Marea oscura II: Desastre (12 page)

Read Marea oscura II: Desastre Online

Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura II: Desastre
6.48Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Encontraremos un camino para acercar a nuestros pueblos?

—Quizá. Cuando nos conozca mejor sabrá si eso es posible. Elegos juntó las manos en la espalda.

—Estoy preparado para aprender.

—Bien —Shedao Shai asintió una vez—. Sus clases empezarán ahora.

Sígame. Para entendernos, sólo se puede empezar por un sitio. Le presentaré el Abrazo del Dolor.

Capítulo 10

Corran Horn alzó la vista de su datapad.

—Todo lo que aparece en la lista está verificado. Creo que ya podemos irnos.

El almirante Kre'fey asintió y siguió a Corran hasta el puente del
Ralroost.
El hangar había sido despejado de cazas, dejando un carguero decrépito como único ocupante.

—Mis ingenieros me han garantizado que el
Esperanza Perdida
conseguirá salir de la nave. Cuánto aguantará después de eso, no lo saben.

—Lo entiendo, almirante. Siempre supimos que esto era un riesgo — Corran suspiró y se metió el datapad en un amplio bolsillo del uniforme de piloto—. Si funciona, genial. Y, si no, bueno, espero que otros que aprendan de nuestro error.

—Por supuesto.

El problema de infiltrar un equipo de exploradores en un planeta enemigo era algo que había preocupado desde siempre a los estrategas militares. Las naves solían colarse camufladas como escombros espaciales, acercándose al planeta como un meteorito y luego, cuando estaban demasiado cerca del suelo para ser detectadas, se desviaban impulsadas por sus propios motores. La falta de impacto podía llamar la atención del enemigo, pero el equipo de exploración podía alejarse rápidamente de la zona y tomar tierra antes de que los investigadores pudieran desentrañar lo que sucedía.

Las cosas eran algo más complicadas con los yuuzhan vong. La Nueva República no sabía a ciencia cierta la capacidad técnica de rastreo que tenían. El hecho de que los yuuzhan vong empleasen herramientas biológicas sugería bastantes limitaciones; pero, al no saberlo con seguridad, no había forma de diseñar un plan para introducirse en el sistema sin ser detectados. Al carecer de la posibilidad de entrar sin ser vistos, la Nueva República decidió abordar el tema por el otro extremo y asegurarse de que los yuuzhan vong supieran, sin lugar a dudas, que su sistema de seguridad había sido violado.

Corran embarcó en el
Esperanza Perdida
y cerró la rampa. Subió al puente y saludó al almirante. Se abstuvo de tocar nada. Dado que los yuuzhan vong investigarían la colisión, la Nueva República tenía que dejar un rastro de materia biológica en la nave para que el enemigo creyera que la tripulación había perdido la vida al entrar en el sistema de Garqi. La biomateria había sido sintetizada y rociada por todos los sitios lógicos para que cualquier investigación permitieran la reconstrucción minuciosa de la fallecida tripulación del
Esperanza Perdida.

Volvió al hangar principal de carga y subió a una nave mucho más pequeña, uno de los pequeños transbordadores que solían llevar las naves comerciales de lujo. Los seis noghris estaban apretados en la parte de atrás con el cinturón abrochado. Ganner se sentó con ellos, sintiéndose enorme e incómodo, con los pies apoyados en cajas de equipo y las rodillas encajadas bajo la barbilla. Corran pasó por delante de Jacen y se colocó en su sitio, en uno de los dos asientos delanteros de la cabina. Se abrochó los cinturones, se puso el casco y abrió un canal de comunicación con el
Ralroost.

—Aquí el
Esperanza Perdida.
Nos vamos.

—Recibido,
Esperanza.
Dos minutos para la salida.

Corran inició la secuencia de arranque. Los dos motores sublumínicos se alinearon, pero el de estribor sólo estaba al 75 % de su potencia normal.

—Jacen, ¿puedes subir otro 10 % el lado de estribor del
Esperanza?

—A sus órdenes.

El Jedi de más edad pulsó un botón en su panel y los informes sobre el
Esperanza Perdida
fueron reemplazados en el monitor por los del
Mejor Suerte,
el pequeño transbordador oculto en la carcasa del carguero. Corran alineó los motores, y ambos dieron una potencia del 100%. Los propulsores estaban operativos. Pulsó un botón que selló el
Suerte, y
lo habilitó para el viaje espacial.

