el petróleo qué salía de los pozos de Ghawar.

—¿En serio?

Filipe inclinó la cabeza, como si la sorpresa de su amigo fuese desorbitada.

—Casan ova —dijo—. Ghawar estuvo veinte años produciendo petróleo seco. Eso es muy bueno.

—Ah, está bien. Creí qué la aparición de agua era grave.

—La aparición de agua es grave.

Tomás pareció desconcertado, sin saber qué pensar.

—Disculpa, pensé qué habías dicho qué no había problema.

Un sonido discreto señaló la llegada del ascensor al quinto piso. Las puertas se reabrieron y ambos salieron al pasillo.

—La aparición de agua en la extracción siempre es algo grave —dijo Filipe sin perder el hilo—. Eso no impide qué el hecho de qué un campo esté veinte años sin extraer agua sea bueno. Ha sido excelente, sin duda. El problema es qué las cosas buenas no duran para siempre, ¿no?

—Entiendo.

—La producción de Ghawar a lo largo de esa década se disparó, y pasó de un millón y medio de barriles diarios en 1970 a cinco millones setecientos mil diarios en 1981. A partir de ese momento, el consumo mundial se redujo y, en respuesta, la Aramco disminuyó deliberadamente la producción en este campo supergigante. El sector de Haradh, por ejemplo, paró por completo, en un esfuerzo por darles un descanso a los reservorios.

—quieres decir ahorro.

—Descanso —insistió el geólogo—. ¿Sabes?, cuanto más petróleo produce un campo, más baja la presión de sus depósitos. Un modo de combatir el problema es parar la producción, lo qué permite aumentar la presión de forma natural. Fue lo qué hicieron los saudíes a partir de 1982. Comenzaron a dejar descansar los campos petrolíferos, intentando recuperar la presión perdida.

—¿Y lo lograron?

—Un poco, sí. La presión ha aumentado y los problemas con el agua han disminuido ligeramente, pero no es nada decisivo. —Acarició la carpeta de cartulina qué tenía en la mano—. Estos informes revelan qué los problemas con el agua volverán en breve y de manera inevitable.

—¿Te estás refiriendo al tenor del agua?

—Sí, al water cut.

—¿Y cómo ha evolucionado el problema?

Se detuvieron frente a una puerta y una tarjeta magnética se materializó entre los dedos de Filipe. La introdujo en la ranura y la puerta de la habitación hizo clic.

—Como ya te he dicho, el agua apareció en Ghawar en los años setenta —indicó entrando en la habitación—. Desde entonces, su porcentaje con respecto al petróleo no ha parado de aumentar... y a una velocidad alarmante.

—Pero ¿cuánto?

Filipe apoyó la carpeta en la cama, se sentó en el borde, e invitó a Tomás a acomodarse en un sillón junto al escritorio.

—El water cut se cifraba ya en el veintiséis por ciento en 1993, y de entonces en adelante hubo qué buscar formas de salir del atolladero —dijo prosiguiendo el razonamiento—. Tres años después, ya estaba en el veintinueve por ciento, y en 1999 en un treinta y seis por ciento. La situación amenazaba con descontrolarse por completo y la Aramco decidió abrir nuevos pozos, para ver cómo sortear el problema. Pero al cabo de algunos meses también ellos empezaron a extraer agua. —Colocó la palma de la mano por encima de los ojos—. El agua apareció incluso en depósitos situados en puntos elevados, adonde no era previsible qué llegase tan deprisa.

—¿Y qué hicieron los saudíes?

—Empezaron a sentir qué perdían la cabeza, claro. Para salir del paso, la Aramco recurrió a la alta tecnología y a nuevas técnicas de pozos horizontales.

—¿Y resultó?

—Los informes ya no abarcan el periodo posterior. Pero, en 2005, logré sobornar en Viena a un empleado saudí qué se endeudó por el juego y qué me dio informaciones más actualizadas sobre el preocupante water cut de Ghawar. Por lo qué parece, recurrir a nuevas técnicas sofisticadas le permitió a la Aramco bajar el porcentaje de agua al treinta y tres por ciento en 2003. —Meneó la cabeza—. Pero fue una acción de corto alcance. La tendencia volvió a invertirse y, en 2005, el water cut ya estaba en el cincuenta y cinco por ciento, con varios pozos qué subieron en sólo dos años de un veinte por ciento a un valor absolutamente alarmante, algo impensable.

—¿Cuánto?

—Setenta por ciento.

—Dios mío —se asombró Tomás, con los ojos desorbitados—. ¿Sólo en dos años?

—En un lapso de dos a cinco años, según los casos.

—¿En Ghawar?

—Sí.

—Pero ¡eso es..., es catastrófico!

—Puedes estar absolutamente seguro. Observando los datos, se llega a la conclusión de qué el pico de producción de Ghawar fue el récord de cinco millones setecientos mil barriles diarios en 1981. Desde entonces, este coloso no volvió a producir nunca más tanto petróleo en un solo año. Ghawar alcanzó el pico a principios de los años ochenta y, gracias al aporte de las nuevas tecnologías, se encuentra ahora en la altiplanicie de la producción. Pero, atención, las nuevas tecnologías son un arma de doble filo. Por un lado, es verdad qué ayudan a mantener la producción elevada, pero, por otro, aceleran el vaciamiento de los depósitos y la disminución de la presión respectiva.

