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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (32 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Chewbacca añadió un comentario expresado bajo la forma de un prolongado balido quejumbroso.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Kyp.

—Ha dicho que nuestros escudos dejarán de funcionar dentro de dos minutos. Ah, ojalá tuviera armas... ¡Creo que incluso me conformaría con una roca para poder arrojarla por la ventanilla! —Han tenía los ojos muy abiertos, y la esperanza se había esfumado repentinamente de ellos—. No podremos resistir el tiempo suficiente, y podemos estar seguros de que Doole no hará prisioneros por segunda vez. Lamento mucho haberte metido en esto, chico...

Kyp se mordió el labio, y después se dio la vuelta y señaló el parabrisas.

—Ve ahí —dijo.

Estaba señalando las Fauces.

Nubes de gas que giraban incesantemente se acumulaban en los pozos sin fondo de los agujeros negros, haciendo que el espacio pareciera una urdimbre enredada formada por hilos incandescentes. La gravedad aguardaba agazapada en ella para hacer pedazos a cualquier nave que se aproximara demasiado. El cúmulo de las Fauces mantenía un acecho inexorable que acabaría engullendo todo el sistema de Kessel dentro de sólo mil años, pero Han no tenía ninguna prisa por saciar su apetito dándole un pequeño anticipo de ese banquete.

Chewbacca lanzó un rugido que no necesitaba traducción.

—¿Estás loco? —preguntó Han.

—Has dicho que íbamos a morir de todas maneras, ¿no?

Cuatro cazas Y dispararon simultáneamente sobre la lanzadera por babor, y el impacto hizo que el casco oscilara de un lado a otro. Un chorro de chispas brotó de la unidad de comunicación, y Chewbacca intentó hacer un puente prescindiendo de los circuitos afectados.

—Se supone que hay rutas seguras que permiten atravesarlo —dijo Kyp—. Tiene que haberlas...

—Sí, ¡y también hay un millón de rutas que te llevan a una muerte repentina!

—Será como hacer todo el trayecto moviéndose sobre el filo de una navaja. —Los jóvenes ojos de Kyp parecían inconmensurablemente ancianos mientras miraban fijamente a Han—. ¿Tenemos más posibilidades de sobrevivir si nos quedamos aquí y peleamos?

Los enormes pozos gravitatorios de las Fauces convertían en un laberinto todas las rutas hiperespaciales y los caminos del espacio normal que atravesaban el cúmulo de agujeros negros. La inmensa mayoría de las rutas eran callejones sin salida o acababan pasando por un agujero negro.

—Nunca conseguiríamos encontrar una ruta que nos permitiera pasar —dijo Han—. Sería un suicidio...

Kyp le agarró el hombro.

—Puedo mostrarte el camino.

—¿Qué? ¿Cómo?

Un caza TIE pasó por encima de ellos haciendo un rizo, sin dejar de disparar ni un instante contra la lanzadera secuestrada mientras giraba sobre sí mismo. Los cruceros de la base lunar se estaban aproximando, y cada vez se hallaban más cerca. Cuando las baterías turboláser de las naves más grandes entraran en acción, el trío de fugitivos quedaría vaporizado en cuestión de momentos. Los escudos traseros empezaron a debilitarse y a fallar, y Chewbacca dejó escapar un gemido quejumbroso.

Han luchó con los controles. Tanto él como Chewbacca estaban intentando reforzar los puntos más débiles quitando energía a los escudos delanteros, que contaban con más potencia. Las luces de la cabina siguieron debilitándose a medida que los escudos iban engullendo más y más energía.

—Te ayudé a orientarte por las tinieblas de los túneles de especia cuando estábamos huyendo de Skynxnex, ¿no? —preguntó Kyp—. ¡Supe en qué momento iba a conectar Doole el escudo de energía! Puedo encontrar un camino que nos permita atravesar las Fauces.

—¡Eso sigue sin explicarme cómo te las arreglarás para hacerlo, chico! —gritó Han.

Kyp le contempló con expresión algo avergonzada durante unos momentos, y acabó sonriendo.

—Bueno, esto te va a sonar a paparruchada religiosa... ¡Pero funciona! Una vieja que cumplió una parte de su sentencia en los túneles de especia me dijo que yo poseía un potencial tremendo de no sé qué clase. Me enseñó a utilizar algo llamado «el poder» o «la fortaleza», o algo por el estilo.

—¡La Fuerza! —exclamó Han muy aliviado, y sintió deseos de abrazar a Kyp—. ¿Por qué no lo habías dicho antes? ¿Quién era esa mujer'?

—Se llamaba Vima-Da-Boda. Estuvimos juntos durante algún tiempo en las minas de especia, y me enseñó unas cuantas cosas antes de que los guardias se la llevaran. Nunca volví a verla, pero he estado practicando lo que me enseñó. Me ha ayudado en unas cuantas ocasiones, pero en realidad nunca he entendido muy bien cómo funciona.

—¡Vima-Da-Boda! —exclamó Han.

