–Me parece bien que la use, pero con la gente de la calle, no conmigo. Le recuerdo que soy policía –amenazo.
–Carlos traerá el informe en unos minutos –lo pide por teléfono.
–Eso está mejor. Mientras, dígame. ¿Qué le parece que sus escritores estén siendo asesinados?
–Una tragedia, aunque habría que rematar una cuestión, no son mis escritores.
–Pero… Escriben para su editorial, ¿no es así? –pregunto dubitativo.
–Han colaborado puntualmente, que no es lo mismo.
–Todos los autores que publican con ustedes vuelven a hacerlo.
–No obligatoriamente.
–¿Entonces?
–Simplemente se les compró un relato a cada uno para un proyecto que creímos interesante y que está resultando ser nuestra ruina.
–¿Y eso? Tengo entendido que la acogida promocional de ese libro fue brutal.
–Así es, pero no fueron igual de bien las ventas.
Entra Carlos con los informes que le había pedido su jefe.
–Aquí puedes verlo claramente. El primer mes colocamos más de setecientos libros –explica Manuel.
–No está nada mal.
–Mira el mes siguiente.
–Os devuelven doscientos cincuenta y siete.
–Y así sucesivamente todos los meses.
–¿A qué se debe?
–Si lo supiese le habría puesto solución. A día de hoy, después de más de seis meses, se habrán vendido solamente unos cuatrocientos cincuenta o quinientos libros.
–Pero eso no es nada.
–Lo sabemos, te repito que ese libro nos está dando pérdidas, todavía dista mucho de dar algún tipo de beneficio.
–Ahora seguro que se está vendiendo como la espuma.
–¿Por qué dice eso? –pregunta el supuesto editor.
–Porque a la gente le encanta el morbo y con lo de las muertes, seguro que ha supuesto un buen empujoncito.
–Es verdad que este mes hemos tenido bastantes pedidos, pero hasta que no nos lleguen a principios de mes las liquidaciones no puedo darle datos.
–¿No cree usted que sería una buena forma de vender libros si sus escritores desapareciesen de forma misteriosa?
–¿Insinúa que los matamos para vender más libros?
–Eso lo ha dicho usted, no yo.
–Después de ese libro hemos sacado cinco o seis más, que han vendido cinco veces más cada uno individualmente que ese. Sobre todo hay un libro, que se llama
Una segunda oportunidad
que es el más vendido de este año. ¿Por qué íbamos a preocuparnos en intentar levantar un libro que yace en su propia tumba desde hace mucho?
–Tal vez…
–Agente, no le de más vueltas, lo que dice no tiene ninguna lógica. Me costaría más el matón que lo que iba a sacar con el libro.
–Puede que tengas razón. ¿Quién es el autor de ese libro tan vendido?
–Miguel G., pero no creo que eso tenga mucha importancia.
–Vaya, vuelve a aparecer ese nombre.
–¿Qué quiere decir?
–Tal vez tenga más de la que piensa.
–¿Por qué dice eso?
–Tengo entendido que sus compañeros no están nada contentos con el trato especial que se le ha dado a este chico en el libro.
–¿Trato especial?
–Se quejan de que su relato se puso el primero y de que es el que le daba título al libro.
–Sí, pero eso fue una decisión conjunta de la editorial. Si quisiésemos dar privilegios a alguien sin duda sería a Álex Rei.
–¿Y eso?
–Hace un par de años ganó el Premio Odisea y ahora le han dado el Premio Shangay de Literatura. Es el único escritor de nuestra editorial que lo ha conseguido.
–Vaya con JL. Tengo que irme.
–¿Vendrá el sábado a la fiesta? –me pregunta el señor Pérez.
–¿Qué fiesta?
–Una que hemos organizado en el
Ocho y Medio
, Roberta Marrero cantará, Aviador Deluxe presentará y además iban a pinchar los chicos de «La Mesa Camilla» pero, tras el triste fallecimiento de Delata estamos buscando a alguien que lo supla.
