James Potter y La Maldición del Guardián (41 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—Claro —asintió Rose—. Te tocaste la frente y gritaste de dolor ese día, fuera de la oficina del director porque de repente recordaste la respuesta a la pregunta de puntos extra de tu examen de Aritmancia.

James se desinfló.

—Mira, sí, todavía lo siento a veces. No sé de dónde proviene. Pero no tiene nada que ver con Merlín, ¿vale?

—Scorpius dice que tienes pesadillas —dijo Rose, examinando atentamente a James.

—¡Maldita sea, Rose! ¿Qué está haciendo, acaso se queda levantado todas las noches tomando notas?

—Dijo que has estado hablando en sueños y que los despiertas a todos. No puede oír lo que dices, pero siempre parece ser lo mismo. Y te pasa un par de veces por semana.

James fulminó a Rose con la mirada, y luego miró a otra parte.

—Sí, ¿y qué? Casi nunca puedo recordar esos sueños. Y aún cuando lo hago, no tienen ningún sentido. Siempre hay una voz hablando, espadas centelleando, y el sonido de alguna maquinaria vieja. Alguien camina y yo lo sigo, pero nunca puedo ver de quién se trata. Y luego hay agua y muchas caras extrañas. ¿Qué hay de malo en eso? Es solo un sueño. No significa nada.

Rose puso los ojos en blanco.

—Te conozco lo suficientemente bien como para saber que no lo crees así.

James sacudió la cabeza.

—Mira, no sé de qué va todo esto. Quizás tenga algo que ver con el extraño dolor que tengo en la frente a veces. Cedric… Cedric dice que puede ver una cicatriz allí. Dice que brilla de color verde.

—¡No! —exclamó Rose, como si pensara que eso era lo más genial que había oído nunca. Se inclinó hacia delante, estudiando la frente de James—. ¿La puedes ver cuando te miras en el espejo? ¿Brilla cuando apagas las luces?

—¡No tiene gracia, Rose! —dijo James, echándose hacia atrás—. Pero, al menos, significa que no estoy desquiciado. Si Cedric la ve, entonces no está solo en mi cabeza.

—Sí —estuvo de acuerdo Rose—. Técnicamente está en tu cabeza.

James hizo una mueca a su prima.

—Pero la cuestión es que no tiene nada que ver con mi intención de averiguar la verdad sobre Merlín.

—¿Cómo, James? —preguntó Rose seriamente—. Quiero decir, Ralph tiene razón en una cosa: si Merlín está involucrado en ese malvado complot, es un personaje aterrador con el que enfrentarse. No dudaría en quitarte de su camino. Al menos, deja que Ralph y yo te ayudemos…

James sacudió la cabeza.

—No necesito ayuda, Rose. Lo siento. Solo os metería a los dos también en problemas si nos llegaran a pillar.

Rose siempre había sido muy práctica. Asintió solemnemente.

—¿Cuándo lo vas a hacer?

La cara de James mostró resolución

—Esta noche, si puedo. Si todo va bien, sabremos la verdad mañana por la mañana. Deséame suerte.

—Necesitarás algo más que suerte, atontado —dijo Rose—. Desde luego espero que sepas lo que estás haciendo.

James pensó en la forma en que Merlín le había encontrado en los pasillos, tanto cuando había permanecido de guardia para los Gremlins, como cuando había ido a buscar la pizarra. Merlín sabía todo lo que sucedía en la escuela, y sabría lo que James estaba tramando si no era muy cuidadoso.

—También yo, Rose —estuvo de acuerdo mientras él y su prima bajaban por el pasillo hacia el Gran Comedor—, también yo.

James tenía un plan simple. Había pedido ayuda al fantasma de Cedric, a pesar de que había sido muy sucinto. A Cedric no le gustaba entrar en la oficina del director, ahora que Merlín la ocupaba, y había algún tipo de límite que impedía que los fantasmas entraran al despacho personal del director. Aún así, Cedric podía cernirse fuera de las ventanas y ver cuándo se apagaban las luces. Presumiblemente, Merlín dormía en algún momento. Cuando las luces de sus aposentos llevaran apagadas una hora, Cedric acudiría a despertar a James.

James se había ido a la cama esa noche con la certeza de que no pegaría ojo. Estaba nervioso por su plan, en parte porque pensaba que podría ser capturado sin importar lo astuto que fuera y en parte porque tenía miedo de lo que podía descubrir si el plan tenía éxito. Cada vez que empezaba a conciliar el sueño, se imaginaba estar oyendo a Cedric que venía a despertarle. Era ridículo, porque el fantasma no hacia el menor de los ruidos a no ser que quisiera hacerlo, así que James nunca oiría si se acercaba. Sin embargo, cada movimiento y crujido captaba la atención de James hasta que, finalmente, había conciliado un sueño intermitente.

