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Authors: Nicholas Sparks

Tags: #Romántico

Lo mejor de mi (28 page)

BOOK: Lo mejor de mi
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Hola, Dawson: No sé exactamente cómo empezar esta carta, si no es diciéndote que a lo largo de los años he llegado a conocer a Amanda bastante bien. Me gustaría pensar que ha cambiado desde la primera vez que la vi, aunque no puedo afirmarlo con absoluta certeza. Por entonces, vosotros dos erais como una unidad inseparable y, como es normal entre los jóvenes, os poníais tensos cuando yo aparecía, pero te aseguro que lo comprendía; yo hacía lo mismo con Clara. No sé si su padre oyó mi voz alguna vez hasta que estuvimos casados, pero esa es otra historia. La cuestión es que, en realidad, no sabía quién era Amanda; en cambio, sé quién es ahora, y también sé que tú nunca la has olvidado. Es una persona con una inmensa bondad, con mucho amor, mucha paciencia, muy inteligente… y es la cosa más bonita que se ha paseado nunca por las calles de este pueblo; de eso estoy seguro. Pero creo que lo que más me gusta de ella es su genuina bondad, porque he vivido lo suficiente como para saber cuánto cuesta encontrar a alguien así.Probablemente no te esté diciendo nada que no sepasya, pero a lo largo de estos últimos años, la he llegado a apreciar como a una hija. Eso significa que tengo que hablar contigo como lo habría hecho su padre, porque los papás no son de gran utilidad si no se preocupan un poco. Especialmente por ella. Porque más que nada, deberías comprender que Amanda lo está pasando mal, y creo que ya hace bastante tiempo que sufre. Lo supe la primera vez que vino a verme, y supongo que en esos momentos esperé que fuera algo pasajero, pero cuantas más veces venía a visitarme, peor la veía. Incluso ahora, cuando me despierto, a veces la pillo deambulando por el taller, y hace tiempo que comprendí que tú eras la razón por la que ella se sentía tan mal. No puede librarse del pasado ni de ti. Pero créeme cuando digo que los recuerdos son algo curioso. A veces son reales, pero otras veces se transforman en lo que nosotros queremos que sean y, a su manera, creo que Amanda está intentando descubrir qué significa el pasado realmente para ella. Por eso he organizado este fin de semana para vosotros. Tengo la corazonada de que la única forma de que ella pueda hallar la salida de este oscuro túnel, sea cual sea el resultado final, es si volvéis a veros.Pero, como te he dicho, lo está pasando mal, y si hay algo que he aprendido es que la gente que sufre no siempre ve las cosas con la debida claridad. Ella está en un punto de su vida en el que ha de tomar algunas decisiones, y es ahí donde entras tú. Los dos tenéis que averiguar qué pasará a continuación, pero no olvides que quizás ella necesite más tiempo que tú; incluso es posible que cambie de idea una o dos veces. Pero cuando os decidáis, es necesario que los dos aceptéis la decisión. Y si al final lo vuestro no funciona, tendréis que comprender que ya no es posible seguir viviendo pensando constantemente en el pasado, porque eso acabará por destruirte, y también la destruirá a ella. No podéis seguir así, lamentándoos por lo que pudo haber sido, porque eso no os deja vivir. Solo de pensarlo, se me parte el corazón. Después de todo, si he llegado a querer a Amanda como a mi hija, espero que sepas que para mí tú también eres como un hijo. Y si tengo que expresar una única voluntad antes de morir, es que me gustaría tener la certeza de que vosotros dos, mis hijos, estaréis bien.
TUCK
.

Amanda observó cómo su madre examinaba las deterioradas tablas de madera del porche, como si temiera que se fueran a quebrar bajo sus pies. Vaciló de nuevo frente a la mecedora, como si intentara decidir si realmente era necesario sentarse.

Sintió un recelo familiar cuando ella se agachó con cuidado sobre el asiento. Se sentó con tanta rigidez como si intentara tocar lo menos posible la estructura.

Una vez sentada, alzó la cabeza para mirarla. Parecía como si esperara a que Amanda hablara primero, pero no dijo nada. Sabía que no había nada que alegar para edulcorar la conversación. Desvió la vista hacia los rayos del sol que se filtraban a través de las rendijas del porche.

Al final, su madre esbozó una mueca de fastidio.

—Por favor, Amanda, deja de actuar como una niña; no soy tu enemiga, soy tu madre.

—Ya sé lo que me vas a decir. —La voz de Amanda no expresaba ninguna emoción.

—Entonces mucho mejor, pero, aun así, una de las responsabilidades de ser madre es asegurarse de que los hijos se dan cuenta de cuándo cometen errores.

—¿Es eso lo que crees que es? —Amanda entrecerró los ojos y miró a su madre con aprensión.

—¿Cómo lo definirías tú? Eres una mujer casada.

