Fénix Exultante (28 page)

Read Fénix Exultante Online

Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Fénix Exultante
7.94Mb size Format: txt, pdf, ePub

La teoría de Dafne también explicaba por qué Radamanto y los Caritativos carecían de todo recuerdo de la civilización viral que según Faetón los había atacado a los tres. No habían existido tales supervirus, ni un ataque tan poderoso como para engañar a Radamanto. En cambio, una sencilla cadena de recuerdos, informando de que un ataque ya se había producido, se introdujo en Faetón, luego se activó.

¿Pero cuándo? ¿Antes que él ingresara en la caja pública del hospicio Caritativo? Antes él había estado en el tribunal. ¿Lo había hecho Atkins? Antes del tribunal había estado en el espacio mental radamantino, tomando el té con Dafne, y Radamanto dirigía su filtro sensorial, y habría impedido que cualquier pensamiento viral ingresara desde el Sueño Medio.

A menos que el diario de ella fuera el portador del virus…

La manipulación de sus pensamientos tenía que haberse completado antes que él abriera su cofre de recuerdos. Después él había estado en el sector de Helión de la mente señorial, y después en la indagación de los Exhortadores.

Aunque quizá no se hubiera completado. Quizá algo que se había introducido antes aún estaba operando. Un programa troyano de habilidad moderada podía haber interferido con su intento de descargar una copia de su consciencia en el canal público cuando él daba testimonio en la indagación. En vez de la copia verdadera que Faetón intentaba enviar, se pudo haber enviado una versión falsa pregrabada, insertada en el canal que Faetón había abierto. Esa versión era falsa desde el principio, y no se necesitaba una supertecnología mágica para explicar cómo las grabaciones se podían alterar mientras Nabucodonosor las leía, pues no se habían alterado en ese momento. Estaban preparadas mucho antes, y se habían cargado en el subconsciente de Faetón al producirse la violación cerebral original. Pero, ¿cómo podía haber sido? ¿Y por qué Gannis?

—¿Por qué Gannis? —preguntó en voz alta.

—Porque Gannis odia a Helión. Siempre lo ha odiado. Siempre ha sido el sol falso peleando contra el sol verdadero. Júpiter contra el Sol.

—¿Por qué?

—El dispositivo solar, en menos de cuatro siglos, tendrá tamaño suficiente para rodear el ecuador del Sol. Será el mecanismo de ingeniería más grande que se haya diseñado jamás. ¿Por qué Helión no insertaría un supercolisionador en ese punto? Para ti y para mí, la diferencia entre un falso sol enano como Júpiter Ardiente y una estrella tipo G de secuencia principal como el Sol puede ser difícil de aprehender, como la diferencia entre un millón y mil millones. Pero Helión, en esa época, podría superar la provisión de metal de Gannis, podría triplicar la producción de antimateria de Favnir, y demás. El combustible de hidrógeno de Júpiter se agotará mucho antes que el del Sol. ¡Mira la diferencia de tamaño! Y, mucho antes de eso, un ingeniero planetario (creo que estabas destinado a ser tú) tendría que desplazar las lunas del Júpiter moribundo a nuevas órbitas alrededor del sol padre.

—Imposible. ¿Cómo se saldría Gannis con la suya? En cuanto se sometiera a un examen noético, se revelaría el delito.

Dafne se encogió de hombros.

—Creo que él esperaba que Helión te ayudara, o te siguiera al exilio, o al menos causara tal alboroto que los Pares retirasen su invitación de sumar a Helión a sus filas. Así, en la Gran Trascendencia de diciembre, no sería el sueño de Helión el que llamara la atención de las mentes de los hombres, sino el de Gannis. Quizá después, mucho después, Gannis habría sido descubierto. Pero supongo que partes de su mente no tienen conocimiento del delito, y continuarán con lo suyo una vez que el Gannis maligno sea castigado. En todo caso, ya será demasiado tarde para el sueño de Helión. Después de una Trascendencia, la gente se siente tan imbuida de la unidad del pensamiento racial que tarda siglos en confiar nuevamente en su propio juicio; para entonces, Helión puede estar en quiebra. Con tu muerte, sin duda se le habrá quebrado el corazón.

