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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (31 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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—Olvídalo, Chewie. Probaremos suerte con la otra nave —dijo Han—. Creo saber qué fue lo que hice mal la última vez.

Kyp había seguido vigilando las diminutas puertas de la gigantesca chimenea de la fábrica de atmósfera.

—Continúa sin haber movimiento del interior —dijo—. Podemos ir.

Cruzaron a la carrera los espacios abiertos del espaciódromo hasta llegar a la segunda lanzadera de carga, un modelo imperial bastante antiguo con el blindaje lleno de señales y largas alas para planear que le daban el aspecto de un pez volador mecánico. Han y Chewbacca habían pilotado una lanzadera similar de la clase Lambda durante su misión de guerrilla en Endor, pero aquel modelo parecía todavía más viejo. Han pensó que las instalaciones penitenciarias debían tener un nivel de prioridad muy bajo a la hora de adquirir nuevo equipo.

Chewbacca abrió la escotilla, y Han subió a la nave y fue directamente a los controles. El wookie subió detrás de él en el mismo instante en que aparecían cuatro guardias que empezaron a moverse por el perímetro de la chimenea atmosférica. El pelotón llevaba uniformes improvisados con armaduras de las tropas de asalto y trajes calefactores de las minas.

Kyp se pegó a la pared interior al lado de la escotilla abierta. Volvió la mirada hacia la pista y vio que no se habían acordado de cerrar la escotilla de la primera lanzadera, con el resultado de que las manipulaciones que habían llevado a cabo en ella resultaban terriblemente obvias. El joven tragó saliva.

—Será mejor que te des prisa, Han —dijo—. Tenemos compañía, pero todavía no nos han visto.

—Si esto no funciona, estaremos metidos en excrementos de bantha hasta el cuello —murmuró Han mientras activaba las pantallas de control y sacaba la placa de acceso al bloqueo de seguridad.

El pelotón de guardias seguía avanzando en lo que probablemente era una patrulla de rutina. Han alzó la mirada para observarles a través del parabrisas de la lanzadera, sabiendo que el transpariacero reflectorizado impediría que los guardias pudieran ver el interior del compartimiento del piloto. Se preguntó cuántas veces al día darían la vuelta al perímetro de la chimenea atmosférica. Esperaba que a esas alturas de su turno de guardia ya estuvieran medio sonámbulos.

Intentó conectar los motores de la lanzadera, y el panel de control le mostró un mensaje de ERROR.

—Bueno, parece que nos ha tocado el gran premio del excremento de bantha... —murmuró.

Pero aún le quedaba una cosa por probar.

El guardia que iba en primer lugar se paró de repente y movió una mano señalando la escotilla abierta de la primera lanzadera. Inclinó la cabeza para hablar por el comunicador de su casco, y después empezó a avanzar cautelosamente. Se llevó a otro guardia con él, mientras los dos guardias restantes desenfundaban sus armas y se desplegaban mirando a un lado y a otro.

—Oh, chico... —dijo Kyp.

Han recableó el circuito de seguridad conectando las terminales de los mecanismos que verificaban las contraseñas a sus conexiones de entrada, y volvió a colocar la placa de acceso en su sitio cuando hubo terminado.

—Vamos a intentarlo. Kyp, prepárate para cerrar la escotilla. Si esto funciona, esos guardias se van a poner muy nerviosos. Y si no funciona... Bueno, entonces seré yo quien se pondrá muy nervioso.

Los dos guardias asomaron la cabeza por el hueco de la escotilla de la primera lanzadera y empezaron a manotear frenéticamente. Habían descubierto el sabotaje. Los otros dos guardias hablaron a toda velocidad durante unos momentos por las radios de sus cascos, y después corrieron hacia la segunda con las armas preparadas para hacer fuego.

Kyp presionó el botón que cerraba la escotilla. Todos los guardias echaron a correr y apuntaron sus desintegradores hacia la lanzadera.

