Ella estaba delante de la nevera, con la puerta abierta, y miraba dentro.
—Había pensado en hacer una carne al horno —dijo, sin levantar la mirada cuando me oyó entrar. No sé si se dio cuenta de que era yo en lugar de Papá, no importa—. Pero he estado peleándome con ese maldito ordenador durante tantas horas que ahora no tengo tiempo. ¿Qué te parece algo a la plancha…? —preguntó, alzando la mirada, y la impresión la dejó boquiabierta—. Blair Mallory —dijo, en un tono acusador, como si diera por sentado que yo misma me había hecho eso.
—Un accidente de coche —dije, y me senté en uno de los taburetes altos de la barra—. Mi pobre coche ha quedado destrozado. Alguien me cortó el cable de los frenos, y me pasé un Stop y me metí en el tráfico en pleno cruce con esa calle grande que hay cerca de casa.
—Esto tiene que parar —dijo ella, con esa voz dura e irritada. Cerró la puerta de los congelados y abrió la otra—. Pensaba que la policía había atrapado al hombre que mató a Nicole.
—Sí, pero no es él. Él no me disparó. Después de disparar a Nicole, no salió de su casa excepto para ir al trabajo. Su mujer ha confirmado su coartada, y después de descubrir que su marido la engañaba, ha pedido el divorcio, de modo que no es probable que quiera protegerlo.
Mamá cerró la puerta de la nevera sin haber sacado nada, y volvió a abrir la puerta de los congelados. Mamá siempre es implacablemente eficiente, así que al verla vacilar de ese modo entendí cuánto la había descompuesto la noticia. Esta vez sacó una bolsa de guisantes congelados y la envolvió en un paño de cocina limpio.
—Ponte esto en las magulladuras —dijo, y me pasó los guisantes—. ¿Dónde más te has hecho daño?
—Son sólo magulladuras. Y me duelen todos los músculos. Un coche me dio de lleno en el lado del pasajero, así que fue una sacudida feroz. El
airbag
me golpeó en la cara y me hizo sangrar por la nariz.
—Agradece que no llevaras gafas. Sally (Sally Arledge es una de las mejores amigas de Mamá) chocó contra un lado de su propia casa y cuando el
airbag
se abrió, le rompió las gafas y la nariz.
Yo no recordaba que Sally hubiera chocado contra su propia casa, y estoy segura de que Mamá me lo habría contado. Mis hermanas y yo siempre la llamábamos «tía Sally» cuando éramos pequeñas y las dos madres hacían de todo juntas: Mamá, nosotras tres, y Sally con sus cinco hijos. Era todo un grupo cuando salíamos a algún sitio. Sally tenía cuatro hijos y una hija, que era la menor. A los cuatro hijos les había puesto nombres sacados del Evangelio, pero no encontró ningún nombre bíblico que le gustara para la hija, así que los chicos eran Matthew, Mark, Luke, John y ella era Tammy. Tammy siempre se sentía marginada por no tener un nombre bíblico, así que durante un tiempo la llamamos Rizpah, aunque ese nombre tampoco le gustaba. Personalmente, yo opinaba que Rizpah Arledge sonaba bien, pero Tammy decidió volver a ser Tammy, y ni siquiera le hizo falta ir al psicólogo.
—¿Cuándo chocó Sally contra su casa? Eso no me lo habías contado.
—Ponte los guisantes en la cara —dijo ella, y yo incliné obedientemente la cabeza y me tapé la cara con la bolsa de los guisantes congelados. Era lo bastante grande para cubrirme los ojos, los pómulos y la nariz y, Dios, estaba muy fría—. No te lo había contado por la sencilla razón de que ocurrió el sábado, mientras tú estabas en la playa y desde entonces no he tenido la oportunidad de hacerlo.
En la playa. Tuve un ramalazo de añoranza. Había sido sólo unos días antes, pero entonces mi único problema era Wyatt. Nadie había intentado matarme mientras estaba en la playa. Quizá debiera volver. A Tiffany le encantaría. A mí también, si no fuera porque alguien podría dispararme o manipular mi coche mientras estaba allí.
