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Authors: Lisi Harrison

Tags: #Juvenil

Monster High (18 page)

BOOK: Monster High
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En un primer momento, había tratado de declinar la oferta para participar en lo que, en secreto, ella llamaba
El Proyecto de la Bruja de Brett
, porque había quedado con Jackson para estudiar. Pese a que él aún no lo sabía, ambos tenían una película por rodar. Se llamaba
Chica… interrupción
. No había más que ver los ejemplos de la noche de sábado. Rodar dos tomas de la escena del beso era una absoluta prioridad.

Pero Jackson estaba junto a la taquilla de Melody cuando Bekka le pidió a ésta el favor, y él ofreció el terreno de su casa como escenario de la grabación. Tras años de abandono, el barranco estaba descuidado, cubierto de vegetación. Y los coyotes —¿o eran lobos?— aullaban al llegar la noche. Bekka estuvo de acuerdo en que era perfecto, e inmediatamente envió un mensaje a Brett indicándole la nueva ubicación.

—¿Crees que estará con la chica nueva? —Bekka se ciñó la manta isotérmica hasta tal punto que Haylee parecía un rollito de
sushi
.

—¿A quién te refieres? —preguntó Melody, percibiendo el aroma tropical de su propio perfume. Estaba atrapado bajo la manta isotérmica y se mezclaba con el aceitoso olor a las pinturas al pastel de Jackson. Combinados, olían a primer amor.

—Frankie Stein —respondió Haylee.

—Ya sabes, la de todo ese maquillaje —añadió Bekka.

—¿Y por qué iba a estar Brett con ella? —preguntó Jackson, adorablemente dispuesto a tomar parte en la maliciosa conversación entre chicas.

—No lo sé —Bekka se arrancó un pasador que se le había soltado de un lado de su ondulada melena y se lo volvió a colocar—. Pero deberías haber visto cómo estuvo flirteando hoy con él, en clase de biología. Me extraña que tu madre no te lo haya comentado.

Jackson se burló ante la idea.

—Mi madre apenas habla últimamente, aparte de lo «estresada» que está por cierto asunto, el cual no puede comentar porque está demasiado «estresada».

Cada vez que mencionaba la palabra «estresada», Jackson sacaba las manos de la manta isotérmica y trazaba en el aire el signo de comillas.

—No hagas eso —dijo Melody entre risas, volviendo a taparlo—. Entra aire frío por tu culpa.

—Lo siento —Jackson se acurrucó de nuevo y le dedicó una sonrisa más prolongada de lo que correspondería a un simple amigo. Aunque mechones aleatorios habían ido abandonando sin permiso su ya de por sí desastrada coleta, y además se estaba cociendo con su equipo de gimnasia de sexta hora, Melody se sentía hermosa en un sentido que no guardaba relación con la simetría.

—No sé, igual tiene que ver con ese extraño simulacro de los monstruos —repuso con una risita incrédula—. A ver, ¿de qué se trata ese rollo? ¿Alguien lo entiende?

—Fue un poco raro pero, mira —Bekka se encogió de hombros—, si nos mantiene a salvo, lo apoyo.

—¿A salvo de qué, exactamente? —se interesó Melody, mientras se preguntaba cómo aquella danza primitiva con las sillas podía mantener alejado a algo más pecoso que un pedo—. Suponiendo que esos monstruos existan de verdad, no creo que vayan a hacer daño a nadie, ¿de acuerdo? ¿Quién sabe? A lo mejor son simpáticos y todo.

—¿Por qué te pones de su parte? —Bekka aflojó la presión en la manta isotérmica y se inclinó hacia Melody.

Ésta deseaba decir: «Sabes, Bekka? Ser juzgado por las apariencias es algo que conozco bien.

El bando de los monstruos es también mi bando». Pero en lugar de eso, se encogió de hombros y masculló:

—No sé por pasar el rato, me imagino.

Bekka respondió con una sonrisa radiante. Se levantó de un salto tan de repente que Haylee estuvo a punto de desplomarse sobre las hojas mojadas.

—Perdona —se disculpó Bekka distraídamente al tiempo que le arrebataba la manta a su amiga—. ¡Llegaste! —exclamó a gritos, dirigiéndose a Brett, que empuñaba una linterna.

—Pues claro —respondió Brett elevando la voz conforme se acercaba a trompicones. Sus botas de escalada ultrapesadas trituraban las hojas muertas con la fuerza de una apisonadora.

Con sombrero de fieltro negro y suéter a rayas rojas y marrones, o estaba rindiendo homenaje a Freddy Krueger, o bien era el mismísimo Krueger. Su acompañante, Heath, iba rezagado, cargando dos cámaras y el equipo de sonido.

—Hola, Heath —Haylee agitó la mano de la manera en que la gente limpiaría una ventana.

—Ay, Hay —el pelirrojo, delgado como un palillo de dientes, soltó una risita ante su propio juego de palabras y plantó sus bártulos a los pies de Haylee.

Vestida con
leggings
dorados bajo una camisola estrecha de seda y tul, saltaba a la vista que Haylee se había arreglado para la ocasión. Lo dejó patente al decidirse por tiritar en vez de enfundarse su cazadora de plumas color salmón.