Han tecleó la orden de ignición en el panel de control. Los motores decidieron apiadarse de él y se encendieron con un zumbido quejumbroso y la energía empezó a circular por los sistemas de la lanzadera. Han lanzó un grito de triunfo, pero Chewbacca le echó hacia atrás de un empujón dejándole sentado en el asiento del piloto mientras manejaba frenéticamente los controles con sus manazas peludas para que despegaran de la pista.

Los guardias dispararon sus desintegradores contra la lanzadera. Han oyó los impactos ahogados acompañados por siseos de los haces desintegradores que se estrellaban contra el casco, pero el blindaje de la nave podía soportar sin problemas un ataque con armas manuales de ese calibre.

Las puertas de la base de la chimenea atmosférica se abrieron, y todo un destacamento salió por ellas tan deprisa como una manada de lagartos-hormiga de Anoat emergiendo de su refugio de hibernación al comienzo de la estación de apareamiento. Un rayo láser chocó con el transpariacero justo delante de los ojos de Han, deslumbrándole con su potente claridad.

—Ya va siendo hora de que nos larguemos de esta fiesta —dijo.

Chewbacca hizo despegar la nave, y fue maniobrando la lanzadera para alejarla de los otros vehículos posados en la pista.

Dos guardias acababan de traer un cañón desintegrador que estaban colocando sobre su trípode mientras alzaban la mira de disparo. Chewbacca gruñó, y Han tomó los controles.

—Lo sé, lo sé... —dijo—. Tenemos que subir y deprisa, o de lo contrario ese trasto puede llegar a crearnos problemas realmente graves.

Una andanada de rayos surgidos de armas láser manuales repiqueteó sobre la parte inferior del casco. Han fue elevando la lanzadera manteniéndola cerca de la gigantesca chimenea, trazando una espiral ascendente y utilizando la curvatura de los muros para que les sirviera de escudo. Los guardias consiguieron disparar el cañón desintegrador, pero el haz se dispersó sin causar ningún daño gracias a la maniobra de ascensión rotatoria de Han, que consiguió mantener la chimenea interpuesta entre él y las tropas. Los guardias corrían frenéticamente por el perímetro debajo de ellos para mantener el blanco dentro de su radio de fuego, pero Han no tardó en lograr que la lanzadera quedase fuera del alcance de su armamento manual.

—¡Nos vamos! —gritó Han—. ¡Acelera, Chewie!

Y un instante después las gigantescas torretas láser instaladas en la torre atmosférica empezaron a disparar contra ellos.

—¿De dónde han salido? —exclamó Han—. ¿Qué hacen esas armas en una chimenea atmosférica? ¡Eso de ahí abajo es una fábrica, no una guarnición!

Un haz verdoso hizo impacto en el ala de estribor de la lanzadera y la nave empezó a girar sobre sí misma. Han y Chewbacca lucharon con los controles mientras la nave daba vueltas y Kyp se aferraba desesperadamente a la base del sillón de pilotaje.

Entraron en el blanco chorro de vapor que ascendía hacia el cielo surgiendo de la chimenea, y el aire manufacturado que era arrojado a la atmósfera de Kessel los zarandeó de un lado a otro.

—¡Aguantad! —gritó Han.

No quería volver a estrellarse contra el planeta.

Aceleró al máximo y llevó la lanzadera por la corriente de aire, haciéndola subir a toda velocidad como si fuera un bote y estuviera cruzando los rápidos de un río. Los haces verdosos de las torretas láser seguían subiendo hacia ellos, pero Han se mantuvo en el centro de la corriente de vapores y consiguió que la lanzadera permaneciese en el punto ciego de sus mecanismos de puntería.

Siguieron avanzando a toda velocidad hacia las capas exteriores de la atmósfera. Han miró a Kyp y Chewbacca.

