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Authors: Juan Ernesto Artuñedo

Peluche (4 page)

BOOK: Peluche
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—Eso me ha dicho

Pego un trago largo al botellín. Terminan de cenar. Piden cafés. Para mí otra cerveza. Ofrezco tabaco. Fuman todos excepto el actor y una chica. Siguen hablando de teatro; de lo mal que está la profesión, de las pocas subvenciones que reciben, de lo que cuesta llevar a cabo una producción propia, de las que se quedan en el camino, de lo poco que cobran cuando tienen la suerte de ser contratados, de los actores que se rebajan a trabajar en una obra gratis por la cara, del daño que hacen a la profesión, de la pasta que se embolsan algunos productores con el dinero público y de qué forma se despilfarra con decorados superfluos, de que siempre les están realizando castings como si no los conocieran suficiente, de la impresión que tienen de ser tratados siempre como actores amateurs, de que para ser considerado tienes que hacer televisión, de los buenos actores que hay, de la mierda que ha tenido uno de ellos por ser llamado para una obra que se va a representar por toda la península, de lo que aman el teatro, de lo emocionante que fue tal obra, de lo que aprendieron con tal director, del sentido que da a sus vidas, de que si llegan a la discoteca antes de media hora tienen dos copas al precio de una. Salimos.

En el coche el actor nos dice que no está muy satisfecho con la interpretación de esta tarde. A Alejandro le ha gustado más el segundo pase. A mí me han parecido tan iguales que cierro el pico. El actor que falta rodarla más. Alejandro que ya pillará el punto. El actor que se encuentra cómodo pero que no termina. Alejandro que no sea tan exigente. El actor que no está pasando un buen momento. Alejandro que no se desanime. El actor me mira. Yo sin saber qué hacer. Alejandro que no se preocupe. Yo hago mío el consejo. Aparcamos en el parking. Bajamos.

Pedimos tres cubatas en la barra y pagamos con el ticket de entrada. Luces de colores en la cara del actor. Música petarda. Hacemos hueco en la pista. Bailamos. Hablan. No les oigo. Cierro los ojos. Me dejo llevar. Abro. Miro a la gente bailar. Bebo cubata. Fumo. Me meto un hielo en la boca. Se deshace. Trago agua. Pregunto si quieren más. Vuelvo con tres copas. No les veo. Están sentados en un sofá. Dejo los cubatas en la mesita. Me siento.

—¿Vas a quedarte muchos días? —me pregunta el actor

—No lo sé, hasta mañana o pasado

Me mira y bebe. Ofrezco tabaco a Alejandro. Fumamos.

—¿Actúas mañana? —pregunto

—Tarde y noche, durante tres semanas

—¿No descansas?

—Los lunes

—¿Y luego?

—Depende de cómo funcione

—Hoy estaba lleno

—Porque era el estreno

—Irá más gente

—Eso esperamos, el martes vienen un par de programadores, si les

gusta nos ofrecerán fechas

—Que tengáis mucha suerte

—Mucha mierda, decimos nosotros

—Pues eso

Brindamos por la obra. Hablan. De teatro. Escucho. La cosa se pone

un tensa. Alejandro le dice que se ha dejado llevar demasiado por lo emotivo del texto, que no ha sabido mantener el tipo en los momentos que su personaje entraba en contradicción consigo mismo, que ha ido perdiendo la disciplina del principio, que luego se ha recuperado y ha entrado en el momento más bonito de la obra cuando su personaje reflexiona fríamente sobre la pérdida de un ser querido, que a ver si mañana le sale mejor. El actor pega un largo trago al cubata. Yo no sé qué decir. No me he fijado en tantos detalles. El actor medita. Entre él y yo sólo el humo de mi cigarro. Ellos siguen con el teatro. Alejandro que es la mejor obra que ha escrito. El actor que han tenido muchos problemas para producirla. Alejandro que todavía recuerda cuando le hablaba del personaje entre cerveza y cerveza aquella tarde con Clara. El actor que se han quedado sin un duro. Alejandro que si no se acuerda cuando empezó, que no tenía ni puta idea, cuando los dos repasaban textos de Becket. El actor que ojalá se venda bien la obra. Alejandro se ríe. El actor le pregunta por qué. Alejandro que si no se acuerda de aquella vez que grabando el corto con la cámara encima del capó del coche al llegar la primera curva se les fue todo a la cuneta porque se olvidaron de atar el equipo. El actor se parte. Yo les miro. Alejandro no puede más. El actor se va a mear. Al servicio.

—Le gustas —me dice

—¿Cómo?

—Lo que has oído

—¿Te lo ha dicho él?

—Antes, en la pista, cuando te has ido

Bebo. Sólo queda hielo.

—¿Y a ti? —me pregunta—, ¿te gusta?

—Sí

—Pues no le hagas esperar

—¿Dónde está?

—En el aseo

Me tiemblan las piernas. Hago un esfuerzo. Estoy arriba. Mantengo

el equilibrio. Camino. Puedo. Llego al aseo. Entro. Está apoyado en la puerta de un servicio hablando con un chico. Me acerco. El chico se va.

