El hombre gruñó un poco, pero cogió el cinturón.
—Bueno, es un descenso un tanto agitado. Y supongo que tampoco pasa nada si vosotros os ponéis el cinturón siendo Jedi, ¿no?
Luke y Anakin intercambiaron una sonrisa, y el Maestro Jedi negó con la cabeza.
—No, no pasa nada. Cuando lleguemos, Mara y yo iremos a ver a la persona con la que tenemos que hablar. El espaciopuerto de aquí no es gran cosa, así que me gustaría que ambos os quedarais en el
Haz.
La expresión de Anakin se agrió.
—Pero yo pensaba que…
Luke alzó una mano.
—Busca con tu percepción, Anakin. ¿Crees que Daeshara'cor está aquí? El joven dudó un momento y negó con la cabeza.
—No.
—Así es, no está aquí.
Chalco frunció el ceño.
—¿No esperabais encontrada aquí?
—No, a menos que pasara algo excepcionalmente extraño. Creo que vino aquí buscando información —el Maestro Jedi se inclinó hacia delante—. Averiguaremos lo que ella averiguó y nos marcharemos. Y entonces te nece-sitaremos, Chalco.
—¿Y yo qué? —preguntó Anakin.
—Tú también eres parte vital en todo esto, Anakin, eso seguro. La expresión de su sobrino reflejó su alegría.
—¿Cuál será mi misión?
—No lo sé. La Fuerza te da pistas de vez en cuando, y eso es todo lo que tengo. Y la pista ahora mismo me dice que te quedes en el
Haz.
—No me estarás contando todo esto para no tener que decirme que me quede porque eres mi tío y punto, ¿verdad que no?
Luke arqueó una ceja.
—¡Anakin!
Los altavoces resonaron y la voz de Mirax se abrió paso.
—Ya casi hemos llegado. Nos espera un deslizador. Tomaremos tierra en un minuto.
Luke sonrió.
—Y, si todo va bien, despegaremos en una hora.
Vortex, un planeta de temperatura cálida con casi la misma masa oceánica que de tierra firme, consistía sobre todo en grandes llanuras de hierba verde y azul que se movía al ritmo de las brisas. Los vors eran una especie humanoide de clasificación mamífera. De huesos huecos, tenían alas membranosas que les permitían planear por encima de los lagos termales y elevarse por las llanuras.
Tenían un impresionante sentido de la armonía dentro de su especie y con su planeta. Su naturaleza armónica les había inspirado para crear la Catedral de los Vientos.
A medida que se acercaba el deslizador, abriéndose paso por entre dos grandes colonias de chozas, Luke consideró que, por un lado, la Catedral parecía algo totalmente propio de aquel planeta, y por otro, totalmente ajena a él. Era obvio que los vors eran capaces de manipular la materia de forma avanzada, puesto que sin esa habilidad jamás habrían podido erigir esas elevadas torres que eran como agujas de cristal, pero reservaban ese tipo de construcción para proyectos especiales. Sus casas estaban hechas por y para el planeta, mientras que las cristalinas torres habían sido creadas para fines más permanentes e impresionantes.
Los vientos entraban en la Catedral, llenando los huecos y arremolinándose en los tubos transparentes. Los finos muros vibraban, llenando el aire con un timbre que variaba de entonación. Había unas mamparas transparentes conectadas a unos engranajes, que a su vez se acoplaban a propulsores. Las mamparas subían y bajaban, agudizando y suavizando los tonos. Todo el edificio era como una criatura viva con mil voces. Y el Maestro Jedi sabía que durante el Concierto de los Vientos, los vors empleaban sus propios cuerpos para variar los sonidos, haciendo que la actuación se convirtiera en una auténtica sinfonía.
Mirax hizo descender la velocidad del deslizador y lo detuvo. Mara y Luke desembarcaron a quinientos metros de la Catedral. Entre los Jedi y la estructura de cristal había una hembra alta, de piel azulada. Llevaba una túnica azul marino que resaltaba su color de piel y su plumoso vello de color perla. Luke había oído el término etérea aplicado a ella, y allí, en la Catedral
de
los Vientos, era realmente apropiado. Esbelta, casi frágil, parecía un fantasma compuesto de la melodía que le traspasaba.
Al acercarse, Luke sonrió. Le preocupó un tanto ver que ella no le devolvía la sonrisa.
