Sus tropas habían perdido toda cohesión y disciplina. La toma del edificio y la destrucción tecnológica continuaba dentro, y los gritos que se oían atraían a más y más guerreros hacia el interior.
Es lo que ellos querían, ellos sabían lo que nos provocarían al poner aquí sus abominaciones. Sabían que nos ofenderíamos y que perderíamos la cabeza.
Shedao Shai saltó el muro y comenzó a retirarse del edificio. Gritó a las tropas que se retiraran y que hicieran correr la voz. El chazrach que estaba a su lado se alejó rápidamente, y otros reptiloides emprendieron la huida, pero ninguno de los guerreros yuuzhan vong.
No, claro que no. No aceptarán que un chazrach les ordene que abandonen su deber sagrado.
Se dispuso a utilizar el villip para llamar al cuartel general, con la intención de que ellos enviaran una llamada de retirada general, pero comenzó a sentir un temblor que estremecía el suelo, y Shedao Shai supo que ya era demasiado tarde.
Los defensores de la Nueva República, que sabían desde hacía tiempo que dar en el blanco era difícil cuando no había blanco, decidieron dar a los yuuzhan vong algo que atacar en la propia superficie de Ithor. Lo habían defendido con armas láser automatizadas y lo llenaron de carcasas de androides, hechos de piezas sueltas y con los circuitos justos para que pudieran moverse un poco. Sabían que, al emplear lo que parecían ser androides para defender un objetivo, los yuuzhan vong se desatarían y se lanzarían a una orgía de destrucción. Y, con este fin, construyeron un edificio bastante rápidamente, sin preocuparse mucho de la estructura de soporte o de cimentarlo en profundidad.
No lo cimentaron en profundidad, pero sí cavaron un hoyo debajo. Un agujero lleno de explosivos sobre el cual se levantaba el edificio. Los detonadores de los explosivos estaban conectados a un ordenador situado en pleno centro de la construcción. Una vez activado a distancia por el general Dendo, la secuencia de detonación sólo comenzaría cuando se apagase el ordenador.
El tener un anfibastón atravesándolo de lado a lado ayudó mucho a que se apagara.
La explosión resultante partió en dos la estructura y llenó de fuego el sótano, consumiendo a media docena de chazrach que habían bajado hasta allí. La bola de fuego subió al siguiente piso, llevándose por delante el guerrero yuuzhan vong, el anfibastón y el ordenador que había destruido. El estallido resquebrajó los pocos soportes internos que habían sido ubicados en el edificio, y, a medida que la bola de fuego se desvanecía, la construcción se vino abajo.
Las paredes se combaron y el piso superior cayó sobre el inferior. Los muros exteriores crujieron y se desplomaron, aunque de forma irregular, por lo que a los supervivientes les quedó algo de espacio para agacharse. El humo y el polvo salía por los ventanales rotos, junto a los lamentos de los heridos y los atrapados.
Shedao Shai se levantó del suelo y gruñó. El villip de su hombro izquierdo comenzó a parlotear, pero el silbido del láser aproximándose desde la jungla, a su derecha, le advirtió de un problema más inmediato. El hecho de no oír nada en el flanco izquierdo le disgustaba todavía más. Soltó una orden al villip, ordenando la retirada, y empezó a adentrarse en la noche.
¿Cómo he podido dejar que pasara esto?
Entrecerró los ojos.
¡Elegos!
El caamasiano era tan abierto y pacífico, tan inteligente y tan honesto, que Shedao Shai no creyó enfrentarse al tipo de astucia y picardía necesarias para planear esa emboscada.
Seguro que supusieron lo que yo pensaría de ellos basándose en mi impresión de Elegos. Esta gente no son chazrach. Su conquista no será fácil.
Shedao Shai dejó escapar un aullido iracundo en la noche.
Pero esa conquista llegará, y será a manos mías.
Mara escuchó la llamada de Anakin y la orden que le dieron de acudir a la gruta de ópalo. Le buscó en la Fuerza, lo encontró y percibió problemas en la cercanía. Pulsó el intercomunicador.
—Jade en movimiento para interceptar a Doce.
Mara sintió la Fuerza fluyendo en su interior. Había estado aguardando dentro de la formación Jedi, al otro lado del lugar que ocupaba Anakin. La lucha en su lado no había sido muy violenta, así que no le habían pedido que se trasladara de sitio. Corrió por una galería, y cuando saltó por una balaustrada hasta el piso de abajo, se dio cuenta de por qué.
Los yuuzhan vong habían hecho mella en el centro de la formación Jedi. Kyp Durron y Wurth Skidder, ambos sangrando abundantemente por varias heridas, se enfrentaban a cuatro de los guerreros. A lo lejos, avanzando por la galería, Anakin se había detenido en lo alto de una pequeña cuesta. Había dejado en el suelo a Daeshara'cor y se enfrentaba con dos sables láser a una manada de reptiloides.
Deberían haber pedido, ayuda.
Mara encendió su sable láser, soltando una luz fría y azul sobre los yuuzhan vong. Dio un salto y se agachó para evitar que la cortaran por la mitad. Pasó su hoja entre las piernas del yuuzhan vong y le dio por detrás de la rodilla. Se levantó a un tiempo, sajando el miembro por completo.
