Read Ensayo sobre la lucidez Online
Authors: José Saramago
La impresionante tranquilidad de los votantes en las calles y dentro de los colegios electorales no se correspondía con la disposición de ánimo en los gabinetes de los ministros y en las sedes de los partidos. La cuestión que más les preocupa a unos y a otros es hasta dónde alcanzará esta vez la abstención, como si en ella se encontrara la puerta de salvación para la difícil situación social y política en que el país se encuentra inmerso desde hace una semana. Una abstención razonablemente alta, o incluso por encima de la máxima verificada en las elecciones anteriores, mientras no sea exagerada, significaría que habríamos regresado a la normalidad, la conocida rutina de los electores que nunca creen en la utilidad del voto e insisten contumazmente en su ausencia, la de los otros que prefieren aprovechar el buen tiempo para pasar el día en la playa o en el campo con la familia, o la de aquellos que, sin ningún motivo, salvo la invencible pereza, se quedan en casa. Si la afluencia a las urnas, masiva como en las elecciones anteriores, ya mostraba, sin margen para ninguna duda, que el porcentaje de abstenciones sería reducidísimo, o incluso prácticamente nulo, lo que más confundía a las instancias oficiales, lo que estaba a punto de hacerles perder la cabeza, era el hecho de que los electores, salvo escasas excepciones, respondieran con un silencio impenetrable a las preguntas de los encargados de los sondeos sobre el sentido de su voto, Es sólo a efectos estadísticos, no tiene que identificarse, no tiene que decir cómo se llama, insistían, pero ni por esas conseguían convencer a los desconfiados votantes. Ocho días antes los periodistas consiguieron que les respondieran, es cierto que con tono ora impaciente, ora irónico, ora desdeñoso, respuestas que en realidad eran más un modo de callar que otra cosa, pero al menos se intercambiaban algunas palabras, un lado preguntaba, otro hacía como que, nada parecido a este espeso muro de silencio, como un misterio de todos que todos hubieran jurado defender. A mucha gente ha de parecerle singular, asombrosa, por no decir imposible de suceder, esta coincidencia de procedimiento entre tantos y tantos millares de personas que no se conocen, que no piensan de la misma manera, que pertenecen a clases o estratos sociales diferentes, que, en suma, estando políticamente colocadas en la derecha, en el centro o en la izquierda, cuando no en ninguna parte, decidieran, cada una por sí misma, mantener la boca cerrada hasta el recuento de los votos, dejando para más tarde la revelación del secreto. Esto fue lo que, con mucha esperanza de acertar, quiso anticiparle el ministro del interior al primer ministro, esto fue lo que el primer ministro se apresuró a transmitirle al jefe de estado, el cual, con más edad, con más experiencia y más encallecido, con más mundo visto y vivido, se limitó a responder en tono de sorna, Si no están dispuestos a hablar ahora, deme una buena razón para que quieran hablar después. El cubo de agua fría del supremo magistrado de la nación no hizo que el primer ministro y el ministro del interior perdieran el ánimo, no los lanzó a las garras de la desesperación porque, verdaderamente, no tenían nada a que agarrarse, aunque por poco tiempo. No quiso el ministro del interior informar de que, por temor a posibles irregularidades en el acto electoral, previsión que los propios hechos, entre tanto, ya se encargaron de desmentir, había mandado hacer guardia en todos los colegios electorales de la ciudad a dos agentes de paisano de corporaciones diferentes, ambos acreditados para inspeccionar las operaciones de escrutinio, pero también encargados, cada uno de ellos, de mantener vigilado al colega, por si se diera el caso de que se escondiera ahí alguna complicidad honradamente militante, o simplemente negociada en la lonja de las pequeñas traiciones. De esta manera, entre espías y vigilantes, entre magnetofones y cámaras de vídeo, todo parecía seguro y bien seguro, a cubierto de cualquier interferencia maligna que desvirtuase la pureza del acto electoral, y ahora, acabado el juego, no quedaba nada más que cruzar los brazos y esperar la sentencia final de las urnas. Cuando en el colegio electoral número catorce, a cuyo funcionamiento tuvimos la enorme satisfacción de consagrar, en homenaje a esos dedicados ciudadanos, un capítulo completo, sin omitir ciertos problemas íntimos de la vida de alguno de ellos, cuando en todos