Olympos (83 page)

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Authors: Dan Simmons

BOOK: Olympos
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—Los posthumanos estaban abriendo Agujeros Brana a universos alternativos que habían cobrado existencia a través de (o al menos habían sido percibidos) las lentes enfocadas de frentes de onda holográficos preexistentes. La imaginación humana. El genio humano.

—Oh, por el amor de Dios —dijo el general Beh bin Adee.

—Posiblemente —dijo Orphu—. Si asumimos un conjunto infinito o casi infinito de universos alternos, entonces muchos de ellos han sido necesariamente imaginados por la pura fuerza del genio humano. Imaginadlos como singularidades de genio.... analizadores de estados-Bell y editores de la pura espuma cuántica de la realidad.

—Eso es metafísica —dijo Cho Li, escandalizado.

—Es una chorrada —dijo Suma IV.

—No, es lo que pasó aquí —continuó Orphu—. Tenemos un Marte terraformado con gravedad alterada y se nos pide que creamos que esa terraformación pudo conseguirse en unos pocos años. Eso sí que es una chorrada. Tenemos estatuas de Próspero en Marte, donde los dioses griegos viven en lo alto del monte Olimpo y viajan a través del espacio y el tiempo a una Tierra alternativa donde Aquiles y Héctor combaten por el futuro de Ilión. Eso sí que es una chorrada. A menos...

—A menos que los posthumanos abrieran portales exactamente a esos mundos y universos imaginados previamente por la fuerza del genio humano —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Lo cual explicaría las estatuas de Próspero, las criaturas calibánicas en la Tierra y la existencia de Aquiles, Héctor, Agamenón y todos los otros humanos en la Tierra-Ilión.

—¿Y los dioses griegos? —rechazó Beh bin Adee—. ¿Vamos a encontrarnos luego con Jehová y con Buda?

—Podríamos —dijo Orphu de Io—. Pero me da la impresión de que los dioses del Olimpo que hemos visto son posthumanos transformados. Por eso desaparecieron los posthumanos hace mil cuatrocientos años.

—¿Porque decidieron convertirse en dioses? —preguntó el Retrógrado Sinopessen—. ¿Dioses cuyos poderes proceden de la nanotecnología y los trucos cuánticos?

—¿Y por qué no? —preguntó Orphu—. Inmortalidad, elección de género, sexo entre ellos y con cualquier mortal que escogieran, engendrar muchos retoños divinos y mortales (que es algo que los posthumanos no podían hacer solos), por no mencionar el juego de ajedrez de toda una década que es el sitio de Troya.

Mahnmut se frotó la frente.

—Y la terraformación y el cambio de gravedad de Marte...

—Sí —dijo Orphu—. Probablemente requirió casi todos esos mil cuatrocientos años, no sólo tres. Y eso se hizo con la tecnología cuántica de los dioses en funcionamiento.

—¿Entonces hay un Próspero real, ahí fuera, en alguna parte? —preguntó Mahnmut—. ¿El Próspero de
La Tempestad
de Shakespeare?

—O algo o alguien parecido —dijo Orphu.

—¿Qué hay del monstruo-cerebro que atravesó el Agujero Brana en la Tierra hace unos pocos días? —preguntó Suma IV. El ganimediano parecía enfadado—. ¿Es un héroe de tu preciosa literatura humana?

—Posiblemente —dijo Orphu—. Robert Browning escribió un poema llamado
Caliban sobre Setebos
en el que el monstruo Calibán de
La Tempestad
de Shakespeare reflexiona sobre su dios, una criatura llamada Setebos, a quien Browning hace que Calibán describa como «el que tiene muchas manos como un pulpo». Era un dios arbitrario que se alimentaba del miedo y la violencia.

—Eso es especular mucho —dijo Asteague/Che.

—Sí —contestó Orphu—. Pero también la criatura que fotografiamos parece un cerebro gigante que repta sobre manos humanas gigantescas. Un modelo de evolución improbable en cualquier universo, ¿no os parece? Pero Robert Browning tenía una imaginación impresionante.

—¿Vamos a encontrarnos con Hamlet, allá abajo, en la Tierra? —preguntó Suma IV con audible desdén.

—Oh —dijo Mahnmut—. Oh, eso estaría bien.

—No nos dejemos llevar —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—

. Orphu, ¿de dónde has sacado todas estas ideas?

Orphu suspiró. En vez de responder verbalmente, una proyección holográfica en la vaina de comunicación situada en lo alto del ajado caparazón del enorme ioniano creó una imagen que flotó sobre la mesa.

Seis gruesos libros sobre una estantería visual. Mahnmut vio que uno de los libros se titulaba
En busca del tiempo perdido, volumen III, El camino de Guermantes
. Lo abrió por la página 445. La imagen se centró en las letras de la página.

Mahnmut advirtió de pronto que Orphu era ópticamente ciego: no podía
ver
lo que estaba proyectando. Eso significaba que debía tener memorizados los seis volúmenes de Proust. A Mahnmut le dieron ganas de llorar.