—Motores del
Esperanza
alineados.

—Gracias, Jacen. ¿Las cargas están preparadas y funcionales?

—Sí, preparadas y a la espera de órdenes.

—Bien, todo perfecto —Corran se obligó a sonreír.

El plan era fácil. El
Esperanza Perdida
saldría del
Ralroost y
se dirigiría al planeta, donde sufriría un fallo catastrófico. Al desplomarse en la atmósfera de Garqi, la nave se rompería en pedazos. Los escombros se esparcirían por todas partes, y el
Mejor Suerte
podría volar sin problemas. Para cuando los yuuzhan vong recogieran todos los fragmentos del
Esperanza
y se dieran cuenta de que había pasado algo, el equipo de supervivencia estaría de vuelta en la Nueva República.

La única pega era la ausencia de hipervelocidad en el
Mejor Suerte.
La única forma que tenía el equipo de abandonar el sistema era reunirse con una nave de mayor tamaño, como el
Ralroost.
La falta de hipervelocidad dificultaba la salida de emergencia, pero Corran sabía que si necesitaban huir de Garqi a toda prisa, la situación sería tan grave que no habría garantías de que pudieran salir al espacio para poder utilizarla.

Corran pulsó el intercomunicador para dirigirse a Ganner y a los noghris.

—Preparaos para un viajecito agitado. No os garantizo nada, pero, con algo de suerte, todos saldremos con vida de ésta.

El Ala-X de Jaina se liberó de la burbuja magnética de contención situada sobre el hangar de lanzamiento del
Ralroost.
La chica giró el caza en una trayectoria que lo situó en la formación del Escuadrón Pícaro, que sobrevolaba Garqi. Anni Capstan, la compañera de vuelo de Jaina, designada Pícara Doce, llegó desde atrás, seguida de Pícaro Alfa, un Ala-X de reconocimiento pilotado por el general Antilles que completaba la formación.

El coronel Gavin Darklighter habló con voz firme y profunda por el canal de comunicación.

—Grupo Dos, estáis de
Fisgones.
Uno a mi polar. Tres por debajo. Bloquead los alerones-s en posición de ataque.

La mayor Alinn Varth siguió las órdenes de Gavin con un comentario rápido.

—Conmigo, Tres. Acércate más,
Palillos.

Jaina contuvo una sonrisa. Dado que era una Jedi y llevaba sable láser, y usaba una palanca de mando para pilotar su Ala-X, sus compañeros le pusieron el apodo de
Palillos.
Para ella era como un símbolo de aceptación, algo muy positivo teniendo en cuenta que era mucho más joven que el resto del escuadrón y que no tenía ni la décima parte de su experiencia. Pero no la despreciaban por esas carencias, e incluso habían hablado de ella a los nuevos reclutas.

—A tus órdenes, Nueve —movió la palanca a babor, ocupando el lugar que le correspondía en la formación. Jaina miró por encima del hombro a la unidad R2 que llevaba detrás—.
Chispas,
avísame si me vuelvo a salir de la formación.

El androide silbó a modo de asentimiento.

La voz del coronel Celchu se abrió paso por el canal.

—Pícaros, aquí Control de Vuelo. Se acercan diez coralitas desde Garqi. La ruta de intercepción está calculada, os llegará en un momento.

Los datos comenzaron a aparecer en el monitor primario de Jaina, y
Chispas
dio un silbidito al asimilar la información. Los coralitas eran cazas de combate con un único piloto, parecidos a los Ala-X.
Pero muy distintos en diseño.
Al contrario que los Ala-X, que se fabricaban, los coralitas se criaban, y estaban formados por una unión simbiótica entre varias criaturas que proporcionaban a las naves rocosas su carcasa, su propulsión, su dirección y su armamento. La nave se comunicaba con el piloto mediante un dispositivo en forma de casco que le proporcionaba imágenes de lo que le rodeaba y recibía sus órdenes leyendo las ondas cerebrales.

Jaina se estremeció. Su tío se había probado uno de los cascos y había experimentado el contacto con el caza alienígena. Ella no había tenido la oportunidad de hacerlo, y tampoco habría querido. Su experiencia como Jedi le creaba un rechazo a cualquier cosa que interfiriera con los pensamientos directos, y meter la cabeza en una membrana gelatinosa y dejar que leyera lo que pensaba no era algo que le apeteciera experimentar.

Miró los monitores mientras el
Esperanza Perdida
salía del crucero de asalto bothan.

