James Potter y La Maldición del Guardián

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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Un verano de cambios lleva a James Sirius Potter de regreso a Hogwarts, Escuela de Magia y Hechicería, con una nueva perspectiva. Confiando en que ha dejado bien atrás las aventuras del año pasado, James se prepara para el desafío más prosaico de su carrera estudiantil, superar la prueba para entrar al equipo de quidditch, y mantener vigilados a su hermano Albus y su prima Rose.

Sin embargo, el nuevo año trae nuevas aventuras, comenzando con algunas dudas que cada vez se hacen más alarmantes acerca del nuevo director, Merlinus Ambrosius, cuyo largo viaje fuera del tiempo puede haber atraído la atención de una horrible entidad conocida legendariamente como «el Guardián».

Decidido a probar la confiabilidad de Merlín, James se encuentra a sí mismo sumergido en una telaraña de intrigas, engaños y secretos que cada vez se hace más profunda y se remonta hacia atrás en el tiempo, hasta la época de los fundadores.

Bajo la amenaza del Guardián, que está preparando a su profetizado anfitrión humano para un definitivo reino de ruina y destrucción, James, Rose y Ralph forjan inesperadas alianzas en un último esfuerzo desesperado para detenerlo antes de que sea demasiado tarde.

Sin embargo, al final, todas las esperanzas señalan a Merlín, y James debe enfrentar la muy real posibilidad de que todo lo que sabe acerca del nuevo director es, de hecho, una fachada cuidadosamente erigida.

George Norman Lippert

James Potter y la Maldición del Guardián

(James Potter - 02)

ePUB v1.1

betatron
08.10.11

Título: James Potter y La Maldición del Guardián

Autor: Norman Lippert, George

Traductor: Grupo LLL

ISBN: 9780520604014

Querido lector
:

Este libro es una secuela de otra historia llamada “James Potter y la Encrucijada de los Mayores”. Aunque esta historia puede sostenerse por sí misma con un poco de ayuda imaginativa del lector, se apreciaría mucho mejor como parte de la saga. Puedes encontrar el primer libro en www.elderscrossing.com.

¡Gracias por leerlo!

GNL

Prólogo

La lluvia caía en grandes sábanas, golpeando el pavimento con fuerza suficiente como para levantar una sucia y pesada neblina. Un hombrecillo permanecía de pie en la esquina, bajo la única farola que funcionaba, y estudiaba la calle. Edificios abandonados de apartamentos se alineaban a un lado, oscuros y amenazadores, como dinosaurios muertos. El otro lado estaba dominado por una igualmente deprimente fábrica tras una verja de alambre. En la verja, los carteles de advertencia chirriaban y traqueteaban con el viento. Había un coche aparcado en la calle, con pinta de llevar allí desde hacía tanto como para haberse convertido ya en parte del ecosistema local. El hombrecillo movió los pies, su cabeza calva relucía por la lluvia. Miró hacia atrás, hacia las agitadas calles de las que acababa de llegar, y soltó un carraspeo. Se sacó el puño del bolsillo del abrigo y lo sostuvo en alto hacia la luz. Cuando abrió la mano, en ella había un pequeño y maltratado trozo de pergamino. Leyó las palabras por décima vez. Letras de tinta azul deletreaban el nombre de la calle y nada más. El hombre sacudió la cabeza, molesto.

Estaba a punto de estrujar el pergamino en el puño de nuevo cuando las palabras desaparecieron bajo la lluvia que caía. El hombrecito parpadeó, mirando fijamente al espacio que habían dejado. Lentamente, más palabras se escribieron en el papel, como garabateadas por un lápiz invisible: una dirección.

El hombrecillo frunció el ceño hacia el pergamino, y volvió a metérselo en el bolsillo. Mirando de reojo, localizó un número sobre la puerta del apartamento abandonado más cercano. Suspiró y se apartó del brillo amarillento de la farola, caminando por la cuneta sin importarle que estuviera inundada.

