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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (28 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Gantoris soltó una risita y movió el dedo imitando lo que acababa de hacer el Jedi, ardiendo en deseos de probar aquel nuevo truco. Imaginó que veía a toda una bandada de rawwks emprendiendo el vuelo..., pero no ocurrió nada.

—No es tan fácil como parece —dijo Skywalker—. No te estás concentrando. Piensa, siéntete a ti mismo haciéndolo, visualiza tu éxito..., y después despliega el poder de tu mente.

En su segundo intento Gantoris se tomó las cosas más en serio. Frunció los labios y entrecerró los ojos mientras miraba de un lado a otro buscando un objetivo. Vio una delicada antena de muchas ramificaciones sobre la que se habían posado cinco rawwks. Se imaginó la antena, sabiendo que era su objetivo, y la miró fijamente. Después hizo una inspiración muy profunda y empujó. Seguía sin saber muy bien cómo lo estaba haciendo, pero sintió que ocurría algo dentro de su mente, que algo empezaba a actuar, que alguna... fuerza exterior establecía una conexión entre él y la antena.

Vio cómo la antena empezaba a balancearse lentamente de un lado a otro. Los rawwks se removieron, pero siguieron posados en ella. Cualquier otra persona que hubiera estado observando habría supuesto que el viento había cambiado de dirección en aquel momento, pero Gantoris sabía que era él quien había causado el balanceo.

—Buen intento. Has captado la idea, pero ahora debes cerrar los ojos —dijo Skywalker—. Estás permitiendo que tu vista te ciegue. Sabes dónde está la antena, y sabes dónde están los rawwks. Puedes percibir el lugar que ocupan en la Fuerza. No necesitas utilizar tus ojos. Afina el foco de tu concentración. Siéntelo, comprende lo que quieres que haga...

Gantoris cerró los ojos sintiendo un cierto escepticismo, pero cuando empezó a concentrarse descubrió que podía ver vagos perfiles de aquello que acababa de contemplar con los ojos, diminutas imágenes residuales que habían quedado grabadas en la Fuerza y estaban rodeadas por zarcillos que se extendían hacia fuera y las unían a todo lo demás.

Extendió los dedos para repetir el movimiento de antes, pero vaciló cuando ya estaba a punto de hacerlo y comprendió que tampoco era necesario. Mover los dedos no era más que un ejemplo que Luke había utilizado para hacerse comprender. Fueran cuales fuesen las acciones que llevara a cabo, desde el agitar las manos hasta el canturrear hechizos, sólo serían un ritual vacío. Comprender la Fuerza era lo que le permitía hacer lo necesario.

Gantoris mantuvo los ojos cerrados y se cruzó de brazos, muy satisfecho ante aquella inesperada revelación que acababa de surgir en su mente. Después movió un dedo imaginario, sintiendo el metal y visualizando el momento en el que su uña chocaba con la dureza de la superficie. Oyó dentro de su cabeza el bong hueco del impacto, y después abrió los ajos para ver cómo los cinco rawwks emprendían el vuelo, intercambiando estridentes graznidos como si cada uno echara la culpa de lo ocurrido a los demás.

—¡Magnífico! —exclamó Skywalker—. Estoy impresionado... Creía que esto iba a resultar mucho más difícil. —Se volvió sin dejar de sonreír hacia Streen, que había estado observándoles en silencio—. ¿Te gustaría intentarlo? Posees el potencial. Podría mostrarte cómo hay que hacerlo.

Streen rechazó su ofrecimiento.

—No, yo... No creo que pueda hacerlo.

—No es tan difícil como parece —dijo Gantoris—. Sentirás que una fortaleza distinta surge dentro de ti.

—No quiero hacerlo —dijo Streen, poniéndose a la defensiva.

Después bajó la vista y se golpeó los bolsillos con las palmas de las manos, como si buscara algo que no esperaba encontrar. Gantoris pensó que aquellos movimientos no tenían ningún sentido, y que sólo eran fruto de su confusión y nerviosismo.

El anciano tragó saliva, y después volvió la mirada hacia Skywalker.

—Si me enseñas cómo utilizar este..., este sentido que poseo... ¿También podrás enseñarme cómo..., cómo desconectarlo? Quiero aprender a no sentir la presencia de las personas que estén a mi alrededor, a no ser bombardeado por sus emociones, sus pensamientos inquisitivos y sus ideas impregnadas de amargura. Estoy harto de que los rawwks sean mi única compañía... Me gustaría muchísimo volver a formar parte de la raza humana.

Skywalker le dio una palmada en el hombro. Su mono de vuelo oscuro le daba el aspecto de un dios benévolo.

—Creo que podré enseñarte cómo conseguirlo.

Luke estaba observando a Streen mientras el buscador de nubes aflojaba las cadenas de fibras que unían su improvisado navío flotante a la zona de atraque de Tibanópolis. Cuando hubo terminado. Streen dio un innecesario empujón al navío impulsándolo hacia las brisas. La barcaza vacía formada por plataformas y globos, hélices y tanques de almacenamiento de gases, se fue alejando poco a poco a la deriva para acabar siendo arrastrada por los torbellinos de las corrientes de aire.