—¿No crees que eso ya lo sé?

—Pues no estás actuando como tal. No eres la primera mujer en el mundo que es infeliz en su matrimonio. Ni tampoco eres la primera que decide actuar respecto a esa infelicidad. La única diferencia es que tú sigues pensando que la culpa no es tuya.

—¿De qué estás hablando? —Amanda podía notar cómo se crispaban sus manos alrededor de los brazos de la mecedora.

—Siempre culpas a los demás de todos tus males, Amanda. —Su madre resopló con altivez—. Me culpas a mí, culpas a Frank, y después de Bea, incluso culpaste a Dios. Buscas el origen de tus problemas al otro lado del espejo y te comportas como una mártir. ¡Pobre Amanda! ¡Siempre batallando contra viento y marea en un mundo cruel! Pues, para que lo sepas, el mundo no es fácil para nadie. Nunca lo ha sido y nunca lo será. Pero si fueras sincera contigo misma, comprenderías que tienes parte de responsabilidad en lo que te pasa.

Amanda apretó los dientes.

—Y yo que esperaba que fueras capaz de mostrar un ápice de empatía o comprensión. Ya veo que estaba equivocada.

—¿Es eso lo que crees? —preguntó Evelyn, al tiempo que se apartaba una pelusa imaginaria de la chaqueta—. Entonces dime: ¿qué es lo que debería decirte? ¿Tendría que cogerte la mano y preguntarte cómo te sientes? ¿Debería mentirte y decirte que todo saldrá bien, que no habrá consecuencias, por más que consigas mantener el secreto de Dawson? —Hizo una pausa—. Siempre hay consecuencias, Amanda. Ya eres mayorcita para saberlo. ¿De verdad necesitas que te lo recuerde?

Amanda procuró mantener un tono sosegado.

—No me entiendes.

—Y tú tampoco me entiendes a mí. No me conoces tan bien como crees.

—Te conozco, mamá.

—Ah, sí, claro. Según tú, soy incapaz de mostrar un ápice de empatía o comprensión. —Acarició el pequeño diamante que brillaba en el lóbulo de su oreja—. Por eso precisamente inventé una excusa para ti anoche.

—¿Qué?

—Cuando llamó Frank. La primera vez, reaccioné como si no sospechara nada malo mientras él divagaba sobre unas partidos de golf que planeaba jugar con un amigo, un tal Roger. Y luego, más tarde, cuando llamó otra vez, le dije que ya te habías acostado, aunque sabía exactamente lo que te proponías. Sabía que estabas con Dawson y, a la hora de cenar, ya sabía que no regresarías a dormir a casa.

—¿Cómo podías saberlo? —le exigió Amanda, intentando ocultar su estupor.

—¿Acaso no te das cuenta de que Oriental es un pueblo pequeño? No hay muchos sitios donde alojarse. En mi primer intento, llamé a Alice Rusell, a la pensión. Tuvimos una agradable conversación, por cierto. Me dijo que Dawson ya había dejado vacante la habitación, pero el simple hecho de saber que él estaba en el pueblo me bastó para imaginar lo que pasaba. Supongo que por eso estoy aquí, en vez de esperarte en casa. Pensé que podríamos evitar las mentiras y la negación de los hechos; pensé que así esta conversación podría ser más fácil para ti.

Amanda se sentía aturdida.

—Gracias por no decírselo a Frank —farfulló.

—No soy yo quien ha de contarle lo que pasa, ni decir nada que pueda añadir más problemas a vuestro matrimonio. Tú sabrás lo que le cuentas. Para mí, no ha sucedido nada.

Amanda notó un desagradable gusto amargo en la boca.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

Su madre suspiró.

—Porque eres mi hija. Quizá no quieras hablar de ello, pero por lo menos espero que me escuches. —Amanda detectó el tono de decepción de su madre—. No tengo ningún deseo de escuchar los detalles de mal gusto de lo que pasó anoche, ni escuchar lo mala que fui por no aceptar a Dawson hace tantos años. Tampoco quiero hablar de tus problemas con Frank. Lo que me gustaría es darte un consejo, dado que soy tu madre. A pesar de lo que a veces puedas pensar, eres mi hija y te quiero. La cuestión es: ¿estás dispuesta a escucharme?

—Sí. —La voz de Amanda apenas era audible—. ¿Qué debo hacer?

La cara de su madre perdió la máscara rígida y su voz se suavizó de una forma sorprendente.

—Es la mar de sencillo. No hagas caso de mi consejo.

Amanda esperó más, pero su madre se quedó callada, sin añadir ningún comentario. No sabía cómo interpretarlo.

—¿Me estás diciendo que deje a Frank? —susurró finalmente.

—No.

—Entonces, ¿debería solucionar los problemas con él?

—Tampoco he dicho eso.

—No te entiendo.