los colegios restantes, desde el número uno al número trece y desde el número quince al número cuarenta y cuatro, los respectivos presidentes volcaban los votos en las largas tablas que servían de mesas, un rumor impetuoso de avalancha atravesó la ciudad. Era el preludio del terremoto político que no tardaría en producirse. En las casas, en los cafés, en las tabernas y en los bares, en todos los lugares públicos y privados donde hubiese un televisor o una radio, los habitantes de la capital esperaban, más tranquilos unos que otros, el resultado final del escrutinio. Nadie compartía confidencias con su vecino acerca de su voto, los amigos más cercanos guardaban silencio, las personas más locuaces parecían haberse olvidado de las palabras. A las diez de la noche, finalmente, apareció en televisión el primer ministro. Venía con el rostro demudado, con ojeras profundas, efecto de una semana entera de noches mal dormidas, pálido a pesar del maquillaje tipo buena salud. Traía un papel en la mano, pero casi no lo leyó, apenas le lanzó alguna que otra mirada para no perder el hilo del discurso, Queridos conciudadanos, dijo, el resultado de las elecciones que hoy se han realizado en la capital es el siguiente, partido de la derecha, ocho por ciento, partido del medio, ocho por ciento, partido de la izquierda, uno por ciento, abstenciones, cero, votos nulos, cero, votos en blanco, ochenta y tres por ciento. Hizo una pausa para acercarse a los labios el vaso de agua que tenía al lado y prosiguió, El gobierno, reconociendo que la votación de hoy confirma, agravándola, la tendencia verificada el pasado domingo y estando unánimemente de acuerdo sobre la necesidad de una seria investigación de las causas primeras y últimas de tan desconcertantes resultados, considera, tras deliberar con su excelencia el jefe de estado, que su legitimidad para seguir en funciones no ha sido puesta en causa, ya que la convocatoria ahora concluida era sólo local, y porque además reivindica y asume como su imperiosa y urgente obligación investigar hasta las últimas consecuencias los anómalos acontecimientos de que fuimos, durante la última semana, aparte de atónitos testigos, temerarios actores, y si, con el más profundo pesar, pronuncio esta palabra, es porque los votos en blanco, que han asestado un golpe brutal a la normalidad democrática en que transcurría nuestra vida personal y colectiva, no cayeron de las nubes ni subieron de las entrañas de la tierra, estuvieron en el bolsillo de ochenta y tres de cada cien electores de esta ciudad, los cuales, con su propia, pero no patriótica mano, los depositaron en las urnas. Otro trago de agua, éste más necesario porque la boca se le ha secado de repente, Todavía estamos a tiempo de enmendar el error, no a través de nuevas elecciones, que en el estado actual podrían ser, aparte de inútiles, contraproducentes, sino a través del riguroso examen de conciencia al que, desde esta tribuna pública, convoco a los habitantes de la capital, todos ellos, a unos para que puedan protegerse mejor de la terrible amenaza que flota sobre sus cabezas, a otros, sean culpables, sean inocentes de intención, para que se corrijan de la maldad a que se dejaron arrastrar a saber por quién, bajo pena de convertirse en blanco directo de las sanciones previstas en el ámbito del estado de excepción cuya declaración, tras consulta, mañana mismo, al parlamento, que para el efecto se reunirá en sesión extraordinaria, y obtenida, como se espera, su aprobación unánime, el gobierno va a solicitar a su excelencia el jefe del estado. Cambio de tono, brazos medio abiertos, manos alzadas hasta la altura de los hombros, El gobierno de la nación tiene la certidumbre de interpretar la fraternal voluntad de unión del resto del país, ese que con un sentido cívico merecedor de todos los elogios cumplió con normalidad su deber electoral, y ahora, como padre amantísimo, recuerda, a los electores de la capital desviados del recto camino, la lección sublime de la parábola del hijo pródigo y les dice que para el corazón humano no existe falta que no pueda ser perdonada, siendo sincera la contrición, siendo el arrepentimiento total. La última frase de efecto del primer ministro, Honrad a la patria, que la patria os contempla, con redoble de tambores y clarines sonantes, rebuscada en los sótanos de la más decadente retórica patrimonial, quedó deslucida por un Buenas noches que sonó a falso, es lo que tienen de bueno las palabras simples, que no saben engañar.