Como sabría la mayor parte de la gente que supiera como mirar, el hombrecillo no era un hombre en absoluto. Era un goblin. Su nombre era Forge y odiaba aventurarse en el mundo de los humanos. No es que nadie hubiera notado nunca nada inusual en su tamaño o en sus extraños rasgos. Llevaba botas con tacones de cuatro pulgadas y un encantamiento visum-ineptio que hacía que la gente le viera como un amable ancianito con una severa inclinación de la espalda. Simplemente no le gustaban los humanos. Eran sucios, ineficaces, y desordenados. A Forge le gustaba que su mundo fuera igual que su trabajo: pulcro, organizado, y constantemente revisado para limpiarlo de pasos innecesarios. No es que Forge llegara al punto de desear la desaparición de la humanidad; simplemente se alegraba de que tuvieran su propio mundo especial en el que vivir, y que raramente él tuviera que acudir a este, como una especie de zoo.

Casi había decidido no acudir esta noche. Algo no le cuadraba en esta cita. Considerando las habilidades únicas de Forge, no era inusual no conocer el nombre de un cliente, pero estaba acostumbrado a un cierto decoro, no solo una nota y un número. Forge sabía lo que significaba el número, sin embargo. Era el pago ofrecido por sus servicios, y bastante sorprendente además. Lo suficiente como para que Forge dejara su trabajo, y buscara la misteriosa dirección en esta vasta extensión del decrépito y antiestético mundo humano, incluso a pesar de su aprensión. Después de todo, Forge era un goblin.

Dejó de andar y estudió el número del apartamento que había junto a él. Miró fijamente al otro lado de la calle, frunciendo el ceño. La verja de la fábrica terminaba de repente antes de llegar al siguiente bloque. En su lugar había un solar vacío, ahogado por malas hierbas, basura empujada por el viento y botellas rotas. Un camión abandonado se apoyaba ladeado contra la esquina, enterrado entre barro y altas hierbas. El cartel de madera que había en el centro del solar estaba medio caído. Futuro Hogar de Condominios y Complejos Recreativos Chimera, se leía en letras desvaídas. Forge sacó de nuevo el puño del bolsillo y lo abrió. La dirección había desaparecido del pergamino. Tres nuevas palabras se habían escrito.

Date la vuelta.

Dejó caer el puño a un lado. Miró al solar vacío, mordiéndose los labios. ¿Se le estaba advirtiendo que volviera por donde había venido? Parte de él así lo esperaba, pero lo dudaba. Lentamente, se dio la vuelta en el punto en el que estaba, de pie en el centro de la calle desierta, levantando la mirada hacia la oscura masa del edificio de apartamentos. Una ventana rota le devolvió la mirada, como el ojo de una calavera. El viento soplaba, alzando las cortinas de la ventana rota, haciéndolas revolotear. Forge suspiró y bajó de nuevo la mirada al pergamino.

Camina. Hacia atrás.

—Bueno —masculló Forge para sí mismo—, ya que estamos en el baile, bailemos.

Comenzó a andar hacia atrás, alzando las botas cuidadosamente para evitar tropezar con el bordillo o con las pilas de basura putrefacta. Se subió cuidadosamente a la acera y continuó, tanteando en busca de la cama de malas hierbas del suelo del solar vacío. La acera parecía más amplia de lo que había esperado. A cada paso que daba hacia atrás encontraba sólida y lisa piedra. Forge miró hacia abajo. Había gastadas y cuidadosamente colocadas losetas de piedra bajo sus botas en vez del áspero cemento de la acera. Levantó la mirada de nuevo y tomó un silbante aliento. Dos formas monstruosas miraban hacia él. Eran gárgolas, cada una posada en lo alto de un pilar de piedra. La lluvia golpeaba y corría por sus horribles caras. Entre los pilares había una alta verja de hierro forjado. Mientras Forge observaba, esta se cerró con un vibrante y resonante crujido, encerrándolo dentro. Se giró al instante, con el corazón palpitante, y vio que el hierro forjado formaba una valla alrededor del solar. Era de seis pies de alto y terminaba en picos amenazadores. El solar ya no estaba lleno de basura. Había un césped, cuidadosamente recortado, cada brizna de hierba misteriosamente afilada y exactamente de la misma longitud que sus compañeras. La lluvia formaba gotas sobre la hierba como cristal. Donde antes había estado el camión abandonado había ahora un largo carruaje negro, inmaculadamente brillante y cubierto por un artesonado gótico. No había yuntas para caballos en el carruaje. Forge se estremeció, y después levantó la mirada hacia el centro del solar.