Streen había vaciado los bolsillos de su mono, y se volvió hacia Luke.

—Sé que no voy a regresar... —dijo—. Mi antigua vida se ha terminado para siempre.

Los tres subieron a la lanzadera de pasaje de Luke y se prepararon para abandonar Bespin. Luke sentía una inmensa satisfacción, y no sólo porque iba a alejarse del planeta gaseoso que encerraba tantos recuerdos oscuros, sino también porque los dos asientos del compartimiento de pasajeros estaban ocupados y porque había conseguido dos nuevos candidatos para su Academia Jedi.

Elevó la lanzadera por encima de la plataforma de descenso, y después inició la subida hacia la órbita siguiendo una trayectoria casi vertical. El navío que Streen acababa de abandonar seguía moviéndose a la deriva por debajo de ellos, alejándose en la dirección contraria a la que seguían y agrandando la distancia que lo separaba de la ciudad en ruinas.

Streen se volvió hacia la ventanilla del compartimiento de pasajeros y la contempló con una lúgubre tristeza que llenó de compasión el corazón de Luke. Tibanópolis, la ciudad fantasma que se extendía bajo ellos, volvía a estar realmente vacía.

Y un instante después Luke vio cómo ocurría algo asombroso. La ciudad cobró vida y se llenó de movimientos cuando diminutas siluetas negras se lanzaron al vacío y empezaron a mover sus alas. Miles y miles de rawwks que habían vivido al lado de Streen emprendieron el vuelo y se marcharon de la metrópolis abandonada en una inmensa bandada que no parecía terminar nunca, y que se fue desplegando por entre las nubes para despedirse de Streen.

Streen, que seguía mirando por la ventanilla, los vio y sonrió.

13

Skynxnex introdujo una carga de energía nueva en su desintegrador modificado de doble cañón, contempló el arma sonriendo y la metió en su funda.

—Gracias, Moruth —dijo—. No lo lamentarás...

Doole movió sus dedos esponjosos en un lento repiqueteo sobre el escritorio que había pertenecido al alcaide. Uno de los insectos iridiscentes que habían logrado escapar de la jaula revoloteaba por la habitación, estrellándose una y otra vez contra el enorme ventanal panorámico.

—Intenta no cometer ningún error, ¿de acuerdo? —dijo—. Quiero que Solo desaparezca y que no quede ningún rastro de lo ocurrido..., absolutamente ninguno. Estoy seguro de que la Nueva República acabará viniendo a husmear por aquí... Sólo es cuestión de tiempo, y tenemos que estar totalmente limpios cuando eso ocurra. ¿Cómo anda el escudo de energía? ¿Todavía no funciona?

—Esta mañana estuvimos haciendo varias pruebas con él, y nuestros ingenieros están seguros de que funcionará. Solo y el wookie ya habrán muerto para entonces —dijo Skynxnex—. Te lo garantizo, Doole.

Los labios de Doole se curvaron como un aro de goma deformado por una presión excesiva.

—No disfrutes demasiado cuando lo hagas —dijo.

Skynxnex le devolvió la sonrisa y se dio la vuelta para marcharse. Sus negros ojos relucían.

—Sólo lo estrictamente necesario —dijo.

El vagón avanzaba rugiendo por los túneles envuelto en la negrura más absoluta. Han no tenía más elección que confiar en el sistema de guía del ordenador.

Chewbacca había logrado encontrar el botón del acelerador, y lo había pulsado repetidamente en un intento de alejarse lo más deprisa posible del horror de muchas patas que acechaba en las profundidades de las minas.

Han se aferraba a los lados del vagón con manos temblorosas que habían palidecido a causa del frío y el terror. Cada vez que pasaban a toda velocidad junto a la abertura de un túnel lateral, su imaginación oía ruidos de patas moviéndose y de garras afiladas como guadañas que surgían de la negrura para clavarse en sus cuerpos y sacarlos del vagón.

—Nuestro curso nos está llevando de vuelta a la sala de reunión —dijo Kyp—. Ésta podría ser nuestra ocasión de escapar.

—¿Y dónde podríamos ir? —preguntó Han. Podía oír los latidos desbocados de su corazón. Chewbacca gruñó una pregunta quejumbrosa y Han se encargó de traducirla—. ¿Conoces alguna otra forma de salir de estos túneles?

—No, pero quizá podría encontrar una —respondió Kyp.

Han intentó reprimir un repentino ataque de escalofríos.

—No sé qué pensarás tú, pero te diré que no me apetece demasiado andar vagabundeando por túneles oscuros buscando a tientas una salida..., por lo menos no mientras esa cosa vaya detrás de nosotros.

Pensar que podía morir por congelación bajo los colmillos de aquel monstruo capaz de absorber la energía hacía que la opción de ser un prisionero en las minas de especia no le pareciese tan terrible después de todo.

Los vagones flotantes fueron reduciendo la velocidad y acabaron deteniéndose en la cámara de recepción antes de que pudieran formar alguna clase de plan alternativo. La puerta metálica del otro extremo se cerró detrás de ellos. Gracias a sus gafas infrarrojas, Han podía ver los controles de activación en la pared al lado de una puerta interior. Sus rodillas parecían estar a punto de doblarse, y cuando tecleó el código de acceso a la sala común descubrió que le temblaban las manos.