—Nueve, tengo a dos coralitas rompiendo la formación para ir a por el
Esperanza.

—Te recibo,
Palillos,
Doce y tú a por ellos.

Anni pulsó el botón del intercomunicador dos veces, y ese doble clic sirvió para indicar que había oído las órdenes. Jaina viró a babor y tiró de la palanca, describiendo una curva cerrada. Giró y se lanzó hacia estribor para dirigirse por primera vez hacia los coralitas.

—Yo voy delante, Doce —Jaina apretó con el pulgar el botón de selección de armas, y alineó los láseres para soltar una carga cuádruple. Maniobró con la palanca y situó la retícula sobre la forma ovoide del coralita principal. Pulsó el control de disparo y lanzó los láseres en ciclo rápido, escupiendo docenas de pequeños dardos rojos de energía.

Los rayos escarlatas fueron directos hacia el objetivo, pero se doblaron hacia dentro a unos diez metros de distancia del coralita. Los dovin basal que manipulaban los campos de gravedad para proporcionar propulsión a la nave también la escudaban creando anomalías gravitatorias. Esos pequeños vacíos absorbían la luz como si fueran agujeros negros.

Jaina siguió disparando sin cesar, pero dejó que el objetivo ascendiera y retrocediera. Para proporcionar los escudos adecuados a la nave, el dovin basal tenía que mover el vacío, y el coste de energía era similar al coste provocado al absorber los rayos de energía. Finalmente, unos pocos disparos consiguieron abrirse paso e impactaron en la negra carcasa de roca. En ese momento, Jaina pulsó el gatillo principal y envió cuatro rayos láser a toda potencia hacia el coralita.

El vacío absorbió uno, pero los otros tres impactaron de lleno en la nave enemiga. El coral yorik burbujeó y se evaporó en algunos puntos, derritiéndose en otros. El mineral se endureció casi al instante en el frío vacío del espacio, convirtiéndose en un témpano tras la estela del caza yuuzhan vong. El calor de la piedra quemó los dovin basal e hizo saltar el tejido neuronal que servía para controlar la nave. El coralita principal comenzó a describir una espiral que se curvaba de vuelta hacia Garqi.

La segunda nave tenía un comportamiento más evasivo. Subía y caía en picado, virando a babor o estribor de forma aleatoria. Los disparos no eran absorbidos por un dovin basal, ni siquiera acertaban a darle. El piloto había aprendido que la agilidad en el combate espacial era tan útil o más que los escudos. Utilizaba sus habilidades de vuelo para evitar a los Ala-X y acercarse cada vez más al objetivo.

—Cúbreme,
Palillos.

—Recibido, Doce.

El Ala-X de Anni Capstan se adelantó y viró en ángulo cerrado a babor, lanzándose en un ataque hacia la popa de la nave por el lado de estribor. Roció al caza enemigo con dardos láser, utilizando el timón de vacío para mantener al objetivo a tiro, y el yuuzhan vong se vio obligado finalmente a generar un vacío que absorbiera el fuego de Anni. Ella aprovechó entonces para soltar una descarga completa de cuatro disparos, pero el vacío se los llevó todos, y el coralita ascendió por encima de la trayectoria de Anni.

Jaina vio cómo el caza de su compañera subía el morro al ascender, y se preguntó por qué no disparaba otra ráfaga. Supuso que quizás estaba esperando a la recarga de los láseres, ya que había desperdiciado mucha energía, causando pocos efectos. El caza enemigo aceleró, alejándose del Ala-X, y Jaina pensó que Anni lo iba a perder, ya que ahora podía emplear el dovin basal que le había escudado para procurarse más propulsión.

Y entonces explotaron los dos laterales del morro del Ala-X de Anni.

En la época en que los cazas empezaron a emplearse para el combate se había polemizado sobre la eficacia de emplear torpedos de protones contra otros cazas. Era obvio que los misiles desintegraban a los cazas. Estaban diseñados para dañar naves mucho más grandes. Emplearlas contra los cazas era como matar insectos con un vibrohacha. Una matanza innecesaria.

Other books

Irene Brand_Yuletide_01 by Yuletide Peril
Slot Machine by Chris Lynch
Stripped by Brenda Rothert
The Pirates Own Book by Charles Ellms
Save of the Game by Avon Gale
Just One Day by Gayle Forman
In the Blood by Jackie French
Mining the Oort by Frederik Pohl