El transporte viró a la izquierda y se precipitó hacia la jungla. Gavin lo ignoró y giró su Ala-X en dirección al resto de los transportes. A lo lejos brillaba un conjunto de edificios blancos ubicados en plena jungla, y a unos veinte kilómetros al norte volaba el
Bahía de Tafanda,
la enorme nave solitaria, como una gigantesca y pacífica nube de metal. Cuatro
jaulas
se dirigieron hacia ella, mientras el resto se centraba en el objetivo terrestre.
Gavin cambió el control de armas a torpedos de protones, y apuntó hacia el espacio que había entre dos de los
jaulas
que iban a por el
Bahía de Tafanda.
Miró su monitor y leyó la distancia hasta el objetivo.
—Leo,
programa los torpedos para detonación por doble clic o por pro-ximidad a vacío.
El androide dio un silbidito, y Gavin apretó el gatillo. Los dos misiles, flamígeros y azules, atravesaron el cielo; y sus monitores le informaron de la aparición de sendos vacíos tras los
jaulas.
Era obvio que los yuuzhan vong habían aprendido que los torpedos de protones se esfumarían al detectar un vacío, por lo que los proyectaron a gran distancia por detrás. En el espacio, la cantidad de energía de esa explosión hubiera sido insignificante a esa distancia.
Pero no estamos en el espacio, ¿a que no, chicos?
La explosión de los torpedos de protones provocó dos cosas. La primera fue generar una onda expansiva más rápida que la velocidad del sonido, y que se llevó una gran cantidad de atmósfera por delante. Esa bolsa de aire colisionó contra los dos
jaulas,
despidiéndolos a empujones hacia delante. La onda pasó de largo, disipándose paulatinamente, y las dos naves quedaron a la deriva.
La segunda cosa que provocó fue que, al sobrecalentar el aire y mandarlo en todas direcciones, creó un vacío que el aire se apresuró a rellenar. La turbulencia resultante hizo girar
los jaulas.
Gavin no tenía ni idea de cómo se las arreglaban los pilotos yuuzhan vong y el resto de los componentes vivos de sus naves para subir, bajar o medir la dirección, la velocidad o la altitud, pero sabía que se pasaba muy mal intentando controlar esas cosas en el centro de un tornado.
Y eso fue lo que les pasó a los yuuzhan vong. Sus naves cayeron desde el cielo, precipitándose hacia la jungla. Los impactos no causaron explosiones, aunque los árboles se estremecieron, rasgando la oscura cubierta.
Gavin contempló la caída y se concentró en los
otros jaulas.
Ya estaban bastante lejos y habían descendido mucho, demasiado cerca de la ciudad-nave como para arriesgarse a lanzar otro torpedo de protones. Sonrió.
Hemos hecho todo lo posible por retrasarlos. Ya no son nuestro problema.
El primer transporte yuuzhan vong se lanzó hacia el
Bahía de Tafanda
y realizó un vuelo rasante en el último momento. La ciudad-nave, carente de armamento, no parecía una amenaza para los invasores. El segundo carguero bajó y soltó una ráfaga con los dos cañones de plasma ensamblados en la parte superior de la cabina. Los chorros dorados de plasma chocaron contra el transpariacero de un ventanal, derritiéndolo como si fuera hielo bajo una antorcha.
Entonces, el transporte generó un vacío y lo centró en el agujero para absorber el transpariacero derretido. El vacío se llevó algo de atmósfera, ramas de árboles y pequeñas plantas arrancadas de raíz, creando una abertura lo suficientemente grande como para pasar. La nave se introdujo en el
Bahía de Tafanda
y se acercó a una avenida verde. Aterrizó con suavidad y abrió las compuertas, de las que salió una legión de tropas de pequeños reptiloides.
De la popa de la nave salieron seis guerreros yuuzhan vong, altos, esbeltos y terribles. Llevaban anfibastones y armaduras, que no iban del todo atadas.
Parecían incómodos con ellas, y Anakin Solo, que les observaba de lejos, supuso que su incomodidad procedía del hecho de llevar la concha de una criatura muerta en lugar de cangrejos vonduun vivos de verdad.
Contempló la pequeña pantalla de su datapad, pulsando de vez en cuando alguna tecla para obtener otra perspectiva a través de las numerosas holocámaras ubicadas por toda la ciudad. Se conectó a la que estaba más cerca de la primera nave aterrizada y vio algo de repente, justo antes de que la pequeña pantalla se pusiera en blanco. La imagen procedente de otra holocámara le mostró a dos guerreros yuuzhan vong señalando a los humeantes y chispeantes restos de la primera.
