El sueño de los justos (47 page)

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Authors: Francisco Pérez de Antón

BOOK: El sueño de los justos
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—Pero no menos que usted, hermano
Sarastro.

20 de septiembre de 1872

Asociación Anticlerical
La Antorcha

—¡Compañeros! La ola reaccionaria amenaza con sepultar la revolución en la inanidad y la impotencia. El presidente provisorio es cautivo de la telaraña que los conservadores han tejido en torno a él. Si no fuera por Rufino, a quien el general tiene que llamar a cada poco para que le saque las castañas del fuego, la revolución estaría muerta. ¡Compañeros! ¡El país necesita estabilidad! ¡Y Rufino es nuestra alternativa! Sólo una mano de hierro como la suya podrá salvar una revolución que se debilita con los días a causa de un viejo sin voluntad para hacer lo que se debe hacer. ¡La desidia de García Granados es un obstáculo para la pacificación del país! ¡Necesitamos a un hombre fuerte para que ponga orden en este caos!

—Ese artículo no va, don Porfirio —le dijo el compaginador desde la puerta.

—¿Cuál artículo?

—El del tren y las vacas.

—¿Y eso por qué?

—No cabe.

—¿Cómo que no cabe?

—Hay otras cosas que publicar.

—¿Quién dice?

—Don Eliseo, quién va a ser.

—Pero este artículo es importante.

—Tan importante como el cuentecito del sapo y de la luciérnaga, que casi me cuesta el empleo.

—Esto es distinto.

—Don Porfirio, no sea necio.

—No es necedad, es que...

—¡Haga lo que le digo, carajo! ¿Cuándo va a entender usted que la libertad de imprenta tiene un límite?

8. Desgarradura

«Al día siguiente del entierro de la tía Emilia, me di cuenta de que el amor se me había partido en dos. Mis más íntimos deseos susurraban Néstor, Néstor, pero mi mente se inclinaba por el hombre que me prestaba atención y me ofrecía una vida estable, seguridad y posición social. Desde niña he necesitado siempre tener a alguien cerca de mí, quizás por el vacío que dejaron mis padres cuando fueron asesinados. La tía lo llenó con creces, pero sólo al lado de Néstor había sentido esa plenitud que proporcionan a un tiempo el amor y la compañía.

»Ahora Néstor me daba ambas cosas a plazos imprevisibles. La política había enajenado su libertad interior y esa pasión hizo de él otro hombre. Incluso cuando hacíamos el amor, tenía la impresión de que ni su cuerpo ni su mente estaban conmigo. Y no lo podía soportar. Me sentía su prisionera. El carcelero venía a verme, me daba de comer y se marchaba. Y yo quería ser libre, Elena. Yo quería vivir mi libertad lo mismo que él la suya.

»Sí, claro, entiendo tu extrañeza. Yo era una mujer liberal... pero sólo en el papel. Mi vida se había guiado desde niña por un patrón conservador: la burbuja de que te hablaba hace un rato, el espacio cuidado y aséptico en el que la tía Emilia me tenía escondida. Entre aquel liberalismo de libro y el real había una distancia cósmica. Las liberales como yo, como doña Cristina, como las amigas del club, queríamos libertad, pero dentro de un orden. Y el país era una anarquía. La libertad había dejado de ser el referente del cambio. Ahora empezaban a serlo el miedo y la violencia.

»Néstor, concluí en esa fecha, había sido un espejismo, un producto de mi fantasía adornado con elementos imaginarios. Nunca dudé que me amara, pero nuestro amor se me antojaba ahora un barquito de papel que huía arroyo abajo. Así que, dos días después de la muerte de la tía, le escribí una larga carta explicándole estas cosas.

»Regresó de Oriente a fines de junio del 72. Victorioso, como era habitual. Fuera la ametralladora de Rufino, fueran sus fusiles de repetición, el caso es que los conservadores no daban una a derechas. Su alocado fanatismo sólo era útil para avivar pequeños fuegos. Así que, una y otra vez, los liberales les daban por debajo de la lengua.

»El mismo día de su entrada triunfal, Néstor me vino a ver. No le permití entrar en casa. No tuve el valor de decirle cara a cara que habíamos terminado y le cerré la puerta. No tengo valor para afrontar esas cosas. Ni la paciencia. Ni el carácter. Y di a la servidumbre orden de no abrir.

»Me escribió varias cartas. No le contesté. En la última me decía que si no quería saber de él, se quitaría la vida. Pensé que exageraba, que era sólo una pose. Después de una separación de casi dos meses, yo había tomado ya una decisión y... Dios mío, estoy temblando...

»—Voy a encender un brasero.

»—No, Elenita. Déjalo, me pondré bien... Dicen que la carne es débil, pero, en mi caso, creo que la debilidad fue mental.

»—La vida sería más sencilla si no nos dejáramos llevar tan a menudo por el corazón.

