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Authors: George R.R. Martin

Tags: #Fantástico

Festín de cuervos (32 page)

BOOK: Festín de cuervos
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—Prefiero leer historia antigua a que se escriba con mi sangre.

—¿Quieres morir viejo y cobarde en la cama?

—¡Claro que sí! Aunque todavía no he terminado de leer. —Lord Rodrik se dirigió hacia la ventana—. Aún no me has preguntado por tu señora madre.

«Porque me daba miedo.»

—¿Cómo está?

—Fuerte. Puede que nos sobreviva a todos. Sin duda te sobrevivirá a ti si te empecinas en esta locura. Come más que al principio; cuando llegó casi no probaba bocado, y ya duerme muchas noches de un tirón.

—Muy bien. —Durante los últimos años que había pasado en Pyke, Lady Alannys no conseguía conciliar el sueño. Vagaba toda la noche de habitación en habitación, con una vela, buscando a sus hijos. «¿Maron? —llamaba con voz chillona—. ¿Rodrik? ¿Dónde estás? Theon, mi pequeñín, ven con mamá.» Asha había presenciado muchas veces como el maestre le sacaba astillas de la planta de los pies, después de que, por la noche, cruzara descalza el cimbreante puente de tablones que llevaba a la Torre del Mar—. Iré a verla por la mañana.

—Te preguntará por Theon.

«El príncipe de Invernalia.»

—¿Qué le has dicho?

—Poca cosa. No había mucho que contar. —Titubeó un instante—. ¿Estás segura de que ha muerto?

—No estoy segura de nada.

—¿No encontraste su cadáver?

—Encontramos muchos restos de muchos cadáveres. Los lobos habían llegado antes que nosotros... Me refiero a los de cuatro patas, pero no mostraron mucho respeto hacia sus homónimos bípedos. Había huesos por todas partes; los habían roto para comerse la médula. Te confieso que no había manera de entender qué había pasado allí. Parecía como si los norteños hubieran combatido entre ellos.

—Los cuervos se pelean por la carne de los muertos, se matan por sus ojos. —Lord Rodrik contempló las aguas del mar y los dibujos que la luna trazaba en las olas—. Primero teníamos un rey; luego, cinco. Ahora, lo único que veo son cuervos que se pelean por el cadáver de Poniente. —Cerró los postigos—. No vayas a Viejo Wyk, Asha. Quédate aquí con tu madre. Mucho me temo que no la tendremos entre nosotros tanto tiempo como nos gustaría.

Asha cambió de postura en el asiento.

—Mi madre me educó para que fuera valiente. Si no voy, me pasaré el resto de mi vida preguntándome qué habría pasado en caso de que hubiera asistido.

—Y si vas, el resto de tu vida puede ser demasiado breve para que te preguntes nada.

—Mejor eso que pasarme los días quejándome a quien me quiera oír de que el Trono de Piedramar me correspondía a mí por derecho. Yo no soy Gwynesse.

La última frase había dado en el blanco. Lord Rodrik hizo un gesto de contrariedad.

—Asha, mis dos hijos son ahora pasto de los cangrejos en Isla Bella. No es probable que me vuelva a casar. Quédate y te nombraré heredera de las Diez Torres. Confórmate con eso.

—¿Las Diez Torres? —«Ojalá pudiera»—. A tus primos no les haría ninguna gracia. El Caballero, el viejo Sigfryd, Hotho
el Jorobado
...

—Todos tienen tierras y castillos propios.

«Es verdad.»

El húmedo y decrépito Torreón de Harlaw pertenecía al viejo Sigfryd Harlaw,
Peloplata
; el jorobado Hotho Harlaw tenía su asentamiento en la Torre del Resplandor, en un risco desde donde se dominaba la costa oeste.
El Caballero
, Ser Harras Harlaw, tenía su corte en Jardín Gris; Boremund
el Azul
gobernaba desde la cima de la Colina de la Bruja. Pero todos ellos eran vasallos de Lord Rodrik.