Faetón abrió la boca para articular una objeción, pero la cerró. Porque esa teoría tenía sentido. Tenía mucho más sentido que creer que lo perseguían, por motivos incomprensibles, agentes de una colonia muerta que estaba a mil años luz de distancia. En cambio, el motivo más antiguo para delinquir conocido por el hombre, la envidia, se atribuía a alguien como Gannis, una persona real. Un peligro comprensible, humano, natural.

Y él sabía que Gannis no era de fiar. ¿Acaso no había traicionado a Faetón una vez? Sin embargo… Sin embargo…

—Esto es precisamente lo que Nada querría hacerme creer, si todo esto está preparado para engañarme —dijo Faetón.

Dafne revolvió los ojos.

—¿Estás dispuesto a descreer de una teoría creíble no porque sea increíble, sino porque no lo es?

—Ah, repite eso…

—No es necesario. Este Nada Sofotec es tu superstición. Un paranoico que ve conspiraciones por doquier dice que la falta de pruebas sólo prueba que la conspiración tuvo éxito. Un hombre que cree en las hadas, al no verlas, dice que eso prueba que las hadas son invisibles.

—Razonar por analogía es como llenar globos con helio líquido. No da resultado.

—Pues atente a las pruebas —dijo ella—. ¿Qué puedes demostrar?

—No puedo demostrar nada. Lo que intentamos averiguar es si mi capacidad para recoger y analizar pruebas, en otras palabras, mi mente y mi memoria, están perjudicadas. ¿Cómo se demuestra que la capacidad para demostrar cosas no está distorsionada? ¿Qué pruebas pueden demostrar que la prueba misma no está manipulada?

—Te estás poniendo ridículo —dijo ella—. En este caso, sólo necesitas buscar confirmación independiente. Atkins no coincide contigo. Radamanto no coincide contigo, Estrella Vespertina no coincide contigo, y la Composición Caritativa no coincide contigo. Hasta ahora no has encontrado una sola confirmación independiente. Pero tienes ese circuito noético portátil en la mano. Él te dirá si los recuerdos que tienes son verdaderos o falsos, y cuándo te introdujeron recuerdos falsos, y cómo. ¿Qué estás esperando? ¿Qué temes?

Faetón no dijo nada, pero la miró atentamente.

Dafne se apoyó las manos en las caderas, formando un círculo de asombro con la boca.

—¡Cómo te atreves! —exclamó al fin—. ¡Crees que soy una imitación de Dafne enviada aquí por Nada con una caja preparada para violar tu cerebro! ¡Santísimo cielo! ¿Qué debo hacer para demostrarte quién soy?

Faetón se encogió de hombros.

—Es natural y razonable que sospeche en este punto. —En realidad, era una visión de pesadilla que lo congelaba hasta la médula. Imaginaba a una niña candida, producto de una sociedad gentil y utópica, indefensa, cogida por sorpresa en el desierto y asesinada espantosamente, reemplazada por un cuerpo clonado que, con siniestra ironía, albergaba recuerdos falsos que le hacían creer que era la muchacha muerta, que estaba enamorada, que era buena e inocente. Luego, una vez que se cumpliera la misión, o se diera otra señal, esa ilusión de amor e inocencia, toda la vida de la muchacha muerta, se disiparía como un sueño olvidado.

—¿Razonable? ¡Ja! Te has transformado en un lunático paranoico. ¡Y después de tomarme tantas molestias! Si no encuentras un modo de demostrar que eres inocente, yo también quedo atascada, imbécil.

—Querida, has discutido conmigo un millón de veces, y sabes que de nada sirve dejarse llevar por las emociones. Podrías incluso ignorar que eres una agente de Nada, pues la programación se pudo hacer a nivel subconsciente…

Se interrumpió. Ella se tamborileaba el codo con los dedos, los brazos cruzados, una ceja enarcada, una leve sonrisa en los labios.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

—Me llamaste querida, en vez de niña —dijo ella, con una sonrisa más cálida. Hablaba lentamente, como si las palabras tuvieran un sabor agradable—. Y no «hemos» discutido un millón de veces. Yo tengo la memoria de la mujer con quien discutiste un millón de veces. Pero, según tú, no era yo.