No había olvidado a la anciana Jedi caída con la que se encontró cuando él y Leia estaban en Nal Hutta. Vima-Da-Boda había pasado algún tiempo en las minas de especia mientras se escondía acosada por los remordimientos y la culpabilidad, y había permanecido en ellas el tiempo suficiente para adiestrar a Kyp en el uso de unas cuantas habilidades esenciales. Han esperaba que serían suficientes.

—Esto no me gusta nada —dijo. Otro par de cazas pasaron sobre ellos sin cesar de disparar ni un instante—. Pero es preferible al resto de opciones actuales, claro...

Alteró el curso dando un viraje que impulsó a la lanzadera en un vector de aproximación directa al hirviente cúmulo de agujeros. Han esperaba que los cada vez más debilitados escudos de la nave pudieran aguantar el tiempo suficiente para permitirles llegar hasta allí.

El primer navío de combate llegó hasta ellos, disparó y viró sobre sus cabezas para volver al instante como si tuviera intención de embestirles. La forma del carguero atacante hizo que Han sintiera que se le helaba la sangre y lo contempló con silenciosa consternación durante unos segundos antes de lograr emitir un grito ahogado.

—¡Es el
Halcón Milenario
! —exclamó—. ¡Es mi nave!

El
Halcón
se lanzó en línea recta hacia ellos, volviendo a disparar una y otra vez mientras los escudos delanteros de la lanzadera intentaban aguantar aquel terrible castigo. Han esperó hasta el último instante, y después dirigió la lanzadera robada en un picado tan pronunciado que el
Halcón
pasó por encima de ellos, tan cerca que los dos cascos casi se rozaron. Un rayo atravesó los parpadeantes y ya muy debilitados escudos de energía para dejar un surco en el blindaje de la lanzadera.

—¡Bueno, esto es la gota que desborda el vaso! —gritó Han—. Estoy harto, ¿vale? Chewbacca, cuando yo dé la orden desconectarás los escudos y mandarás toda la energía a la sección impulsora... Dirige hasta el último ergio a nuestros motores, y llévanos en línea recta hacia las Fauces. —Han bajó la mirada hacia sus lecturas—. De todas maneras, los escudos dejarán de funcionar en menos de un minuto y el ordenador de navegación necesita seis minutos más para terminar sus cálculos... ¡Condenados cacharros quinientos-X!

Otra oleada de cazas se lanzó sobre ellos descargando un diluvio de haces energéticos y después se alejó rugiendo, dejando un hueco detrás de ella mientras una enorme fragata de la clase Lancero se aproximaba a toda velocidad. Una segunda oleada de patrulleras de sistemas y cruceros Carraca venía inmediatamente después, preparada para descargar la potencia de fuego de toda una armada de baterías turboláser sobre la lanzadera. Esta vez Moruth Doole no iba a correr ningún riesgo.

—¡Adelante, Chewie! —dijo Han.

El wookie desconectó los escudos y envió toda la energía disponible a los motores sublumínicos. La lanzadera salió disparada hacia adelante en una inesperada aceleración que pilló totalmente desprevenidas a las naves que la perseguían.

—La sorpresa sólo nos ayudará durante unos segundos —dijo Han—. Después estaremos totalmente indefensos.

—Esos segundos deberían bastar para llevarnos hasta la zona de influencia del campo gravitatorio de las Fauces —susurró Kyp.

—Si te has equivocado, chico... Bueno, nunca llegaremos a saberlo.

Cortinas de gases incandescentes llameaban ante ellos, masas de residuos giratorios que iban siendo recalentados por la fricción mientras avanzaban en espiral siguiendo complejas órbitas a través del lóbulo de Roche de un agujero negro y se precipitaban hacia las profundidades de otro. El espacio estaba repleto de rayos X letales que obligaron al transpariacero a oscurecerse para proteger los ojos de los pasajeros.

—Sólo un completo idiota intentaría hacer algo semejante... —dijo Han.

Chewbacca se mostró totalmente de acuerdo con él.

Las naves de Kessel seguían acelerando en un desesperado intento por capturar al trío de fugitivos antes de que Han pudiera llegar al cúmulo de las Fauces. Han estaba encorvado sobre los controles con los nudillos blancos por la tensión, como si pudiera aumentar su velocidad por pura fuerza de voluntad.

Los cazas lanzaron una tempestad de fuego láser sobre ellos, pero las enormes distorsiones gravitatorias de las Fauces abrieron el foco de los haces y acabaron dispersándolos en largos arcos muy alejados de su objetivo.

—¡Esperemos que esos tipos no sean tan idiotas como nosotros! —gritó Kyp mientras Han dirigía la lanzadera hacia las hilachas llameantes de gases recalentados.

Las naves de Kessel les persiguieron hasta el último instante, y después se alejaron a toda velocidad con sus impulsores de maniobra, dejando que su presa siguiera avanzando hacia una muerte segura.

Y la nave de Han se sumergió en las fauces gravitatorias del cúmulo de agujeros negros.

16

Leia logró no sonreír mientras llevaba a Gantoris a la cámara de proyección. Su huésped y visitante de oscuros cabellos se movía tan rígidamente como una marioneta mientras intentaba verlo todo al mismo tiempo.

