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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

Las amenazas de nuestro mundo (14 page)

BOOK: Las amenazas de nuestro mundo
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Sin embargo, esa posibilidad de 1 entre 80.000 se refiere a las estrellas individuales. ¿Y los grupos globulares? Éstos no están situados en el plano galáctico, pero se encuentran distribuidos alrededor del núcleo galáctico como una concha esférica. Cada grupo globular gira alrededor del núcleo galáctico, pero su plano de revolución está inclinado en un gran ángulo hacia el plano galáctico. Si un grupo globular se halla ahora situado muy por encima del plano galáctico, descenderá oblicuamente, al moverse en su órbita, pasará por el plano galáctico hundiéndose muy por debajo de él, ascendiendo después oblicuamente y pasando a través del plano galáctico por el lado opuesto del núcleo galáctico, para regresar al lugar en donde ahora está.

Si un grupo globular se halla tan lejos del núcleo galáctico como nosotros estamos, cada cien millones de años aproximadamente pasará a través del plano galáctico. Si se halla más cerca del núcleo, lo hará en intervalos más cortos; si está más lejos, en intervalos más largos. Puesto que deben de existir hasta unos doscientos de tales grupos en conjunto, es de esperar que, como promedio, uno u otro de esos grupos globulares cruzará el plano galáctico cada 500.000 años aproximadamente, si la distancia media de los grupos globulares hasta el núcleo galáctico es igual a la del Sistema Solar.

Un grupo galáctico tiene un área de corte transversal que llega a ser de un trillón de veces la de una estrella ordinaria, y al cruzar el plano galáctico tiene un trillón de veces más probabilidades de chocar con alguna estrella de las que tendría una estrella sola que atravesara el plano galáctico.

Hay que aclarar que la naturaleza de las colisiones no es la misma. Si nuestro Sol fuese acertado por una estrella sería un caso claro de colisión. Si nuestro Sol fuese acertado por un grupo globular, por otro lado, no habría, en absoluto, una auténtica colisión. Aunque el grupo globular, al ser observado desde lejos, parece repleto de estrellas, queda todavía un gran espacio vacío. Si nuestro Sol pasara por casualidad entre un grupo globular, tan sólo habría una posibilidad en un billón de que chocara con una estrella individual del grupo. (Una escasa posibilidad, pero muchísimo mayor que si el Sol debiera pasar,
como es él caso,
por entre los alrededores galácticos en donde hay otras estrellas individuales.)

Sin embargo, aunque no es probable que un globo globular dañe físicamente al Sol en caso de una colisión, o incluso afecte seriamente el ambiente de la Tierra a través de simple luz y calor, existiría una posibilidad bastante respetable de que, como resultado, se alterara la órbita del Sol. Sería posible, y no para mejorar.

La posibilidad de perturbación aumentaría a medida que la colisión se hiciera más inminente, de modo que el Sol pasaría por entre el grupo globular recorriendo un camino que le conduciría cada vez más cerca del centro del grupo. En el centro, las estrellas no sólo están agrupadas más densamente, de modo que la posibilidad de perturbaciones y la de un choque se incrementaría, sino que, además, el Sol podría aproximarse a un agujero negro con una masa de un millar de soles que podría hallarse en el centro.

La posibilidad de perturbación, e incluso de captura, podría ser muy grave, y aunque no ocurriese, la radiación energética en las proximidades del agujero negro podría poner punto final a la vida en la Tierra sin afectar en absoluto la estructura física del planeta.

Las posibilidades de que algo de esto suceda son muy escasas. No hay muchos grupos globulares y únicamente aquéllos que pasan por el plano galáctico a una docena de años luz de distancia de la Tierra desde el núcleo galáctico pueden representar algún peligro para nosotros. Cuanto más, uno o dos podrían presentarlo, pero las posibilidades de que crucen en el plano justamente mientras el Sol se acerque a esa zona de su gran órbita son, en realidad, muy reducidas.

Además, la colisión inminente de un grupo globular con nuestro planeta, es mucho menos una espada de Damocles, que el acercamiento próximo de una estrella individual. Un grupo globular es un cuerpo mucho más prominente que una estrella individual, cuando ambos se hallan a una misma distancia, y si un grupo globular estuviera moviéndose de modo que diera motivo para crear el temor de un choque, dispondríamos, sin alguna duda, de un período de aviso de un millón de años, o quizá superior.