Mahnmut leyó como los otros mientras las letras flotaban en el aire:

«La gente de buen gusto nos dice hoy que Renoir es un gran pintor del siglo XVIII. Pero al decirlo olvidan el elemento tiempo, y que hizo falta mucho, incluso en pleno siglo XVIII, para que Renoir fuera considerado un gran artista. Para conseguir reconocimiento, el pintor original o el artista original actúa como lo hace un oftalmólogo. El tratamiento que nos aplica con la pintura o con la prosa no siempre es agradable. Cuando ha terminado nos dice: “¡Mirad!” Y entonces el mundo a nuestro alrededor (que no fue creado de una vez y para siempre, sino que se crea de nuevo cada vez que nace un artista original) nos parece completamente diferente del mundo antiguo, pero perfectamente claro. Las mujeres pasan por la calle, completamente distintas a las que hemos visto con anterioridad porque son Renoirs, esos Renoirs que insistentemente nos negamos a ver como mujeres. Los carruajes, también, son Renoirs, y el agua, y el cielo; nos sentimos tentados a salir a pasear por el bosque que es idéntico al que vimos por primera vez y nos pareció cualquier cosa menos un bosque, como por ejemplo un tapiz de innumerables tonos, pero sin los tonos precios y peculiares de los bosques. Así es el nuevo universo perecedero que acaba de ser creado. Durará hasta que un nuevo pintor con originalidad precipite la siguiente catástrofe geológica.»

Todos los moravecs que rodeaban la mesa de mapas permanecieron en un silencio roto sólo por el zumbido de los ventiladores, los ruidos de las máquinas y la suave comunicación de fondo de los moravecs que pilotaban la
Reina Mab
en ese momento crítico mientras se acercaban a los anillos ecuatorial y polar de la Tierra.

Finalmente, el general Beh bin Adee rompió el silencio.

—Qué tontería solipsista. Qué basura metafísica. Qué mierda de caballo absoluta.

Orphu no dijo nada.

—Quizá sea mierda de caballo —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Pero es la mierda de caballo más plausible que he oído en los últimos nueve meses de surrealismo. Y le ha valido a Orphu de Io un puesto en la bodega del sumergible
La Dama Oscura
cuando la nave de contacto se separe y caiga a la atmósfera de la Tierra dentro de... dos horas y catorce minutos. Preparémonos todos.

Orphu y Mahnmut se dirigían al ascensor (Mahnmut caminaba en una especie de bruma, el enorme Orphu flotaba en silencio con sus repulsores) cuando Asteague/Che llamó:

—¡Orphu!

El ioniano se giró y esperó, dirigiendo amablemente las cámaras muertas y los tallos de sus ojos hacia el Integrador Primero.

—Ibas a decirnos de quién era la Voz con la que nos vamos a encontrar hoy.

—Oh, bueno... —el amigo de Mahnmut pareció cohibido por primera vez—. Es sólo una suposición.

—Compártela —dijo Integrante Primero.

—Bueno, según mi teoría, ¿quién exigiría con voz femenina ver a nuestro pasajero... Odiseo, hijo de Laertes?

—¿Santa Claus? —sugirió el general Bin Adee.

—No exactamente —dijo Orphu—. Calipso.

Ninguno de los moravecs pareció reconocer el nombre.

—O, del universo del que proceden nuestros nuevos amigos —continuó Orphu—, la encantadora también conocida como Circe.

62

Harman se había ahogado pero no estaba muerto. Al cabo de unos pocos minutos iba a desear estarlo.

El agua (el fluido) que llenaba el armario de cristal en forma de dodecaedro estaba hiperoxigenada. En cuanto sus pulmones se llenaron por completo, el oxígeno empezó a moverse por los capilares de finas paredes de sus pulmones y a entrar en su torrente sanguíneo. Era suficiente para que su corazón no dejara de latir (o para que empezara a latir de nuevo, podría decirse, ya que se había saltado latidos y detenido durante medio minuto durante el proceso de ahogamiento) y suficiente para mantener su cerebro vivo... aturdido, aterrorizado, aparentemente desconectado de su cuerpo, pero vivo. No podía respirar, sus instintos seguían gritando en busca de aire, pero su cuerpo recibía oxígeno.

Abrir los ojos fue una enorme pugna y la única recompensa que recibió fue una visión giratoria de un billón de palabras doradas y diez billones de imágenes latentes que esperaban a nacer en su cerebro. Era vagamente consciente del panel de cristal de seis lados del armario de cristal inundado y de una forma difusa al otro lado que podía ser Moira, o tal vez Próspero o incluso Ariel, pero esas cosas no eran importantes.

Seguía queriendo respirar de la forma correcta. Si no hubiera estado solamente semiconsciente (tranquilizado por el líquido en preparación para la transferencia), sus respuestas reflejas a la asfixia le habrían matado o lo habrían vuelto loco.