–¿Y por qué organizan esa fiesta?
–En honor a los fallecidos y para celebrar también que el libro por fin empieza a venderse.
–¿No le parece que todo esto es una contradicción?
–¿Por qué debería serlo?
–¿Tiene usted previsto salir del país en los próximos días?
–¿Por qué, estoy arrestado? –pregunta Manuel.
–Todavía no, pero por si acaso. Estate al loro y siempre donde yo pueda verte. Te estaré observando.
«Existe un deseo general de lograr la felicidad pero,
¿qué queremos alcanzar cuando hablamos de felicdad?»
Estación en curva
«Me recupero y voy
siendo consciente de que
debo continuar solo,
una vez más».
Los amigos circunstanciales
«Amante y asesino a partes iguales».
El último baile
Tengo la cabeza hecha un lío. Lo único que tienen en común todas las víctimas es un libro sobre el mundo de la noche donde cada uno ha escrito un relato. Cada uno le intenta echar la culpa al otro de los asesinatos. Tal vez no lo hagan con mala intención pero lo hacen. El dueño de la editorial es un poco soberbio, no me ha gustado un pelo. Me parece que es un tío del que no te puedes fiar. Está claro que está aprovechando el momento, este cúmulo de casualidades le puede llevar a forrarse con un libro del que hasta ahora nadie sabía nada.
A algunos les ha abierto puertas, como a Miguel G. que, después de esto, ha publicado su primera novela. Esa puede ser la razón por la que algunos dicen que es el enchufado de la editorial. Desde que salió el libro es el único autor que ha vuelto a publicar con ellos, quitando a JL porque, según me explicó Manuel, ganó el Premio Odisea. Parece que este crápula nocturno, habitual de los cuartos oscuros, tiene muchos secretos ocultos, como su pasión por la escritura. La noche que me entró en la barra del
Strong
podría haber pensado que era cualquier cosa menos escritor. Nunca se sabe. Las apariencias engañan, a veces sólo dejamos ver lo que nos interesa que vean, nada más.
Llamo al agente García para preguntarle qué tal ha ido el interrogatorio con los tres miembros de
El último baile
que pillé con vida en el cementerio. Parece que no ha sacado nada en claro. Me dice que esto es un cruce de acusaciones continuo. Nuestra última oportunidad es el sábado en la fiesta. Espero que todo salga bien, estamos jugando con la vida de estos chicos que, sin saberlo, accederán como cebo a una fiesta que, si no tenemos cuidado, podría convertirse en una carnicería.
Alguien lleva un rato siguiéndome y piensa que no me he dado cuenta. Me paro a mirar un escaparate y, unos metros atrás, también se para el chico. Le miro y se hace el loco. Es un mulato. No sé si será brasileño o cubano o qué, pero su piel es oscura sin llegar a ser negra. Un poco café con leche. Joven, no más de veinticinco años. Me pregunto por qué me seguirá. Continúo el paso y él también lo hace. Si me está persiguiendo es un poco descarado. Dudo sobre si puede ser el asesino pero no tiene pinta de peligroso, aunque nunca se sabe. De todas formas si este fuese el asesino y hubiese conseguido eliminar a todos los que ha eliminado sería para ponerle un monumento, al asesino más torpe o algo así. Nunca he visto a nadie tan descarado. Empiezo a plantearme que lo que busca es otra cosa, que también podría ser. Me vuelvo a detener en otro escaparate y me magreo un poco el paquete. Mientras tengo mi entrepierna en la mano, lo miro fijamente para ver cómo reacciona. El muy cabrón sonríe. Ya sé lo que quiere, este quiere carne fresca. Pero no es tan fácil. Sigo caminando y al torcer la esquina, justo delante de mí, me encuentro con un centro comercial. Busco los servicios. Estoy seguro que el mulato me perseguirá para que me lo trinque bien trincao. Los servicios públicos tienen algo que me atrae, como un imán. No sé por qué, pero es así. Me encanta follar en un baño público, me da mucho morbo. Es sólo pensar en la sensación de peligro de que nos puedan pillar y se me empieza a poner morcillona. Estoy enfermo, definitivamente. Soy un jodido enfermo pero no uno cualquiera, soy un jodido enfermo que va a follarse al negrito.