—Saludos, Qwi Xux.
Ella inclinó la cabeza.
—Saludos, Maestro Skywalker. Cuánto tiempo. Siento que hayan venido. No puedo ayudarles.
Mara frunció el ceño.
—¿Cómo puede decir eso?
La frágil omwati sonrió.
—Sé muchas cosas, Mara Jade. Sé que cuando estuve aquí con Wedge y ayudé a reparar los daños producidos hice algo bueno. Y cuando lo dejé, me di cuenta de que éste era el único sitio donde podía encontrar la paz. Volví y les rogué a los vors que me permitieran continuar mi labor. Tengo la esperanza de que, a través del sonido del viento, mis muchas víctimas tengan una voz. Y quizá, cuando eso ocurra, alcance la paz por completo.
Luke asintió solemnemente.
—Entiendo tu deseo de paz.
Qwi suspiró.
—Pocos lo entienden. Y aquí tengo la posibilidad de crear algo bello que contrarreste los horrores que creé.
Luke y Mara intercambiaron una mirada sombría antes de que Luke tomara la palabra.
—Te pido disculpas si mi presencia aquí te trae recuerdos del dolor pasado.
Te deseo lo mejor en tu búsqueda de la paz. Y si hay algo que pueda hacer para ayudar…
Una rápida sonrisa contrajo la cara de Qwi un instante.
—Tenía la esperanza de que viniera Kyp Durron. No sé si él está tan atormentado como yo, pero me gustaría que escuchara los cánticos del pueblo de Carida.
—Es una petición que le transmitiré —Luke contempló el suelo por un instante—. A Kyp le vendría bien un poco de paz.
Mara se echó el pelo rojo por detrás de los hombros.
—¿Por qué crees que hemos venido?
—Estáis buscando a la twi'leko Jedi. Estuvo aquí —la voz de Qwi se endureció—. Vino para preguntarme cuestiones de superarmamento.
Conocía la existencia de la construcción parcial de la tercera
Estrella de la Muerte
en las Fauces. Y quería saber si había más, u otro
Triturador de Soles,
o quizás alguna otra abominación que nadie conociera salvo yo. Ella sabía que el Emperador no solía tener una sola cosa de cada.
Luke asintió. Incluso el primer destructor estelar clase Súper, el
Ejecutor,
había tenido un gemelo que se creó al mismo tiempo. Se llamó
Lusankya
y fue regalado a Ysanne Isard para su recreo personal, mientras el primero se entregaba a Darth Vader.
Siempre he pensado que quedaban por descubrir otros juguetitos perversos del Emperador.
Mara frunció el ceño.
—¿Había un segundo
Triturador de Soles?
Qwi negó con la cabeza.
—No, que yo sepa. Su blindaje fue todo un avance. Parte de la tecnología cristalina del átomo se empleó aquí, para reconstruir la Catedral. El Emperador no podría haber construido otro a menos que tuviera unas instalaciones paralelas que imitaran las de las Fauces. Si esas instalaciones hubieran existido, esa maligna cosecha ya habría dado fruto. Las Fauces ya producían el armamento suficiente como para no necesitar más instalaciones.
Luke alzó la cabeza.
—¿No había nada más?
Qwi pensó un momento.
—Bueno, estaba el
Ojo de Palpatine.
El fracaso de su misión hizo que el Emperador apoyara a las Fauces. Puede que el
Ojo
tenga un gemelo.
Daeshara'cor parecía convencida de ello.
—¿Te preguntó si sabías de algún plan de futuras construcciones? —preguntó Luke.
—¿O te pidió información sobre prototipos a escala o cualquier otra cosa que pudiera servir como arma? —añadió Mara.
—Ella preguntó y yo le dije que todos los recuerdos de esa época habían sido eliminados, destruidos por Kyp Durron.
El Maestro Jedi entrecerró los ojos.
—Pero si acabas de decir que has empleado aquí, en la Catedral, la tecnología del blindaje del
Triturador de Soles.
Ella habría sabido que mentías. La mujer rió suavemente, pero sin alegría.
—Kyp se llevó los recuerdos, pero la base sobre la que se desarrolló todo ese trabajo sigue en mi poder. Repasando archivos, experimentando, puedo saber lo que sabía entonces. Pudo entender por qué hice lo que hice de una forma y no de otra. No mentí, así que no pudo saber que mentía. De todas formas, jamás volveré a crear nada que mate o haga daño. Jamás.