—Hola —le digo

—Hola

Silencio. Se abre la puerta. Salen dos chicos. El actor entra y entorna la puerta. Espero fuera. Entran chicos en el aseo. Miro dentro. No está meando. Espero. Un chico se coloca detrás de mí. Llamo a la puerta.

—¿Se puede? —pregunto

—Pasa

Entro en el servicio y cierro la puerta. Está apoyado en la pared con las manos en la espalda. Nos miramos.

—¿No meas? —me pregunta

—No

Alguien intenta abrir la puerta.

—¿Salimos? —pregunto

—Espera

Nos miramos. Se me acerca. Nos besamos. Fuerte. Me eleva. Camino sobre el cielo de su mano hasta el coche. Hacemos sexo a gritos.

—¿Tienes papel? —pregunto

—En la guantera

Salto al asiento del copiloto y saco un paquete de pañuelos. Vuelvo. Limpio el semen del pelo de su pecho. Tiro el papel por la ventana. Los cristales empapados de vaho. Me subo los piratas.

—¿Te irás?

—Mañana —le digo

—¿Vendrás a verme?

—Claro

—¿Llevas un cigarro?

Fumamos. Entre él y yo una cortina de humo. Nos miramos. Nos damos la mano.

—Alejandro nos estará esperando —me dice tirando el cigarro

Está hablando con una pareja en la puerta. Nos ve. Se despide y entra en el coche.
Sleep the clock around
de Belle and Sebastian en la radio. Me acercan a una pensión barata. Cojo la mochila. Les doy las gracias y me despido hasta mañana. Llamo al timbre. La puerta se abre. Subo las escaleras. Entro. Enfrente una mujer mayor.

—Buenas noches, ¿le queda alguna habitación libre?

—Pasa, ¿lleva el carné?

Dejo la mochila en el suelo. Cartera, abro, se lo doy.

—¿Va a quedarse muchos días?

—Esta noche, de momento —mientras dejo un billete en el mostrador

—¿Televisión?

—No

—Aquí tiene —devolviéndome el carné y el cambio

—Gracias

—La número seis, por el pasillo a la derecha, la llave está en la caja

—¿Y el baño?

—Al fondo

—Gracias

Camino hasta el aseo sin hacer ruido. Me limpio los dientes. Agua en la cara. Me seco. Entro en el cuarto. Dejo la mochila en una silla. Pongo el despertador a las once y media. Me desnudo y entro en las sábanas limpias. Estiro la espalda. Respiro hondo. Me duermo. Oigo el despertador. Saco la mano y lo apago. Doy la luz. Miro al techo. No sé dónde estoy. Recuerdo. Hago el perro un rato y me levanto. Voy al aseo. Ducha, inodoro, lavamanos. Acabo de vestirme en la habitación. Salgo. Tropiezo con la hostelera.

—¿Tienes ropa sucia?

—Si —le digo

—Déjala en el cesto

—Gracias

—Son tres euros

—Aquí tiene

Me despido hasta la noche. Salgo al portal. Sol. Aire fresco. Camino ligero sin mochila. Llego a un parque. Mis zapatillas sobre arena. Tres niños juegan a la pelota. Una pareja pasea con un carrito su bebé. Una niña de cabellos rubios da de comer a las palomas que revolotean a su alrededor. La madre lee una revista en un banco. Camino. El viento mueve las hojas de los árboles. Respiro hondo. Me acerco a un estanque de patos. Apoyo las manos en la barandilla. Observo. Sigo caminando. Voy a sentarme en un banco y una pareja de ancianos me quitan el sitio. Voy al siguiente. Me siento. A mi lado un señor observa el paisaje. Gordo, gafas oscuras, pantalones cortos. Las manos cruzadas sobre las piernas. Mira al frente. Hago lo mismo. Al fondo unos hombres lanzan sus bolas de petanca en parábola. Las recogen del suelo con un cordel imantado en su extremo. Miro al señor de mi lado. El aire despeina su cabello.

—Hola

—Hola —responde

Sigue mirando al frente. Enciendo un cigarro.

—¿Le molesta?

—No, fume tranquilo

—¿Quiere uno?

—Lo dejé hace tiempo

—No insisto

Fumo. El jodido aire lleva el humo hasta el señor.

—Perdone —le digo

—No se preocupe

Llevo el cigarro detrás del respaldo del banco. El humo se va.

—No viene mucho por aquí —observa

—Estoy de viaje

El humo vuelve a aparecer y apago el puto cigarro en el suelo.

—¿Y usted? —pregunto

—Casi todos los días

—¿No trabaja?

—En casa

—¿Con ordenador?

—Con las manos, soy escultor

Le miro las manos. Continúa mirando hacia los hombres que juegan a la petanca.

—¿Con arcilla? —pregunto

—Sí

—¿Qué esculpe?

—Un poco de todo

—¿Bustos?

—Y árboles...

Pongo la pierna encima del banco. Escucho.

—...pájaros, a veces formas abstractas

—¿Como qué?

—Formas —me dice modelando el aire con sus manos

—Naturalezas raras

—Exacto

—¿Dónde expone?