Heath, por el contrario, había optado por unos enormes
jeans
rasgados y una gigantesca sudadera negra con capucha.

—Este sitio está increíble —Brett entrechocó los puños con Jackson—. Hombre, si fuera mío, acamparía aquí afuera todas las noches.

—¿No te daría miedo? —Bekka corrió hasta él y lo envolvió con la manta térmica.

—De eso se trata precisamente, pequeña. Soy adicto al olor de mis propias feromonas — replicó Brett, y luego la besó como si estuvieran solos los dos.

Haylee y Heath mostraron un repentino interés por las cámaras. Melody, incómoda, apartó la vista.

Observar cómo una pareja se acariciaba mientras estaba envuelta en una manta con el chico con quien le gustaría tener una relación la hacía sentirse al descubierto. Expuesta. Transparente. Como si sus pensamientos estuvieran revelándose ante los ojos de él.

Por fin, Brett trató de apartarse sin el consentimiento de los labios de Bekka. El desconcierto provocó el sonido acuoso que se produce al morder un melocotón. Todos los presentes se encogieron de vergüenza.

—Muy bien, chicos —anunció Brett, examinando el perímetro—. Estamos perdiendo luz. Heath, Jackson, acompáñenme. Necesitamos ramas para instalar el trípode. Quiero que la cámara grande esté fija para la secuencia del descuartizamiento.

Heath recogió su equipo.

—S-sí, claro —Jackson se desembarazó de la manta térmica y se adentró en el bosque detrás de los otros chicos.

Haylee salió corriendo en busca de su cazadora de plumas, cerró la cremallera y se reunió con sus amigas en el tronco de árbol.

—Jackson es más simpático de lo que me imaginaba —susurró Bekka.

—No está mal —repuso Melody con tono despreocupado, esforzándose por no mostrar excesivo entusiasmo.

—Entonces, ¿te crees esa excusa de las lagunas mentales? —presionó Bekka—. ¿Crees que
no
sabía que estaba teniendo un romance con Cleo?

Haylee sacó su celular del bolsillo y se puso a teclear.

—No todo el mundo es tan celoso como tú —replicó Melody. Y no porque pensara que Bekka estaba equivocada. De hecho, temía que Bekka estuviera en lo cierto—. Yo le creo.

—Está bien —Bekka se levantó, haciendo oscilar los flecos de su chaqueta
vintage
de ante. Escudriñó el claro entre los árboles y se colocó una mano alrededor de la oreja.

—¿Qué estás escuchando? —preguntó Melody con el corazón acelerado—. ¿Qué es? ¿Oyes algo?

—No —Bekka soltó un suspiro y regresó a toda prisa al tronco del árbol.

—A ver, les explico —susurró, inclinándose hacia sus amigas—: Brett no está buscando palos para el trípode. Pretende darles un buen susto.

Los pulgares de Haylee volaban sobre el teclado del teléfono.

—¡Deja de escribir! —espetó Bekka—. Esto va en serio.

Haylee levantó la cabeza y se ajustó las gafas a la nariz.

—¿Por qué quiere asustarnos? —preguntó Melody.

—Quiere filmar reacciones verdaderas para su película. De modo que no se asusten, pero finjan que están aterrorizadas.

El aire nocturno se había vuelto más frío e ilustraba la conversación con nubes de aliento que recordaban a las de un cómic.

—¿Por qué nos lo cuentas? —preguntó Melody, sinceramente desconcertada.

Bekka miró a Haylee, otorgándole el privilegio de responder.

—Las amigas son lo primero.

—¿Incluso por encima de Brett? —preguntó Melody a Bekka.

—Siempre —repuso Bekka. Su cara pecosa, por lo general alegre, se veía muy seria.

—Guau —respondió Melody, sorprendida. Eran amigas de verdad. Escucharlo la ayudaba a sentirlo. Y sentirlo era como hundirse hasta el fondo en un baño caliente.

De pronto, una ramita crujió en la distancia.

Bekka guiñó el ojo a sus amigas. Se cubrieron la boca y empezaron a reírse.

Más pisadas sobre las hojas.

Luego, silencio.

«¡Gracias!», dijo Melody a su amiga moviendo los labios sin hablar. Sin la advertencia previa, podría haberse hecho pipí en los
pants
.

Bekka, con otro guiño, respondió: «De nada», y cambió a modo de actriz.

—¿Oyen algo? —preguntó, acaso demasiado alto.

—Sí —lloriqueó Haylee.

—Seguro que sólo es el viento, chicas. Relájense —aventuró Melody.

Otra ramita se partió.

—¡Ay, Dios mío! ¡Lo oigo! —soltó Melody, tratando de contener la risa.

Algo que sonó como Darth Vader sobre una cinta de correr vino a continuación.

—Chicas, me muero de miedo

—¡Brett! —gritó Bekka.

—¡Jackson! —vociferó Melody.

Más silencio. Y entonces…


¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
—disfrazado con un casco de
hockey
y una camiseta manchada de sangre, agitando un machete de plástico, Brett atacó desde los arbustos. Heath lo seguía, grabando la acción con una cámara digital.


¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
—gritaron las chicas acto seguido, saltaron una a los brazos de la otra.

Brett las rodeó, blandiendo su machete.

—Cuando vayas al carnicero, que te corte por aquí, y por aquí, y por aquí…

—¡Socorro! —gritó Haylee.

O era una actriz de gran talento o no había asimilado la advertencia de Bekka.

—¡Que alguien nos ayude! —vociferó Melody, presa del pánico, aunque sólo por contagio de Haylee.

—¡Brett! —chilló Bekka de nuevo.


Yyyyyyy ¡corten!
—gritó Brett al tiempo que se quitaba el casco—. Lo tenemos.

—¿Eras tú? —gritó Melody, avergonzada de su dudosa interpretación como actriz.

—Pensé que la cámara, me delataría, pero supongo que ustedes, miediosillas, estaban demasiado aterrorizadas como para darse cuenta —chocó los puños con Heath y atrajo a Bekka hacia sí para un abrazo su celebración.

—¡Cretino! —Haylee propinó un empujón a Heath en plan de broma.

—Llorona —le devolvió el empujón y luego le hizo una llave de cabeza y la golpeó con los nudillos.

Haylee, entre risas, le pegó en las piernas, suplicándole que parase. Aunque seguramente confiaba en que no lo hiciera.

—Mmm, ¿dónde está Jackson? —preguntó Melody.

—Ah, dijo que no se encontraba bien —repuso Brett sin darle importancia al asunto.

—¿Adónde fue?

—Creo que a su casa —respondió Brett, disponiéndose a dar otro mordisco al jugoso melocotón.

—Ahora vuelvo —anunció Melody a nadie en particular. Con una manta térmica y la promesa de un beso de amor por todo equipaje, salió disparada en busca de Jackson.

—¿Jackson? —llamó en dirección a la densa maleza—. ¡Jack-soooon!

¿Y si le había dado una laguna mental? ¿Y si se había desmayado y caído? ¿Y si se había desmayado y caído en los labios de Cleo? Melody apartaba a manotazos las ramitas y las hojas de filo cortante que encontraba por el camino. Y se esforzaba por no admitir que estaba sola en un barranco donde podía haber un…

—¿Melody? —lo oyó susurrar. ¿O acaso era el viento?

—¿Jackson?

Una diminuta luz púrpura parpadeó desde las ramas, por encima de su cabeza.

—Aquí arriba —indico él con suavidad, antes de bajar de un salto.

—¿Estás bien? —preguntó Melody. Llevaba la manta térmica alrededor del cuello, a modo de capa de superhéroe. Trató de ver más allá de las gatas de Jackson y fijarse en sus ojos pero la oscuridad se lo impedía—. No habrás tenido una laguna o algo parecido, ¿verdad?

—No —sacudió con la inocencia de un niño—. Pero me alegro de que te preocupes —se apoyó contra el árbol a sus espaldas y cruzo los brazos sobre su chaqueta de punto con cremallera.

—Pues claro que me preocupo —Melody dio un paso para acercarse más—. Bueno, ¿por qué te marchaste?

Jackson se encogió de hombros como si resultara evidente.

—No quería asustarte.

Melody se sumergió aún más hondo en el baño caliente. Y aunque Jackson no dijo nada, ella supo que él también se sumergía. Nunca se había sentido tan segura, tan a salvo, con alguien que no fuera su familia. Deseó poder atrapar aquel momento, y los sentimientos que lo acompañaban, y apartarlo del resto del mundo. Para que siempre permaneciera exactamente igual.

Acercándose aún más, Melody levantó la manta térmica por encima de sus respectivas cabezas y la dejó caer, apartándose así del mundo real. Y allí, envueltos por las tinieblas y el calor, por el susurro de las hojas y el distante aullido de los coyotes, por las manos con aroma a perfume tropical y a pinturas al pastel, se besaron… y se besaron… y se besaron…

CAPÍTULO 16

BESO DESASTROSO

… y se besaron… y se besaron… y se besaron.

El sudor les cristalizaba las mejillas como si fueran donas y les salaba los labios como si fueran
pretzelts
. De no haber sido por la falta de oxígeno, unida a sus bronquios obstruidos, Melody podría haberse quedado con Jackson en aquel placentero capullo hasta el día de la graduación. Pero su dificultad para respirar iba en aumento y no llevaba consigo el inhalador.

—¡Aire! —exclamó ahogando un grito al tiempo que arrojaba a un lado la manta térmica y se echaba a reír al ver el estado de desaliño de ambos.

—¿Dónde… están… tus… gafas? —preguntó, falta de aliento.

Jackson tenía el rostro empapado de sudor y se comía a Melody con los ojos. Se inclinó hacia delante para besarla otra vez.

—Espera —dijo ella entre risas, empujando el torso de Jackson con una mano—. Deja que recupere la respiración.

—Ten —repuso él, acercándose más—. Toma la mía —su voz sonaba más baja, más controlada.

—¿Qué? —Melody soltó una risita—. ¿Dónde oíste esa frase? Recuerda un poco a Chuck, ¿no?

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