—¿Qué pasó? ¿Pisó el acelerador en lugar del freno? —pregunté.
—No, lo hizo a propósito. Estaba enfadada con Jazz. —El marido de Sally se llamaba Jasper, que también es un nombre bíblico, aunque nadie lo llamaba así. Siempre lo han llamado Jazz.
—Así que se estrelló contra su casa. Eso no parece eficaz desde el punto de vista de los costes.
—La verdad es que apuntaba a Jazz, pero él logró esquivarla.
Me quité la bolsa de guisantes de la cara y miré a Mamá, asombrada.
—¿Sally ha intentado matar a Jazz?
—No, sólo quería mutilarlo un poco.
—Entonces debería usar un cortacésped, o algo por el estilo, no un coche.
—Estoy más que segura de que él iría más rápido que un cortacésped —dijo Mamá, pensativa—. Aunque es verdad que ha subido un poco de peso. No, estoy segura de que iría más rápido, porque fue lo bastante rápido para apartarse cuando ella intentó atropellarlo. Así que un cortacésped no serviría.
—¿Qué ha hecho Jazz? —Tuve una imagen de Sally sorprendiendo a Jazz haciéndoselo con otra mujer, como, por ejemplo, su peor enemiga, lo cual haría que la traición fuese el doble de amarga.
—¿Conoces ese programa en la tele donde un marido o una mujer invitan a unos decoradores de interiores a que vengan a su casa y decoren una habitación para darle una sorpresa al otro? Vale, pues bien, mientras Sally fue a visitar a su madre a Mobile, la semana pasada, él hizo eso.
—Oh. Dios mío. —Mamá y yo nos miramos horrorizadas. La idea de que alguien entre en nuestra casa y deshaga algo que nosotras hemos hecho, y decorarlo luego sin tener ni idea de lo que nos gusta o no nos gusta era horrible. Me estremecí—. ¿Llamó para que viniera un decorador de un programa de la tele?
—Ni siquiera eso. Contrató a Monica Stevens, de Sticks and Stones.
No había nada que decir. Ante tamaña calamidad, me quedé muda. Monica Stevens tenía cierta predilección por el vidrio y el acero, lo cual supongo que está bien si vives en un laboratorio. Además, le gustaba el negro. Mucho negro. Por desgracia, los gustos de Sally discurren más bien por la estética propia de una acogedora cabaña.
Yo sabía cómo Jazz había elegido a Monica Stevens. Tenía el anuncio más grande de las páginas amarillas, así que debió pensar que era una persona de mucho éxito y muy popular si tenía un anuncio tan grande. Así era Jazz. También le perjudicaría no tener ni idea de lo que es el territorio de una mujer, a pesar de los treinta y cinco años que llevaba casado. Si por lo menos se le hubiera ocurrido preguntarle a Papá si era buena idea redecorar, todo ese percance se podría haber evitado, porque mi padre, se sabe al dedillo lo que es ese territorio, incluso se diría que ha convertido su conocimiento en una ciencia exacta. Es realmente un hombre listo.
—¿Cuál fue el cuarto que redecoró Monica? —me atreví a preguntar.
—Ponte los guisantes en la cara —me dijo. Le obedecí y ella me contestó—: La habitación conyugal.
No pude impedir un gemido. Sally había trabajado mucho para encontrar justo los objetos y muebles indicados para su habitación; se había pateado todos los remates de herencias y las subastas para encontrar las antigüedades perfectas. Algunas de esas antigüedades eran auténticas reliquias.
—¿Qué hizo Jazz con los muebles de Sally? —Bien pensado, también eran los muebles de Jazz, pero la que había invertido emocionalmente en ellos era Sally.
—Ésa es la parte más dura. Monica lo convenció para que los dejara en su tienda, donde fueron vendidos inmediatamente, desde luego.