»—No entendí, no quise entender, la tarea a la que Néstor se había entregado. La llamaba el sueño de los justos. Yo, en cambio, había optado por la vida en prosa. El lirismo revolucionario había dejado de ser una inspiración para mí y, de otra parte, no soy una mujer abnegada. Amar implica sacrificarse por el ser amado y yo carezco de esa virtud. La revolución destruía amores, familias, fortunas, amigos. Y en medio de la inseguridad en que vivíamos, resolví sacrificar aquella pasión por una vida menos excitante y sin aventura, parecida a la de las señoras que tanto había criticado años atrás. No supe asumir el riesgo porque, quizás, a diferencia de la Magdalena, a quien Jesús perdonó por haber amado demasiado, yo no amé lo suficiente».

El Liberal Progresista,
25 de diciembre de 1872

La venida del general J. Rufino Barrios a la capital con sus tropas, esperada por tanto tiempo, ha sido el tema de la conversación jene-ral durante varios días i ha dado lugar a toda clase de rumores. La mayoría de los ciudadanos parece estar convencida de que esta visita tiene por objeto prestar su ayuda en la consolidación de un buen Gobierno i correjir sus acciones con respecto a los enemigos del sistema liberal, adoptando una actitud más enérjica. No hai duda de que los reaccionarios i sus secuaces han tomado por debilidad la benevolencia del Jefe del Estado, pero eso está a punto de cambiar.

27 de diciembre de 1872

Casa Presidencial

—Queridos amigos. Les supongo informados de lo que sucede. Rufino llegó ayer de Quetzaltenango, se ha instalado en el castillo de San José y apunta su ametralladora hacia aquí. Ha visitado la Asamblea y ha amenazado personalmente a los diputados que se resistían a obedecer sus órdenes. Ante semejante intimidación, la Constituyente ha optado por disolverse. El extremismo ha triunfado, caballeros. No es posible el cambio sin ruptura ni es factible por ahora una patria liberal. Incluso
Don Chema
Samayoa está con los radicales. Nuestro proyecto político ha muerto. Rufino es hombre con prisa y yo soy un hombre viejo. El quiere una revolución, yo otra, y nadie puede gobernar amenazado a diario por las armas. Yo quería una revolución benigna, humanitaria, gradual. Aspiraba a construir un ejército moderno que sirviera a los intereses civiles, y una Guardia Nacional, como la creada en Francia. No ha podido ser. Rufino no quiere partidos y desea instalar a los soldados en la administración del país. Hasta los oficiales que lucharon a mis órdenes se han pasado con él. La República ha ido adquiriendo un marcado estilo militar y yo he perdido la esperanza de enderezar su rumbo. No lo duden, caballeros: en adelante, serán los militares quienes gobiernen. Ellos serán también la mente, el músculo y el espinazo del país. Esta es la revolución que triunfa, caballeros, no la que yo planeé. Y no sólo a causa de Rufino. Los conservadores tienen tanta o más culpa que él. No cedieron en lo poco, ahora tendrán que hacerlo en lo mucho. Y por las malas. El futuro de la patria pasará a manos de una tiranía legitimada por políticos de poca monta. No hay otra salida, me dicen los que ayer juraban defender la libertad hasta morir. Tal vez no haya otra opción, pero yo no seré parte de ella. Tampoco deseo provocar más derramamiento de sangre. Nunca perseguí otro propósito que servir a mi país y a los principios liberales que profeso. Seguiré en el poder el tiempo imprescindible para convocar elecciones, pero presentaré mi dimisión uno de estos días. Entretanto habrá que aceptar la dictadura constitucional como un hecho y a Rufino como el nuevo presidente. Les agradezco a todos su lealtad y su afecto. Y pido a Dios ayudar a nuestra Patria en esta hora.

El Liberal Progresista,
29 de diciembre de 1872

Crónica local

-0- Manda la Municipalidad que, a quienes no paguen el agua en diez días, se les corte el servicio, i que los dueños de las casas tienen la obligación de reparar el empedrado frente a ellas. De eso se ocupa el señor alcalde, en lugar de publicar un bando de buen gobierno para que los cerdos no anden libres por las calles, pues, además de ser cosa fea, es nociva para la salud.

-0- Aplaudimos la orden que manda recojer de la vía pública a las mujeres de la vida airada, pues andan muchas fuera de su debido encierro. Si se duda de lo que decimos, ocúrrase a la Plazuela del Teatro, de las nueve de la noche en adelante.

-0- Nunca es tarde para hacer justicia al que la merece. El señor Petrilli, conociendo la incapacidad de algunos de los artistas que contrató en Europa, no vaciló en hacer cuantos sacrificios estaban de su parte para llenar de una manera digna los compromisos contraídos con el público, ejecutando las óperas nuevas ofrecidas en su programa, i por primera vez puso en escena en esta capital
L'Ebreo, Luisa Miller, I Masnadieri, I Lombardi, Giovanna d'Arco
y
Conrado di Monferrato
que han constituido todo un éxito, salvo la primera, que no fue muy aplaudida.

