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Authors: Gabriel Bermúdez Castillo

Tags: #Ciencia Ficción

Viaje a un planeta Wu-Wei

BOOK: Viaje a un planeta Wu-Wei
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Después de que hubo cerrado las esposas sobre sus muñecas, Sergio permaneció inmóvil, encadenado al poste de bello plástico azul. Vio, primero, una figura borrosa que huía rápidamente a lo largo de la avenida, a esta se sumaron otras que se retiraban temerosamente, contemplando con marcado recelo la brillante cadena que le unía al poste.

Gabriel Bermúdez Castillo

Viaje a un planeta Wu-Wei

ePUB v1.2

karpanta
14.07.12

Título original:
Viaje a un planeta Wu-Wei

Gabriel Bermúdez Castillo, 1976.

Diseño portada: El Cubri

Editor original: karpanta (v1.2)

ePub base v2.0

I
EL PRISIONERO

Después de que hubo cerrado las esposas sobre sus muñecas, Sergio permaneció inmóvil, encadenado al poste de bello plástico azul. Vio, primero, una figura borrosa que huía rápidamente a lo largo de la avenida, a esta se sumaron otras que se retiraban temerosamente, contemplando con marcado recelo la brillante cadena que le unía al poste.

No les hizo caso. Ya hacía muchos días, e incluso quizá muchos años que la suerte estaba echada, las jugadas del destino hechas y realizadas, y que los datos y las cifras, las circunstancias y los acontecimientos, se habían engranado unos tras otros para dar como resultado su encadenamiento al poste de bello plástico azul, y su exhibición ante los ojos asombrados, y un tanto asqueados, de los ciudadanos y las máquinas.

Una pareja, ataviada suntuosamente con ropas de dacrón escarlata bordeadas de oro (los cuellos subidos estrictamente hasta el nivel prescrito, la marcha pausada, los rostros puros y limpios levemente alzados hacia arriba) se detuvo, tal vez intencionadamente, tal vez sin fijarse en las cadenas, a su lado. Hubo un leve gritito en los labios de la mujer (no había sido intencionada su detención) y los dos se transformaron en una huidiza mancha roja, rielada de oro, que se perdió en uno de los túneles transversales.

Conocía bien aquella avenida; era una de las principales. Concretamente la que unía Bremen con el Castillo de las Prendas No Encontradas. Millas de luminosa longitud, ancha hasta casi no verse el otro lado, amplios paseos laterales cubiertos irregularmente de plantas en las que una sabia mano escondida estableció muchos años antes una oculta simetría. En medio de este espolón fluorescente introducido como por casualidad en el tráfico incesante de la avenida, se alzaba el poste de plástico del cual salían las cadenas, que a su vez terminaban en la dorada pareja de esposas cerradas sobre sus manos.

Tras él, una densa masa de follaje verde gris quedaba subrayada por un macizo de flores intensamente amarillas, a las que un pequeño copo púrpura-negro en sus extremos daba una ligera impresión de planta venenosa. Más atrás, entre arcadas floreales, se abrían túneles semiocultos, con cifras y signos sobre ellos. Una suave música resonó durante unos segundos; después una breve voz pidió, por favor, que no olvidasen las pildoras DIPSNIAC para el mareo, el insomnio, la prevención de los resfriados y la gripe. Un recuadro luminoso centelleó sobre los vehículos que circulaban en apretadas hileras sobre la avenida Bremen-Castillo

¿Y POR QUÉ NO TENER UN APARTAMENTO MÁS, MÁS; MÁÁÁÁÁÁÁS GRANDE? HENCI-MENCI CONSTRUCCIONES PUEDE DÁRSELO… MÁÁÁS GRANDE.

Sin que los fogonazos de las lámparas de la lejana bóveda surtieran, al parecer, ningún efecto sobre esta desordenada avalancha de móviles. El fondo de la avenida, azul pálido, con breves relámpagos verde oscuro que contenían prevenciones o avisos

LA PRESIDENCIA HEREDITARIA PRONUNCIARÁ HOY UN TRANSCENDENTAL DISCURSO.

E incluso órdenes, y también listas de cosas que era posible adquirir, y de recorridos que era preferible evitar, y de cosas que era mejor no hacer

NO TOMEN LA AVENIDA CORTES DEL PLACER-ROMA HAY MECS SUELTOS, Y RESULTA ALGO GRAVE SU ENCUENTRO.