En los lugares, casas, bares, tabernas, cafés, restaurantes, asociaciones o sedes políticas donde se encontraban votantes del partido de la derecha, del partido del medio e incluso del partido de la izquierda, la comunicación del primer ministro fue ampliamente comentada, claro que, como es natural, de manera diferente y con matizaciones diversas. Los más satisfechos con la performance, a ellos pertenece el bárbaro término, no a quien esta fábula viene narrando, eran los del pdd, que, con aire de superioridad, entre guiños, se felicitaban por la excelencia de la técnica que el jefe había empleado, esa que ha sido designada con la curiosa expresión del palo y la zanahoria, predominantemente aplicada a los asnos y a las mulas en tiempos antiguos, pero que la modernidad, con resultados más que apreciables, reutiliza para uso humano. Algunos, tipo fierabrás y matamoros, consideraban que el primer ministro debería haber terminado el discurso en el punto en que anunció la declaración inminente del estado de excepción, que todo lo que dijo después estaba de más, que con la canalla sólo la cachiporra, que si nos ponemos con paños calientes vamos apañados, que al enemigo ni agua, y otras fuertes expresiones de similar catadura. Los compañeros argumentaban que no era exactamente así, que el jefe tendría sus razones, pero estos pacifistas, como siempre ingenuos, ignoraban que la desabrida reacción de los intransigentes era una maniobra táctica que tenía como objetivo mantener despierta la vena combativa de la militancia. Para lo que dé y venga, era la consigna. Ya los del pdm, como oposición que eran, y aunque estando de acuerdo en lo fundamental, es decir, la necesidad urgente de depurar responsabilidades y castigar a los autores, o conspiradores, encontraban desproporcionada la instauración del estado de excepción, sobre todo sin saber cuánto tiempo iba a durar, y que, en último análisis, no tenía sentido suspender derechos a quien no había cometido otro crimen que ejercer precisamente uno de ellos. Cómo terminará todo esto, se preguntaban, si algún ciudadano decide recurrir al tribunal constitucional, Más inteligente y patriótico sería, agregaban, formar ya un gobierno de salvación nacional con representación de todos los partidos, porque, existiendo realmente una situación de emergencia colectiva, no es con un estado de excepción como ésta se resuelve, el pdd ha perdido los estribos, no tardará en caerse del caballo. También los militantes del pdi sonreían ante la posibilidad de que su partido llegase a formar parte de un gobierno de coalición, pero, entre tanto, lo que más les preocupaba era descubrir una interpretación del resultado electoral que consiguiese disimular la brutal caída de votos que el partido había sufrido, puesto que, alcanzado el cinco por ciento en las últimas elecciones generales realizadas y habiendo pasado al dos y medio en la primera ronda de éstas, se encontraba ahora con la miseria de un uno por ciento y un negro futuro por delante. El resultado del análisis culminó con la preparación de un comunicado en el que se insinuaba que no habiendo razones objetivas que obligasen a pensar que los votos en blanco pretendían atentar contra la seguridad del estado o contra la estabilidad del sistema, lo correcto sería presuponer una coincidencia casual entre la voluntad de cambio así manifestada y las propuestas de progreso contenidas en el programa del pdi. Nada más, todo eso.
Hubo también personas que se limitaron a desenchufar el aparato de televisión cuando el primer ministro terminó y después, antes de irse a la cama, se entretuvieron hablando de sus vidas, Y otras hubo que pasaron el resto de la velada rompiendo y quemando papeles. No eran conspiradores, simplemente tenían miedo.