—Todavía no han salido de casa

—¿Y a qué espera?

—A nada

Enciendo un cigarro. El humo a su aire.

—¿Qué hace con las obras?

—Las regalo, la mayoría

—¿Y las otras?

—En casa

—¿No le dan lástima?

—¿Por qué iban a hacerlo?

—No sé, el arte es para que la gente lo vea

—Según se mire

—¿El qué?

—Si la obra merece la pena

—Hombre, si nunca ven la luz tampoco la crítica hablará de ellas

—¿Te apetece dar un paseo?

—Claro

Me levanto. El señor se agacha y recoge un bastón blanco. Es ciego. Dobla el bastón y lo guarda en el bolsillo del pantalón. Me coge del hombre. Caminamos. El dorso de su mano roza mi cuello. Suave. Hablamos. Cruzamos la calle. Llegamos al portal de su casa. Me invita a subir. Aprieto el botón número tres del ascensor. Escucho su respiración. Entramos.

—¿Quieres tomar algo?

—Vale

—¿Cerveza?

—Sí, gracias

Pasamos a la cocina. Abre la nevera y saca dos latas.

—¿Vaso?

—Así está bien

Bebemos. Le sigo por el pasillo hasta una sala amplia y luminosa repleta de figuras de arcilla. Las pequeñas sobre estanterías. Las grandes en el suelo junto a la pared.

—Joder, cuántas hay —observo

—Dentro de poco no voy ha tener espacio para almacenarlas

Nos sentamos en un sillón de mimbre enfrente de una mesa donde dejo la lata de cerveza.

—Son una pasada —le digo

—¿Te gustan?

—Mucho

Me levanto. Miro las figuras. Acaricio una paloma. Paso la mano por el torso de un hombre que grita su dolor.

—Esta es, joder, es —observo

—Un guerrero

—¿Por qué grita?

—Ha perdido lo que más quería

—¿Qué pasó?

—Regresó de la batalla y encontró a su mujer y a su niña muertas

—¿Quién las mató?

—Él

—Pero

—Materialmente no, pero se culpaba por haberlas abandonado

—Su deber era ir a la guerra, ¿no?

—Su obligación

—¿Entonces? —pregunto sentándome en el sillón

—Soñaba con la gloria

—¿Y?

—Su pueblo perdió la batalla final

—¿Qué hizo?

—Gritar al cielo —me dice dándome la mano

—Es una historia muy triste

—Lo es

—¿De dónde la ha sacado?

—La inventé

—¿Para esculpirlo?

—Para inspirarme

—¿Le gustan las historias de perdedores?

—De sufridores, suelen ser más interesantes

—¿Por qué lo cree?

—Quizá para consolarme

—¿Del dolor de los otros?

—Del mío propio

—Yo le veo un buen hombre

—Tienes unas facciones muy limpias —me dice pasando la mano por mi cara

—Me he duchado esta mañana

Se ríe. Comprendo la metida. No le doy importancia. Acaricia mis labios. Orejas. Sonrío. Las mejillas. Me hace cosquillas. Baja la mano hasta la barbilla. Le miro el pelo que le sale por el cuello.

—¿Puedo tocarte? —pregunto con las manos en el aire

—No muerdo

Le quito las gafas y las dejo sobre la mesa. Despacio. Le abro la camisa. Observo. Las tetas colgando sobre la barriga.

—¿Te gusta lo que ves?

—Todo usted es arte, lo que toca, lo que es

—Entonces tú eres mi última creación

Cierro los ojos. Acaricio su barba. Mis dedos por sus labios y bigote. Me coge una mano y la deja en su pecho. Juego con el pelo. Le pellizco un pezón. Su mano en mi polla.

—¿Puedo? —me pregunta

Me pongo de pie. Bajo piratas y calzoncillos. La coge con una mano y se la lleva a la boca. Con la otra se toca. La saca. Se recuesta en el sofá de rodillas bocabajo con el culo en pompa. Bajo pantalones y calzoncillos y me lo follo. Me pide más. Pongo la cabeza entre sus piernas y la introduce en mi boca. Le meto el pulgar por detrás. Se mueve. No puedo respirar. Aguanto hasta que se corre. Mi boca llena de semen. Trago. Salgo de sus piernas. Me tumbo a su lado. Respiramos.

Me levanto y voy al aseo. Cojo papel higiénico. Limpio el líquido que gotea por su cuerpo. Tiro el papel y de la cadena. El agua se lo lleva.

—¿Puedo fumar? —pregunto

—Claro

Lo enciendo y me siento en una silla junto a la ventana. Echo el humo fuera. Salgo. Vuelvo de la cocina con dos vasos de agua. Bebemos. Me siento junto a él.

—¿Vamos a la cama? —me pregunta

—Mejor

Los dos tumbados. Miro al techo. Me acaricia el cabello. Le hago mimos. Me duermo. Despierto. El sol calienta la habitación.

—¿Está despierto? —pregunto en voz baja

—Sí

—¿He dormido mucho?

—Una hora

—¿Y usted?

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