Tuvo el sueño de nuevo, pero esta vez fue diferente. Como siempre, comenzaba con el crujido y la luz trémula sobre hojas de metal, terriblemente cercanas, y el estruendo de una antigua maquinaria. Había una voz, sedosa y alta, un poco exasperante. Había tanto eco que James no podía entender, excepto por alguna frase ocasional. “Aún no ha llegado la hora…”, decía la voz, y “La tarea colocada ante nosotros…” y “…portador de redención...” En el sueño, James se estremeció.

Había una figura caminando con él, pero todo lo que James podía ver en la oscuridad era una silueta sin rostro. James parecía flotar con la figura, como si esta lo transportara de alguna manera. Sentía la cicatriz en su cabeza como un peso. Y entonces, por primera vez, floreció una luz en ese extraño espacio. Emanaba del estanque, verde y parpadeante, lanzando ondas danzantes sobre toda la superficie. Las paredes eran de piedra, viejas y repletas de musgo. James tenía el presentimiento de estar bajo tierra, lejos de la luz del día. La voz continuó hablando mientras se movían figuras en el agua radiante y trémula, como si fueran reflejos de otro mundo. La voz provenía de una figura en el oscuro rincón, vestida de negro. Mientras hablaba, las dos caras se formaron en el agua una vez más, las dos tenían expresiones tristes, esperanzadas y suplicantes. Eran más claras esta vez, ondulando justo debajo de la superficie del agua: un hombre y una mujer, más jóvenes que los padres de James. El compañero de James soltó un grito ahogado y se dejó caer de rodillas, arrastrándose hacia la orilla del agua, estirando la mano para tocar la ondulante superficie.

—Alto —ordenó la voz—. La hora aún no ha llegado. Te unirías a ellos en ese mundo, no volverías a éste. Su sangre servirá de pago. Sólo entonces podrán cruzar. Pero tú puedes efectuar ese pago. Eres aquél que trae la redención, no sólo para ellos, sino para todos los que han resistido la voluntad de los opresores. Eres la mano del equilibrio. Tu deber es duro y tu carga pesada, pero no quedará sin recompensa. Vivirás para ver el día del cambio. Si lo deseas.

—Lo deseo —susurró la voz del compañero de James, y James susurró también, incapaz de no hacerlo. Su voz no produjo ningún sonido en absoluto.

Despertó, sobresaltado por algún ruido. El sueño se mantenía vívido en su memoria de tal manera que sentía casi como si estuviera todavía soñando. Se sentó en la cama y pudo ver, por la luz de la luna, que era muy entrada la noche. Cerca de allí, Graham dormía con un brazo colgando de la cama. La habitación estaba llena del silencio del sueño profundo.

—¿Cedric? —susurró James muy quedamente, teniendo cuidado de no despertar a nadie.

Se quitó las mantas de encima y se deslizó fuera de la cama. No había ni rastro del fantasma. Tal vez estaba abajo en la sala común. James sacó la varita y las gafas de su cartera y se abrió paso hacia las escaleras. Se detuvo cerca de la entrada, notando algo extraño. La cama de Scorpius estaba arrugada pero vacía. James entrecerró los ojos. ¿Dónde estaba esa pequeña víbora? Pensó en Scorpius contándole a Rose que había oído hablar a James en sueños. ¿Por qué estaba Scorpius despierto a esas horas? Sin duda estaba levantado por algo. A regañadientes, James decidió que pensaría en ello después. Tenía cosas más importantes que hacer ahora. Se giró y bajó las escaleras sigilosamente hasta la sala común.

La sala estaba completamente vacía y oscura, excepto por el pálido brillo rojo de la chimenea. Todavía no había ninguna señal del fantasma de Cedric. James susurró su nombre de nuevo, un poco más alto esta vez, pero no hubo respuesta. Suspiró y se acercó a la chimenea. Cuando se dejaba caer en la silla de respaldo alto, una voz habló alegremente fuerte, dándole un susto.

—¡Eh, James! —dijo la voz—. ¿Dónde están todos?

James resopló, mirando alrededor.

—¿Qué? ¿!Quién… Zane!?

Zane estaba de pie junto a la chimenea, apoyado en la repisa. Sonreía maliciosamente.

—¿Quién más iba a ser? Tienes mi pato, por lo que veo.

—Tu... —comenzó James, todavía recuperándose del susto—. No. ¿Qué? ¿Tu pato? ¿Qué haces aquí?

—Te envié un mensaje por el pato hace unos minutos —dijo Zane, refiriéndose a los patos proteicos de goma que solían usar para enviarse mensajes unos a otros. James había olvidado por completo el suyo—. Asumí que habías recibido el mensaje. Os dije a ti y a Ralph que nos veíamos en la chimenea en cinco minutos. ¿Así que dónde están los demás? Este lugar está tan muerto como un cementerio.

James puso sus ojos en blanco.