—No trates de sacar tantas conclusiones. —Su madre se puso de pie y se alisó la chaqueta. Acto seguido, se dirigió hacia los peldaños.

Amanda pestañeó, intentando comprender lo que estaba pasando.

—Espera… ¿Te vas? ¡Pero si no me has dicho nada!

Su madre se volvió hacia ella.

—Al contrario, te he dicho todo lo que realmente es importante.

—¿Que no haga caso de tus consejos?

—Exactamente —admitió su madre—. No sigas mis consejos, ni de ningún otro. Confía en ti misma. Para bien o para mal, feliz o infeliz, es tu vida, y lo que hagas con ella solo depende de ti. —Apoyó un lustroso zapato de piel en el primer peldaño, que crujió bajo su peso. Su cara había vuelto a adoptar la rigidez que la caracterizaba—. Supongo que te veré luego, ¿no? ¿Cuando pases por casa a recoger tus cosas?

—Sí.

—Bien. Te prepararé un bocadillo y fruta.

A continuación, reanudó su descenso. Cuando llegó al coche, vio a Dawson de pie en el taller y lo estudió unos momentos antes de darse la vuelta. Se sentó al volante, puso en marcha el motor y, en cuestión de segundos, desapareció de su vista.

Dawson dejó la carta sobre el banco de trabajo y salió del taller, con la vista fija en Amanda. Ella estaba contemplando el bosque, con un aire más sereno del que él había esperado, aunque no podía interpretar nada más a partir de su expresión.

Mientras caminaba hacia ella, Amanda le ofreció una débil sonrisa antes de volver a desviar la vista. En lo más profundo de su ser, Dawson sintió una punzada de miedo.

Se sentó en la mecedora, se inclinó hacia delante, entrelazó las manos y permaneció sentado en silencio.

—¿No vas a preguntarme qué tal ha ido? —preguntó ella finalmente.

—Esperaba que tarde o temprano te decidieras a contármelo. Si es que quieres hablar de eso, claro.

—¿Tan predecible soy?

—No.

—Sí que lo soy. Mi madre, en cambio… —Se frotó el lóbulo de la oreja, para ganar tiempo—. Si alguna vez te digo que conozco perfectamente a mi madre, recuérdame lo que ha pasado hoy, ¿de acuerdo?

Él asintió con la cabeza.

—Lo haré.

Amanda soltó un largo suspiro. Cuando se decidió a hablar, su voz sonaba extrañamente distante.

—Cuando ella estaba subiendo los peldaños del porche, yo ya sabía cómo se iba a desarrollar nuestra conversación. Me exigiría saber qué es lo que estaba haciendo y me diría que estaba cometiendo un grave error. A continuación, vendría el sermón sobre expectativas y responsabilidad, y entonces yo aduciría que ella no me comprendía. Pensaba decirle que te había amado toda mi vida y que ya no era feliz junto a Frank, que quería estar contigo. —Se volvió hacia él con ojos suplicantes, como si le pidiera que intentara comprenderla—. Podía oírme a mí misma pronunciando las palabras, pero entonces…

Dawson observó atentamente su expresión.

—Tiene esa forma peculiar de conseguir que yo acabe por cuestionarlo todo.

—Te refieres a nosotros —matizó él, mientras se tensaba el nudo de miedo en su interior.

—Me refiero a mí —aclaró ella. Su voz apenas era un susurro—. Pero sí, también habló de nosotros. Porque quería soltarle esos comentarios, de verdad, quería decírselo, sobre todo porque eso es lo que siento.

Amanda sacudió la cabeza despacio, como si intentara aclarar su mente y zafarse de las imágenes borrosas de un sueño.

—Pero cuando mi madre empezó a hablar, me abordaron cientos de recuerdos de mi vida, y de repente pronuncié un discurso inesperadamente diferente. Fue como si en mi cerebro hubiera dos radios programadas con dos emisoras distintas, cada una de ellas con una versión alternativa. En la otra versión me oí a mí misma decir que no quería que Frank se enterara de lo que había sucedido y que tengo tres hijos que me esperan en casa; por más que intentara explicarles mis sentimientos, sé que siempre habría algo inherentemente egoísta en esto.

Cuando hizo una pausa, Dawson se fijó en cómo hacía girar distraídamente su anillo de casada.

—Annette es todavía una niña —continuó—. No puedo abandonarla, y tampoco se me ocurriría arrebatársela a su padre. ¿Cómo podría explicar algo así a una niña pequeña, para que pudiera comprenderlo? ¿Y cómo sé que para Jared y Lynn resultaría más fácil entenderlo, aunque ya sean casi adultos? ¿Cómo van a comprender que he decidido romper la familia para irme contigo, como si mi intención fuera revivir mi juventud? —Su voz expresaba una evidente angustia—. Amo a mis hijos. Se me partiría el corazón al ver que los he decepcionado.

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