¿A QUE NO SE ATREVE A SALTARSE LA PRÓXIMA LUZ ROJA? UNA FUERTE PATRULLA DE LA POLICÍA PRESIDENCIAL LE ESPERA, TIENEN PROYECTORES RIFLES CLAVOS ¡JA! ¡ATRÉVETE CONDUCTOR;

PUEDES COMPRAR LAS ÚLTIMAS BIBLIAS. ÓRDENES CONTRA TU DESMEDIDA LUJURIA. CUÉLGATELAS AL CUELLO Y ELLAS TE IMPEDIRÁN HACER ESO.

Apenas era visible en la distancia. A lo lejos, cerca de un nudo de tráfico donde los semáforos y las advertencias se arracimaban como una luminosa galaxia, hubo un sordo y retumbante estampido que reverberó lentamente bajo la bóveda. Sergio, picado de curiosidad, se inclinó hacia adelante todo lo que las cadenas daban de sí. En unos segundos un grupito de gente curiosa se había reunido a su alrededor, sobre, el espolón que penetraba en el tráfico, tratando de ver lo sucedido. Algo ardía a lo lejos, con espasmódicas llamas blanquecinas, y la ligera nube de humo azulado que subía hacia el techo era aspirada rápidamente por las grandes bocas de la bóveda.

NO CREAS QUE LAS ÓRDENES NO SON PARA TÍ. NO HAGAS VOLCAR EL BOTE. RESPETA TODO LO QUE DEBAS RESPETAR. RESPETA, RESPETA, RESPETA.

El tráfico de vehículos multicolores fue disminuyendo su velocidad en los tres canales más próximos al espolón, hasta quedar totalmente detenido. Dos planeadores de la policía presidencial, seguidos de una monumental grúa (alegremente pintada en verde-gris con ramalazos amarillos) se deslizaron entre la bóveda y el tráfico dirigiéndose hacia el lugar del accidente. Al lado de Sergio, una muchacha joven, vestida de negro de pies a cabeza, con una L de oro sobre el hombro izquierdo, gritó:

—Es un prisionero… ¡UN PRISIONERO!

—Pero si solamente hice volar el Precinto 421 —contestó Sergio, alegremente—. Voló por los aires… Tres cartuchos de estabiolita… y ¡pum! Las máquinas, las cajas, la gente… todo.

La sola mención en público de las cajas hubiera sido bastante para ahuyentar a la multitud. Nadie quería hablar de la Cajas-Dossier almacenadas en las dependencias de la Presidencia-Hereditaria, donde los secretos anhelos, las debilidades, los fallos; donde la historia, el nacimiento, las compras, los cambios de cada ciudadano se almacenaban… En un instante, Sergio se encontró de nuevo solo.

QUE HE DICHO QUE TE COMPRES UN LIMITADOR DE PENSAMIENTO. TE DOLERÁ, AMIGO, TE DOLERÁ CUANDO PIENSES LO QUE NO DEBES… PERO ES POR TU BIEN.

MINERÍAS DE MARTE: 566 %; RAMBLAS DE LA CIUDAD: 122 %; OBLIGACIONES DEL TESORO PRESIDENCIAL: 999 %. AL BORDE DE LA LOCURA. ¡CONVIÉRTELAS! ¡COMPRA AHORA!

Estaba comenzando a sentir sed y hambre. No había tomado la precaución de beber algo, pensando que la patrulla le recogería en seguida, sin dejarle durante mucho tiempo solo y abandonado, unido por el cromoacero de la cadena al poste de bello plástico azul.

MARTIN BERGMAN. DEL PASAJE HEIDEMAN 1.335, AMNISTÍA A SUS ACREEDORES Y DICE: QUE NO DEBE NADA A NADIE; QUE HA PAGADO PUNTUALMENTE LOS RECIBOS, Y QUE LOS RUMORES INFUNDADOS SOBRE SUS VELEIDADES NOCTURNAS SON TOTALMENTE FALSOS. LA RUINA LE ESPERA EN VIRTUD DEL COSTE DE ESTE ANUNCIO, PERO LA DA POR BUENA CON TAL DE SALVAR SU REPUTACIÓN. AYUDAD A SU FAMILIA, O COMETERÁ SACRIFICIO RITUAL.

El tráfico volvió, muy despacio, a ponerse en movimiento. Detrás de Sergio, hubo unos chasquidos y las plantas variopintas se introdujeron unas en otras, rumoreando alegremente entre sí, cambiaron de color, crecieron, extrajeron nuevas ramas y tomaron definitivamente la forma de un espeso palmeral, a través del cual, senderos sinuosos convergían en los túneles laterales y en la misma avenida.