—Ah, yo…

—Te dejaré cambiar de opinión sobre eso más tarde —dijo ella con voz cantarína, agitando la mano—. Por el momento, decías que he puesto Una trampa en el lector noético. De acuerdo. En tal caso, no soy tan lista como un sofotec; ni siquiera soy tan lista como Dafne Tercia Estrella Vespertina Emancipada y Modificada, ¿verdad? Porque si fuera tan lista, me habría dado cuenta de que no podría engañar a un ingeniero con una trampa cazabobos. Eres ingeniero, ¿verdad? Desarma el artefacto, si quieres. Pero será mejor que te asegures de armarlo de nuevo, porque sin él nunca saldremos de este berenjenal.

Faetón miró de nuevo el lector noético portátil. ¿Podría inspeccionarlo? Estaba en medio de una tienda mental bien equipada, en definitiva. La mente de la tienda tenía rutinas con las cuales examinar interfaces mentales básicas; ciertamente podía discernir entre un lector noético pasivo y un circuito activo destinado a efectuar un cambio en sus procesos mentales.

Dafne enarcó ambas cejas.

—¡Y no me dejo llevar por las emociones! ¡Sólo defiendo mis convicciones con apasionamiento!

El mandil verde y azul del rincón de la cabina de Ironjoy estaba conectado a los circuitos generales de la tienda y funcionaba como menú principal. Faetón se quitó la armadura, y las placas de crisadmantio se entreabrieron como pétalos de una flor. Luego la masa se unió con un chasquido resonante, formando una pila vacía de cota de malla.

Faetón se puso el mandil. El mandil vaciló, replegó las dos mangas adicionales. Faetón se calzó la capucha y pulsó los botones ornamentales que activaban la traslación de la neuroforma semi Invariante de Ironjoy a una neuroforma básica.

El mandil era lento y viejo, quizá una antigüedad. Las cabezas lectoras de la capucha tardaron casi medio minuto en reconfigurarse y hallar los puntos de contacto para los neurocircuitos cibernéticos que atravesaban el cerebro y la columna vertebral de Faetón. Una red energética unió a Faetón con el espacio mental de la tienda.

La tienda estaba totalmente aislada; todos los canales de comunicaciones estaban negros. Los actos de Antisemris y los servicios cortados por el proveedor de Notor-Kotor habían dejado la tienda fuera de la Mentalidad. Lo cual significaba, esperaba Faetón, que la tienda estuviera a salvo de intrusiones, segura y libre de virus.

Cogió la tablilla dorada del lector noético portátil y puso la unidad en el bolsillo del pecho del mandil. Hebras del mandil comenzaron a enroscarse sobre los puertos mentales, estableciendo conexiones, hallando correspondencias, descargando rutinas iniciales en espacios de contención. Al mismo tiempo, Faetón ordenó al mandil que insertara una sonda física en el estuche de la tablilla, con el propósito de generar diminutas imágenes de fibra óptica de la estructura interior, e imágenes magnéticas de los campos que rodeaban cada parte de la construcción. Las perillas del dobladillo de la capucha le apuntaron láseres a los ojos, estimulando las zonas posteriores de la córnea para presentarle diagramas tridimensionales de los espacios interiores.

Dafne se sentó de nuevo en la cama, cogió la pequeña pizarra y se puso a recorrer diferentes registros y menús. Faetón inspeccionó la unidad y quedó desconcertado.

Podía entender los sistemas secundarios: activadores, mecanismos de migración de datos, codificadores y decodificadores, células de empalme. La disposición de los procesadores e interprocesadores del lector mental era particularmente astuta, basada en geometrías concéntricas; parecía que los sofotecs al fin habían resuelto los problemas de permeabilidad e interferencia relacionados con los campos pseudomateriales anulares, y construido la legendaria onda circular de información autosostenida. Era brillante.