—Bien, me temo que nuestra partida ha sido bastante ruidosa... Ahora Moruth Doole va a enterarse de que hemos escapado.

Y justo en ese instante, y como si las palabras de Han hubieran sido una señal, el comunicador de la lanzadera emitió un chisporroteo y la voz del ribetiano brotó de la rejilla del circuito.

—¿Ha localizado la frecuencia? —graznó el ribetiano—. ¿Está seguro de que no ha vuelto a equivocarse de canal?

—Sí, comisionado.

—¡Solo! ¿Puedes oírme, Han Solo?

—¡Vaya, creo que es Moruth Doole, mi viejo amigo! —exclamó Han—. ¿Qué tal te va todo, compañero? Espero que mejor que a Skynxnex, ese fiel ayudante tuyo.

—¡Solo, me has causado más problemas que cualquier otra forma de vida de la galaxia... Jabba el Hutt incluido! Tendría que haberte aplastado cuando te tenía en mi despacho.

Han puso los ojos en blanco.

—Bueno, desperdiciaste una oportunidad y no pienso darte otra.

Doole dejó escapar una risita, un je-je-je siseante que hacía pensar en un hombre muy gordo que tuviese la garganta llena de arena.

—No conseguirás escapar —dijo—. Movilizaré todos mis recursos contra ti... Será mejor que empieces a pensar en la otra vida ahora mismo.

Kyp se había vuelto hacia una mirilla y la estaba contemplando con el ceño fruncido, como si estuviera sumido en una profunda concentración. La atmósfera se iba volviendo más tenue alrededor de la nave, que huía a toda velocidad y se estaba aproximando al punto más allá del cual la gravedad de Kessel ya no podía retener las partículas de los gases. Kyp vio la luna de Kessel, y de repente empezó a temblar incontrolablemente. Después parpadeó y puso cara de confusión.

Chewbacca se inclinó sobre la rejilla del altavoz y lanzó un alarido ensordecedor.

—Muy bien dicho, Chewie —dijo Han, y apagó la radio.

Kyp corrió hacia el panel, agarró los controles y encendió los cohetes de maniobra, haciendo que la lanzadera saliese disparada hacia adelante con un incremento de velocidad tan grande e inesperado que Han y Chewbacca quedaron inmovilizados contra los respaldos de sus asientos. Kyp se tambaleó y acabó cayendo de espaldas, incapaz de seguir conservando el equilibrio bajo aquella repentina aceleración.

—¿Por qué demonios has hecho eso? —preguntó Han mientras fulminaba a Kyp con la mirada.

Pero justo entonces Chewbacca emitió un ruido de alarma y tiró de Han llevándole casi a rastras hasta la consola. La atmósfera ondulaba y brillaba con un resplandor iridiscente por debajo de ellos, y una impenetrable pantalla ionizada acababa de aparecer ocultando el planeta.

—¡Han conseguido poner en funcionamiento su escudo de energía! —exclamó Han.

Los trabajadores de la base lunar de Kessel habían reparado la pantalla protectora que impedía el acceso al planeta prisión. Si Kyp no hubiera pulsado el botón de aceleración en aquel preciso instante, habrían acabado friéndose en la repentina inundación de energía o habrían quedado atrapados debajo del escudo y no hubiesen podido escapar.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó Han, volviendo la cabeza hacia Kyp para mirarle por encima del hombro. Kyp se levantó del suelo y sacudió la cabeza intentando despejarse—. Es igual, olvídalo... ¿Te encuentras bien?

—Sí. Y ahora alejémonos de Kessel ¿quieres?

Han giró sobre sí mismo y se volvió hacia los controles.

—Ponte en contacto con la Nueva República, Chewie —dijo—. Esta vez no habrá esperas. Tienen que enterarse de lo que está ocurriendo aquí por si acaso no conseguimos regresar.