Me coloco en uno de los urinarios que hay en la pared. No hay nadie más, parece que el baño está vacío. Pasan unos segundos y la puerta del baño se vuelve a abrir. El mulato entra sin hacerme mucho caso y mira por debajo de las puertas de los meaderos para ver si hay alguien. Una vez que ha comprobado que no hay nadie, deja un urinario vacío entre noso-tros y se coloca en el siguiente. Lleva un pantalón corto de hacer deporte, se lo baja un poco por la parte delantera y se saca aquello, que es grande, gordo y negro como una morcilla. Acaba de conquistarme.
Me encuentro en un baño público con un jovencito mulato con un rabo casi tan grande como mi brazo y tan negro como mi pasado. Durante un minuto pienso que es el hombre de mi vida y que quiero estar follándomelo toda la vida. Luego reacciono y me doy cuenta de que los momentos pasan y hay que aprovecharlos, así que me pongo manos a la obra. A estas alturas de la película mi polla está firme y mirando al frente, como si se tratase del mejor de los soldados, dispuesto a lidiar una batalla. Ya he comentado alguna vez que mi rabo tiene un tamaño bastante considerable. Veinte centímetros es una cifra bastante suculenta. Lo increíble es que el negrito tiene la polla más grande que yo y todavía no está empalmado. Me salto el urinario que tenemos vacío separándonos y le cojo aquel cacho de carne para reconocerlo. Al tacto está blando. Lo recorro con mi mano, lo pajeo. Un movimiento lento, me gusta sentir cómo su polla se va rellenando poco a poco. Casi puedo sentir cómo se va hinchando. El vello de su pubis es tan negro como la piel de sus genitales que curiosamente contrasta con el resto de su cuerpo.
–Si no la chupas no me empalmo –me dice aquel muchacho pegado a una polla.
–Entonces habrá que ponerse manos a la obra –le contesto.
Le hago señas para que entremos en uno de los habitáculos.
–Me llamo Rachid –me dice.
–Encantado. Cierra la puerta –le digo.
Rachid echa el pestillo de la puerta del baño y me mira de pie mientras yo me he sentado en el inodoro.
–¿A qué te dedicas? –me pregunta.
–Haces muchas preguntas y aquí yo he venido a otra cosa –le contesto mientras en mi cara se dibuja una sonrisa maliciosa y con mis manos le bajo el pantaloncillo de deporte hasta la rodilla.
Al quitarle el pantalón su polla golpea en mi cara. Abro la boca y la sumerjo en un baño de saliva donde mi lengua es la esponja que la frota con energía. Está circuncidado y su glande es rosita. Me hace mucha gracia porque me recuerda a la nariz de Rudolf. ¿Cómo teniendo una polla tan negra se puede tener el glande tan rosa? Esta verga es negra, rosa y sabrosa. Muy sabrosa. Mientras la chupo empiezo a notar cómo crece en mi boca. Mi lengua la recorre en todas direcciones. Con cada chupada crece más y más, hasta el punto que ya no soy capaz de tragármela entera y casi tengo la mandíbula desencajada. Comer pollas es una de las cosas que más me gusta en el mundo, pero ésta me está costando. Un lagrimón me cae de uno de los ojos, la polla se me resiste pero no lo permitiré. Me tragaré esta polla entera aunque para eso tenga que separarme los pulmones. A pesar de su tamaño es bonita, proporcionada y no muy venosa, es maravillosa. Sus cojones no son tan grandes, pero tampoco están mal. El problema es que es demasiado grande para su cuerpo. Bueno, debería corregirme a mi mismo, una polla nunca es demasiado grande. Me acuerdo de lo bien que me lo pasé con Sergio el otro día mientras me daba por el culo y casi me planteo decirle al desconocido que me folle, pero me da miedo ese tamaño, no sé si mi culo será capaz de albergar tanta mercancía. El rabo sigue creciendo pero no termina de endurecer del todo, imagino que por lo grande que es. Mi móvil no para de sonar pero no estoy operativo en este momento, no puedo cogerlo. ¿Quién cojones osa molestarme?