En lugar del cartel inclinado había una casa. No era enorme, pero sí extraña e inusitadamente alta. Sus ventanas y contraventanas parecían tener veinte pies de alto y el techo que la cubría casi parecía proyectarse hacia afuera, como un buitre al acecho. Unos pilares enmarcaban la puerta principal, que estaba pintada de negro y tenía un gigantesco llamador en el centro. Forge tragó saliva, se arrastró hacia adelante, y se aproximó a la puerta.

Cuando subió los escalones, a Forge no le sorprendió ver que el llamador de latón de la puerta había sido tallado para asemejar a una serpiente enroscada con relucientes ojos color esmeralda. No le sorprendió verla volver a la vida al aproximarse. La cabeza se separó de su cuerpo enroscado de latón y sacó una lengua dorada.

—Llevassss el pergamino —siseó la serpiente.

—Ya lo creo. Abre la puerta antes de que pille algo mortal por estar bajo esta lluvia.

—Muesssstranossss.

—No he recorrido todo este camino para discutir con un pedazo de metalurgia encantado. Abre la maldita puerta y di a tu amo que he llegado.

La cabeza de la serpiente se alzó muy ligeramente, quedando en posición de mirar a Forge desde arriba. Los ojos brillaron con una luz verde y la lengua revoloteó.

—Muesssstranosssss el pergamino.

Forge levantó la mirada hacia la cabeza de la serpiente. Esta se balanceó ligeramente, azotando el aire con su lengua. Forge había crecido con un padre herrero y sabía cómo se hacían los ornamentos encantados. Aún así, había algo en la ondeante cabeza de latón y el siseo de la lengua dorada que le preocupaba. Embutió la mano en el bolsillo de su abrigo y recuperó el pergamino.

—Aquí está. ¿Ves? —dijo, intentando eliminar el temor de su voz—. Ahora abre la puerta.

La serpiente se estiró hacia el pergamino que había en la mano de Forge. Se alzó, y después escupió una ráfaga de llamas verdes. Forge apartó la mano de un tirón, chillando mientras la llama consumía el pergamino en medio del aire. Los ojos de la serpiente brillaron aún más y se desenroscó todavía más de la puerta, inclinándose hacia la cara de Forge. Forge no había creído que fuera posible, pero la escultura parecía sonreírle.

—Procccccede —dijo esta. La puerta se desatrancó y se abrió pesadamente.

Forge entró lentamente, mirando alrededor. Se encontraba en un largo vestíbulo, cubierto por una rica y bastante raída alfombra roja. Había gruesas puertas a ambos lados, lacadas hasta quedar convertidas en brillantes espejos negros. Todas estaban cerradas excepto la del final. Llegaban voces de detrás de ella, resonando tanto que Forge no podía entenderlas del todo. Abría ya la boca para anunciarse cuando la puerta de repente se cerró de golpe tras él, sobresaltándole. Miró atrás, con los ojos muy abiertos, y entonces escuchó de nuevo. Las voces todavía estaban hablando. Los amos de la casa debían haber oído el golpe de la puerta, por lo tanto debían saber que había llegado. El agua goteó firmemente por el ruedo del abrigo de Forge mientras éste avanzada calladamente por el vestíbulo, hacia la puerta abierta y las voces.

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