Pero el núcleo principal de memoria y proceso era un enigma total. Parecía estar hecho de una lámina de neutronio, congelada al cero absoluto, una matriz de densas partículas subatómicas vinculadas por fuerzas nucleares fuertes, pero ordenada, muy ordenada. Los lindes de la lámina se disipaban en masas de partículas virtuales, una bruma sin propiedades claras; pero las pulsaciones que se desplazaban a un lado de la lámina parecían desaparecer y reaparecer en el lado opuesto, como si esa cosa estuviera curvada en una dimensión que él no podía aprehender ni imaginar. El campo energético que suspendía la lámina en su sitio actuaba como si no hubiera límites ni confines.

¿Qué era esa lámina? No quedaba claro si estaba hecha de materia o energía. Era imposible adivinar por qué no era más pesada que una ciudad, por qué no explotaba. Quizá estuviera hecha de algo semejante a una estrecha trama de cuerdas cuánticas, o una fuerza producida por otra geometría de la ruptura supersimétrica, semejante a la pseudomateria, aunque distinta. ¿Antigravedad? O quizá fuera aquella subgravedad postulada por la teoría del graviten fracciona!.

Pero la pregunta principal era si la habían manipulado. Faetón sintió ganas de reír. Era posible que hubieran desmantelado esa cosa, la hubieran vuelto de dentro a fuera, rotado en la cuarta dimensión y armado de nuevo sin que él pudiera darse cuenta. Ignoraba cuál era la configuración original; no tenía instrumentos que pudieran detectar la disposición de las partículas subatómicas neutras, donde se almacenaba la memoria principal y la información de proceso. Aun así, no habría podido leer esa información inspeccionando el tosco mecanismo externo que la almacenaba, así como un hombre no podía leer una novela mirando el cristal de electrones de su sortija biblioteca.

Vaya ingeniero. Era humano. Esto era obra de los dioses. Esto era magia.

Bien. Al menos podía mirar las partes del mecanismo que reconocía. Primero, las cabezas lectoras se conectaban con el anillo central rotativo de información a través de una serie anidada de interprocesadores concéntricos. Era una bella solución para ciertos problemas básicos de diseño. Faetón se sintió privilegiado de sólo verlo.

—Creo que entiendo por qué la Segunda Ecumene se destruyó a sí misma —dijo distraídamente en voz alta.

—¿Por qué, querido? —preguntó Dafne, sin apartar los ojos de la pizarra.

—No llegaron a observar cómo los sofotecs resolvían los problemas. ¡Este trabajo es pasmoso! Los diseñadores crearon un complejo de ondas de información autosostenidas alrededor de un anillo sin fricción. La geometría es totalmente radial, así que no hay efectos de sangradura en los márgenes, y por lo que veo, la cosa carece de distorsiones, inercia y autorreferencia, de modo que todo lo que se almacene en ella durará hasta el final del tiempo, o hasta que una decadencia cuántica erosione la subestructura fundamental de la conducta de las partículas básicas, lo que ocurra primero. La memoria se puede configurar desde dos puntos cualesquiera del anillo para formar una matriz triangular de cualquier altura dada, sólo limitada, al parecer, por la curvatura del espacio. Esto significa que en la práctica puedes poner cualquier cantidad de líneas de código en determinada zona, sin preocuparte por los puntos de detención y la sangradura que las viejas matrículas cuadradas sufrían en los bordes. Y eso es sólo el umbral inmediato. El núcleo de información es un bloque de neutronio sin peso.

Other books

The White Lie by Andrea Gillies
17 First Kisses by Allen, Rachael
Lady Yesterday by Loren D. Estleman
Married by Morning by Lisa Kleypas
Bocetos californianos by Bret Harte
Luck by Joan Barfoot
Duty from Ashes by Sam Schal
Hidden Heritage by Charlotte Hinger
Nowhere to Hide by Tobin, Tracey