–¿Quieres que te folle? –me grita.
–Baja la voz, alguien podría oírnos.
–Déjate de tonterías, quieres que te folle ¿sí o no? –me repite.
Me asombra cómo el trípode ha perdido la timidez. Sin que le conteste me hace poner de pie y me da la vuelta. Sin darme tiempo a reaccionar, sólo a sentir un dolor horrible, el muy cabrón me mete sus dos dedos más largos en el culo, haciéndome sentir que acaba de desgarrarme hasta las córneas.
–¡Joder, ten cuidado! –le grito.
–Baja la voz, alguien podría oírnos –me dice sonriendo mientras se pone de rodillas para comerme el culo.
Definitivamente este es el hombre de mi vida. Un hombre que me dará rabo todos los días y me comerá el culo de la forma que lo está haciendo ahora.
¡Plas, plas! –suena la palma de su mano contra mis cachetes, mientras su lengua, que parece tan larga como su rabo, me folla incansable.
Su lengua es gorda y larga, parece que este hombre lo tenga todo así. La mete en la raja de mi culo y la mueve muy rápido, como si fuese una culebra o cualquier otra serpiente. Cada cierto tiempo ¡plas! otra palmada. Mi polla empieza a lubricar sola y todavía ni me la he tocado. ¡Pugh!. Escupitajo en todo el ojete. Ahora sí que me ha conquistado, eso me pone muy pero que muy salvaje. ¡Pugh! vuelve a escupirme. Parece que este escupitajo haya sido más profundo que el anterior. Estoy con el culo en pompa subido en la taza mientras un niñato medio negro me escupe en el culo a la vez que me lo infla a hostias. ¿Qué más se puede pedir? Su lengua entra a recoger la saliva que me ha introducido con sus lapos para extenderla por mi interior, que ahora está al rojo vivo. Siento cómo ardo en deseos de que me meta esa enorme longaniza. Saca su lengua y la pasa por el rosetón de mi ojete que con tantos lametones, tanto golpe y tanto escupitajo, está que parece una coliflor. Algo se introduce dentro mi recto y esta vez no es aquella masa húmeda que habita su boca. Parece de nuevo uno de sus dedos. Sus manos son grandes, sus dedos largos y huesudos. Siento cada falange como si fuese consolador con algún tipo de relieve. Es increíble, tengo el culo tan sensible que casi puedo sentir la cosquilla que me hacen los pelillos de sus dedos. Sudo como un cerdo, me gotea la cara y el rabo, pero por culpa de diferentes líquidos.
–Vamos con otro –escucho que dice el negro.
–Joder, tienes un culito… –escucho que vuelve a decir.
Vuelve a ponerse de rodillas y mientras me tiene dentro no sé si dos, tres o cuatro dedos, porque ya he perdido la cuenta, me sigue pasando su lengua por el exterior de mi culo. En mi bolsillo, el puto móvil vuelve a sonar. Paso y no lo cojo, no puedo romper este momento. Este cabrón sabe muy bien lo que se hace, debe de estar acostumbrado a preparar culos para luego poder follárselos, porque si no es imposible. Mi culo se vacía para volver a llenarse de nuevo. El movimiento es tan rápido que pienso que lo que vuelve a entrar son sus dedos. Error, grave error. Un glande rosáceo tamaño familiar es lo que intenta abrirse camino en mis entrañas.