Mara gruñó.
—Nunca digas jamás, Qwi. Hay una gran amenaza ahí fuera, y puede que la única solución sea otro
Triturador de Soles
o una
Estrella de la Muerte.
La mujer de piel azulada negó con la cabeza.
—Da igual. Mantendré lo que he dicho a cualquier precio.
Mara cerró los puños.
—¿Cómo puedes decir eso? Tu trabajo podría salvar a miles de millones
de
seres.
—¿Cómo? ¿Matando otros tantos miles? —Qwi se llevó una mano al pecho—. Vosotros sois héroes. Quizás hayáis matado, pero fue en la batalla, en defensa propia. Yo creé armas que destruyeron planetas enteros y asesinaron en un segundo a miles de millones de seres. Inocentes evaporados. Vosotros quizá lo percibierais a través de la Fuerza, pero yo he sido consciente estudiando los planetas que eliminé. Sé sus nombres, he visto imágenes, y trabajo cada día con ellos para que aquellos que nos abandonaron tengan una voz. Y me esfuerzo por que todos ellos contribuyan a la belleza de este lugar.
Su mirada se ensombreció.
—Sé que puede parecer una locura detenerse en esas cosas, pero alguien tiene que hacerlo. Si no aceptara la responsabilidad de lo que hice e intentara compensarlo, dejaría abierta la posibilidad de empezar a creer que mis actos no fueron tan malos. Y de hacer lo que me sugerís, no crearía más que silencio.
Prefiero la muerte antes que eso.
Mara parpadeó.
—Filosóficamente, entiendo el pacifismo, pero tomar esa postura frente a una amenaza definitiva, me parece…
Abrió los puños lentamente.
Luke apoyó una mano en el hombro de su mujer.
—Es mejor que ella adopte una postura y la defienda con su vida, a que se convierta en herramienta de quienes la utilizarían para hacer el mal.
—Pero, Luke, ¿y si no hay alternativas para detener a los yuuzhan vong?
—Entonces, querida mía, debemos plantearnos si la solución es detenerlos o si se nos escapa la otra solución —Luke sonrió a su esposa—. No me gusta descartar opciones, pero tampoco me gusta disponer de armas que puedan destruir planetas y estrellas. Dado que conociste al Emperador, te haré una pregunta: ¿Crees que sólo tendría una nave llamada el
Ojo de Palpatine,
o que el Emperador habría preferido tener dos ojos?
Mientras Mara reflexionaba, una corriente de aire trajo un agudo silbido desde la Catedral.
—Si tuvo otro y lo utilizó en esa época, es probable que el mismo problema hubiera provocado su pérdida.
Luke sonrió.
—Y ese problema fueron un par de Jedi.
—Y había muchos pares de Jedi en aquella época —Mara se encogió de hombros—. Es probable que haya otro
Ojo
en alguna parte.
Qwi junto sus finas manos.
—Si hay otro
Ojo,
tengo la esperanza de que lo encontraréis antes de que se utilice. Ser portavoz de los muertos es una tarea noble, pero espero que algún día no sea necesaria.
—Yo también, Qwi —Luke suspiró y se encogió de hombros—. Pero tengo la sensación de que ese día está todavía muy lejos.
Anakin vio cómo su tío, Mara y Mirax se alejaban en el deslizador. No le gustaba que le dejaran atrás, pero intentó suprimir su disgusto.
Enfadarse es de críos, y yo no soy ningún crío.
Estaba a punto de sentarse en el puesto del piloto para echar un vistazo a los mandos del
Haz,
cuando un sonido de pasos le hizo girarse.
Por un instante, Chalco se quedó inmóvil, como un animal sorprendido por la luz. Luego sonrió y se enderezó, proyectando un aire de confianza que casi llegó a ocultar su sorpresa.
—Iba a salir un poco. A echar un vistazo.
—El Maestro Luke nos dijo que nos quedáramos aquí.
—Es tu Maestro, chaval, no el mío —Chalco puso una de sus gruesas manos en el control de la rampa de descenso—. Tú quédate, que es lo que te dijo que hicieras.
Anakin cruzó los brazos.