Mi primer muerto (20 page)

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Authors: Leena Lehtolainen

Tags: #Intriga

BOOK: Mi primer muerto
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Las ventanas del otro lado de la casa, que daban a un tramo de calle protegido del viento, estaban iluminadas. Llamé al timbre y al cabo de un momento se oyó la voz de Piia por el interfono.

—¿Quién es?

Vacilé un instante, porque sólo había visto un cacharro como aquél en las casas de la ciudad.

—Soy Maria Kallio, de la policía.

—Un momentito, voy a abrirte.

El momentito duró más de dos minutos, pasados los cuales Piia apareció envuelta en un grueso albornoz color crema y con una toalla a juego liada a la cabeza. Olía a crema hidratante de lujo, de esas que yo nunca podría comprarme, por falta de olfato y de dinero.

—Estaba dándome un baño —me dijo con sequedad.

—Lamento la interrupción, pero hay unas cuantas preguntas que necesitaría hacerte.

—¿A estas horas y en sábado?

—Es una investigación por asesinato. Ahora bien, si prefieres que venga en otro momento, me lo dices y vuelvo. —Piia se quedó un momento pensativa y luego me hizo señas de que pasase.

—Entonces, ¿no has detenido a Antti? —me preguntó con un clarísimo tono de decepción en la voz mientras yo me quitaba las deportivas llenas de barro en la entrada. Mi cazadora de liquidación parecía una huerfanita, colgada entre las chaquetas de marca de los Wahlroos.

—No he encontrado un motivo para hacerlo. ¿Ha sido bonita la reunión en el restaurante?

—La madre de Jukka no ha venido, si eso es lo que quieres saber. El ambiente era un poco incómodo, así que hemos cantado un par de canciones y nos hemos largado, en vista de las miradas que nos estaba echando el resto de la concurrencia. Sirkku y yo pensábamos que todo este lío ya habría terminado por fin, que habrías detenido a Antti. No es que le desee ningún mal, ni a él ni a nadie, pero ya empiezo a estar de los nervios... Y dentro de dos semanas tengo que irme a San Francisco, sea como sea. Es la meta final de la competición en la que participa Peter. Podré irme, ¿no?

Ni siquiera había pensado en la posibilidad de que salieran del país, a lo mejor tenía que confiscarles los pasaportes a todos mis sospechosos.

—Esperemos que el caso esté resuelto para entonces. A mí también me interesa llegar a una solución lo antes posible. —Había algo en Piia que me ponía tensa.

—¿Te apetece que prepare una infusión? Suelo tomarme una manzanilla después de un baño con sales, es muy relajante y agradable.

De repente me di cuenta de que el desayuno había sido mi última comida, aparte de un bocadillo de queso cuando Antti había subido a casa. La idea de tomar un té me pareció excelente. Piia me indicó el salón y desapareció camino de la cocina.

Después de los muebles de serie del cuartito de estudiante de Mirja, y de los míos, todos comprados en rastrillos de segunda mano, el salón de los Wahlroos me pareció suntuoso, con aquellas vistas al mar tan impresionantes. Los muebles eran azules, algunos combinados con un amarillo suave, y estaban dispuestos en distintos ambientes, ideales para refugiarse a leer o escuchar música. En las estanterías y mesitas había objetos interesantes, probablemente recuerdos procedentes de sus viajes por diferentes lugares del mundo. Lo único que me resultaba molesto era la sensación de esterilidad causada por el exceso de limpieza y el orden. No había a la vista ni un libro a medio leer, ni un periódico abierto por las páginas de la programación de la tele. Daba la sensación de que el decorador acababa de salir por la puerta.