—Boremund tiene tres hijos; Sigfryd
Peloplata
tiene nietos, y Hotho tiene ambiciones —señaló Asha—. Y todos tienen intención de sucederte, incluso Sigfryd. Ese piensa que va a vivir eternamente.

—El Caballero será el Señor de Harlaw cuando yo muera —le dijo su tío—, pero puede gobernar desde Jardín Gris igual que si estuviera aquí. Júrale lealtad a cambio del castillo, y te protegerá.

—Me sé proteger yo sola. Soy un kraken, tío. Asha de la Casa Greyjoy. —Se puso en pie—. Quiero la silla de mi padre, no la tuya. Esas guadañas parecen muy peligrosas. En cualquier momento se podría caer una y cortarme la cabeza. No, me sentaré en el Trono de Piedramar.

—Entonces no eres más que otro cuervo que grazna y se pelea por la carroña. —Rodrik volvió a sentarse a su mesa—. Retírate. Quiero volver con el archimaestre Marwyn y su búsqueda.

—Si encuentra otra página, no dejes de avisarme.

Su tío era su tío. No cambiaría jamás.

«Pero irá a Viejo Wyk; diga lo que diga, me acompañará.»

Su tripulación ya debía de estar comiendo en el salón. Asha sabía que debería bajar para hablarles de la reunión en Viejo Wyk y lo que significaba para ellos. Sus hombres la seguirían sin vacilar, pero también necesitaba a los demás, a sus primos Harlaw, a los Volmark y a los Stonetree.

«Esos son los que me tengo que ganar.»

La victoria que había obtenido en Bosquespeso le sería muy útil en cuanto sus hombres empezaran a fanfarronear, como sabía que harían. La tripulación de su
Viento Negro
sentía un extraño orgullo ante las hazañas de su capitana. La mitad la quería como a una hija y la otra mitad daría cualquier cosa por abrirle las piernas, pero todos darían la vida por ella.

«Y yo por ellos», iba pensando mientras salía por la puerta de la torre al patio iluminado por la luna.

—¿Asha?

Una sombra salió de detrás del pozo. La mano se le fue directa hacía la daga... hasta que la luz transformó el bulto oscuro en un hombre con capa de piel de foca.

«Otro fantasma.»

—Hola, Tris. Creía que te vería en el salón.

—Quería verte.

—¿Alguna parte de mí en concreto? —Sonrió—. Pues aquí estoy, toda crecida. Mira cuanto quieras.

—Eres una mujer. —Se acercó más—. Y muy hermosa.

Tristifer Botley había engordado desde la última vez que lo había visto, pero seguía teniendo el mismo pelo rebelde que recordaba, y los ojos grandes y confiados de una foca.

«Unos ojos muy amables. —Eso era lo malo del pobre Tristifer: demasiado amable para las Islas del Hierro—. Ahora tiene un rostro atractivo», pensó. De niño, la cara de Tris había sido campo de batalla de las espinillas. Asha tenía por aquel entonces el mismo problema, y tal vez fue eso lo que los acercó.

—Me he enterado de lo de tu padre; lo siento —le dijo.

—Y yo siento lo del tuyo.

«¿Por qué?», estuvo a punto de preguntarle Asha. Había sido Balon quien había echado de Pyke al muchacho para que se educara como pupilo de Baelor Blacktyde.

—¿Es verdad que ahora eres Lord Botley?

—Al menos en teoría. Harren murió en Foso Cailin; un demonio del pantano le disparó una flecha envenenada. Pero no soy el señor de nada. Cuando mi padre le dijo que el Trono de Piedramar no le correspondía, Ojo de Cuervo lo ahogó e hizo que mis tíos le juraran lealtad. Y pese a todo, entregó la mitad de las tierras de mi padre a Castroferro. Lord Wynch fue el primero en arrodillarse ante él y proclamarlo rey.

La Casa Wynch tenía mucha fuerza en Pyke, pero Asha consiguió disimular su frustración.

—Wynch no tuvo nunca el valor de tu padre.