Al ministro de defensa, un civil que no había hecho el servicio militar, le supo a poco la declaración del estado de excepción, lo que él pretendía era un estado de sitio en serio, de los auténticos, un estado de sitio en la más exacta acepción de la palabra, duro, sin fallas de ningún tipo, como una muralla en movimiento capaz de aislar la sedición para luego derrotarla con un fulminante contraataque, Antes de que la pestilencia y la gangrena alcancen a la parte todavía sana del país, previno. El primer ministro reconoció que la gravedad de la situación era extrema, que la patria había sido víctima de un infame atentado contra los cimientos básicos de la democracia representativa, Yo lo llamaría una carga de profundidad lanzada contra el sistema, se permitió decir, quería discordar el ministro de defensa, Así no pienso, y el jefe de estado está de acuerdo con mi punto de vista, que, teniendo en cuenta los peligros de la conjura inmediata, de manera que se puedan variar los medios y los objetivos de la acción en cualquier momento que sea aconsejable, sería preferible que comenzáramos sirviéndonos de métodos discretos, menos ostentosos, por ventura más eficaces que mandar al ejército a que ocupe las calles, cierre el aeropuerto e instale barreras en las salidas de la ciudad, Y qué métodos son ésos, preguntó el ministro de los militares sin hacer el mínimo esfuerzo para disimular la contrariedad, Nada que no conozca ya, le recuerdo que también las fuerzas armadas tienen sus propios servicios de espionaje, A los nuestros les llamamos de contraespionaje, Da lo mismo, Si, comprendo adónde quiere llegar, Sabía que comprendería, dijo el primer ministro, al mismo tiempo que le hacía una señal al ministro del interior. Éste tomó la palabra, Sin entrar aquí en ciertos pormenores de la operación que, como fácilmente se entenderá, constituyen materia reservada, digamos incluso top secret, el plan elaborado por mi ministerio se asienta, en líneas generales, en una amplia y sistemática acción de infiltración entre los ciudadanos, a cargo de agentes debidamente preparados, que pueda desvelarnos las razones de lo ocurrido y habilitarnos para tomar las medidas necesarias de modo que podamos extirpar el mal desde su nacimiento, Desde su nacimiento no diría, ya lo tenemos ahí, observó el ministro de justicia, Son formas de hablar, respondió con un leve tono de irritación el ministro del interior, que prosiguió, Es el momento de informar a este consejo, en total y absoluta confidencialidad, con perdón por la redundancia, de que los servicios de espionaje que se encuentran bajo mis órdenes, o mejor, que dependen del ministerio a mi cargo, no excluyen la posibilidad de que lo sucedido tenga sus verdaderas raíces en el exterior, que esto que vemos sea sólo la punta del iceberg de una gigantesca conjura internacional de desestabilización, probablemente de inspiración anarquista, la cual, por motivos que todavía ignoramos, habría elegido nuestro país como su primera cobaya, Extraña idea, dijo el ministro de cultura, por lo menos hasta donde mis conocimientos alcanzan, los anarquistas nunca han propuesto, ni siquiera en el campo de la teoría, cometer acciones de esas características y con esa envergadura, Posiblemente, acudió sarcástico el ministro de defensa, porque los conocimientos del querido colega todavía tienen como referencia temporal el idílico mundo de sus abuelos, desde entonces, por muy extraño que pueda parecerle, las cosas han cambiado mucho, hubo una época de nihilismos más o menos líricos, más o menos sangrientos, pero hoy lo que tenemos ante nosotros es terrorismo puro y duro, diverso en sus caras y expresiones, pero idéntico a sí mismo en su esencia, Cuidado con las exageraciones y las extrapolaciones demasiado fáciles, intervino el ministro de justicia, me parece arriesgado, por no decir abusivo, asimilar el terrorismo, para colmo con la clasificación de puro y duro, a la aparición de unos cuantos votos en blanco en las urnas, Unos cuantos votos, unos cuantos votos, balbuceó el ministro de defensa, casi paralizado de estupor, cómo es posible llamar unos cuantos votos a ochenta y tres votos de cada cien, díganme, cuando deberíamos comprender, ser conscientes de que cada uno de esos votos fue como un torpedo bajo la línea de flotación, Tal vez mis conocimientos sobre el anarquismo sean