Pero el armario de cristal le reservaba otros modos de volverse loco. La información empezó a fluir hacia Harman. Información, habían dicho Moira y Próspero, de un millón de libros antiguos. Palabras y pensamientos de casi un millón de mentes largamente muertas, más, porque cada libro contenía multitudes de otras mentes en sus argumentos, sus refutaciones, sus fervientes acuerdos, sus furiosas revisiones y rebeliones.

La información empezó a fluir, pero no se parecía a nada que Harman hubiera sentido o experimentado antes. Había aprendido a leer él solo a lo largo de muchas décadas, convirtiéndose en el primer ser humano antiguo en incontables siglos que entendía los puntos y las curvas y los trazos de los antiguos libros que se pudrían en las estanterías por todas partes. Pero las palabras de un libro fluyen en la mente de modo lineal al ritmo de la conversación: Harman siempre había oído una voz que no llegaba a ser la suya leyendo cada palabra en voz alta en su mente después de haber aprendido a leer. Sigleer era una forma más rápida pero menos efectiva de asimilar un libro: la función nanotécnica hacía fluir los datos de los libros por los brazos hasta el cerebro como carbón acarreado a un horno, sin el lento placer y el contexto de la lectura. Después de sigleer un libro, Harman siempre se daba cuenta de que había aprendido algunos datos nuevos, pero parte del significado del libro se perdía debido a la ausencia de tonos y contexto. Nunca oía una voz en su cabeza cuando sigleía y a menudo se preguntaba si aquello había sido diseñado como una función para los antiguos de la Edad Perdida para absorber tablas de información a palo seco, paquetes de datos predigeridos. Sigleer no era el modo de leer una novela o una obra de Shakespeare, aunque la única obra shakesperiana que Harman había encontrado hasta entonces era una pieza sorprendente y conmovedora llamada
Romeo y Julieta
. Hasta que la había leído Harman ignoraba que existiera algo llamado «obra»: la única forma de entretenimiento de ficción de su pueblo era el drama turín sobre el sitio de Troya, y eso desde hacía apenas una década.

Pero mientras que leer era un fluido lento y lineal y sigleer era como un súbito cosquilleo del cerebro que dejaba un residuo de información, aquel armario de cristal era...

La Doncella me capturó en la selva

mientras yo bailaba alegremente.

Me metió en su armario

y me encerró con una llave de oro.

Esta información que Harman recibía no entraba a través de sus ojos, oídos o de ninguno de los otros sentidos naturales humanos que la naturaleza había hecho evolucionar para llevar datos a los nervios y el cerebro. Estrictamente hablando, no pasaba a través de él por contacto, aunque los trillones de picoteos de información del líquido dorado atravesaban cada uno de los poros de su piel y cada célula de su carne.

Al ADN, Harman lo sabía ahora, le gusta el modelo estándar de doble hélice. La evolución había elegido por diversos motivos a la hélice doble para que llevara su carga más sagrada, pero sobre todo porque era la forma más fácil y efectiva para que fluyera la energía libre (hacia adelante o hacia atrás), ya que esa energía determina los pliegues, uniones, formas y funciones de moléculas gigantescas como las proteínas, el ARN y el ADN. Los sistemas químicos siempre avanzan hacia el estado más bajo de energía libre y la energía libre se minimiza cuando dos grupos complementarios de nucleótidos se emparejan como una escalera Shaker doble.

Pero los posthumanos que habían rediseñado el hardware y el software de la rama del genoma humano antiguo de Harman habían previsto un porcentaje grande del ADN redundante de los cuerpos de su especie decantada. En vez de ADN-B dextrógiro, los posthumanos habían colocado en su sitio hélices dobles de ADN-Z levógiro del tamaño habitual, unos dos nanómetros de diámetro. Habían usado esas moléculas de ADN-Z como claves, elevándolas a partir de un andamiaje de hélices de ADN más complejas como moléculas de cruce doble, uniendo estas cuerdas de ADN DX a jaulas proteínicas a prueba de filtros. Dentro de esos miles de millones de jaulas de proteínas de los huesos, los músculos, los tejidos, los testículos, los dedos y los folículos pilosos de Harman había macromoléculas de recepción y organización biológica que servían a conjuntos encapsulados aún más complejos de grupos de almacenamiento de memoria orgánica nanoelectrónicos.

Todo el cuerpo de Harman, cada célula, estaba devorando la biblioteca de un millón de volúmenes del

El armario está formado de oro

y perla y cristal que resplandecen

y dentro se abre a un mundo

y una hermosa noche lunar.

El proceso dolía. Dolía mucho. Ahogado y flotando boca arriba como una carpa muerta en el líquido dorado del armario de cristal, Harman sentía el dolor de una pierna o un brazo que se le había quedado dormido y que lenta, dolorosamente, volvía a despertar, el miembro picoteado por diez mil agujas afiladas y calientes. Pero no era sólo en un brazo o una pierna. Las células de todo su cuerpo, por dentro y por fuera, las moléculas de cada núcleo celular y de cada membrana despertaban a los datos y hacían fluir la energía libre a través de los circuitos ADN Yan-Shen-Yurke por todas partes del organismo colectivo llamado Harman.

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