Miniagujeros negros

En cuanto se refiere a colisiones con objetos visibles,
sabemos
que el Sol está a salvo durante millones de años. No hay nada visible encaminado en nuestra dirección desde una distancia lo suficientemente cerca para alcanzarnos durante ese tiempo. ¿Podrían existir en el espacio objetos que sea posible observar y cuya existencia ignoremos? ¿No podría estar acercándose uno de estos objetos, incluso siguiendo una trayectoria directa al Sol, proporcionando muy pocas señales o ningunas en absoluto? ¿Qué sucede con los agujeros negros del tamaño del «Cygnus X-l»; agujeros negros que no son aquellos gigantescos agujeros del centro de las galaxias y grupos globulares, y que permanecen allí, sino agujeros negros del tamaño de estrellas que giran en órbitas alrededor de los centros galácticos? «Cygnus X-l» nos revela su presencia por las grandes cantidades de materia que absorbe de su estrella compañera perfectamente visible. Sin embargo, supongamos que se formase un agujero negro por el colapso de una estrella individual, solitaria.

Supongamos que semejante agujero negro de estrella solitaria tiene una masa cinco veces superior a la de nuestro Sol, y, por tanto, un radio de 15 kilómetros (9,3 millas). No hay estrella compañera cuya presencia nos la delate; no hay estrella compañera para alimentar su masa y producir una vasta radiación de rayos X. Solamente existirían los pequeños escapes de gas entre las estrellas para aumentarle y eso tan sólo produciría un centelleo breve de rayos X, difícilmente apreciable a cualquier distancia.

Un agujero negro de esta clase podría hallarse a un año luz de nosotros y ser demasiado pequeño físicamente y con una actividad de radiación tan escasa como para observarla. Podría estar dirigiéndose directamente hacia el Sol, y lo ignoraríamos. No lo sabríamos hasta que estuviera casi encima de nosotros y su campo gravitacional estuviese provocando algunas inesperadas perturbaciones en nuestro sistema planetario, o cuando se observara un origen de rayos X muy débil, pero en continuo incremento. En este caso, el final de nuestro mundo sólo lo recibiríamos con unos pocos años de aviso. Aunque cruzara el Sistema Solar sin chocar, su campo gravitacional podría producir el caos en la delicada concepción mecánica celestial del Sistema Solar.

¿Existen probabilidades de que esto suceda? Realmente, no muchas. Una estrella ha de ser muy grande para hundirse y convertirse en un agujero negro y no existen muchas estrellas en esas condiciones. Cuanto más, es posible que tan sólo haya una estrella en la Galaxia por cada 10.000 estrellas visibles, del tamaño adecuado para ser un agujero negro. Si existe únicamente una posibilidad entre 80.000 para que una estrella corriente choque con el Sol durante un período de un billón de años, sólo existe una posibilidad entre ochocientos millones para que esto ocurra con un agujero negro del tamaño de una estrella. Podría suceder el año próximo, pero las posibilidades de que ocurra son aproximadamente de una entre un sextillón, y sería totalmente irrazonable preocuparse por semejante posibilidad.

Parte de los motivos por los cuales hay tan pocas probabilidades de que ocurra una catástrofe, se basan en el hecho de que sea tan pequeño el número de agujeros negros del tamaño de una estrella. No obstante, se sabe que entre cualquier tipo de cuerpos astronómicos las variedades pequeñas son mucho más numerosas que las mayores. ¿No sería posible que los agujeros negros pequeñas fuesen mucho más numerosos que las grandes? Un agujero negro pequeño no causaría tanto impacto como uno grande, pero el daño sería suficiente, y puesto que los agujeros negros pequeños son tan numerosos, las posibilidades de un choque pueden aumentar de una manera alarmante.

Sin embargo, sería muy improbable que hallásemos actualmente en nuestro Universo agujeros negros varias veces inferiores a la masa del Sol. Una gran estrella podría comprimirse y convertirse en un agujero negro bajo el impulso de su propio campo gravitacional, pero no parecen existir fuerzas disponibles para formar un agujero negro de un cuerpo menor a una gran estrella.

Sin embargo, esto no resuelve el problema. En 1974, el físico inglés Stephen Hawking sugirió que durante el curso del
big bang,
las masas arremolinadas de materia y radiación desarrollaron presiones increíbles en algunos lugares, presiones que, en los primeros momentos de la formación del Universo, produjeron innumerables agujeros negros de todas las masas, desde la de una estrella hasta objetos muy pequeños, de un kilogramo, o menos todavía. Los agujeros negros compuestos de masas inferiores a las de las estrellas fueron llamadas, por Hawking, «miniagujeros negros».

Los cálculos de Hawking demostraron que los agujeros negros no retienen realmente toda su masa, sino que
es
posible que alguna materia escape de ellos. Aparentemente, es posible que se formen parejas de partículas subatómicas en el radio Schwarzschild que se precipiten en direcciones distintas. Una de las partículas penetra nuevamente en el agujero negro, pero la otra escapa. Este escape continuo de partículas subatómicas da como resultado que el agujero negro se comporte como si tuviera una temperatura alta y en lenta evaporación.