obsoletos, no digo que no, dijo el ministro de cultura, pero, por lo que puedo saber, aunque esté muy lejos de considerarme un especialista en combates navales, los torpedos apuntan siempre por debajo de la línea de flotación, es más, supongo que no tienen otro remedio, fueron fabricados para eso mismo. El ministro del interior se levantó de pronto como impelido por un muelle, iba a defender de la socarrona frase a su colega de defensa, denunciar tal vez el déficit de empatía política patente en aquel consejo, pero el jefe de gobierno descargó con la mano abierta un golpe seco en la mesa reclamando silencio y cortó, Los señores ministros de cultura y de defensa podrán seguir fuera el debate académico en que parecen tan empeñados, pero pido licencia para recordarles que si nos encontramos aquí reunidos, en esta sala que representa, más aún que el parlamento, el corazón de la autoridad y del poder democrático, es para que tomemos las decisiones que habrán de salvar al país, ése es nuestro desafío, de la más grave crisis con que ha tenido que enfrentarse a lo largo de una historia de siglos, por tanto creo que, ante tamaño reto, deberían evitar, por indignos de nuestras responsabilidades, los despropósitos verbales y las fútiles cuestiones de interpretación. Hizo una pausa, que nadie se atrevió a interrumpir, después prosiguió, Quiero dejarle claro al ministro de defensa que el hecho de que el jefe de gobierno se haya inclinado, en esta fase inicial del tratamiento de la crisis, por la aplicación del plan trazado por los servicios competentes del ministerio del interior no significa y nunca podría significar que el recurso a la declaración del estado de sitio haya sido definitivamente postergado, todo dependerá del rumbo que tomen los acontecimientos, de las reacciones de los habitantes de la capital, del pulso que tomemos al resto del país, del comportamiento no siempre previsible de la oposición, en particular, en este caso, del pdi, que ya tiene tan poco que perder que no tendrá inconveniente en apostar lo que le queda en una jugada de alto riesgo, No creo que debamos preocuparnos mucho de un partido que no ha conseguido nada más que un uno por ciento de los votos, observó el ministro del interior, encogiendo los hombros en señal de desdén, Ha leído su comunicado, preguntó el primer ministro, Naturalmente, leer comunicados políticos forma parte de mi trabajo, pertenece a mis obligaciones, es cierto que hay quien paga a asesores para que le pongan la comida masticada en el plato, pero yo soy de la escuela clásica, sólo me fío de mi cabeza aunque sea para equivocarme, Está olvidándose de que los ministros, en último análisis, son los asesores del jefe del gobierno, Y es un honor serlo, señor primer ministro, la diferencia, la gran diferencia consiste en que nosotros ya traemos la comida digerida, Bueno, dejemos la gastronomía y la química de los procesos digestivos y volvamos al comunicado del pdi, deme su opinión, qué le pareció, Se trata de una versión tosca, ingenua, del viejo precepto que manda que te unas a tu enemigo si no eres capaz de vencerlo, Y aplicado al caso presente, Aplicado al caso presente, señor primer ministro, si los votos no son tuyos, inventa la manera de que lo parezcan, Incluso así, conviene que nos mantengamos atentos, el truco puede tener algún efecto en la parte de la población más inclinada a la izquierda, Que en este momento no sabemos cuál es, dijo el ministro de justicia, parece que nos negamos a reconocer, en voz alta y mirándonos a los ojos, que la gran mayoría de los tales ochenta y tres por ciento son votantes nuestros y del pdm, deberíamos preguntarnos por qué han votado en blanco, ahí es donde reside lo grave de la situación, no en los sabios o ingenuos argumentos del pdi, Realmente, si nos fijamos bien, respondió el primer ministro, nuestra táctica no es muy diferente de la que está usando el pdi, es decir, puesto que la mayoría de esos votos no son tuyos, haz como que tampoco pertenecen a tus adversarios, Con otras palabras, dijo desde el extremo de la mesa el ministro de transportes y comunicaciones, andamos todos en lo mismo, Manera tal vez un poco expedita de definir la situación en que nos encontramos, nótese que hablo desde un estricto punto de vista político, pero no del todo falto de sentido, dijo el primer ministro y cerró el debate.