El universo en un solo átomo (12 page)

BOOK: El universo en un solo átomo
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Si la respuesta es que unas leyes distintas pueden operar en universos distintos, desde el punto de vista budista, esto supondría que las propias leyes físicas están ligadas al karma de los seres sensibles que surgiran dentro de dicho universo.

¿Cómo ven las teorías cosmológicas budistas la evolución de la relación entre las propensiones kármicas de los seres sensibles y el desarrollo del universo físico? ¿Con qué mecanismo se conecta el karma con la evolución del sistema físico? En general, los textos budistas Abhidharma no tienen mucho que decir sobre estas cuestiones, excepto la concepción general del entorno en el que existe el ser sensible como «efecto ambiental» del karma colectivo de este ser, que es compartido por miríadas de otros seres. Los textos Kalachakra, no obstante, describen relaciones estrechas entre el cosmos y los cuerpos de los seres sensibles que lo habitan, entre los elementos naturales del universo físico externo y los elementos internos de los seres sensibles, entre las fases de la evolución de los i cuerpos celestiales y los cambios en los cuerpos de los seres sensibles.

El Kalachakra presenta una imagen detallada de estas correlaciones y de sus manifestaciones, tal como son aprehendidas por la experiencia de las criaturas sensibles. Por ejemplo, los textos describen cómo los eclipses solares y lunares pueden afectar a los cuerpos de los seres sensibles con la alteración de su ritmo respiratorio. Sería interesante someter algunas de estas alegaciones, que nacen de la experiencia em-pírica, a la investigación científica.

Aun con todas estas complicadas teorías científicas sobre el origen del universo, tengo preguntas sin contestar, preguntas importantes. ¿Qué existía antes del Big Bang? ¿De dónde vino el Big Bang? ¿Cuál fue su causa? ¿Por qué nuestro planeta evolucionó de manera que pudiera sostener la vida? ¿Qué relación hay entre el cosmos y los seres que han surgido en su seno? Los científicos pueden descartar estas preguntas como absurdas o, por el contrarío, reconocer su importancia, negando, no obstante, su relación con el ámbito de la investigación científica. Ambas actitudes, sin embargo, tendrán como consecuencia el reconocimiento de unos límites definidos de nuestro conocimiento científico acerca del origen de nuestro cosmos. No estoy sujeto a las limitaciones profesionales ni ideológicas de una cosmovisión radicalmente materialista. El budismo contempla el universo como algo infinito y sin comienzo, de forma que me puedo aventurar más allá del Big Bang y especular acerca del posible estado de las cosas antes de él.

5. LA EVOLUCIÓN, EL KARMA Y EL MUNDO DE LOS SERES SENSIBLES

La pregunta «¿Qué es la vida?», al margen de su formulación, representa un desafío a cualquier esfuerzo intelectual de desarrollar una cosmovisión coherente. Como la ciencia moderna, el budismo parte de la suposición básica de que, en el nivel más fundamental, no hay diferencias cualitativas entre la base material del cuerpo de un ser sensible, como el humano, y el de una roca, pongamos por caso.

Tanto la roca como el cuerpo humano están constituidos de una agregación de partículas materiales parecidas. De hecho, el universo entero y toda la materia que contiene están hechos de lo mismo, un material en eterno proceso de reciclaje. Según la ciencia, los átomos de nuestros cuerpos pertenecieron a estrellas lejanas en el tiempo y en el espacio.

La pregunta, pues, es la siguiente: ¿Qué hace que el cuerpo humano sea tan diferente al de una roca que pueda sostener la vida y la conciencia? La respuesta biológica moderna a esta pregunta gira en torno de la noción de la emergencia de niveles más elevados de propiedades, que corresponden a niveles más altos de complejidad en la agregación de los constituyentes materiales. En otras palabras, la biología moderna nos cuenta la historia de una agregación cada vez más compleja de átomos, que dan lugar a estructuras moleculares y genéticas. El complejo organismo de la y ida surge, sencillamente, a partir de los elementos materiales.

La teoría de la evolución de Darwin es el soporte conceptual de la biología moderna. La evolución y, más en concreto, la selección natural ofrecen el panorama más amplio que da origen a las diversas formas de vida. A mi modo de ver, las teorías de la evolución y de la selección natural son intentos de explicar la milagrosa variedad de los seres vivos. La riqueza espectacular de la vida y las enormes diferencias entre la multitud de especies se explican con la idea científica de la alteración de las formas vivientes que da lugar a formas nuevas, con la noción adicional de que las características más apropiadas para un entorno determinado pasarán a las generaciones siguientes, mientras que las características no esenciales para la supervivencia desaparecerán.