—¡Así que eso fue lo que me despertó! Zane, estamos en mitad de la noche —exclamó, conteniendo una sonrisa. El descaro total de Zane siempre le asombraba—. Ralph está durmiendo en los dormitorios Slytherin. ¡Olvidaste la diferencia horaria otra vez!

—Oh, sí —dijo Zane, haciendo una mueca—. Apenas son las ocho aquí. Quiero decir, allá. Donde realmente estoy. Entonces, ¿qué te parece? Mucho mejor que el polvo de polilla ¿Me veo bien?

James entrecerró los ojos.

—Bueno, hace un minuto. Estás empezando a desteñirte un poco por los bordes. ¿Cómo lo haces?

—Está bastante bien, ¿eh? —respondió Zane—. Otro disparate del profesor Franklyn. La belleza de esto es su simplicidad. ¿Alguna vez has oído hablar de un
Doppelgänger
?

James frunció el ceño.

—Eh, de hecho sí. Es un mítico doble de ti mismo. Parece advertirte de tu propia muerte, ¿no es así?

Zane asintió alegremente.

—Sí, exactamente. Franklyn se figuró que si fingíamos las circunstancias de una muerte prematura, el
Doppelgänger
podría aparecer. Entonces, cuando lo hiciera, podríamos aprovecharlo y enviarlo a transmitir mensajes personales, como éste.

—¿Así que estás en peligro mortal por allá? —preguntó James, arrugando la frente.

—Sí y no. El
Doppelgänger
tiene que pensar eso, pero el profesor Franklyn lo tiene todo calculado. Hay un montón de sistemas de seguridad. Sólo estoy técnicamente en peligro mortal. Cuando terminemos de hablar, estaré fuera de peligro de nuevo. Todo es un poco complicado, pero el Departamento ha resuelto la mayoría de los problemas. ¿Traes tu varita contigo?

—Hmm, sí —respondió James.

—Dispárame con ella, ¿quieres? No importa cómo. Una maldición Punzante o algo así. Estoy empezando desvanecerme.

—¿Qué? Quiero decir, ¿estás seguro?

—Totalmente. Hazlo rápido. Verás, el problema con este método de comunicación es mantener la magia a largas distancias. Necesitamos un impulso en tu extremo para continuar, de lo contrario, me desvaneceré.

James sacó su varita y, de mala gana, apuntó a la figura que se desvanecía de Zane.

—Acervespa —pronunció. Un delgado destello afilado salió disparado de su varita. La figura de Zane pareció absorber el rayo lanzado. Se tornó repentinamente sólida de nuevo.

—En el blanco —dijo Zane—. ¿Entonces, cómo van las cosas al otro lado del charco?

—¡Uf! —dijo James, derrumbándose en la silla—. Complicado. Albus es un Slytherin, yo estoy recibiendo emisiones fantasmales a través de alguna especie de cicatriz fantasma, el hijo del enemigo mortal de papá me robó mi cama, y todo el mundo está preocupado de que Merlín se haya vuelto malvado.

Zane hizo una mueca.

—¡Guau! Demasiado. Una cosa a la vez. Tú no crees que el gran tipo se haya vuelto malvado, ¿no?

James sacudió la cabeza con fatiga.

—No, pero algunas personas sí. La misma Rose lo cree. Especialmente después de la otra noche.

James contó a Zane la escena en el Espejo Mágico. Zane escuchaba críticamente, una esquina de su boca tensada hacia arriba en su característica expresión pensativa.

—¿Y qué pasó después? —preguntó Zane una vez James hubo terminado.

—¿Qué quieres decir? Eso fue todo. ¿No es suficiente?

—Quiero decir, ¿cómo regresó Merlín si le cerraste el Libro de Concentración?

—No lo sé —meditó James. Sinceramente no había pensado en eso—. Pero sí que regresó. Supongo que tiene otros medios para viajar. Si era realmente él.

—Era él —dijo Zane, asintiendo con la cabeza—. Solo que no quieres admitirlo.

James frunció el ceño, pero antes de poder objetar, Zane siguió.

—Pero la buena noticia es que debe haber estado allí por la razón correcta. De lo contrario, estarías frito, ¿no?

—¿Qué quieres decir? —preguntó James cautelosamente.

—Quiero decir que te vio, ¿no? Dijiste que ese tipo pálido del Espejo señaló directamente hacia ti, y todos se giraron a ver. Eso significa que Merlín te vio. Si estuviera relacionado con esos tipos, tendría que haber ido a por vosotros tres en el instante en que regresó. Estarías completamente desterrado en el Mundo de las Tinieblas, o lo que sea que un tipo como Merlín haga a sus enemigos.

James arrugó la frente.

—No lo había pensado de esa manera.

—Por supuesto que no —Zane se encogió de hombros—. Yo siempre fui el cerebro del equipo.

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