Gruñendo, el guerrero comenzó a caer. Mara saltó por encima del débil golpe que el yuuzhan vong soltó en respuesta, y le aplastó la muñeca de un pisotón.
Los huesos crujieron y el guerrero soltó el anfibastón. Mara le dio una patada en la otra mano, rompiéndole los dedos, y le hundió la hoja en la garganta.
La mujer se giró al oír el grito de Wurth. El hombre retrocedió, doblando el brazo como si no tuviera codo, en una dirección que ningún codo podría haber aguantado. Su sable láser había desaparecido. Su oponente giró el anfibastón, que zumbó en el aire, e intensificó su ataque. Rápidamente, Mara le tiró un puñado de tierra de una maceta a la cara. El yuuzhan vong se llevó las manos a los ojos y Kyp Durron aprovechó para asestarle una estocada en el estómago.
El guerrero yuuzhan vong suspiró al caer al suelo. Otro guerrero apuntó su anfibastón hacia Mara, abriéndole una herida en el hombro izquierdo. Mara bloqueó el golpe siguiente, giró y dio una patada al guerrero en el pecho. Él retrocedió y se tropezó con el cadáver de su camarada. Al desplomarse, Mara le desarmó, cortándole la muñeca, y le atravesó el pecho hasta el corazón.
La hoja blanca y violeta de Kyp se alzó en un poderoso movimiento que cortó al yuuzhan vong desde la cadera hasta el hombro. El guerrero se alejó hacia atrás y se tambaleó, agarrándose la brutal herida. Mantuvo unida la armadura rasgada como si eso le fuera a salvar la vida, se apoyó contra una pared y cayó al suelo en un charco de su propia sangre.
Mara apuntó con el sable láser a Wurth.
—Sácale de aquí. Veo sangre. Es una fractura compuesta. Cauterízala con el sable láser si lo ves necesario.
Kyp entrecerró los ojos.
—Sobrevivirá. No voy a dejarte aquí.
—No necesito tu ayuda, Kyp. Él sí. Vete mientras haya tiempo. Vamos. Él la miró a través de la máscara de sangre que le manaba de una herida en el cráneo.
—Conozco mis deberes.
—Entonces cumple tu deber para con tu amigo —le gruñó mientras corría hacia Anakin—. ¡Sácalo de aquí!
En lo alto de la galería, los dos sables láser habían permitido a Anakin mantener a raya a los reptiloides, pero los cuatro se acercaban lentamente. Mara hizo acopio de la Fuerza para saltar hasta su nivel, pero antes de que pudiera saltar, uno de los reptiloides cogió su anfibastón por el otro extremo y lo hizo girar a la altura de las caderas, cortando por la mitad a su víctima.
Entonces, el reptiloide se lanzó a por otro de sus camaradas, acertándole en el pecho. Mientras el tercero contemplaba la escena atónito, Anakin atacó con su hoja púrpura, borrando la sorpresa del rostro del reptiloide. Una estocada fugaz con la hoja escarlata de Daeshara'cor mató al último reptiloide, que soltó sus últimos estertores a los pies de Mara, cuando ésta aterrizó de su salto.
—¿Qué has hecho, Anakin?
—Nada —el chico sonrió y miró por encima del hombro de ella. Mara se giró y vio a Luke, todo calma y serenidad, en mitad del caos.
El Maestro Jedi les indicó que se acercaran.
—Vámonos. Anakin, tú primero.
Mara apagó el sable láser y se echó a Daeshara'cor al hombro.
—¿Cómo has hecho eso? —la presencia de Luke era reconfortante para ella.
—Sustituí la imagen de Anakin por la de los otros reptiloides en la cabeza de ese esclavo. Poco más que un truco.
—Pero un truco efectivo —asintió ella—. ¿Has visto a Kyp y a Wurth?
—Están delante de nosotros. Ya ves la sangre —Luke pasó la mano a Mara por la cintura—. Deberías haberme llamado para pedir ayuda.
—Supuse que me oirías por el intercomunicador y vendrías en caso necesario
—ella rió suavemente para que él supiera que sonreía—. Y me alegro de que lo hicieras.
—Gracias por salvar a Anakin.
—Se lo debía —su sonrisa se hizo más amplia cuando vio a Anakin pro-tegiendo la entrada de un pasillo con ambos sables láser—. Además, dentro de un siglo, cuando los Jedi canten baladas sobre Anakin Solo, el gran héroe Jedi, quiero que me conozcan por algo más que por ser la mujer a la que salvó en Dantooine.
Créeme, Mara —dijo su marido en voz baja—, eso no será así.
A bordo del
Legado del Suplicio,
Deign Lian vio centellear las armas de una de las naves infieles. Sus rayos dorados y rojos se dirigieron hacia una de las pequeñas naves de la formación yuuzhan vong y pasaron por entre los vacíos dispuestos para interceptar esos débiles disparos. Los proyectiles de energía derritieron el coral yorik del casco, que pasó de sólido a gaseoso, disolviéndose en el espacio.