Estas teorías describen, según me dicen, lo que el propio Darwin llamaba un «descenso» en la multiplicidad y complejidad de todas las formas de vida, a partir de una simplicidad primaria. Puesto que todos los seres vivos pertenecen a linajes evolucionistas que se extienden hasta un ancestro común, la teoría pone énfasis en la interconexión originaria de todos los organismos vivos del mundo.

Oí hablar de la teoría de la evolución durante mi primer viaje a la India, en 1956, y fue allí donde conocí algunos de los aspectos teóricos de la biología moderna. Fue mucho más tarde, no obstante, que pude hablar largo y tendido con un verdadero científico de la teoría de la evolución de Darwin. Irónicamente, la primera persona que me ayudó a comprender mejor la teoría no fue un científico sino un estudioso de la religión. Houston Smith vino a verme en Dharamsala en los años sesenta. Hablamos de las religiones del mundo, de la necesidad de un pluralismo mayor entre sus seguidores, del papel de la espiritualidad en un mundo cada vez más materialista y de algunas consideraciones esotéricas sobre las posibles áreas de convergencia entre el budismo y el misticismo cristiano. Sin embargo, el tema que más me impresionó fue el de la biología moderna, especialmente nuestra discusión del ADN y del hecho de que tantos secretos de la vida parezcan tener su origen en el misterio de esta hermosa cadena biológica. Cuando hablo de mis maestros en ciencia cuento a Huston Smith entre ellos, aunque no estoy seguro de si él lo aprobaría.

El ritmo exponencial del progreso de la biología, especialmente la revolución de la ciencia genética, ha contribuido radicalmente en nuestra comprensión del papel del ADN en la explicación de los misterios de la vida. Mi propia comprensión de la biología moderna debe mucho a los consejos de grandes maestros, como el ya fallecido Robert Livingston de la Universidad de California, en San Diego. Era un maestro muy paciente, que me miraba con atención a través de los cristales de sus gafas mientras me explicaba un tema cualquiera, y un apasionado humanista, profundamente comprometido con el de-sarme nuclear. Entre los obsequios que me hizo se encuentra un modelo de plástico del cerebro humano con componentes extraíbles etiquetados, que actualmente adorna mi escritorio en Dharamsala, y una sinopsis escrita a mano de los conceptos clave de la neurobiología.

La teoría de Darwin constituye uh marco explicativo de la proliferación de nuestra flora y fauna: la riqueza de lo que el budismo denomina seres sensibles y las plantas que conforman el mundo biológico que esta a nuestro alcance. Hasta el presente la teoría no ha podido ser refutada y nos ofrece la explicación científica más coherente de la evolución de las diversas formas de vida en el planeta.

La teoría se puede aplicar tanto al nivel molecular —es decir, a la adaptación y selección de genes individuales— como al nivel macrocósmico de los grandes organismos. A pesar de su notable adaptabilidad a todos los niveles en que hay vida, la teoría de Darwin no aborda explícitamente la cuestión conceptual de lo que es la vida.

Dicho esto, existe una serie de características fundamentales que la biología considera esenciales para la vida, como la capacidad de los organismos de sustentarse y su dotación natural de un mecanismo de reproducción. Asimismo, las definiciones básicas de la vida incluyen la capacidad de evolucionar desde el caos hacia el orden, característica que llamamos «entropía negativa».

La tradición budista Abhidharma, en cambio, define el
sok,
el equivalente tibetano del término «vida», como aquello que sostiene el «calor» y la «conciencia». Hasta cierto punto, las diferencias son semánticas, ya que lo que los pensadores budistas entienden por «vida» y «vivo» se refiere únicamente a los seres sensibles y no a las plantas, mientras que la biología moderna tiene un concepto mucho más amplio de la vida, que se extiende hasta el nivel molecular. La definición Abhidharma no corresponde a la biológica, esencialmente porque la intención fundamental de la teoría budista es responder a preguntas de tipo ético, que solo guardan relación con las formas de vida superiores.

La selección natural es componente central de la teoría de la evolución de Darwin, tal como la entiendo. Pero ¿qué significa? El modelo biológico representa la selección natural como la mutación genética aleatoria y posterior competición entre organismos, que conduce a la «supervivencia del mejor dotado» o, dicho más correctamente, al éxito reproductivo diferencial de algunos organismos en detrimento de otros. Cada rasgo del organismo está sujeto a los condicionamientos ambientales. Aquellos organismos que se desenvuelven mejor dentro de estos condicionamientos, que salen vencedores de la competición con los demás y más se reproducen, se consideran mejor adaptados y mejor equipados para sobrevivir. En cualquier entorno dado, las características más apropiadas son objeto de selección continua de entre las variaciones que producen las mutaciones aleatorias, y las especies de seres vivos se transforman.