—Tu tío lo compró —dijo Tris—. El
Silencio
regresó con las bodegas llenas de tesoros: vajillas de plata, perlas, esmeraldas, rubíes, zafiros del tamaño de huevos, bolsas llenas de monedas, tan pesadas que un hombre solo no las podía levantar... Ojo de Cuervo ha estado comprando amigos a manos llenas. Mi tío Germund se hace llamar ahora Lord Botley y gobierna en Puerto Noble en nombre de tu tío.

—El legítimo Lord Botley eres tú —le aseguró—. Cuando ocupe el Trono de Piedramar te serán devueltas las tierras de tu padre.

—Como quieras. No me importa. Qué hermosa estás a la luz de la luna, Asha. Ahora eres toda una mujer, pero todavía recuerdo cuando eras una niña flacucha con la cara llena de espinillas.

«¿Por qué todos me tienen que mencionar lo de las espinillas?»

—Yo también me acuerdo.

«Aunque no con tanto afecto como tú.» Tris, uno de los cinco muchachos que su madre había acogido como pupilos en Pyke después de que Ned Stark se llevara como rehén al único hijo que le quedaba, era el más cercano en edad a Asha. No fue el primer chico al que besó, pero sí el primero que le desató las lazadas del jubón y pasó una mano sudorosa bajo la tela para palparle los pechos menudos. «Le habría dejado palpar mucho más, pero él no se habría atrevido.» El florecimiento le había llegado durante la guerra y le había despertado el deseo, pero incluso antes, Asha ya sentía curiosidad. «Él estaba allí, era de mi edad, lo estaba deseando... y no pasó nada más... Bueno, eso y la sangre de la luna.» Pese a todo, le había parecido que aquello era el amor, hasta que Tris empezó a hablarle sobre los hijos que ella le daría, por lo menos una docena de varones, seguro, y también alguna que otra chica.

—No quiero una docena de hijos —le había replicado, horrorizada—. Quiero vivir aventuras.

Poco después de aquello, el maestre Qalen los sorprendió durante uno de sus juegos, y enviaron al joven Tristifer Botley a Marea Negra.

—Te escribí cartas —le dijo—, pero el maestre Joseran se negaba a enviarlas. Una vez le di un venado a un remero que iba en un mercante rumbo a Puerto Noble; me prometió que te entregaría la carta en mano.

—Pues te timó y tiró tu carta al mar.

—Eso me temía. Tampoco me daban las que me mandabas tú.

«No te escribí ninguna.»

La verdad era que la expulsión de Tris le había supuesto un alivio. Para entonces, su torpeza empezaba a resultarle aburrida. Pero claro, no era cosa que le fuera a decir a él.

—Aeron
Pelomojado
ha convocado una asamblea. ¿Asistirás como partidario mío?

—Haré lo que quieras, pero... Lord Blacktyde dice que esta asamblea es una locura muy peligrosa. Cree que tu tío caerá sobre ellos y los matará a todos, igual que hizo Urron. Los hombres de Ojo de Cuervo se han estado congregando en Pyke. Orkwood de Monteorca llegó con veinte barcoluengos, y Jon Myre
Carapicada
, con una docena. Lucas Codd,
el Zurdo
, está con ellos. También Harren
Mediorronco
; el Remero Rojo; Kemmett Pyke,
el Bastardo
; Rodrik Freeborn; Torwold
Dientenegro
...

—Hombres de poca importancia. —Asha los conocía a todos, y ninguno era de su agrado—. Hijos de esposas de sal, nietos de siervos. Por ejemplo, ¿sabes cuál es el lema de los Codd?

—Aunque Todos nos Desprecian —respondió Tris—; pero si te atrapan en esas redes que tienen, estarás tan muerta como si se tratara de Señores Dragón. Y eso no es lo peor: Ojo de Cuervo se ha traído monstruos del este... y también magos.

—A mi tío le encantan los bichos raros y los bufones —replicó Asha—. Mi padre siempre se peleaba con él por ese motivo. Que los magos invoquen a sus dioses; Pelomojado llamará a los nuestros, y los ahogarán. ¿Contaré con tu voz en la asamblea de sucesión, Tris?