Uno de los guerreros sacó un insecto plano en forma de disco de una bandolera que llevaba en el pecho y lo lanzó hacia la cámara desde la que les había visto Anakin. Éste parpadeó al recordar el picotazo de los insectocortadores que sintió en Dantooine. El tiro falló, pero el insecto volvió volando con su amo para otro intento. Anakin se conectó a una tercera cámara, pero el aterrizaje del segundo
jaula
le impedía ver al guerrero que lanzaba el insecto.
Daeshara'cor le puso una mano en el hombro.
—Ha llegado el momento, Anakin.
Cerró el datapad y comenzó a guardarlo, pero ella se giró y le miró.
—Déjalo aquí. No vayas cargado.
El comentario le dejó helado. Tenía razón. No lo necesitaba para lo que iban a hacer. De hecho, significaba peso extra, y eso podía retrasarle. Si vencían a los yuuzhan vong tendría todo el tiempo del mundo para volver a buscarlo. Y
si no…
Sonrió y se metió el datapad en el bolsillo lateral de su uniforme de combate.
—Los yuuzhan vong odian las máquinas. Y no es un ser vivo, no quiero dejárselo a ellos.
La twi'leko sonrió un momento.
—No había pensado en eso. Venga, Anakin, vamos a enseñarles lo equivocados que están.
Anakin siguió a Daeshara'cor a través de una ancha puerta y por un pasillo amplio. Había maceteros en las paredes, en los que relucían unas viñas moradas, y del techo colgaba una hiedra de tonos dorados. Daeshara'cor iba por el centro del corredor que, como había sido construido para ithorianos, era tan alto que casi la hacía parecer una niña.
Él se fijó en que Daeshara'cor iba por el centro del pasillo. Sabía que no le asustaban las viñas, pero se dio cuenta de que él también iba por el centro.
Ninguno de los dos vamos acechando.
Enfrentarse a la inminente batalla con valentía no tenía sentido, los yuuzhan vong eran demasiado letales.
Pero acobardarnos les concedería esa victoria mucho antes de la batalla.
Por muy irracional que fuera esa explicación, a él le pareció lógica. Al contemplar a Daeshara'cor: sus hombros, su espalda recta; se dio cuenta de que para ser realmente valiente hacía falta mucho más que decidir no ser cobarde.
Tenías que convencerte a ti mismo de que eras valiente y hacer todo lo posible por potenciar esa sensación.
Tienes que darte la oportunidad de ser valiente.
Al llegar al final del pasillo, se agacharon. El corredor conectaba con las numerosas plazas boscosas que componían el vientre de la nave, a unos tres niveles por encima del suelo. Los reptiloides se habían dispersado en grupos de seis, moviéndose por las galerías que rodeaban las plazas. Anakin sabía que los ithorianos no habían pensado en la estrategia militar al crear la ciudad-nave.
Aun así, el hecho de que las galerías se curvaran de cuando en cuando y subieran y bajaran, como imitando la superficie de una colina, implicaba que las tropas yuuzhan vong sólo verían, como mucho, veinte metros delante de ellos.
Y el follaje que colmaba el centro de la nave casi imposibilitaba ver los laterales. Pero eso apenas importaba a los Jedi. No podían percibir a los yuuzhan vong, pero sus tropas esclavas estaban en la Fuerza. Y lo que es más, los Jedi podían percibirse unos a otros dentro de la ciudad. Ninguno tenía conexiones telepáticas directas, pero podían presentir dónde estaban los otros, y eso, sumado a un intercomunicador para poder hablar, era casi como una interconexión cerebral.
Daeshara'cor pulsó su intercomunicador.
—Equipo Doce en posición.
—Te recibo, Doce. Echamos a correr a la de cinco.
La twi'leko miró a Anakin, empuñó el sable láser y puso el dedo sobre el botón de encendido.
—Anakin, sólo quería darte las gracias.
Él frunció el ceño.
— ¿Por qué?
—Porque me perdí y tú me encontraste —Daeshara'cor sonrió—. Es una deuda tan enorme que no puedo pagártela. Si hubiera conseguido lo que me proponía… me habría odiado eternamente.