Piia trajo unas tazas de cerámica que hacían juego con la tapicería de los sofás. Además de la infusión, había unos maravillosos
scones
calientes, recién sacados del horno, con toda seguridad. Como estaba hambrienta, me serví uno antes de que Piia tuviera tiempo de ofrecérmelo. De haberse tratado de una película de suspense, Piia habría sido la asesina y el bollo estaría envenenado. Al caer bajo los efectos del veneno, ella me confesaría lo que había hecho y luego me arrojaría al mar desde el embarcadero. Y si fuese una peli de suspense de las buenas, ése sería el momento en que el héroe aparecería para salvarme... Sin embargo, nos encontrábamos en la realidad y yo era capaz de cuidarme sólita.

—Muy rico —dije con la boca llena.

—Hechos por Peter. Recién sacados del congelador. Es un cocinero excelente; de hecho, es el cocinero del
Marlboro
.

—¿Conociste a Peter a través de Jukka? —dije poniendo mi grabadora en marcha dentro del bolso.

—Jukka y Jarmo eran compañeros de navegación de Peter. Antti también va a veces con ellos. Cuando Jukka cumplió los veinticinco dio una gran fiesta en la villa de sus padres e invitó a los compañeros de coro y a todos sus amigos. Allí nos conocimos.

—¿Amor a primera vista?

—Algo así. Yo ya había oído hablar de Peter, porque había salido mucho en la prensa durante la anterior competición de yates maxi.

—¿Tuviste un romance con Jukka antes de eso?

—¡Qué va! Él salía con Jaana. La verdad es que al principio salíamos mucho en pandilla. Los dos hermanos Peltonen con sus novias, Antti y Sarianna y nosotros dos. Jarmo y Peter tienen un velero a medias, ese de ahí. —Piia me indicó el velero más bonito de todos los que había en el embarcadero—. Pueden dormir en él nueve personas.

—¿Cómo podéis permitiros todo esto? —le pregunté antes de tener siquiera tiempo de pensar lo que iba a decir. Piia se quedó boquiabierta por un instante, y luego me contestó con desdén.

—Yo no puedo permitírmelo, pero Peter sí. Dinero heredado. Acciones. ¿Has oído hablar de una compañía que se llama Maderas de Kymi? El abuelo de Peter la vendió hará cinco años, cuando aún era muy productiva. Y Peter es el único nieto.

—¿Cuál es la profesión de Peter?

—Economista. Trabaja en la división de bolsa de la Sociedad Bancaria Nacional, pero lleva ya casi un año de excedencia. En realidad es navegante profesional.

—Debe de pasarse mucho tiempo en el mar. ¿No lo echas de menos? —Disfracé mi avidez de información con una amabilidad fingida, convencida de que, de todos modos, Piia podía ver a través de ella.

—Lo echo mucho de menos, sí. Este año ha estado demasiado tiempo ausente, y se le ha ido medio verano en esta competición. A mí no me gusta volar de puerto en puerto, viajar sola es espantosamente aburrido, con todos esos cambios horarios, encima. Por eso he preferido quedarme en casa e intentar acabar mi tesina. Pero es horrible. Peter tiene tantas obligaciones por culpa de los contratos con los patrocinadores y esas cosas...

—Jukka debía de servirte de compañía. ¿Cuál era realmente vuestra relación? Me han llegado muchos rumores de que se trataba de algo más que de una simple amistad...

—¡Por mi parte al menos no había nada más! —exclamó Piia haciendo tal aspaviento con la mano que la infusión le salpicó su inmaculado albornoz—. A mí me gustaba estar con Jukka. Y no entiendo por qué la primavera pasada empezó a colgarse de mí como lo hizo. Durante una de las concentraciones del coro, después de la Navidad, se puso a bailar conmigo, apretándome mucho, y dijo entre risas que estaba harto de divertir a las mocosas nuevas. Se pasó la primavera actuando de una manera rara, como si estuviese enamorado de mí. Cuando nos íbamos de copas después de los ensayos, siempre se sentaba a mi lado, me acompañaba al autobús y a veces me traía hasta casa. Me llamaba para invitarme al cine y a conciertos, o a comer, cuando Peter no estaba. Y ya sabes lo deprimente que es salir sola, o solamente con chicas, ¿verdad?