La potente claridad del interior cayó sobre ellos y los tres supervivientes entraron tambaleándose, agarrándose unos a otros para no caer. Chewbacca utilizó sus robustos brazos peludos para mantener en pie a Han y Kyp.

Han, deslumbrado, se tapó los ojos con las manos y dejó que las gafas infrarrojas colgaran de su cuello.

—El jefe Roke ha muerto —graznó sin dirigirse a nadie en particular.

—Hay un monstruo en los túneles... Atacó al guardia. Logramos escapar por los pelos.

—Han... —dijo Kyp.

Chewbacca olisqueó el aire y dejó escapar un rugido de ira.

Han estaba intentando ver algo. Oyó ruido de gente en la sala de reunión, pero sólo podía ver sombras que se movían en la repentina claridad. Siguió esforzándose, y acabó consiguiendo distinguir una silueta muy alta y delgada de cabellos negros y ojos hundidos en un rostro que recordaba una calavera.

—Me alegra ver que has vuelto, Solo —dijo Skynxnex desde el otro extremo de la sala, y desenfundó el desintegrador de doble cañón que colgaba de su cadera.

Han tuvo la impresión de que todo se movía mucho más despacio de lo normal. Aún estaba sintiendo los efectos estimulantes de la descarga de adrenalina causada por el terror. Vio el arma, vio a Skynxnex y vio el rostro cadavérico del hombre. Doole había enviado a su esbirro para matarles.

Han no desperdició ni un segundo, y empujó a Chewbacca haciéndole retroceder.

—¡Atrás, Chewie! ¡Tenemos que salir de aquí!

Arrastró a Kyp a través del umbral. Chewbacca dejó escapar un chillido estridente y se lanzó hacia la cámara sumida en la penumbra donde esperaban los vagones flotantes de la mina.

—¡Eh!

Skynxnex echó a correr con largas zancadas que parecían saltos y que le hicieron cruzar rápidamente la sala de reunión. Han cerró la puerta en sus narices, y activó a toda prisa el cierre de seguridad.

—Necesitará un segundo para introducir el código de acceso. ¡Venga, subid al vagón! —Han saltó al asiento del piloto, y sintió cómo oscilaba bajo su peso—. Parece que no tendremos más remedio que probar una de esas alternativas tuyas, Kyp.

Han energizó el bamboleante vehículo. Al otro lado de la puerta se oyeron puñetazos primero, y el sonido de haces desintegradores estrellándose contra el metal después. Skynxnex iba a abrirse paso desintegrando la puerta. Tenían que llegar a la relativa seguridad que les ofrecían los túneles lo más deprisa posible.

Han activó el sistema de guía por ordenador y dejó que el vehículo empezara a avanzar. La gran puerta metálica del otro extremo del largo túnel de aparcamiento se abrió con un sonido chirriante mientras el vagón iba acelerando a lo largo del túnel central por el que acababan de llegar.

—No me gusta nada tener que volver allí —dijo Han. Chewbacca rugió un comentario, y Han asintió—. Oh, claro, ser desintegrado me gustaría todavía menos...

—¿Conoces a Skynxnex? —preguntó Kyp mientras intentaba recuperar el aliento.

—Somos viejos amigos, ¿sabes? —respondió Han—. Por eso quiere matarnos.

El vagón flotante cruzó a toda velocidad el umbral de la puerta a medio abrir en el mismo instante en que la puerta de la sala de reunión se derretía bajo los haces de energía y dejaba entrar una cuña de luz en el túnel.

—Sólo les llevamos un minuto de ventaja —dijo Han. Sus gafas infrarrojas le permitían ver los controles de pilotaje, pero no había ni una sola coordenada que significara algo para él. La única salida que conocía se encontraba en la sala de reunión—. ¿Alguna idea, Kyp?

—El trayecto del vagón está totalmente automatizado —dijo Kyp—. Si tuviera un poco de tiempo para pensar y orientarme, quizá se me ocurriría algo.

—Me temo que el tiempo es un lujo del que andamos algo escasos en estos momentos.

La gran puerta metálica no se cerró detrás de ellos después de que hubieran cruzado el umbral. El viento pasaba zumbando junto a sus orejas, y Han no apartaba el dedo del botón del acelerador. Podían oír gritos detrás de ellos, y sonidos de gente subiendo a toda prisa a los vagones flotantes. Han se inclinó sobre los controles, pero la velocidad a la que podían hacerles avanzar los haces repulsores tenía un límite.

Han no podía ver y no sabía absolutamente nada sobre el laberinto de túneles subterráneos, por lo que no se atrevía a pilotar el vagón de manera manual. Tendría que conformarse con la esperanza de que pudiera obtener una ventaja lo bastante grande para que Skynxnex no pudiera seguirles, pero... ¿Y luego qué? Estarían perdidos en la fría oscuridad del laberinto. ¿Cuántos monstruos de muchas patas estaban esperándoles ocultos entre las sombras aparte del que les había atacado antes?

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