...O llevarás luto por mi (73 page)

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Authors: Dominique Lapierre,Larry Collins

Tags: #Histórico, #Drama, #Biografía

BOOK: ...O llevarás luto por mi
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Acudían aquel día invernal de 1965 respondiendo a una llamada de Dominguito Dominguín, hermano del diestro Luis Miguel Dominguín. «¡Maletillas, ésta es vuestra oportunidad!», había dicho, y los muchachos se habían lanzado a centenares a las carreteras, como hiciera Manuel Benítez detrás de la imagen de Currito de la Cruz.

Acampaban en el ruedo de la plaza de toros y, por la noche, cocinaban en una fogata al aire libre los restos de las vacas que les había dado Dominguín para practicar durante el día. Su número decreció gradualmente, y Dominguín seleccionó media docena entre los que más prometían para inaugurar su festival de maletillas, con público de verdad y trajes de luces. Para dramatizar su aparición, organizó un breve programa televisado titulado «Oportunidad». El guión refería la historia de uno de los maletillas que había seleccionado, las patéticas circunstancias que le habían llevado al ruedo. El programa tuvo un éxito fantástico. Pero, un día, el Director General de Televisión llamó al hermano de Dominguín y le dijo: «Todas esas historias de miseria y desesperación son una farsa. Igual que todo lo que se cuenta de las condiciones sociales que provocan el fenómeno de los maletillas. Usted debe referirse al romanticismo de la corrida, al carácter heroico de la sangre española, a nuestro culto al valor y a nuestro desprecio a la muerte. Ésa es la real e imperecedera leyenda de nuestra corrida, y su deber es mantener tal leyenda».

Quince kilómetros al este de Jaén, al pie de Sierra Magina, los macizos muros del castillo de Arroyo Vil se elevan sobre una alfombra verde y plateada de olivos viejos de diez siglos. Una vez al año, por las fiestas de Año Nuevo, los propietarios de esta vasta finca, el conde y la condesa de Argillo, invitan a su segundo hijo, a la esposa y a los suegros de aquél, a una fiesta campera cuyo programa tiene ya una larga tradición. Desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde, se caza la roja perdiz española, con un intermedio para almorzar huevos fritos y tocino, jamón serrano y vino de Montilla, servido todo ello al aire libre. Después de un descanso hasta medianoche, se celebra una misa en la capilla del palacio y, a continuación, un banquete y baile flamenco hasta el amanecer. Es una tranquila reunión familiar, que sólo se distingue de otras muchas que se celebran en las grandes haciendas españolas por la categoría de los parientes políticos a quienes reciben el conde y la condesa en las puertas de su palacio. El suegro de su segundo hijo era aquel 1.° de enero de 1965 el general Francisco Franco Bahamonde.

La propia naturaleza de esta reunión la convirtió en uno de los momentos más íntimos y familiares de la vida de Franco. Raros son los invitados del palacio de Arroyo Vil que no pertenezcan a una de ambas familias. Pero, este año, desafiando la costumbre, un invitado especial ocupó el sitio de honor a la derecha de la señora de Franco y compartió el puesto de caza del Caudillo de España. Fue Manuel Benítez
El Cordobés
. Como cada año, durante dos días, el antiguo ladrón de naranjas de Palma del Río compartiría la intimidad del dictador cuyas cárceles habían causado la muerte de su padre.

Como cualquier entusiasmado turista a la salida de la plaza, Franco fotografió al torero con una cámara de cine de 8 milímetros. El Cordobés mató treinta y cinco perdices, bailó flamenco y discutió con sus anfitriones los problemas del cultivo del olivo. Después, los dos hombres más famosos de España, el hijo de treinta y un años de un soldado republicano, y el hombre que había volado en un Dragon Rapide para ponerse al frente de la más sangrienta guerra civil de la historia moderna, posaron juntos para el fotógrafo. Dos generaciones, dos Españas, dos mundos se reunían en una misma fotografía: un anciano en el declive de su vida y de su poder, y un joven matador, con el cabello desordenado, que simbolizaba tantas aspiraciones no colmadas de su país.