Gantoris estaba resplandeciente con su uniforme nuevo hecho a medida e idéntico al viejo traje de piloto de varias generaciones de antigüedad que había llevado en su calidad de líder de Eol Sha. Leia había introducido diseños sacados de los archivos en los bancos de datos de un androide sastre, y le había entregado el uniforme como regalo. Gantoris se había mostrado encantado, y había estado admirándose un buen rato.

Leia ya empezaba a conocerle un poco, pero aun así seguía sintiéndose un tanto incómoda cuando estaba cerca de él. Luke le había asegurado que aquel hombre tenía un gran potencial Jedi, pero a Leia no le habían gustado en lo más mínimo las «pruebas» mortíferas por las que Gantoris había hecho pasar a Luke antes de acceder a marcharse de Eol Sha. Admitía que Gantoris había tenido una existencia infernal, pero aun así le parecía demasiado serio y encerrado en sí mismo, y sus ojos oscuros eran como pozos llameantes llenos de furia reprimida a duras penas. Tenía el aspecto de un hombre acostumbrado al poder al que se le muestra de repente cuán pequeño es el lugar que ocupa en el gran esquema general de las cosas.

Pero el otro lado de Gantoris intrigaba a Leia. Ya había visto cómo movía los ojos de un lado a otro, y cómo estiraba el cuello para contemplar los altísimos edificios que se alzaban hasta rozar las capas exteriores de la atmósfera de Coruscant. Gantoris había quedado asombrado ante las relucientes cámaras de audiencia y las pequeñas comodidades de los aposentos que Luke se había encargado de conseguirle. Nunca había visto o ni siquiera imaginado las cosas que Leia consideraba más normales y cotidianas.

Cuando entraron en la sala de proyecciones Gantoris clavó la mirada en los gigantescos ventanales que llenaban las paredes con enormes panoramas de Coruscant y de los edificios construidos hacía siglos que circundaban el mundo. Leia sabía que en realidad no se encontraban lo bastante arriba para disfrutar de aquel espectáculo: de hecho, la sala de proyecciones era una cámara interna situada a bastante profundidad, y los «ventanales» eran pantallas de alta resolución que mostraban imágenes tomadas por las cámaras instaladas en la cima del Palacio Imperial.

—¿Qué es este sitio? —preguntó Gantoris.

Leia sonrió y cruzó los brazos sobre su túnica.

—Bueno, en estos momentos no es más que una habitación... pero dentro de un instante te proporcionaré todo un mundo nuevo.

Fue hasta el estrado de control que se alzaba en el centro de la habitación y tecleó los códigos de las imágenes que había compilado de los archivos, registros antiguos de las investigaciones de la Vieja República y los expedientes recopilados durante la ocupación de la Alianza.

Las pantallas-ventanales parpadearon y las imágenes cambiaron con tal rapidez que Gantoris se sobresaltó. De repente el paisaje mostrado era el de un planeta totalmente distinto, y Gantoris giró sobre sí mismo con los ojos muy abiertos y súbitamente llenos de pánico, como si Leia acabara de transportarle hasta el otro extremo de la galaxia.

—Te estoy enseñando un nuevo hogar. Este mundo es Dantooine, el lugar que hemos elegido para los habitantes de Eol Sha.

Las pantallas-ventanales mostraron vastas llanuras llenas de hierba y árboles puntiagudos que se extendieron a su alrededor. Colinas purpúreas se alejaban en suaves ondulaciones hasta perderse en el lejano horizonte. Una manada de pequeñas bestias peludas avanzaba a través de la sabana, y una bandada de criaturas multicolores que parecían globos y que tanto podían ser plantas como animales rudimentarios flotaba por el aire. Algunas se habían enganchado en los extremos de las puntiagudas ramas de los árboles. Dos lunas, una verdosa y otra de un amarillo claro, estaban suspendidas sobre las llanuras.

—Establecimos una de nuestras primeras bases en Dantooine —le explicó Leia—. Tiene un clima suave, gran abundancia de formas de vida y mucha agua. Unas cuantas tribus nómadas vienen y van a lo largo de las costas del océano, pero la mayor parte de la superficie del planeta se encuentra deshabitada.

Leia había utilizado Dantooine como señuelo cuando el Gran Moff Tarkin la interrogó a bordo de la
Estrella de la Muerte
. Quería salvar su amado planeta Alderaan, y había divulgado la situación de la base rebelde de Dantooine en vez de dar la de la base real de Yavin 4, pero Tarkin acabó destruyendo Alderaan a pesar de todo porque Dantooine estaba demasiado lejos y no le habría permitido ofrecer una demostración efectiva del poder de la
Estrella de la Muerte
. Dantooine por fin podría resultar nuevamente útil como hogar para los refugiados de Eol Sha.

—¿Crees que a tu gente le gustaría vivir en un lugar así? —preguntó Leia enarcando las cejas.

Gantoris, que hasta aquel momento sólo había visto su mundo desolado, el planeta gaseoso de Bespin y la superficie planetaria cubierta por una gigantesca ciudad que era Coruscant, parecía impresionado.

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