La respuesta de Anakin quedó eclipsada por el berrido eléctrico de un androide ratón MSE-6 que pasó corriendo por la galería. Le seguían gruñidos guturales y siseos. Se detuvo justo enfrente del pasillo en el que estaban ellos, dio media vuelta y les pasó de largo a toda prisa. En su persecución, aparecieron seis reptiloides. Estaban tan concentrados en el pequeño androide que no se detuvieron a mirar por el pasillo lateral.
Anakin alargó la mano hacia uno de los reptiloides y empleó la Fuerza para elevarlo en el aire. El esclavo yuuzhan vong tropezó un momento con la balaustrada de la galería y dio una voltereta por encima de la barandilla.
Gritando, el esclavo se precipitó hacia el follaje y aterrizó violentamente.
La mirada de sorpresa de un segundo reptiloide se disipó cuando Anakin se llevó el sable láser a un lado de la cabeza y pulsó el botón de encendido. La hoja púrpura rebanó los sesos de la criatura y luego descendió para bloquear el golpe de anfibastón de uno de los dos primeros reptiloides. Cogiendo la empuñadura a dos manos, Anakin rechazó el bastonazo hacia la izquierda, giró sobre el pie izquierdo y dio una patada al reptiloide en la cara.
La criatura retrocedió, y el otro se lanzó hacia Anakin, atacando con su anfibastón. El joven Jedi sintió el ardiente corte del anfibastón entrando en el muslo izquierdo. El muchacho lanzó un barrido en una estocada de revés que dividió la macabra sonrisa del reptiloide, cortándolo en dos.
Dio media vuelta y vio a Daeshara'cor de pie entre los cadáveres de los reptiloides que había derribado. Ambos se aproximaron a la barandilla y saltaron al nivel inferior. Anakin aterrizó sobre el reptiloide que había lanzado antes. Se había partido la columna en la caída.
Anakin miró a la derecha y vio un guerrero yuuzhan vong que se aproximaba por la galería.
—Rápido, al pasillo. ¡Vamos!
Daeshara'cor echó a correr por el pasillo que discurría justo por debajo del que acababan de abandonar, y Anakin la siguió, pero el reptiloide le agarró por el tobillo. Intentó soltarse, pero la criatura se agarraba con fuerza. El yuuzhan vong gritó un desafío y se lanzó a la carga, haciendo girar el anfibastón.
Anakin se giró para ponerse frente a él y se preparó cuanto pudo. Alzó el sable láser para protegerse, y ya estaba preparado para rechazar al guerrero cuando el reptiloide le dio un puñetazo en la herida que tenía en el muslo. Sintió una intensa punzada de dolor y cayó sobre la rodilla derecha.
Alzó la mirada y vio el extremo afilado del anfibastón acercándose a su cara.
De repente, Anakin se sintió impulsado por la Fuerza con tanto brío como si le hubieran remolcado con un Ala-X saltando al hiperespacio. Daeshara'cor entró en la galería con el sable láser rojo escarlata, interponiéndose entre el yuuzhan vong y Anakin. El guerrero, cuyo anfibastón había caído sobre el reptiloide en lugar de sobre Anakin, retrocedió, agachándose, manteniendo su arma a la altura de las caderas y apuntando a la twi'leko con la punta sangrante.
El yuuzhan vong la atacó dos veces. Daeshara'cor esquivó la primera, y rechazó la segunda. Ella intensificó su ataque, blandiendo el sable láser hacia la cabeza del guerrero. El yuuzhan vong retrocedió, haciéndola avanzar, alzando el anfibastón para bloquear los ataques. Le dio la vuelta a su anfibastón, bloqueó una estocada a la izquierda y respondió. Daeshara'cor amplió el alcance de su ataque, giró y alzó la pierna izquierda, dando una patada al yuuzhan vong, que le hizo encogerse.
Anakin sonrió, pero, de repente, Daeshara'cor se tambaleó y se desplomó. Al caer al suelo, su brazo derecho dejó una mancha sangrienta en la pared. El anfibastón se enrolló a los pies de su guerrero y subió por su pierna hasta el puño, con la lengua roja saliendo de entre los colmillos.
La ha mordido cuando le dio la vuelta. La ha envenenado.
Anakin se levantó, sintiendo furia en su interior. Convocó a la Fuerza y sintió cómo surgía. No podía percibir al yuuzhan vong en ella, pero podía utilizarla fácilmente para hacer que la galería se le viniera encima a su enemigo, o para desplomar los paneles que formaban el techo hasta que le enterraran vivo.