Cuanto menos masiva es un agujero negro, tanto más elevada es su temperatura, y tanto más rápidamente tiende a la evaporación. Esto significa que mientras un miniagujero negro se contrae por su evaporación, la temperatura se eleva y la proporción de evaporación aumenta constantemente hasta que el último fragmento del mini agujero negro estalla con fuerza explosiva y se desvanece.

Los miniagujeros negros muy pequeños no habrían soportado los quince mil millones de años de historia del Universo, y ya habrían desaparecido por completo. Tengamos en cuenta, sin embargo, que si un miniagujero negro tuviera una masa superior a la de un iceberg, por ejemplo, sería suficientemente fría para tener una evaporación lenta y todavía podría existir. Si en el curso de su vida hubiera recogido masa, como es muy probable hiciera, se habría enfriado todavía más y su tiempo de vida se prolongaría más aún
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.

Incluso aceptando la desaparición de la más pequeña (y más numerosa) de las mini agujeros negros, pueden existir todavía muchísimos miniagujeros negros con una masa que puede variar, desde el tamaño de un asteroide pequeño hasta el de la Luna. Hawking ha estimado que puede haber en la galaxia hasta trescientas miniagujeros negros por cada año luz cúbico. Si seguían la distribución general de la masa, la mayor parte de ellos deberían estar en el núcleo galáctico. En los alrededores, en donde nosotros estamos, puede haber únicamente hasta treinta miniagujeros negros por año luz cúbico. Esto significaría un porcentaje de separación entre las miniagujeros negros de aproximadamente quinientas veces la distancia entre el Sol y Plutón. Es probable que el miniagujero negro más cercano de nosotros se halle a una distancia de 1,6 billón de kilómetros (1 billón de millas).

Incluso a esa distancia (muy cercana, según las normas astronómicas), queda mucho espacio todavía para su maniobrabilidad, y no es probable que cause daños. Un miniagujero negro ha de chocar directamente para hacer daño, lo que no es necesario para un agujero negro del tamaño de una estrella. Un agujero negro del tamaño de una estrella podría pasar a una distancia considerable del Sol, pero, al pasar cerca del Sistema Solar, podría producir efectos de marea en el Sol que podrían alterar gravemente sus propiedades. También podría modificar seriamente la órbita del Sol, con resultados muy perjudiciales, o, también, perturbar de manera desastrosa la órbita de la Tierra.

Por otra parte, un miniagujero negro podría atravesar el Sistema Solar sin que se notara ningún efecto ni en el Sol ni en ninguno de los planetas mayores y sus satélites. Por lo que sabemos, una buena proporción de miniagujeros negros puede haber pasado rozándonos, y algunos de ellos incluso haber circulado por entre los planetas, sin causarnos ningún daño.

Sin embargo, ¿qué sucedería si un miniagujero negro chocara contra el Sol? En cuanto se refiere a su masa, existen muchas probabilidades de que no causaría graves efectos en el Sol. Aunque tuviera una masa semejante a la de la Luna, únicamente llegaría a 1/26.000.000 de la masa del Sol, aproximadamente lo que para cualquiera representa una gota de agua.

No obstante, no es meramente la masa lo que cuenta. Si fuese la Luna la que se dirigiera hacia el Sol en un choque inminente, a menos que la Luna se moviera con suma rapidez, cuando chocara contra el Sol ya se habría evaporado. Aunque parte de ella hubiera permanecido sólida, en el momento del encuentro no penetraría muy profundamente antes de evaporarse.

Sin embargo, un miniagujero negro no se vaporizaría ni estaría en ningún modo afectado por el Sol. Simplemente, penetraría absorbiendo masa en su camino, con la producción de enormes cantidades de energía. Crecería a medida que avanzara y traspasaría completamente el Sol, emergiendo un miniagujero negro considerablemente mayor de lo que había penetrado.

El efecto que podría causar en el Sol es muy difícil de prever. Si el miniagujero negro golpeara tangencialmente y pasara a través de las capas superiores del Sol, el efecto no podría ser muy grave. Si el miniagujero negro chocara directamente contra el Sol, y penetrara directamente en su centro, estorbaría la zona del astro donde tiene lugar las reacciones nucleares y se produce la energía solar.

No sé qué es lo que sucedería; dependería del tiempo que el Sol necesitara para «curarse». Cabe en la posible que la producción de energía quedara interrumpida y que, antes de reanudarse, el Sol se hundiera o explotara. En cualquiera de estos casos, si esto sucedía inesperadamente y con suficiente rapidez representaría para nosotros la catástrofe absoluta.

Supongamos ahora que el miniagujero negro chocara contra el Sol a una velocidad más bien lenta en relación con la del astro. La resistencia que encontraría al pasar por entre la materia solar podría retrasarla hasta el punto en que no saliera, sino que quedara dentro del Sol, encajado en su centro.

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