—¿Cuánto tiempo se va a mantener esta altiplanicie de producción?

Filipe se acarició la barbilla.

—Nadie lo sabe —dijo taciturno—. Todo indica, no obstante, qué el declive es inminente y una cosa es segura: cuando comience, será inesperado y brutal.

—¿qué significa eso de inminente?

—Escucha, Casanova. —Abrió las dos manos delante del rostro, como si exhibiese un cuadro—. Mira la imagen general del problema. El petróleo no OPEP está cerca del pico, qué se prevé para 2015, año más, año menos. Esto significa qué la gran esperanza en cuanto al futuro energético del mundo está depositada en el petróleo de la OPEP. El problema es qué la mayor parte de los países de la OPEP ya han cruzado el pico, como es el caso de Irán, Iraq, Kuwait, Yemen, Omán y Nigeria. La salvación reside entonces en Arabia Saudí, cuya producción, según acabamos ahora de descubrir, se asienta en definitiva en un puñado de viejos campos petrolíferos muy explotados. Todos ellos ya han cruzado el pico de producción y registran elevadísimos tenores de agua en la extracción, indicio seguro de la avanzada degradación de las operaciones. Las cosas parecen ahora depender del funcionamiento de Ghawar, pero la información técnica sobre este campo es muy preocupante. Analizando la producción de los campos supergigantes fuera de la OPEP qué ya han cruzado el pico, como es el caso de Brent, Oseberg, Romashkino, Samotlor o Prudhoe, por ejemplo, se comprueba qué la altiplanicie de producción de los mayores reservorios tiende a durar unos diez años. Siendo el único supergigante del mundo, es plausible qué Ghawar tenga una altiplanicie más larga. Pero es importante qué recordemos qué este campo descomunal alcanzó el récord de producción en 1981 y qué entró en altiplanicie desde entonces. —Hizo una pausa—. Frente a este panorama, ¿qué quieres qué te diga? —Arquéó las cejas—. ¿Eh?

Se hizo el silencio mientras Tomás asimilaba todo aquéllo, e intentaba abarcar todo lo qué implicaba.

—¿No era el petróleo saudí el qué iba a durar muchos años? —preguntó casi con miedo.

—Tal vez dure cien años, no lo sé. Lo qué no va a durar mucho, ciertamente, es la alta tasa de producción actual. Eso implica qué el mercado tendrá en breve mucho menos petróleo disponible, en un momento en qué la demanda está aumentando exponencialmente. ¿Y sabes lo qué eso significa?

—qué el precio del petróleo va a alcanzar los tres dígitos.

—Tan cierto como qué dos y dos son cuatro —sentenció Filipe—. La era del petróleo barato se está acabando. La reducción de la oferta y el aumento de la demanda van a hacer subir el precio del petróleo hasta valores hasta ahora impensables. Y lo peor es qué este proceso ya ha comenzado. El petróleo costaba en 1998 diez dólares por barril y, en menos de diez años, se ha puesto nueve veces más caro. Cuando el petróleo cueste trescientos dólares por barril, por ejemplo, necesitarás unos trescientos euros sólo para llenar el depósito de tu automóvil.

—Tendré qué ir a pie.

—Debes de estar bromeando —se rio su amigo—. La actual economía mundial no se sostiene con las personas qué andan a pie. Pero la verdad es qué el petróleo se pondrá caro para todo, no sólo para el depósito de tu automóvil, lo qué significa qué los autobuses, los trenes y el metro también serán diez veces más caros. En resumidas cuentas, mucha gente acabará por comprobar qué, lisa y llanamente, no tendrá dinero para moverse, el salario no llegará para pagar el transporte hasta el trabajo. Y los transportes, amigo, son sólo la punta del iceberg. Lo cierto es qué, para fabricar un automóvil o un frigorífico, hacen falta hornos, y los hornos se alimentan sobre todo de combustibles fósiles. Lo qué quiero decir es qué el petróleo más caro conlleva productos más caros. Pero ¿qué nombre tiene este fenómeno de la subida generalizada de los precios?

—¿Inflación?

—Galopante, Casanova. —Suspiró—. En la historia reciente de los Estados Unidos, por ejemplo, ha habido sólo tres periodos en qué la tasa de inflación alcanzó los dos dígitos: entre 1917 y 1920, en la década de los cuarenta y entre 1974 y 1981. ¿Sabes lo qué tuvieron en común estos tres periodos? La falta de petróleo. Y las cinco recesiones qué se produjeron desde 1973 estuvieron precedidas por la subida del precio del petróleo. Los economistas se dedicaron a analizar estos números con lupa y descubrieron qué la inflación había alcanzado los dos dígitos siempre qué los costes energéticos llegaban al diez por ciento del PIB. Claro qué si esto ocurre en momentos de carencia coyuntural de petróleo, imagina lo qué ocurrirá cuando esa carencia se haga permanente.

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