—¿Qué? —Dejé caer la bolsa de guisantes y me quedé mirando a Mamá boquiabierta. No podía creer lo que acababa de escuchar. La pobre Sally ni siquiera podía redecorar su habitación—. ¡Olvídate del coche! ¡Yo habría conseguido una pala mecánica para acabar con él! ¿Cómo es que no dio marcha atrás y volvió a intentarlo?
—Porque resultó herida. Ya te lo he dicho: se rompió la nariz. Y también las gafas, así que tampoco podía ver. No sé qué les va a pasar a esos dos. Y no sé cómo podrá perdonarlo Sally… Hola Wyatt. No te había visto. Blair, no he tenido tiempo para poner la carne, así que haremos unas hamburguesas a la brasa.
Me giré y vi a los dos hombres en la puerta, escuchando. La expresión de Wyatt no tenía precio. Papá no se inmutó.
—Por mí, perfecto —dijo, con su tono afable—. Voy a preparar las brasas. —Cruzó la cocina y salió al jardín, donde tiene su súper barbacoa.
Wyatt era poli. Acababa de oír hablar de un intento de asesinato, aunque yo sabía que la verdadera intención de Sally había sido romperle las piernas a Jazz en lugar de matarlo. Era como si acabara de entrar en un universo paralelo.
—¿No puede perdonarlo? —preguntó, con voz aguda—. ¡Pero si ha intentado matarlo!
—Bueno, sí —convine.
Y Mamá dijo:
—El hombre le redecoró la habitación. —¿Acaso tendríamos que hacerle un dibujo?
—Me voy afuera —dijo Wyatt, cauteloso, y siguió a Papá. En realidad, daba la impresión de que escapaba. No sé qué se esperaba. Quizá pensaba que deberíamos hablar de mi situación personal, pero ya os he contado eso de que comienzo a divagar mentalmente para abstraerme de algo. Lo he heredado de Mamá. Era mucho más entretenido hablar de Sally intentando atropellar a Jazz que de alguien que intentaba matarme a mí.
Pero el tema era como un gorila de trescientos kilos. Lo podíamos dejar en un rincón, pero no podíamos olvidarnos de él.
Llegó Siana, que había ido a su casa para cambiarse. Ahora llevaba unos pantalones cortos y una camiseta. También llegó Jenni, que entró como si nada, muy alegre, con un vestido de color amarillo claro que le sentaba de maravilla con el tono de su piel, y tuvimos que contarle resumidamente lo del accidente de coche. Fue el tema de conversación en la mesa. Con unas hamburguesas jugosas y bien doradas. En realidad, era la mesa de picnic en el jardín, pero el principio es el mismo.
—Mañana hablaré con el marido de Blair —dijo Wyatt cuando Mamá le preguntó cuál era el plan de acción—. Blair dice que no es él, pero las estadísticas confirman que será mejor que tengamos una charla.
—Veremos qué tal te va —dije, encogiéndome de hombros—. Como te he dicho, no he visto ni he hablado con Jason desde que nos divorciamos.
—Sin embargo, llamó y dejó un mensaje en su contestador cuando salió en las noticias que le habían disparado —le explicó Wyatt a mi familia, a todas luces muy interesada.
Siana se reclinó en su silla y dijo, pensativa.
—No es demasiado descabellado pensar que quiere volver contigo. Puede que tenga problemas con su segunda esposa.
—Razón de más para que hable con él —dijo Wyatt, y en sus palabras asomó un tono seco.
—No me imagino a Jason haciendo nada violento —dijo Mamá—. Le preocuparía demasiado que saliera en las noticias. Hará lo que sea por proteger su carrera política.
—¿Sería capaz de matar para protegerla? —preguntó Wyatt, y todos guardaron silencio. Jenni jugaba con los cubiertos y no miró a nadie.
—Pero yo no soy ninguna amenaza para su carrera política —señalé—. Lo que sé de Jason es lo mismo que he sabido siempre, no hay nada nuevo. ¿Así que por qué de pronto, después de cinco años, decidiría que tiene que matarme?