Agradecimientos

Este libro no hubiera podido aparecer sin la paciente y eficaz colaboración de Manuel Benítez
El Cordobés
. Desde nuestro primer encuentro en Córdoba, en enero de 1965, hasta que nos separamos, quince meses más tarde, en una clínica de Madrid, donde su arriesgada profesión le había llevado, El Cordobés nos permitió compartir su existencia. Con una gentileza y una cortesía que le agradecemos, se sometió a nuestros minuciosos interrogatorios, nos abrió las puertas de su finca, nos llevó a cabalgar con él entre sus toros y aceptó nuestra presencia a su lado en sus largos viajes hacia distintos ruedos, acompañándonos después por los callejones de innumerables plazas.

Nos presentó a los miembros de su familia y a sus amigos, cuya ayuda nos fue muy valiosa. Expresamos nuestra particular gratitud a sus hermanas Angelita, Encarna y Carmela, que nos hablaron de los dolorosos recuerdos de su infancia y de su juventud. Igualmente nos sentimos profundamente agradecidos a Manuel Montes, su cuñado y hombre de confianza; al cafetero Charneca; al cura don Carlos y al padre Arroyo; a Juan Horillo, que nos acompañó en nuestros viajes por la España del tiempo de la juventud de El Cordobés; a la dulce Anita Sánchez, al apoderado El Pipo, que con tanta paciencia evocó los acontecimientos de su vida y del loco verano en que fue lanzado el torero; a los miembros de la cuadrilla, los banderilleros Paco Ruiz y Pepín Garrido, el picador José Sigüenza, el mozo de estoques Paco Fernández, el chófer Andrés Jurado y Luis González Todos ellos se convirtieron en amigos nuestros en el transcurso de las largas tareas informativas.

Expresamos también nuestro reconocimiento a todas las personalidades que presiden los destinos de la fiesta brava y que tan amigablemente nos ayudaron.

Reconstruir la histórica corrida del 20 de mayo de 1964 hubiera sido tarea imposible sin la amistosa colaboración de muchos colegas de la prensa española. Nuestro agradecimiento, pues, a José María Novais, Eugenio Suárez, Gonzalo Carvajal, Lozano Sevilla y Antonio Olano.

Nuestra gratitud, también a nuestras infatigables investigadoras Pat Tarnovski, Bernadette Lapierre y Wendy Gordon por la valiosa ayuda que nos han prestado. Las docenas de carnets de notas, kilos de documentos y kilómetros de cintas magnetofónicas que hemos traído de nuestra estancia en España, no se hubieran convertido jamás en un libro sin la inteligencia y abnegación de una colaboradora excepcional: Dominique Conchon. Con una paciencia sin límite, ha clasificado y ordenado los documentos y revisado nuestro manuscrito. Nuestro reconocimiento, asimismo, a Manuela Andreota, Annie Philippe, Marie Benoite Allizon, Irene Givatovsky y Germaine Gabry, por su fiel colaboración durante los meses que empleamos en escribir
…O llevarás luto por mí
.

Nuestra gratitud, también, a Jacques Peuchmaurd y a Paul Andreota, así como al gran entendido en tauromaquia Claude Popelin, por las inestimables correcciones que su experiencia de escritores ha aportado en nuestro texto.

Por último, nuestro reconocimiento a Robert Laffont y a sus colaboradores Huguette Rémond, Jean-Claude Lattès, Jacques Labour y Frangoise Lebert, por haber tenido fe en nuestro proyecto.

No nos es posible mencionar los nombres de todos aquellos que en España y fuera de su país nos han ayudado a reconstruir acontecimientos ya un poco lejanos en el tiempo. Por si leen este libro, les expresamos el testimonio de nuestra gratitud.

«Les Bignoles», Ramatuelle.

DOMINIQUE LAPIERRE (La Rochelle, Francia, 30 de julio de 1931), periodista y escritor. Conoció en su infancia la ocupación nazi de Francia y al terminar la guerra su familia se instaló en los Estados Unidos. El periodismo le atrajo siendo muy joven, con sólo diecisiete años y gracias a la obtención de una beca de la «Asociación Zellidja» (Organización francesa que ofrece becas a jóvenes entre 16 y 20 para proyectos de estudios autónomos) recorrió más de 30.000 kilómetros por las carreteras de Estados Unidos. Como resultado de esa experiencia escribió un reportaje para Le Monde y también el que fue su primer libro:
Un dólar cada mil kilómetros
.