El wookie se inclinó sobre los controles del comunicador mientras Han empezaba a luchar con el ordenador de navegación y se quedaba boquiabierto ante la tarea con la que tendría que enfrentarse.

—¡Maldición! ¡Este trasto es una auténtica antigüedad... nada menos que un modelo de la serie quinientos X! ¡Nunca había visto ninguno fuera de un museo... Espero que se acordaran de incluir un cuaderno para hacer cálculos en el equipo de a bordo! ¡Creo que ese sistema resultaría más rápido y más preciso!

Chewbacca dejó escapar un gemido y golpeó la consola con su puño peludo lo bastante fuerte para producir una abolladura en los paneles. Han le lanzó una rápida mirada de soslayo.

—¿Qué quieres decir con que estamos siendo interferidos? ¿Quién nos está interfiriendo?

Kyp se volvió hacia una mirilla lateral.

—Ahí vienen —dijo en voz baja.

La guarnición de la luna de Kessel estaba escupiendo cazas, docenas de navíos de combate remozados, cargueros blindados, cazas X de líneas esbeltas potentemente armados y cazas TIE. Muchas naves debían de haber sufrido averías durante la guerra y haber sido reparadas después. Doole también contaba con su escudo de defensa planetario, que ya volvía a estar en condiciones de funcionar. Kessel se había convertido en una fortaleza muy sólida capaz de ofrecer una considerable resistencia a cualquier tipo de ataque.

Oleadas de cazas X y cazas Y fueron despegando de la luna, flanqueadas por escuadrones de cazas TIE. Las naves avanzaron rugiendo a través de la nebulosa cola de atmósfera que se agitaba en la estela orbital de Kessel, dejando una ventana resplandeciente de gases ionizados procedente de sus motores sublumínicos.

—Poneos los arneses —ordenó Han—. Vamos a tener un viaje de mil demonios... —Extendió las manos hacia los controles preparándose para luchar, y de repente sintió como si un peñasco acabara de caer sobre su estómago—. ¿Cómo? ¡Esta nave está desarmada! —Han recorrió frenéticamente las consolas con la mirada—. ¡Nada! ¡Ni un solo láser... ni siquiera disponemos de una honda!

Kyp se agarró al respaldo del sillón de pilotaje de Han, aferrándose a él para no perder el equilibrio.

—Hemos robado una nave de aprovisionamiento, no un caza... ¿Qué esperabas?

—Envía toda la energía disponible a nuestros escudos Chewie..., y cuando digo toda quiero decir toda, la de los sistemas de apoyo vital incluida. Disponemos del aire suficiente para aguantar más tiempo del que es probable que aguante esta nave. Refuerza los escudos hasta que las agujas indicadoras se salgan de la escala. Tendremos que dejarlos atrás.

La primera oleada de cazas TIE llegó a toda velocidad, y el ensordecedor aullido de sus motores iónicos gemelos brotó de los altavoces de la cabina. Lanzas láser salieron disparadas de los cañones y los impactos llovieron sobre la lanzadera, pero los escudos aguantaron. Los cazas X iniciaron el ataque desde atrás.

—¿Es que no podemos ir más deprisa? —preguntó Kyp.

Chewbacca reforzó los escudos, y las luces interiores se debilitaron un poco.

—Como tú mismo dijiste chico, hemos robado una lanzadera de carga. No vamos a bordo de una nave de carreras, y puedes estar seguro de que este trasto no es el
Halcón
. Prepárate para un salto al hiperespacio tan pronto como este fósil que pretende ser un ordenador de navegación nos proporcione una respuesta. —Han clavó los ojos en las lecturas, las examinó en silencio durante unos momentos y acabó dando un puñetazo en el panel—. Tendremos que esperar diez minutos más antes de que el ordenador escupa una trayectoria que no presente riesgos. ¡Maldición! La proximidad del cúmulo de agujeros negros hace que los procesos de cálculo resulten mucho más lentos y difíciles de lo normal.

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