Piia me lanzó una mirada de falsa camaradería. Yo desconocía esa sensación deprimente. Rara era la semana que no iba sola al bar de la esquina, y prefería ir sola al cine que acompañada por alguien que comentase en voz alta lo que estaba pasando en el momento crucial o hiciese ruido comiendo palomitas... Pero qué iba yo a decirle a ella.

—Peter es de estilo mandón... Sabe siempre lo que quiere. Eso fue lo que me enamoró, es un hombre de mundo. Jukka era... diferente. Me dejaba decidir lo que íbamos a hacer y adónde íbamos a ir.

«Vaya, una nueva faceta de Jukka», pensé. Y yo que creía que era un tipo dominante.

—Si a Jukka no le hubiese dado por ponerse tan romántico, la verdad es que nos lo habríamos pasado fenomenal. A Peter tampoco le parecía mal que yo saliese con Jukka. También él conoce a todo tipo de chicas guapas durante sus travesías. Es parte de ello. Y también se puede ser amiga de un hombre —dijo en tono defensivo.

—Pero Jukka quería ser algo más que un amigo, ¿no?

—¡Empezó a decir que estaba enamorado de mí! —Me fijé en que, cuando Piia se excitaba, cierta entonación de Carelia del Norte afloraba a la superficie de su cuidado acento de la capital—. Yo al principio no me lo creí, porque conocía su fama, pero poco a poco empezó a parecerme sincero. Claro, me sentí halagada. —Piia sonrió echando hacia atrás su melena con un movimiento de la cabeza—. Y candidatas no le faltaban. Es agradable darse cuenta de que para los demás una no está sexualmente muerta, aunque esté casada. Y por otra parte me pareció que se merecía probar un poco de su propia medicina. —Sonrió con crueldad y por un momento casi me cayó bien—. Pero sí, a veces me resultaba incómodo.

—¿A qué te refieres?

—¡Bueno, a que no admitía que yo no quisiera engañar a Peter con él! Llegó a ponerse pesadísimo y una noche incluso intentó meterse aquí a la fuerza, con la excusa de que se encontraba muy solo... Yo no supe echarlo, porque parecía de verdad tan desdichado, pero luego pensó que... Aunque yo no quise... —Aquí se sonrojó con tanto decoro que hasta me pareció graciosa.

—¿Te amenazó con decirle a Peter que se había acostado contigo?

—No exactamente... Pero, a veces, cuando estaba borracho, llegó a decirme cosas como «qué diría tu maniquí del
Marlboro
si llegase a enterarse de que he pasado una noche en su cama». Aunque yo no dormí esa noche en la misma cama que Jukka, sino en el sofá de la habitación de invitados —se apresuró a añadir.

—¿Crees que Jukka quería romper vuestro matrimonio? ¿Crees que el hecho de que tú no le correspondieras lo hizo enamorarse más aún de ti?

—Lo veo muy probable. Era del tipo de hombre que lo quiere todo para sí, especialmente lo que es casi imposible de conseguir. A veces tenía la sensación de que tenía celos de Peter. Tal vez le habría gustado ser tan buen navegante como él y Jarmo, pero no podía ser siempre el mejor en todo. A lo mejor me deseaba porque yo era de Peter. Pero yo no soy tan tonta como Sirkku, nunca habría arriesgado mi situación por Jukka.

—¿Jukka llegó a chantajearte?

Me preguntaba si el dinero que había encontrado en la cuenta de Jukka provendría de los Wahlroos. Pero la expresión de Piia no se alteró ni un ápice. Sirvió más manzanilla en las tazas y negando con la cabeza me respondió.

