Al subir a la canoa Alejandro, desde la playa, el cazador le alcanzó a decir:
No le cuentes nada a la pobre vieja, y guarda el secreto del “paraíso de las Nutrias”.
RECALAMOS después en Castro, Quenchi, Ancud y Puerto Montt. Desde aquí fuimos en tren a Osorno.
Conocí muchos puertos y ciudades; en todas partes desfilamos y fuimos aclamados por el pueblo.
La conversación tenía lugar en el cuarto de planchado de doña María, en Talcahuano.
Su hijo le había narrado todas las aventuras de su viaje.
—¡Me siento feliz, querida madre! —continuó Alejandro—. A bordo me aficioné a la radio. El suboficial radiotelegrafista me enseñó sus conocimientos e informó al oficial instructor de mi interés por esa rama, y ahora acaban de destinarme, terminado el viaje de instrucción, a la Escuela de Radiocomunicaciones de la Armada, que se encuentra en Valparaíso, en “Las Salinas”.
“Ya gano un pequeño sueldo para mantenerme y, un año más, ingresaré a las naves de la Escuadra como radiooperador.”
Doña María, con los ojos llorosos, interrumpió a su hijo, que regresaba de tan largo viaje.
—¡Pero, hijo mío, todavía no me has dicho una palabra de tu hermano!
—¡Ah..., mamacita, la gran noticia la estaba dejando para el último momento!
Fue a buscar su saco cacharpero de lona y sacó de él un fardo de pieles de nutrias y lobos y dos bolsitas de cuero.
—¡Aquí le manda su hijo Manuel valiosas pieles y dos bolsas que contienen más de veinte mil pesos en pepitas de oro; está sano y salvo, buscando oro en una isla solitaria, donde no pasan barcos, y me dijo que vendría en cuanto hiciera más fortuna.
Luego narró el encuentro con Manuel en las heladas regiones del Cabo de’ Hornos, ocultando piadosamente, como se lo había prometido a su hermano, parte de la verdad.
De pronto, le vinieron a la memoria las últimas palabras de su hermano, y dijo:
—¡Madre, esos témpanos que vi en el Sur son como los hombres; el mar, como la vida, les hace dar muchas vueltas y siempre aparecen en la superficie con distintas formas!
Y se abalanzó en brazos de su madre, sollozando.
QUINCE días después, en Valparaíso, dos grumetes se encontraban en el ascensor del cerro Artillería.
—¡Cómo te va, Silva! —exclamó uno, y continuó—: ¡Vengo de visitar al sargento carpintero Escobedo!
—,Qué le pasa? —preguntó Alejandro.
—¡Está en el Hospital Naval de Playa Ancha, bastante trastornado. Cuenta raras historias de aparecidos y de buques fantasmas en los mares del Sur. Dice que su querida chancha, por la corbeta “Baquedano”, tiene un fantasma a bordo, y que él es el único que puede’ desembrujarla, como lo hizo con el “Leonora”.
“La verdad es que el pobre sargento no pudo resistir el alejamiento de “La Baquedano”, que, como tú sabes, fue declarada fuera de servicio, y se lleva pensando en regresar a bordo. ¡Tiene razón, pasó toda su vida en ella!”
—¡Ahora mismo voy a verlo! —dijo el grumete Silva, y se despidió de su compañero.
Minutos más tarde, el grumete entraba en una de las blancas salas del Hospital Naval.
—¡Ah!... ¡Viva el último grumete de “La Baquedano”! —exclamó un rostro enflaquecido, cuando vio entrar a Alejandro.
—Cómo está, mi sargento? —dijo el niño, acercándose al enfermo.
—¡Bien, hijo! ¿Sabes? ¡A nuestra querida “chancha” la han embrujado! ¡Tiene un fantasma a bordo! ¡Está convertida en un pobre pontón! ¡No dejan entrar a nadie, pero yo voy a ir a rescatarla del mal espíritu, como lo hice en Punta Arenas con el “Leonora”! ¡A tiempo has llegado! ¡Tú eres el único que puedes acompañarme! ¿No es cierto?.
—¡Iremos, mi sargento! —habló el niño, conmovido.
—!Bravo! ¡No esperaba menos de ti! —exclamó el viejo sargento Escobedo, y continuó, llevándose la mano a una imaginaria visera, como cuando se cuadraba ante sus superiores a bordo—: ¡Yo soy el primer sargento de “La Baquedano”, y tú El ULTIMO GRUMETE DE “LA BAQUEDANO”
—¡Sí, mi sargento! —respondió el grumete, estrechando la mano que le tendía el viejo hombre de mar, y agachó la cabeza, estremecido de emoción.
Dos generaciones se despedían sobre’ el recuerdo de la vieja y gloriosa corbeta que, como el sargento, yacía anclada también “fuera de servicio.
13 de abril de 1940.