—Puede que no sea tu situación la que ha cambiado sino la suya. Puede que piense presentarse a algo más importante que las elecciones legislativas del Estado, quizás a gobernador, o a congresista.
—¿Y cree que cometerá un asesinato y se saldrá con la suya? ¿Es posible eso?
—Depende. O es un tipo listo o sólo se cree listo.
Todos nos miramos. El problema era que Jason no era ningún tonto, pero tampoco era ni la mitad de listo que creía ser.
—Puede que sí —dije, finalmente—. Pero sigo sin ver el motivo.
—No se puede entender el motivo en ningún otro caso, de modo que eso no lo descarta.
—Ya entiendo. Como no puedo señalar a alguien en concreto, tienes que pensar en todos.
—Pero entretanto, hasta que no atrapéis a esa persona —dijo Mamá—, ¿cómo vas a tener a Blair a salvo? No puede ir a trabajar. No puede estar en su propia casa. Me sorprende incluso que la hayas dejado venir esta noche.
—Pensé en anular la visita —reconoció él—. Pero tenía que equilibrar eso con otras necesidades. Yo puedo vigilar cuándo va y viene del coche, y puedo asegurarme de que nadie me siga cuando vamos a algún sitio. Estamos seguros, salvo si esa persona se entera que Blair y yo tenemos una relación y de dónde vivo. ¿Alguno de vosotros lo ha contado?
—Yo ni siquiera se lo he contado a Sally —dijo Mamá—. No está en condiciones de escuchar por el momento.
—Yo no lo he contado —dijo Siana—. Hemos hablado de que le dispararon, pero no hemos hablado de cuestiones personales.
Jenni sacudió la cabeza.
—Lo mismo digo.
—Entonces estamos seguros —dijo Papá—. Jamás se me ha ocurrido hablar de la vida privada de Blair.
—Bien. Que siga así. Ya sé que mi madre tampoco se lo ha contado a nadie. Blair, ¿tú se lo has contado a alguien?
—Ni siquiera a Lynn. Tenemos otras cosas de que hablar, ¿me entiendes?
—Entonces volvemos a lo dispuesto al principio. Blair se quedará conmigo, no irá al trabajo y, después de esta noche, no volveréis a verla hasta que hayamos atrapado a ese tipo. Podéis hablar por teléfono todo lo que queráis, pero no en persona. ¿Lo entendéis?
Todos asintieron con la cabeza. Él parecía darse por satisfecho.
—Los inspectores están investigando en el barrio de Blair, hablarán con todos los vecinos, incluso con los chavales. Puede que hayan visto a alguien cerca de tu coche y que, en ese momento, nadie pensara demasiado en ello.
Yo no tenía demasiadas esperanzas en ese sentido. Como no aparcaba en la calle delante del edificio, mi coche no era tan visible como la mayoría de los otros. Alguien podría haberse acercado por la parte de atrás sin que lo vieran, a menos que a algún vecino se le hubiera ocurrido mirar por la ventana justo en ese momento, y deslizado bajo el coche sin que desde la calle se percataran.
A mi entender, y era una lástima, yo había apostado por que Dwayne Bailey fuera el hombre que intentaba matarme. Era la única persona en que podía pensar que tuviera un motivo, e incluso en ese caso no era un motivo comprobado, sencillamente porque él no sabía que yo podía identificarlo. Enterarse de que tenía una coartada que probablemente se confirmaría me confundía, ya que no se me ocurría motivo alguno por el que alguien quisiera matarme. No me metía con los hombres de otras mujeres, no engañaba a nadie y, a menos que me provocaran, intentaba ser amable con las personas. Ni siquiera me ponía zapatos blancos después del Primero de Mayo ni antes de Pascua. La verdad es que había visto esa película protagonizada por Kathleen Turner y me lo tomaba en serio. No quiero que los fanáticos de la moda se metan conmigo.