«Las doce de la noche», pensó Sergio. Y no tuvo necesidad de mirar su reloj para saberlo.

Un silbido penetrante comenzó a sonar a su derecha. Vio el vehículo plateado deslizarse perezosamente sobre su colchón magnético encima del entretejido cabrillear de los charolados vehículos; vio como se acercaba lentamente a él, con las cifras negras 332 netamente delimitadas sobre su estructura oval.

«De manera que por ahí se va a ser», pensó Sergio. Y le invadió una sensación de miedo; tanto daba por un sitio que por otro, pero el mero hecho de saber el lugar concreto en que sería ejecutado era bastante para producir una sensación que el temor confuso y sin nombre hasta ahora sentido había sido incapaz de provocar.

El plateado planeador tomó suelo pacíficamente a su lado; una compuerta irregular se abrió; dos hombres con el uniforme contundente de la Policía Presidencial (el traje blindado amarillo y negro, con hombreras negras que indicaban el grado) descendieron por ella con aire indiferente. Uno llevaba en la mano el prisma plástico de una llave magnética; otro, un nuevo par de esposas doradas, ligeramente adornadas con piedras de bisutería. Como saliendo del techo curvado del vehículo un nuevo anunció restalló:

JIMENO CHAO-SENG, DE LA AVENIDA MASVERASQUE, 3211, AMNISTÍA A SUS ACREEDORES Y DICE: QUE NO ES CIERTO QUE HAYA SIDO INFIEL A SU AMADA ESPOSA Y QUE LAS PRUEBAS ESTAN A DISPOSICIÓN DE LAS COMADRES RUMOREADORAS DEL LUGAR Y ADYACENTES, PRUEBAS ¡OH, SI! CONTUNDENTES Y DEMOSTRATIVAS HASTA MÁS NO PODER. DESEA QUE SU REPUTACIÓN QUEDE A SALVO. COSTE ANUNCIO DAÑA PERO NO MATA; ESO SI, AGRADECE DONACIONES. ¡POBRE JIMENO, INJUSTAMENTE CALUMNIADO!

El policía de las esposas se hallaba en ese momento aguardando que la llave magnética del otro soltase las cadenas de Sergio.

—Espera —dijo—. Ese Jimeno es amigo mío. Deseo donar.

—Pues hazlo —contestó el otro—. Yo no le conozco de nada.

A dos metros del poste de bello plástico azul, se abría una compuerta en el suelo leonado, y surgió una columna receptora, relumbrante en su estructura metálica cubierta de contadores y de gráficos. Un altavoz trompudo creció desde uno de sus costados y giró levemente a un lado y a otro, esperando una identificación:

—Soy yo —dijo el policía—. Voy a dar diez créditos para la salvación del alma de Jimeno Chao-Seng, de la Avenida Masverasque, 3211. Los doy con honor.

—¡Oh, donador admirable! —canturreó la columna, después de haber orientado su boca hacia el origen de la voz—. Que tus huesos puedan ser roídos en paz en tu tumba; que los gusanos no toquen tu cadáver. ¡Da, da! La caridad es virtud que a todos honra. ¡Pobre… grffs… Jimeno, injustamente calumniado! En la abertura de la derecha, por favor. Esta columna receptora posee un identificador electrónico que castiga la entrada de moneda falsa con la detención inmediata y la anotación en la Caja.

El policía depositó con unción una moneda de diez créditos en la abertura de la derecha. «En el fondo —pensó Sergio— es un buen hombre… casi nadie hace caso de esos anuncios de reputación,… y menos aún donan nada». La columna emitió unos ruidos de deglución, produjo un par de clicks y anunció:

—Moneda auténtica y válida en toda la ciudad. ¡De buena te has salvado, si es que pensabas engañarme! Mira, mira y aprende. Con un nuevo chasquido, dos aterradores garfios acerados surgieron de los laterales de la columna; avanzaron velozmente hacia el aterrado policía, y volvieron a introducirse en sus alveolos.

—La caridad es virtud que a todos honra —repitió la columna—. De tus diez créditos, deducido el impuesto sobre la conservación de la reputación personal, no menos de tres créditos con cincuenta centavos contribuirán a engrosar el fondo a favor del pobre… grffsss… Jimeno, injustamente calumniado. Vale, y en paz. ¿No querrás recibo, supongo?

Con la velocidad de un relámpago, la columna receptora desapareció en el suelo leonado, a dos metros del poste de bello plástico azul, y el pavimento quedó tan intacto e impoluto como si ni siquiera un rayo del lejano sol terrestre lo hubiera atravesado.

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