Se licenció en Economía Política en 1952 en la universidad estadounidense de Lafayette gracias a otra beca, la «Fullbright». En esa universidad será nombrado «Doctor honoris causa» en 1982. Pero no en la disciplina de Economía, sino en la de Literatura.

El 5 de abril de 1980 se casa con Dominique Conchon, que llevaba muchos años de colaboración en la asociación literaria que su esposo mantenía con Larry Collins. Ella es parte activa de los proyectos humanitarios de su marido en su amada India.

Obras en solitario de Dominique Lapierre:

  • Un dólar cada mil kilómetros
    , 1949
  • Chessman m´a dit
    , 1960
  • La ciudad de la Alegría
    , 1985
  • Los héroes de La ciudad de la Alegría
    , 1985
  • Más grandes que el amor
    , 1990
  • Mil soles
    , 1997
  • Luna de miel alrededor del mundo
    , 2003
  • Un arco iris en la noche
    , 2008
  • India mon amour
    , 2012

(En colaboración con Javier Moro —su sobrino—,
Era medianoche en Bhopal
, 2001. Y con Jean-Pierre Pedrazzini,
Érase una vez la URSS
, 2005)

Obras escritas conjuntamente entre Dominique Lapierre y Larry Collins:

  • ¿Arde París?
    , 1965
  • O llevarás luto por mí
    , 1968
  • ¡Oh, Jerusalén!
    , 1972
  • Esta noche, la libertad
    , 1975
  • El quinto jinete
    , 1980
  • ¿Arde Nueva York?
    , 2004
Notas

[1]
Máximo de la Torre perdió una pierna, el 17 de enero de 1939, en la batalla del Ebro, donde era médico de un regimiento de infantería republicano.
<<

[2]
Un cálculo realizado más tarde reveló un promedio de treinta y cinco espectadores por cada aparato de televisión.
<<

[3]
Don Alonso Moreno, que ha leído este relato, nos ruega que hagamos constar que si bien hay en él parte de verdad, hay también mucha fantasía.
(N. de los EE.)
<<

[4]
Hugh Thomas:
La Guerra Civil española
.
<<

[5]
Para Palma del Río, con una población de doce mil personas, la pérdida de quizá trescientos cincuenta de sus hijos en las semanas iniciales de la guerra no estuvo en desproporción con las pérdidas sufridas por la nación española en su conjunto durante el mismo período. Entre el 18 de julio y primeros de setiembre de 1936 fueron asesinados por los republicanos alrededor de setenta y cinco mil personas, entre ellas casi ocho mil sacerdotes, frailes y monjas. El número de personas muertas por los nacionales en aquellas semanas de venganza es más difícil de establecer; probablemente estuvo entre las setenta y cinco mil y las cien mil.
<<

[6]
Hugh Thomas:
La Guerra Civil española
.
<<

[7]
La propia pica es objeto de inspección especial antes de la corrida. Por la mañana, las dieciocho picas que habrán de utilizarse más tarde son medidas con una regla especial, a fin de asegurarse de que su longitud y su agudeza no son superiores a lo permitido. Después de comprobar cada una de las picas, se les pone un número y se depositan las puntas en una caja sellada, que es abierta en presencia de uno de los delegados del presidente momentos antes de empezar la corrida. Entonces se cogen las puyas y se entregan a los picadores en el preciso instante en que se disponen a entrar en el ruedo.
<<

[8]
De los sesenta picadores que perdieron la vida en el ruedo, sólo siete murieron después de la instauración del peto.
<<

[9]
Sin embargo, un objeto expuesto en el museo taurino de Valencia demuestra, dramáticamente, que ni siquiera en la actualidad está desprovista de riesgo la vida del picador. Es una de esas defensas metálicas —que recuerdan a una armadura medieval— con que se protegen las piernas los picadores, y que aparece claramente perforada por el asta de un toro.
<<

[10]
Muerte en la tarde
, Ernest Hemingway.
<<

[11]
Emest Hemingway refiere en
Muerte en la tarde
(pág. 29) que uno de estos toros mató a seis jóvenes e hirió a otros sesenta durante una campaña de cinco años en los pueblos de la región valenciana.
<<

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