Dos disparos que pasaron por la columna dorsal dejaron al descubierto el principal canal neurálgico de la nave viviente, exponiéndolo al frío del espacio.
El tejido se derritió de inmediato, depositando un bloque gélido que impedía que los datos salieran o llegaran desde el puente a la parte delantera de la nave.
Los dovin basal de proa, privados de los datos sensoriales sobre el fuego enemigo entrante, se pusieron en modo de espera, situando los vacíos como mejor pudieron para protegerse a sí mismos y a la nave.
Las naves enemigas soltaron ráfagas todavía más violentas. Algunas fueron absorbidas por el vacío, pero el resto traspasó las defensas. Agujerearon el casco, trazando una línea que iba desde la proa hasta la mitad de la nave. Los paneles de coral yorik a medio derretir se separaron y salieron despedidos. La parte delantera de la nave se desintegró bajo el bombardeo. El
Hijo de la Agonía
quedó a la deriva, desgajándose de lo que había sido su estructura delantera, y comenzó a orbitar Ithor como una luna nueva e inerte.
¿Qué está pasando? Teníamos una estrategia.
Deign Lian contempló la caída de otra nave bajo un ataque. Comenzó a resplandecer
y
se derritió como el hielo sobre una piedra caliente.
¡Esto no puede estar pasando!
De repente, Deign Lian supo lo que tenía que hacer. Emitió una orden atodas las naves para que se retiraran a la mitad del planeta en la que era de día.
Concentró su armamento en las naves enemigas pequeñas para que no les siguieran, y dejó que el planeta verde se interpusiera lentamente entre él y la fuerza enemiga.
Enfurecido, Deign Lian se quitó el casco de cognición.
Él sabía que pasaría esto.
Por eso está ahí abajo. Lo ha hecho a propósito para avergonzarme.
El yuuzhan vong asintió solemnemente. Y
ha pedido refuerzos. Pues no los obtendrá de mí. Espero que esté muerto.
Y,
si no lo está, quizá deba matarlo yo mismo.
El equipo Jedi apostado en la jungla atacó con brío el cuartel general en tierra de los yuuzhan vong. Jacen disparó dos veces con los cañones láser de su motojet. Dio a un guerrero yuuzhan vong, cuyo cuerpo decapitado quedó dando vueltas hasta que chocó contra la pared del
jaula.
Los reptiloides caían bajo el fuego láser, y varios Jedi desmontaron para rematar con sus sables a los que quedaban en pie. Jacen sabía que lo hacían principalmente por no sentirse tan distantes y aislados de la vida que estaban segando, y no por el placer de matar.
Corran saltó del asiento de su deslizador y soltó las ataduras del baúl. Corrió hacia
el jaula
con el sable láser apagado en la mano. Jacen le seguía de cerca, y Ganner fue también tras ellos. Jacen subió la rampa, empuñando su arma, pero encontró a Corran en el interior de la nave, solo, a excepción de un reptiloide que se agazapaba acobardado contra un rincón.
El Jedi de más edad se colocó frente a un grupo de villip y los contempló.
Casi todos se parecían a un yuuzhan vong, aunque Jacen no hubiera podido distinguirlos. Algunos de los villip comenzaron a aflojarse y a marchitarse mientras los contemplaba, lo que le hizo suponer que los yuuzhan vong a los que estaban conectados habían caído.
—¿Cómo sabes con cuál tienes que hablar?
Corran colocó el baúl en el suelo y se llevó una mano a la boca.
—Busco el que parezca más importante. Las probabilidades de que Shai esté por aquí son escasas, pero quien esté al mando tendrá sus… bueno, lo que sea que tengan los vong por orejas.
Jacen se encogió de hombros.
—Busca a uno muy feo.
—Eso puede funcionar —Corran sonrió de repente—. Éste es un gran día para nuestro equipo. No podemos olvidar esa cara tan fea —alargó la mano y dio unas palmadas no muy suaves a uno de los villip—. Shedao Shai, aquí Corran Horn. Me he apropiado de tu cuartel general, y tienes a los míos rodeándote. Tienes comandos de la Nueva República a la derecha, y noghris a tu izquierda. Pero los de la izquierda son muy silenciosos.
El rostro yuuzhan vong del villip se endureció.
—Tienes menos honor que un ngdin.
Corran miró a Jacen, y el chico se encogió de hombros.
—No sé qué es eso, pero no suena muy bien.
—Puede que no tenga honor, pero lo que sí tengo es un montón de huesos aquí conmigo. Supuse que los querrías.
—Devolverlos no suaviza tu traición.
—Todavía no los he devuelto, colega. Te propongo un trato. Si no lo aceptas, enviaré estos huesos directos al sol.
El yuuzhan vong entrecerró los ojos.
—¿Y el trato es?
—Lo que ambos queremos. Tú, yo
y
nuestros hombres de confianza. Los huesos contra Ithor. Si ganas, te quedas con ellos; si gano yo, me quedo con el planeta —la voz de Corran se endureció—. Nuestras fuerzas tendrán una tregua hasta que nosotros nos enfrentemos. Ambos recuperaremos a nuestros muertos, y tú y yo arreglaremos esto.