Read La puerta del destino Online
Authors: Agatha Christie
—¿Quiere usted decir que esto está todavía en marcha? —inquirió Tuppence, abriendo mucho los ojos.
—Bien... Sabemos más o menos todo lo que necesitamos saber por ahora. Y esto gracias a las aportaciones de ustedes dos... La intervención quirúrgica del balancín-caballo resultó particularmente informativa...
—¡«Mathilde»! —exclamó Tuppence—. Me alegro mucho de eso. Me cuesta trabajo creerlo. ¡El vientre de «Mathilde»!
—Los caballos son unos seres maravillosos —comentó el coronel Pikeaway—. Nunca se sabe qué harán o dejarán de hacer. Esto está pasando desde los días del caballo de Troya.
—Yo creo que hasta «Truelove» desempeñó su papel en este asunto —dijo Tuppence—. Ahora, si todo sigue su marcha... Ahora hay niños allí...
—No tiene usted por qué estar preocupada —declaró el señor Crispin—. Esa zona de Inglaterra ha quedado purificada... El nido de avispas ha desaparecido. La gente normal puede vivir allí sin la menor inquietud. Tenemos razones para creer que el centro de operaciones de esos hombres y mujeres se ha desplazado a Bury St. Edmunds. Además, nosotros no les perderemos de vista por ahora, señora Beresford, así que puede estar tranquila.
Tuppence profirió un suspiro de alivio.
—Agradezco sus palabras. Figúrese: mi hija Deborah se presentó allí con el propósito de pasar una temporada con nosotros, haciéndose acompañar por sus tres hijos...
—No se preocupe —dijo el señor Robinson—. Ahora que me acuerdo, señor Beresford... Tras el caso N o M, ¿no adoptó usted a la chica que tomó parte en él? Me refiero a la de los libros sobre canciones infantiles... «Goosey Gander» y las demás...
—¿Betty? —replicó Tuppence—. Sí. Ha hecho muy buen papel en la Universidad y ahora se ha trasladado a África, donde efectúa investigaciones sobre las formas de vida de sus habitantes... Bueno, algo por el estilo, si no es eso exactamente. Hay muchos jóvenes que en la actualidad gustan de tales trabajos. Es una muchacha encantadora y se siente muy feliz.
El señor Robinson se aclaró la garganta, poniéndose en pie.
—Propongo un brindis. A la salud de Thomas Beresford y su esposa, a modo de reconocimiento por el servicio que han prestado a su país.
Todos bebieron.
—Quiero proponer otro brindis —anunció el señor Robinson—. Éste en honor de Hannibal.
—Quieto, Hannibal —dijo Tuppence, acariciando la cabeza del perro—No se te vaya a subir esto a la cabeza. Supone algo así como ser armado caballero o ganarse una medalla.
—¡Oh! Tengo una idea. Veamos... Hannibal —dijo el señor Robinson, dirigiéndose al perro—: ¿me permites que apoye mi mano derecha en tu hombro?
Hannibal se aproximó al señor Robinson. Al sentir la mano de quien le hablado así en contacto con su cuerpo, movió complacido el rabo.
—Quedas nombrado conde de este reino.
—¡El conde Hannibal! —exclamó Tuppence—. ¿No es esto una maravilla? ¡Oh! Ahora corremos el peligro de que este perro se vuelva orgulloso.
[1]
«¿Por dónde vaga mi verdadero amor? ¿A dónde ha ido mi verdadero amor lejos de mí? En lo alto de los árboles cantan los pájaros. ¿Cuándo volverá mi verdadero amor? »
[2]
Juego de palabras intraducible. «Kane» se pronuncia «Kein», de donde nace su similitud con Caín (N. del T.)
[3]
Es decir, “Nido de golondrinas” (N. del T.)
[4]
«Gold-mine» = mina de oro. «Gold-fish» = carpa dorada. Juego de palabras. (N. del T.)
[5]
«Nido de golondrinas», como se recordará. (Nota del traductor.)