—Contarás conmigo entero. Soy tuyo, Asha, para siempre. Quiero casarme contigo. Tu señora madre ha dado su aprobación. —Asha contuvo un gemido. «Tendrías que haberme preguntado antes a mí..., aunque la respuesta no te habría gustado nada»—. Ya no soy el segundón —siguió—. Ahora soy el legítimo Lord Botley, tú lo acabas de decir. Y tú eres...

—Lo que sea yo se determinará en Viejo Wyk. Ya no somos niños que se toquetean y tratan de averiguar qué encaja con qué. Crees que quieres casarte conmigo, pero no es verdad.

—Sí es verdad. Lo único que hago es soñar contigo. Te lo juro por los huesos de Nagga, Asha: en mi vida he tocado a otra mujer.

—Pues ve a tocar a una... o a dos, o a diez. Yo he tocado a tantos hombres que he perdido la cuenta. A unos cuantos, con los labios; a la mayoría, con el hacha.

Le había entregado su virtud a los dieciséis años a un guapo marinero rubio que llegó en una galera mercante procedente de Lys. Sólo conocía media docena de palabras en la lengua común, pero una de ellas era
follar
, la que más deseaba oír Asha. Después de aquello tuvo el sentido común de consultar a una bruja de los bosques, quien le enseñó a preparar el té de la luna que le mantenía plano el vientre.

Botley parpadeaba como si no entendiera lo que le acababa de decir.

—No me... Pensé que me esperarías. ¿Por qué...? —Se frotó la boca—. Asha, ¿te forzó?

—Sí, me forzó tanto que le arranqué la túnica. No quieres casarte conmigo, créeme. Eres un chico encantador, siempre lo has sido, pero yo no soy ninguna chica encantadora. Si nos casáramos, pronto empezarías a detestarme.

—Eso jamás. He... He sufrido mucho por ti, Asha.

Aquello ya era demasiado. Tenía que enfrentarse a una madre enferma, un padre asesinado, una asamblea, una plaga de tíos... Lo que menos falta le hacía era un cachorrito enamorado.

—Vete a un burdel, Tris. Ahí te curarán el sufrimiento, ya verás.

—Sería incapaz. —Tristifer sacudió la cabeza—. Estamos hechos el uno para el otro, Asha. Siempre supe que serías mi esposa, la madre de mis hijos.

La agarró por el brazo. En un instante, ella le había puesto la daga en la garganta.

—Quítame la mano de encima o no vivirás lo suficiente para engendrar un hijo. ¡Ya! —Cuando obedeció, ella bajó el arma—. A ti lo que te hace falta es una buena mujer. Esta noche mandaré una a tu cama. Si quieres, imagínate que soy yo, pero no te atrevas a volver a tocarme. Soy tu reina, no tu esposa. No lo olvides.

Asha envainó la daga y lo dejó allí de pie, con un goterón de sangre que le bajaba lentamente por el cuello, negro a la luz de la luna.

CERSEI (3)

—Ay, quieran los Siete que no llueva durante la boda del Rey —comentó Jocelyn Swyft mientras ceñía el corpiño de la túnica de la Reina.

—Nadie quiere que llueva —replicó Cersei. Ella habría preferido que granizara, que nevara, que soplara un huracán o que retumbaran truenos tan fuertes que estremecieran las mismísimas piedras de la Fortaleza Roja. Quería una tormenta que estuviera a la par con la rabia que sentía—. Aprieta más —le ordenó a Jocelyn—. ¡Aprieta más, idiota!

Lo que la airaba era la boda, pero la torpe muchacha era un blanco más seguro. La situación de Tommen en el Trono de Hierro no era tan segura como para arriesgarse a ofender a Altojardín, al menos mientras Stannis Baratheon tuviera Rocadragón y Bastión de Tormentas, mientras Aguasdulces siguiera resistiendo, mientras los hijos del hierro merodearan como lobos por los mares. Así que Jocelyn se tenía que tragar la comida que Cersei habría preferido servirles a Margaery Tyrell y a su repelente y arrugada abuela.

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