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Authors: Enid Blyton

Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil

Los Cinco otra vez en la Isla de Kirrin (19 page)

BOOK: Los Cinco otra vez en la Isla de Kirrin
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—Será mejor que no lo esperen más. Probablemente a estas horas está ya en la enfermería de la prisión. Tiene una pierna rota —explicó el tío Quintín—. Bien, agente, ya puede cumplir con su deber.

Ambos hombres fueron detenidos. No opusieron la menor resistencia. Todos los presentes se dirigieron a través del pantanoso terreno hasta el coche de la policía. Los agentes hicieron montar en el a los dos bandidos y, acto seguido, salieron en dirección a la cárcel. Los restantes partieron hacia «Villa Kirrin» deseosos de celebrar su éxito.

—Todavía tengo hambre —dijo Jorge al llegar—. Juana, ¿no tienes nada bueno para una pobre hambrienta?

—¡Pues…, no hay demasiado! —exclamó la cocinera—. Solo algo de jamón, huevos y setas.

—¡Oh! —se entusiasmó Ana—. Te daremos la medalla prometida, aquella condecoración de la E. M. C. I. B.

—¿Qué es eso? —preguntó Juana.

Ana no podía recordarlo, pero añadió:

—¡Es una estrella preciosa!

—¡Ni que yo fuera un árbol de Navidad! —refunfuñó alegre Juana—. Vale más que vengas a ayudarme a poner la mesa.

Fue un magnifico almuerzo que reunió a los siete en torno a la alegre mesa. Es decir, a los ocho, porque, desde luego, no podían olvidar a
Tim.

Martín, al verse libre de su tutor, se había convertido en un muchacho distinto por completo. Los niños hicieron planes sobre su futuro: «Podrás quedarte con el guardacostas, que te quiere mucho. Siempre dice que le sirves de gran ayuda y que eres un buen muchacho. Y podrás venir a jugar con nosotros a la isla. Y tío Quintín mirara de matricularte en la Escuela de Bellas Artes. Dice que mereces un premio por ayudar a salvar su precioso secreto.»

Martín se hinchaba de satisfacción. Parecía como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

—Nunca se me ha proporcionado una ocasión como esta —manifestó—. Lo haré bien. No fracasare.

—¡Mama! ¿Podemos ir a la isla de Kirrin mañana para ver como desmontan la torre? —pidió Jorge—. Di que sí, ¡por favor! ¿Podríamos pasar allí toda una semana? Será divertido volver a dormir en aquel cuarto de piedra, como hicimos otras veces.

—Bien, por mi no hay inconveniente —contestó su madre, sonriendo ante la ansiedad de Jorge—. Me gustará tener a tu padre para mi sola durante unos cuantos días. Y poderlo alimentar como necesita después de esta temporada de trabajos y calamidades.

—¡Oh!, esto me recuerda algo, Fanny —dijo su marido de repente—. La última noche probé un potaje que me habías dejado y confieso que no me gusto, ¡Estaba malísimo!

—Pero… Quintín, querido, ¡si te dije que lo tiraras! Recuerdo muy bien que te lo advertí —contestó su mujer, desesperada—. Tenía que estar completamente estropeado. En fin, no se puede negar que eres un sabio distraído —añadió con un suspiro.

Finalmente, terminaron el almuerzo y salieron al jardín. Desde allí contemplaron la bahía y la isla de Kirrin. Aparecía encantadora, iluminada por el sol de mediodía.

—¡Hemos vivido una serie de aventuras juntos! —exclamó Julián—. Muchas más que la mayoría de los niños. Fueron muy emocionantes, ¿verdad?

Sí que lo fueron. Pero ahora hemos de despedirnos de estos cinco amiguitos y también de la isla de Kirrin. ¡Adiós, Julián, Dick, Jorge, Ana y
Tim
!

Pero tan solo el agudo oído del perro oye nuestro adiós y contesta:

¡Guau! ADIÓS.

FIN

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