La selección natural puede dar cuenta de qué tipos de moscas o de monos pueden sobrevivir mejor en su entorno natural, y de cómo unos seres como los humanos modernos evolucionaron a partir de ancestros simios. A pesar de las obvias diferencias, el ADN de los humanos y el de los chimpancés es idéntico en un 98 por ciento. La diferencia del 2 por ciento sostiene la distinción entre las dos especies (la diferencia entre humanos y gorilas es del 3 por ciento). De forma similar, en el nivel genético, la selección natural parece explicar cómo la mutación de los genes, que es aleatoria aunque natural, puede ser objeto de selección y dar lugar a nuevas variedades de seres vivos. La mutación genética también se considera motor de la evolución en el nivel molecular. Y se piensa que la selección natural es el mecanismo que favorece el desarrollo de grupos neurales (transmisores, receptores, etc.) que dan lugar a la individualidad y la variabilidad de cada cerebro y, en el nivel de las especies, a las cualidades especiales de la conciencia humana, por ejemplo.

Incluso en relación a los orígenes de la vida, se cree que la selección natural es la clave del proceso gracias al cual surgieron moléculas particulares capaces de reproducirse (tal vez, por casualidad en un primer momento) de un «caldo» orgánico primitivo o, posiblemente, como cristales inorgánicos auto- reproducidos. De hecho, según el físico de Stanford Stephen Chu, en la actualidad su equipo está desarrollando modelos que explican la vida en términos de las leyes de la física. De acuerdo con la teoría actual de los orígenes de la vida orgánica, poco después de la creación de la Tierra cobraron forma las moléculas ARN (ácido ribonucleico), altamente inestables ellas mismas, y se reprodujeron sin asistencia. Con el mecanismo de la selección natural, del ARN surgieron moléculas más duras y resistentes, las moléculas ADN (ácido desoxirribonucleico, el depósito fundamental de la información genética). La vida surgió con la forma de un ser más sofisticado, que almacenaba en su ADN la receta genética de su composición y tomaba su forma de las proteínas. El ARN se convirtió en el eslabón entre el ADN y las proteínas, puesto que lee la información almacenada en el ADN y guía la producción de proteínas.

El primer organismo compuesto de ADN, ARN y proteínas se conoce como Luca, el primer ancestro universal común, que pudo ser algo como una bacteria que vivía en las profundidades de la Tierra o en aguas cálidas. De nuevo, a través de la autorreproducción y la selección natural, Luca evolucionó hasta dar lugar a todos los seres vivos. El nombre de Luca siempre me hace sonreír, porque así se llama mi traductor italiano.

Este modelo presupone una serie de cambios ínfimos y graduales, que dan lugar a incontables variedades de seres vivos.

Estas variedades son producto de la selección natural. Hay numerosas alternativas a esta noción, por ejemplo, la posibilidad de cambios bruscos y de gran envergadura y, por lo tanto, una visión de la evolución como un proceso que consiste en saltos, donde las transformaciones de los organismos no son pausadas sino dramáticas. Asimismo, está abierto el debate sobre si la selección natural es el único mecanismo de cambio o existen otros factores implicados.

La explosión de la ciencia genética en los tiempos muy recientes ha brindado sofisticación y especificidad incomparablemente mayores a nuestra comprensión de la evolución en el nivel molecular y genético. Con acierto temporal impresionante, cuando estaba a punto de cumplirse el cincuenta aniversario del descubrimiento de la estructura del ADN por James Watson y Francis Crick (1953) se completó la secuencia del genoma humano. Este acontecimiento colosal lleva la promesa de un potencial médico y tecnológico sin precedentes.

Supe de la secuencia del genoma de forma poco habitual. El día en que el presidente Bill Clinton y el primer ministro británico Tony Blair anunciaron juntos el evento, yo estaba en Estados Unidos y tenía previsto participar en el programa
Larry King Live.
Puesto que solo escucho las noticias a primera hora de la mañana o al final de la jornada, me había perdido el anuncio de la tarde. Cuando Larry King me preguntó mi opinión, no tenía la menor idea de qué estaba hablando. Por alguna razón, no conseguía relacionar el anuncio de un logro científico de ese calibre con las declaraciones a la prensa de dos personalidades políticas. Que mi entrevista se realizara a través de un enlace por satélite no facilitó la conversación. Fue Larry King, en su programa en directo, quien me dio la noticia.

Las implicaciones más amplias de aquel asombroso logro científico se hacen sentir cada vez más. He tenido oportunidad de conversar con científicos que trabajan en este campo, especialmente con el genetista Eric Lander del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Me enseñó su laboratorio en el Instituto Mayor del ITM y Harvard, donde están funcionando muchos de los poderosos aparatos empleados en la secuenciación del genoma humano, y me mostró algunas de las etapas que atraviesa dicha secuenciación.

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