-0- El pasado 27, como a las nueve i media de la mañana, fue mortalmente herido con doce puñaladas, un joven como de 24 años, llamado M. Alvarez. Parece que la causa fue una mujer que tenía relaciones con otros tres hombres. En el mismo día, i en la noche, fue también herido un individuo de dos puñaladas, en el pecho una, i otra en el estómago. Se cree que fue por el mismo motivo.

30 de diciembre de 1872,

Mesón Nadie pasa sin saludar al Rey

...el que cae del poder no tiene amigos, y a menudo basta que tropieces, (sólo tropezar, no que te des el mameyazo), para que descubras a los falsos y a los chaqueteros, pero tú, Néstor, tienes buenos amigos, pese a haber llegado tan alto, a algunos nos daba envidia (sólo de vez en cuando, no te vayas a creer la divina berza), pero ahora que estás a punto de que te apeen de la mula, estos tus cuates queremos confirmarte nuestra amistad, somos una generación devaluada, es cierto, pero también muy unida, y así debemos continuar, y ahora a comer, señorones, que este
cakik
tiene muy buena cara y a mí me hacen ruido las tripas... por nada, Néstor... eres un buen amigo y por eso organicé esta cena, quería que entre todos te ayudáramos a pasar el mal rato y demostrarte que te somos leales, que siempre lo hemos sido, y qué bueno está este caldo, el chompipe es el que está algo duro... bueno, pues, como te decía...
\hola, Juliano,
llega usted con más
detraso
que un cartero, pero ego te disolvo, digo te absuelvo, anda, jálate una silla y siéntate en el piso... bueno, pues, como iba diciendo, yo,
Basilio
, rey de Polonia, no soy como esos chuchos que se le pegan a uno y caminan a tu lado sin decir una palabra ni contarte un chiste o un chisme, así que te voy a contar uno... un chisme, para que duermas tranquilo esta noche... sobre esa muchachita, Clara se llama, ¿no?, estoy seguro de que, en cuanto lo oigas, concluirás que hiciste bien en romper con ella... ¿no? ¿no rompiste con ella?... pues mejor si fue ella la que rompió contigo... en todo caso prefiero decírtelo yo a que te lo cuenten por ahí... a ustedes también se lo han dicho, ¿verdad?... lo sabe todo el mundo y tú no te lo mereces... es que no sé cómo decírtelo, pero bueno, ahí te va... esa muchachita hacía tiempo que salía con Joaquín Larios... no, desde hace poco no, desde que te fuiste al exilio... la visitaba en su casa, le llevaba regalitos, la sacaba a pasear o al teatro, con la tía de chaperona, claro, pero siempre muy sonrientes... cómo sería que la gente pensó que eran novios, y a saber qué otra cosa... esa es la historia, querido, mientras tú estabas fuera del país ese cachureco agarrado que no come huevo para no tener que tirar el cascarón te metía el puñal por la espalda, y ella, con su carita de no oler ni heder, te quemaba el rancho.... así que anímate, no te has perdido nada, amores nuevos olvidan los viejos, eso sin contar con que a tu vuelta te zurraste en Joaquín, quitándole la novia... no se merecía otra cosa ese pendejo, quien con todo y su pisto y su planta de senador es más inútil que una bacinica rota... lo que quiero decirte es que tú eres mucho arroz para tan poco pollo... ¿no? ¿no es así?... pensé que lo tuyo con ella había sido sólo un amor platónico... eso me decías en México, cuando le escribías a diario... no sabía que la cosa iba tan en serio... chispas, qué clavo... esto me pasa por boca aguada... disculpa, Néstor, qué pena, lo dije sin intención...

«El día 30 de diciembre había una función mixta en el Teatro de Carrera, al cual habían cambiado de nombre y se llamaba ahora Teatro Nacional. Se presentaba una obrita de un autor joven, sobrino del ex presidente Cerna, y un recital con algunas arias de las óperas que un empresario de apellido Petrilli había puesto en escena esa temporada.

»Recuerdo unos versos de la obra que el público celebró por ser muy apropiados a los tiempos que vivíamos. Uno de los personajes, un hombre del pueblo llamado
Pacífico,
se lamentaba así de la situación:

Hoy en día se promulgan

Leyes que me desbaratan

Si conservador... me matan

Si liberal... me excomulgan.

»La gente se puso de pie y aplaudió con entusiasmo, tanto que, a la salida, nadie comentaba el recital, sino que todos repetían con buen humor los versos de Ismael Cerna.

»Joaquín y yo nos encontrábamos en la etapa del amor recién estrenado. Se me había declarado unos días antes, cuando supo que yo había roto con Néstor. Me confesó que me había amado siempre en silencio, pero que nunca me lo había dicho porque sabía que Néstor estaba enamorado de mí. Me conmovió su nobleza. Y esto unido a su constancia y a sus reiteradas atenciones me convenció de ser el hombre que necesitaba en mi vida... y lamento decir que nada más.

»Cuando abandonábamos el vestíbulo del teatro, se extendió entre la gente el rumor de que García Granados se proponía dimitir y los comentarios se encendieron. Recuerdo que el radicalismo, tanto liberal como conservador, lo tomó como un triunfo y que Joaquín, en particular, era uno de los más excitados.

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