—No me chantajeó. En todo caso lo suyo fueron amenazas. Creo que al final se convenció de que no había nada de lo que Peter no estuviese enterado. No habría podido destruir nuestro matrimonio. Yo quiero a Peter y ambos compartimos los mismos deseos. El próximo otoño acabaré la carrera y luego tenemos planeado empezar a tener niños. Ni siquiera tengo que trabajar fuera de casa si no quiero. Y no me apetece nada irme de profesora de sueco a ninguna escuela. Yo soy el tipo de esposa que Peter quiere. Nunca habría tirado mi vida por la borda a causa de Jukka.

Piia me había parecido a primera vista una mujer frágil, una muñeca de porcelana, pero me di cuenta de que probablemente me había equivocado. La información que me estaba proporcionando se reducía a lo que ella juzgaba conveniente. Y no le parecía necesario ocultarme el hecho de que el dinero lo era todo para ella. Me dio la impresión de que, para asegurarse su nivel de vida, podía incluso ser capaz de matar, pero ¿acaso sabía Jukka algo que pudiera poner en peligro su posición?

—Y, claro, los del coro cotilleaban sobre nosotros; la que más, Sirkku, y con mucha saña. Bueno, estuviste en los ensayos del lunes. No soy ninguna cantante de primera fila, pero Jukka conseguía hacerme creer que era capaz de hacer cualquier cosa si no me dejaba llevar por los nervios. Me decía que mi voz tenía un matiz muy bonito... —Por un momento las comisuras de sus labios temblaron levemente y pareció tragarse las lágrimas.

—Acabas de decir que tú no fuiste tan tonta como Sirkku, pero yo he oído otras versiones sobre la presunta tontería de tu hermana. Ella misma me aseguró que lo que había habido entre ellos no había sido más que un breve romance durante el viaje, pero otros insisten en que Sirkku iba muy en serio con Jukka. ¿Tú qué crees?

Piia empezó a darle vueltas a los anillos que llevaba puestos. Aposté a que aquellas piedrecitas que tanto brillaban eran diamantes. Con lo que valían, seguramente habría suficiente para poder devolver el crédito que yo había pedido para mis estudios.

—Sirkku era entonces muy infantil. Llevaba saliendo con el tal Jari desde el instituto, pero aquella relación estaba ya en las últimas. Jari seguía viviendo en Joensuu, que es de donde nosotras somos. Creo que ya no era lo suficientemente fino para ella. Recuerdo que, cuando estábamos en Alemania, en los lavabos de un bar, Sirkku y yo nos maquillábamos una al lado de la otra frente al espejo, y alguien comentó que éramos exactamente iguales. Sirkku me miró de una forma algo desagradable y dijo que yo siempre había sido la belleza oficial de nuestra familia, pero que si su romance con Jukka continuaba ya podía ir olvidándome de presumir de novio elegante. La pobre no se daba cuenta de que lo único que Jukka buscaba era demostrarle a Jaana que su relación con Franz no le importaba lo más mínimo. Luego regresamos a Finlandia y Sirkku cortó con Jari. Nuestros padres se llevaron un disgusto tremendo, porque Jari siempre les había parecido el candidato a yerno ideal. Era técnico de electricidad en la misma constructora en la que mi padre trabajaba de carpintero. Y mi madre es celadora, así que para ellos un técnico es casi un señor. Somos las primeras de la familia con el título de bachillerato.

—Si lo he entendido bien, Jukka puso totalmente en ridículo a tu hermana. No es mal motivo para guardarle rencor.

—Mira, no lo sé. A lo mejor aquel enamoramiento se le pasó rápido, y, además, ¿qué motivo iba a tener Sirkku a estas alturas para guardarle rencor? Las cosas le van bien, sale con Timo. Y antes estuvo saliendo con un compañero de estudios.

El viento empujaba ruidosamente la lluvia contra el cristal del ventanal. A pesar de que aún estábamos en verano, fuera era casi de noche, y el tintineo de los cables contra los mástiles de los barcos que se mecían en el muelle le daba a la escena un aspecto otoñal. El mundo de Piia me hacía sentir frío por dentro.

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